sábado, 1 de noviembre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS


Una personalidad que se identifique con Cristo


(SEGUNDA PARTE)
Un camino hacia la madurez
Cabría resumir estos rasgos diciendo que la persona madura es capaz de desarrollar un proyecto elevado, claro y armónico de su vida, y que posee las disposiciones positivas necesarias para realizarlo con facilidad.
En cualquier caso, la madurez viene como un proceso que requiere tiempo, que pasa por distintos momentos y etapas. Suele crecer de una manera gradual, aunque en la historia personal pueda haber sucesos que impulsan a dar grandes saltos: por ejemplo, la venida al mundo del primer hijo para algunos marca un hito, al caer en la cuenta de lo que implica esta nueva responsabilidad; o, después de atravesar serios apuros económicos, una persona puede aprender a reconsiderar cuáles son las cosas verdaderamente importantes en la vida; etc.
En este camino hacia la madurez, la fuerza transformadora de la gracia se hace presente. Basta una mirada de conjunto a las santas y santos más conocidos para detectar en seguida en ellos los ideales elevados, la certidumbre de sus convicciones, la humildad ‒que es el más adecuado concepto de sí mismo‒, su desbordante creatividad e iniciativa, su capacidad de entrega y amor hecha realidad, su contagioso optimismo, su apertura ‒su afán apostólico, en definitiva‒ eficaz y universal.
Un ejemplo claro lo encontramos en la vida de san Josemaría, que ya desde la juventud notaba que la gracia había obrado en él consolidando una personalidad madura. Apreciaba en sí, en medio de las dificultades, una estabilidad de ánimo fuera de lo usual: Creo que el Señor ha puesto en mi alma otra característica: la paz: tener la paz y dar la paz, según veo en personas que trato o dirijo[9]. Se le podían aplicar, con toda justicia, aquellas palabras del salmo: Super senes intellexi quia mandata tua quaesivi[10]: tengo más discernimiento que los ancianos, porque guardo tus mandatos. Lo que no quita que, no pocas veces, la madurez se adquiere con el tiempo, los fracasos y los éxitos, que entran en el horizonte de la Divina Providencia.
Contar con la gracia y el tiempo
Aunque es posible señalar que en cierto momento una persona ha llegado a una etapa de madurez en su vida, la tarea de trabajar sobre el modo de ser de cada uno se proyecta a lo largo de todo nuestro andar terreno.
El autoconocimiento y la aceptación del propio carácter darán paz para no desanimarse en este empeño. Esto no implica ceder al conformismo. Quiere decir, más bien, reconocer que el heroísmo de la santidad no exige poseer ya una personalidad perfecta ni aspirar a un modo de ser idealizado, y que la santidad requiere la lucha paciente de cada día, sabiendo reconocer los errores y pedir perdón.
Las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían. Y entonces, contritos, volvían a la lucha[11]. El Señor cuenta con el esfuerzo prolongado en el tiempo para pulir el propio modo de ser. Es significativo, por ejemplo, aquello que una persona comentaba a la sierva de Dios Dora del Hoyo hacia el final de su vida: «–Dora: quién te ha visto y quién te ve. ¡Mira que eres otra! Se rió: sabía muy bien de qué hablaba»[12]. Le había hecho ver cómo, con los años, su carácter había alcanzado una ecuanimidad que conseguía moderar las reacciones de genio.
Y es que en esta empresa contamos siempre con la ayuda del Señor y con los cuidados maternos de santa María: «La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto»[13].
En próximos editoriales abordaremos diversos elementos que están implicados en la formación del carácter. Señalaremos ciertos rasgos claves de la madurez cristiana. Contemplaremos el edificio que el Espíritu Santo, con la colaboración activa de cada uno, busca levantar en el interior del alma, y consideraremos las características de los fundamentos, qué hacer para asegurar que la estructura sea firme, cómo remediar la aparición de alguna fisura.
¡Qué desafío tan entusiasmante es forjar una personalidad que refleje claramente la imagen de Jesucristo!

