Acaban
de pasar las primeras comuniones en la generalidad de las parroquias y colegios
religiosos. Una vez más se enternece el corazón viendo acercarse a estos niños
y niñas a recibir por primera vez el “pan de los ángeles”, como se decía
antiguamente en sus recordatorios, aunque sigan vestidos de almirantitos o
novias precoces. Los he visto de nuevo este año, y luego en la procesión del
Corpus, y uno quisiera pensar que tan magnífica semilla no será ahogada por las
zarzas de esta sociedad nuestra que navega sin rumbo ni patrón éticos. Sin
embargo, la experiencia personal no me hace sentirme muy esperanzado.