jueves, 11 de marzo de 2010


Tercera Semana de Cuaresma
VIERNES
San Marcos 12, 28-34

Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que les había respondido, le preguntó:
—¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
Jesús respondió:
—El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
Y le dijo el escriba:
—¡Bien Maestro! Con verdad has dicho que Dios es uno solo y no hay otro fuera de Él; y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo a como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo:
—No estás lejos del Reino de Dios.
Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas.

Los escribas también te seguían. Algunos con malas intenciones, otros con buenas. Ocurrió, pues, un día que estabas Tú, Señor, hablando con un grupo de discípulos, cuando se acercó un escriba, de los de buenas intenciones, y te preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? La pregunta tenía interés.

Tú, Señor, respondiste al instante. Te oyeron todos: el escriba y los demás. El primer mandamiento es: “escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Y, sin dejarlos respirar, seguiste: “El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos”.

Estas palabras quedaron marcadas de modo especial en las mentes de aquellos hombres: El único Señor..., amarás con todo tu corazón..., alma..., mente..., con todo tu ser..., al prójimo...; como a ti mismo... ¡Qué tratado de moral, de filosofía, de antropología, de escritura! ¡Aquí está todo encerrado, dibujado, contenido!

Y el letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón. La Antigua Ley y la Nueva se dan la mano. El antiguo pueblo que se está acabando y el nuevo pueblo que comienza se han puesto de acuerdo o, para mejor decir, siguen en la misma senda.

Y Tú, Señor, respondiste: No estás lejos del Reino de los Cielos. Es como decir: No está lejos, pero aún no posees el Reino, pero el fruto está muy cerca. Y aunque estar cerca es no haberlo conseguido todavía, la consecución es posible, probable, casi segura.

Y aquí terminó todo. “Nadie se atrevió, Señor, a hacerte más preguntas”. Todos se alejaron pensando en la importante pregunta del escriba y, sobre todo, meditando tu acertada respuesta.
Una y otra vez, tus palabras siguen golpeando en mi alma: con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todo el ser. Este es el primer mandamiento; y el segundo: amar a los demás como a uno mismo. Todo un programa: Ayúdanos, Señor, a seguirlos.