28 DE FEBRERO DE 2020
Con vuestra licencia Soberano Señor Sacramentado.
1.- El pasado domingo, primero de Cuaresma, leíamos
en todas las Misas, parte del capítulo 4,1-11, del Evangelio de San Mateo en el
que se nos ofrece las tentaciones que Jesús sufrió en el desierto, después de
ayunar cuarenta días y cuarenta noches..
2.- “Una escena –escribió nuestro Padre- llena de
misterio, que el hombre pretende en vano entender –Dios que se somete a la
tentación, que deja hacer al Maligno–, pero que puede ser meditada, pidiendo al
Señor que nos haga saber la enseñanza que contiene”.(Es Cristo que pasa, 61).
3.- Un año más, hemos meditado y hemos predicado a
nuestros fieles sobre este pasaje, por supuesto, sin llegar a entenderlo. Ahora
lo volvemos hacer en la segunda meditación de este retiro, al inicio de la
Cuaresma, , pidiendo al Señor que nos haga saber un poco más la enseñanza que
contiene.
4.- Y lo primero que
hacemos es leer una vez más el texto de San Mateo: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado
por el diablo. 2.Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta
noches, al fin sintió hambre. 3.Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres
Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4.Mas él respondió:
«Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios.» 5.Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le
pone sobre el alero del Templo, 6.y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate
abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te
llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» 7.Jesús le dijo:
«También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» 8.Todavía le lleva
consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y
su gloria, 9.y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10.Dícele
entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios
adorarás, y sólo a él darás culto.» 11.Entonces el diablo le deja. Y he aquí
que se acercaron unos ángeles y le servían”.
5.- Estamos ante una escena de misterio. Sirvan unas
breves ideas para meditar delante del Señor Sacramentado, en este texto y poder
sacar provecho para nuestras vidas. Quería Jesús enseñarnos con su ejemplo que
nadie debe creerse exento de padecer cualquier prueba. Quería enseñarnos cómo
hemos de vencer las tentaciones y cómo podemos sacar provecho de ellas. Y de
una u otra forma, recordaríamos que Jesús “se dejó tentar y triunfó en la
tentación, para llenarnos de esperanza en nuestra lucha contra el pecado; que
Jesús se dejó tentar y venció al tentador en beneficio nuestro; que Jesús se
dejó tentar y triunfó para enseñarnos a superar la tentación poniendo los
medios: oración, ayuno, vigilancia; como Jesús los puso; y que Jesús fue
tentado y venció de los enemigos del alma, concretados en las tres
concupiscencias, que son como nos recuerda
la primera Carta del Apóstol San
Juan 2, 16-17: “ concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y
orgullo de la vida”.
6.- El demonio tienta aprovechando las
necesidades y debilidades de la naturaleza humana.
Primera tentación.-
El Señor, después de haber pasado cuarenta días y cuarenta noches
ayunando, debe encontrarse muy débil, y siente hambre como cualquier hombre en
sus mismas circunstancias. Este es el momento en que se acerca el tentador con
la proposición de que convierta las piedras que allí había en el pan que tanto
necesita y desea.
Y Jesús "no sólo rechaza el alimento que su cuerpo pedía,
sino que aleja de sí una incitación mayor: la de usar del poder divino para
remediar, si podemos hablar así, un problema personal ().
Quería enseñarnos
también como debemos estar
particularmente atentos, con nosotros mismos y con aquellos a quienes tenemos
una mayor obligación de ayudar, en esos momentos de debilidad, de cansancio,
cuando se está pasando una mala temporada, porque el demonio quizá intensifique
entonces la tentación para que nuestras vidas tomen otros derroteros ajenos a
la voluntad de Dios.
En la segunda tentación,
el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo
del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está:
Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles de que te lleven en sus manos, no sea
que tropiece tu pie contra alguna piedra. Y le respondió Jesús: Escrito está
también: No tentarás al Señor tu Dios.
Hemos de estar atentos para rechazar, en nuestro
orden de cosas, tentaciones parecidas: el deseo de quedar bien, que puede
surgir hasta en lo más santo; también debemos estar alerta ante falsas
argumentaciones que pretendan basarse en la Sagrada Escritura, y no pedir
(mucho menos exigir) pruebas o señales extraordinarias para creer, pues el
Señor nos da gracias y testimonios suficientes que nos indican el camino de la
fe en medio de nuestra vida ordinaria.
En la última de las tentaciones, el
demonio ofrece a Jesús toda la gloria y el poder terreno que un hombre puede
ambicionar. Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: -Todas
estas cosas te daré si postrándote delante de mí, me adoras. El Señor rechazó
definitivamente al tentador.
Tendremos que vigilar, en lucha constante, porque
permanece en nosotros la tendencia a desear la gloria humana, a pesar de
haberle dicho muchas veces al Señor que no queremos otra gloria que la suya.
También a nosotros se dirige Jesús: Adorarás al Señor Dios tuyo; y a Él solo
servirás. Y eso es lo que deseamos y pedimos: servir a Dios en la vocación a la
que nos ha llamado.
El Señor está siempre a nuestro lado, en cada
tentación, y nos dice Confiad: Yo he vencido al mundo2. Y nosotros nos apoyamos
en Él, porque, si no lo hiciéramos, poco conseguiríamos solos: Todo lo puedo en
Aquel que me conforta3. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?4.
Podemos prevenir la tentación con la mortificación
constante en el trabajo, al vivir la caridad, en la guarda de los sentidos
internos y externos. Y junto a la mortificación, la oración: Velad y orad para
no caer en la tentación5. También debemos prevenirla huyendo de las ocasiones
de pecar, por pequeñas que sean, pues el que ama el peligro perecerá en él6, y
teniendo el tiempo bien ocupado, principalmente cumpliendo bien nuestros
deberes profesionales, familiares y sociales.
Para
combatir la tentación “habremos de repetir muchas veces y con confianza la
petición del padrenuestro: no nos dejes caer en la tentación, concédenos la
fuerza de permanecer fuertes en ella. Ya que el mismo Señor pone en nuestros
labios tal plegaria, bien estará que la repitamos continuamente.
“Combatimos la tentación manifestándosela abiertamente al director
espiritual, pues el manifestarla es ya casi vencerla. El que revela sus propias
tentaciones al director espiritual puede estar seguro de que Dios otorga a éste
la gracia necesaria para dirigirle bien”7.
Contamos
siempre con la gracia de Dios para vencer cualquier tentación. “Pero no
olvides, amigo mío, que necesitas de armas para vencer en esta batalla
espiritual. Y que tus armas han de ser éstas: oración continua; sinceridad y
franqueza con tu director espiritual; la Santísima Eucaristía y el Sacramento
de la Penitencia; un generoso espíritu de cristiana mortificación que te
llevará a huir de las ocasiones y evitar el ocio; la humildad del corazón, y
una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen.
7.- Y a Jesús, roca de nuestras vidas, le pedíamos
fortaleza para no asustarnos de nuestras debilidades ni de las de los demás, de
no asustarnos de nuestras tentaciones, para que como El salir vencedores en ellas. Y de ese modo,
sólo a Dios servir con amor entero y firme..
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