J.Sesé


[9] Apuntes íntimos, n. 1095, citado en Andrés Vázquez de Prada, El fundador del Opus Dei, vol. I, Rialp, Madrid 1997, p. 560.
[10] Sal 118 (Vg).
[11] Es Cristo que pasa, n. 76.
[12] Recuerdos de Rosalía López Martínez, Roma 29-IX-2006 (AGP, DHA, T-1058), citado en Javier Medina, Una luz encendida. Dora del Hoyo, Palabra, Madrid 2012, pp. 115.
[13] Francisco, Homilía ante la imagen de Sancta Maria Salus Populi Romani, 6-V-2013.

viernes, 31 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

Una personalidad que se identifique con Cristo



Reproducimos una serie de editoriales sobre la formación del carácter y la madurez cristiana. ¿Cómo influye la personalidad en la vida diaria? ¿puede cambiar una persona? ¿qué papel desarrolla la gracia?
FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD
28 de Octubre de 2014

¿Por qué reacciono de ese modo? ¿Por qué soy así? ¿Podré cambiar? Son algunas de las preguntas que alguna vez pueden asaltarnos. A veces, nos las planteamos respecto a los demás: ¿por qué tiene ese modo de ser?... Vamos a profundizar sobre estas cuestiones, mirando a nuestra meta: parecernos cada vez más a Jesucristo, dejándolo obrar en nuestra existencia.
Este proceso abarca todas las dimensiones de la persona, que al divinizarse conserva los rasgos de lo auténticamente humano, elevándolos según la vocación cristiana. Y es que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre: perfectus Deus, perfectus homo. En Él contemplamos la figura realizada del ser humano, pues «Cristo Redentor (...) revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es ‒si se puede hablar así‒ la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad»[1].
La nueva vida que hemos recibido en el Bautismo está llamada a crecer hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo[2].
Si bien lo divino, lo sobrenatural, es el elemento decisivo en la santidad personal, lo que une y armoniza todas las facetas del hombre, no podemos olvidar que esto incluye, como algo intrínseco y necesario, lo humano: Si aceptamos nuestra responsabilidad de hijos suyos, Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra. El precio de vivir en cristiano no es dejar de ser hombres o abdicar del esfuerzo por adquirir esas virtudes que algunos tienen, aun sin conocer a Cristo. El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere -insisto- muy humanos y muy divinos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es "perfectus Deus, perfectus homo"[3].
La tarea de formar el carácter
La acción de la gracia en las almas va de la mano con un crecimiento en la madurez humana, en la perfección del carácter. Por eso, al mismo tiempo que cultiva las virtudes sobrenaturales, un cristiano que busca la santidad procurará alcanzar los hábitos, modos de hacer y de pensar que caracterizan a alguien como maduro y equilibrado. Se moverá no por un simple afán de perfección, sino para reflejar la vida de Cristo; por eso, san Josemaría anima a examinarse: —Hijo: ¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?: ¿en tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?, ¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?, ¿en esa tozudez?... ¿Está ahí Cristo? —¡¡No!! La respuesta nos da una clave para emprender esta tarea: —De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar identificarse con Cristo[4]
En la propia personalidad influye tanto lo que se hereda y se manifiesta desde el nacimiento, que suele llamarse temperamento, como aquellos aspectos que se han adquirido por la educación, las decisiones personales, el trato con los demás y con Dios, y otros muchos factores, que incluso pueden ser inconscientes.
De este modo, existen distintos tipos de personalidades o caracteres ‒extrovertidos o tímidos, fogosos o reservados, despreocupados o aprensivos, etc.‒, que se expresan en el modo de trabajar, de relacionarse con los demás, de considerar los acontecimientos diarios.
Estos elementos influyen en la vida moral, al facilitar el desarrollo de ciertas virtudes o, si falta el empeño por moldearlos, la aparición de defectos: por ejemplo, una personalidad emprendedora puede ayudar a cultivar la laboriosidad, con tal de que al mismo tiempo se viva una disciplina que evitará el defecto de la inconstancia y del activismo.
Dios cuenta con nuestra personalidad para llevarnos por caminos de santidad. El modo de ser de cada uno es como una tierra fértil que se ha de cultivar: basta quitar con paciencia y alegría las piedras y malas hierbas que impiden la acción de la gracia, y comenzará a dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta[5]
