sábado, 3 de julio de 2010

Del santo evangelio
según san Lucas 10, 1-12. 17-20

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

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En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
— «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.” Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: — «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les contestó: — «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del ene¬migo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; es¬tad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

Dios que nos creó sin necesidad de nuestra colaboración, pudo salvarnos también sin que nosotros interviniéramos en ella. Sin embargo, no ha sido así.  En la nueva creación que supone nuestra redención, el Señor ha querido que fuéramos colaboradores suyos, que tuviéramos una parte, e importante, en la tarea de nuestra salvación y en la de todos los hombres. De este modo tan sencillo, pero tan profundo lo expresa san Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin tí”.

Cuando Jesucristo redime al hombre, le llama a una vida sobrenatural, implica una respuesta y un compromiso. Dios sí, toma la iniciativa en la llamada, pero el encuentro salvador no se realiza sin la respuesta del hombre. Es decir, Dios ha querido que participemos activamente en nuestra salvación.

Y además de esta participación en la propia salvación, los hombres, porque Dios lo ha querido, tenemos también una participación en la salvación de los demás.

En este sentido, Nuestro Señor llamó en primer lugar a los doce apóstoles para que predicaran el Evangelio, llamó también a otros setenta y dos para que fueran delante de Él anunciando su llegada a la gente, preparándolos para recibir al Señor.

Y aquello no fue más que el principio de una larga historia que se prolonga a lo largo de los siglos.
Hoy, todos, también de los laicos, están llamados a participar en la obra de la salvación por medio de la predicación del Evangelio.

Cada creyente tiene una responsabilidad personal e intransferible en difundir el mensaje de Cristo, según su propio estado y condición.

Es cierto que el modo de predicar el Evangelio en el caso de los seglares no ha de consistir en predicar en las iglesias, la responsabilidad de predicar el Evangelio tiene un alcance mucho mayor, una repercusión más comprometida y costosa.

Se trata de predicar sobre todo con el ejemplo, presentando un testimonio sincero de vida cristiana y dando la cara cuando sea preciso por la doctrina de Cristo.

Las palabras de Jesús siguen teniendo vigencia. También hoy es mucha la mies y pocos los obreros.

Hay que reconocer que en el mundo que vivimos es mucha la tarea y escaso el número de los que son responsables, con seriedad, en esta empresa de transformar el mundo, según la mente de Cristo.

De ahí que hayamos de rogar, una y otra vez, al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies, para que despierte la conciencia de los cristianos.

En estos momentos en los que hay que ir contra corriente y defender a la Iglesia y al Papa, hemos de confesar sin ambages, con obras sobre todo, nuestra condición de cristianos.