Cada quien puede hacer rendir los talentos que ha recibido de las manos de Dios, si se deja transformar por la acción del Espíritu Santo, forjando una personalidad que refleje el rostro de Cristo, sin que esto quite para nada los propios acentos, pues variados son los santos del cielo, que cada uno tiene sus notas personales especialísimas[6].
Si bien hemos de robustecer y pulir la propia personalidad para que se ajuste a un estilo cristiano, no podemos pensar que el ideal sería convertirse en una especie de "superhombre" En realidad, el modelo es siempre Jesucristo, que posee una naturaleza humana igual que la nuestra, pero perfecta en su normalidad y elevada por la gracia.
Desde luego, encontramos un ejemplo excelso también en la Santísima Virgen María: en Ella se da la plenitud de lo humano… y de la normalidad. La proverbial humildad y sencillez de María, quizá sus cualidades más valoradas en toda la tradición cristiana, junto a su cercanía, cariño y ternura por todos sus hijos ‒que son virtudes de una buena madre de familia‒, son la mejor confirmación de ese hecho: la perfección de una criatura ‒ ¡Más que tú sólo Dios![7]‒, tan plenamente humana, tan encantadoramente mujer: ¡la Señora por excelencia!
Madurez humana y sobrenatural
La palabra "madurez" significa primero estar en sazón, a punto, y por extensión hace referencia a la plenitud del ser. Implica también el cumplimiento de la propia tarea. Por eso, su mejor paradigma lo podemos encontrar en la vida del Señor. Contemplarla en los Evangelios y ver cómo Cristo trata a las personas, su fortaleza ante el sufrimiento, la decisión con que acometió la misión recibida del Padre, todo esto nos da el criterio de la madurez.
Al mismo tiempo, nuestra fe incorpora todos los valores nobles que se encuentran en las distintas culturas, y por eso también es útil retomar, purificándolos, los criterios clásicos de madurez humana. Es algo que se ha hecho a lo largo de la historia de la espiritualidad cristiana, en mayor o menor medida, de forma más o menos explícita.
El mundo clásico greco-romano, por ejemplo, que tan sabiamente cristianizaron los Padres de la Iglesia, colocó al centro del ideal de madurez humana especialmente la "sabiduría" y la "prudencia", entendidas con diversos matices. Los filósofos y teólogos cristianos de aquella época enriquecieron esta concepción, señalando la preeminencia de las virtudes teologales, de modo especial la caridad comovínculo de la perfección[8], en palabras de san Pablo, y que da forma a todas las virtudes.
Actualmente, el estudio sobre la madurez humana se ha complementado con las distintas perspectivas que ofrecen las ciencias modernas. Sus conclusiones son útiles en la medida en que parten de una visión del hombre abierta al mensaje cristiano.
Así, algunos suelen distinguir tres campos fundamentales en la madurez: intelectual, emotiva y social. Rasgos significativos de madurez intelectual pueden ser: un adecuado concepto de sí mismo (cercanía entre lo que uno piensa que es y lo que realmente es, en la que influye decisivamente la sinceridad con uno mismo); una filosofía correcta de la vida; establecer personalmente metas y fines claros, pero con horizontes abiertos e ilimitados (en amplitud, profundidad e intensidad); un conjunto armónico de valores; una clara certidumbre ético-moral; un sano realismo ante el mundo propio y ajeno; la capacidad de reflexión y análisis sereno de los problemas; la creatividad y la iniciativa; etc.
Entre los rasgos de madurez emotiva, sin ninguna pretensión de exhaustividad, cabría señalar: el saber reaccionar proporcionalmente ante los sucesos de la vida, sin dejarse abatir por el fracaso ni perder el realismo en el éxito; la capacidad de control flexible y constructivo de sí mismo; el saber amar, ser generosos y donarse a los demás; la seguridad y firmeza en las decisiones y compromisos; la serenidad y capacidad de superación ante los retos y las dificultades; el optimismo, la alegría, la simpatía y el buen humor.
Finalmente, como parte de la madurez social encontramos: el afecto sincero por los demás, el respeto a sus derechos y el deseo de descubrir y aliviar sus necesidades; la comprensión de la diversidad de opiniones, valores o rasgos culturales, sin prejuicios; la capacidad de crítica e independencia frente a la cultura dominante, el entorno y el ambiente, los grupos de presión o las modas; una naturalidad en el comportamiento que lleva a actuar sin convencionalismos; ser capaces de escuchar y comprender; la facilidad para colaborar con otros.


[1] San Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, n. 10.
[2] Ef 4,13.
[3] Amigos de Dios, n. 75.
[4] Forja, n. 468.
[5] Mt 13,8.
[6] Camino, n. 947.
[7] Camino, n. 496.
[8] Col 3,14.



jueves, 30 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

ENTREVISTA


Una calabaza, aunque esté de moda, es siempre una calabaza
El cardenal Mauro Piacenza explica el significado litúrgico y religioso de la fiesta de Todos los Santos y de la conmemoración de los Fieles Difuntos
Por Antonio Gaspari

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de octubre de 2014 (Zenit.org) - ¿Es cierto que en la conmemoración de los Fieles Difuntos es posible obtener la indulgencia plenaria? ¿Las indulgencias son validas para uno mismo, para el alma del difunto, o también para los amigos y parientes? ¿Cómo se pueden limitar los efectos negativos de la fiesta de Halloween?. ZENIT ha dirigido estas y otras preguntas al cardenal Mauro Piacenza, penitenciario Mayor del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica.

Eminencia, en los próximos días vamos a celebrar la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos. El Pueblo de Dios vive profundamente estos días, que son también una oportunidad para la reflexión y la oración. ¿Sigue siendo válida la práctica de las indulgencias para los difuntos?

-- ¡Por supuesto que sí! El día 2 de noviembre, visitando un cementerio y habiendo cumplido con las condiciones habituales (haberse confesado, comulgado, recitar el Credo y orar por las intenciones del Santo Padre), se puede obtener la indulgencia plenaria, aplicable a un fiel difunto.

¿Sólo es posible hacerlo en ese día? 

-- No, en ese día es posible hacerlo de una manera particular, visitando un cementerio, pero todos los demás días del año se puede ganar la indulgencia plenaria cumpliendo con las diversas obras de piedad que figuran en el Enchiridion Indulgentiarium (el repertorio de las modalidades con las que es posible obtener la cancelación de las penas debidas por los pecados), y optar por aplicarla a uno mismo, o a un fiel difunto. La única "limitación" es que esta práctica piadosa puede realizarse sólo una vez al día; se puede lucrar, por tanto, una sola indulgencia al día, aplicable a uno mismo, o a un fiel difunto.

Usted ha dicho, Eminencia, que las indulgencias pueden aplicarse a uno mismo, o a un fiel difunto. ¿Por qué no a otro fiel por el que se reza? ¿A su propio marido, a su propia mujer, a sus propios hijos?

-- Esto no es posible por el gran misterio de la libertad, que nos hace a imagen y semejanza de Dios y que Dios mismo respeta profundamente. Cada uno, mientras está vivo, es decir, hasta que está en el tiempo, puede cambiar sus propias elecciones existenciales, puede decidir personalmente convertirse y, en este sentido, nadie puede sustituir a la libertad del otro. Por tanto, todo el mundo puede ganar indulgencias y aplicarlas a sí mismo. Ciertamente, se puede orar por la conversión de los hermanos, por la conversión de los pecadores, pero la indulgencia, por su naturaleza, es ya un ejercicio de piedad, que para que se cumpla exige verdaderos actos de conversión, el primero es la Reconciliación sacramental. En cuanto a los difuntos, por la muerte, han salido del tiempo y se les ha terminado el don de la libertad. Por esta razón, siempre es importante que nuestra libertad está orientada al bien y de ningún modo es prudente permanecer mucho tiempo en un estado de pecado mortal. No pudiendo las almas de los difuntos hacer nada por su purificación, en virtud de la comunión de los santos, es decir, de la unidad profunda de todos los bautizados en Cristo, nosotros, los que aún estamos en camino, podemos lograr la extraordinaria obra de misericordia espiritual en sufragio de las almas, y de esto se benefician ellos y, al mismo tiempo, también nos beneficiamos nosotros.

¿Es esta la razón por la que la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos están tan juntas, el 1 y el 2 de noviembre? 

-- Ciertamente, la Iglesia ha rezado desde sus orígenes por los fieles difuntos de las primeras comunidades cristianas. Fueran mártires, o cristianos ordinarios que murieron de muerte natural, la comunidad ha entendido inmediatamente el sufragio por los difuntos como una dimensión estructural de su propia vida, de su propia oración, y sobre todo de la celebración eucarística. Pretendiendo significar que la unidad profunda con Cristo y en Cristo, creada por el Bautismo, y compartiendo la misma Eucaristía, vivida en la comunidad cristiana, no podría romperse ni siquiera con la muerte. Después de todo, ahora que lo pienso, si la muerte ha sido vencida por Cristo, quien ha renacido en Cristo no puede ser separado por nada, ¡ni siquiera por esa muerte que Cristo ya ha vencido! La solemnidad de Todos los Santos evidencia precisamente la verdad de la communio sanctorum, de la unión de todos los bautizados. Como nos ha recordado en varias ocasiones el papa Francisco: "el tiempo prevalece sobre el espacio". Por lo tanto, la unión en el tiempo de todos los bautizados, desde los primeros cristianos, a los que mañana por la mañana recibirán el Bautismo y hasta el final de la historia, es una unión que nada podrá empañar jamás y que determina el caminar de la Iglesia en el tiempo en el que es anticipación real, aquí en la tierra, del Reino de los Cielos. Nosotros pertenecemos al único Cuerpo eclesial que, sin interrupción, desde Jesucristo, la Virgen María y los Apóstoles, ha llegado hasta nosotros, y es por esta razón que la Iglesia en el cielo es mucho más numerosa, mucho más interesante, mucho más sabia y mucho más "influyente" que la Iglesia en la tierra.

En la noche que precede a la Solemnidad de Todos los Santos, desde hace más o menos una década, se ha extendido la moda de Halloween también en Europa. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué le parece?

-- Como bien ha dicho usted, se trata de una moda, que sin duda tiene serias implicaciones y no sólo de orden consumista. Creo que puedo concluir que la gran mayoría de los jóvenes, que organizan fiestas de disfraces en esa ocasión, son víctimas inconscientes tanto de la moda como de quienes, a toda costa, tienen que vender productos comerciales, manipulando las realidades espirituales. Me parece el fenómeno tan irracional como para convertirse en la figura real de la sociedad contemporánea: el que no cree en la verdad termina por creer en cualquier cosa, ¡incluyendo las calabazas! Soy consciente, sin embargo, que en algunos casos este tipo de manifestaciones tienen un origen espiritista e incluso satánico y, por lo tanto, alimentarlas y no corregirlas nos puede convertir en nutridores involuntarios de aquel "humo de Satanás", que ya intoxica el mundo demasiado. Todos debemos estar atentos para no respirar gases tóxicos; a veces esto sucede casi sin darnos cuenta. Recordemos que una calabaza, aunque bendecida, siempre es una calabaza. ¡Las de Halloween ni siquiera están bendecidas!

PARA ESCUCHAR


miércoles, 29 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

SOLEMNIDAD 
DE TODOS LOS SANTOS


por Antonio Cañizares

Estamos próximos a la fiesta de todos los santos, en sus mismos umbrales. Una de las fiestas más arraigadas en la tradición española, a la que se une la memoria agradecida por los seres queridos que ya descansan en el Señor. 

La visita de casi todos a los cementerios en cualquier rincón de nuestra geografía para llevar flores a las tumbas y decir alguna oración ante las tumbas de los que nos han precedido es la imagen de este día, lleno de recuerdos y de agradecimiento, en el fondo de agradecimiento a Dios, porque en ellos pudimos palpar un gran amor, reflejo de Dios, que es Amor; pero también día de esperanza porque, en el fondo, estamos expresando que los nuestros viven y que esperamos verlos en la vida eterna. En este día, la Iglesia y la tradición que nos sustenta nos invitan a compartir y a gustar la alegría de los santos.


Esta fiesta nos recuerda que no estamos solos; Dios mismo nos acompaña con esa multitud incontable de hombres como nosotros que caminan a nuestro lado como peregrinos hacia la patria definitiva; que estamos inmersos en una muchedumbre incontable de testigos, con los que formamos un solo cuerpo. 


Esta muchedumbre de santos nos estimula a mantener nuestra mirada fija en la meta y en las promesas que nos abren a la gran esperanza, la del cielo. 

La liturgia de ese día, guía de sabiduría, nos exhorta a dirigir nuestra mirada a esa muchedumbre ingente no sólo de los santos reconocidos  de forma oficial, sino de todos los santificados de todas las épocas que, con el auxilio de Dios, se han esforzado de verdad por cumplir con amor y fidelidad el querer de Dios. 

De gran parte de ellos no conocemos ni el rostro ni el nombre, pero con los ojos de la fe los vemos resplandecer en la gloria de Dios. Ellos representan a la humanidad nueva de los salvados por la sangre de Cristo, y reflejan la hermosura de la santa madre Iglesia, esposa inmaculada de Cristo, fuente y modelo de toda santidad. 

Ellos son los hijos mejores que han sido engendrados por la gracia del Espíritu en el seno de la santa madre, la Iglesia. Esa muchedumbre incontable de santos de los que hacemos memoria ese día han sido personas que no han buscado obstinadamente su propia felicidad, sino que han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la luz de Cristo. En vida y en gloria, los santos nos han hecho palpar ya la transformación, la renovación y reforma, de nuestro mundo, de este mundo envejecido por el pecado, la mentira, la violencia, la negación de Dios.


En verdad, los santos son los verdaderos reformadores de la humanidad y de este mundo nuestro; «en las vicisitudes de la historia han sido los verdaderos reformadores que tantas veces han elevado a la humanidad; la han iluminado siempre de nuevo lo suficiente para dar la posibilidad de aceptar –tal vez en el dolor– la palabra de Dios al terminar la obra de la creación: ‘y era muy bueno’... Sólo los santos, sólo de Dios proviene el cambio decisivo del mundo. En el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa común fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo y transformar sus condiciones.

Y hemos visto que, de este modo, siempre se tomó un punto de vista humano y parcial como criterio absoluto de orientación. La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, no libera al hombre, sino que lo priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino el dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro Creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?». (Benedicto XVI, en Colonia). 


Esos son los santos innumerables que ese día recordamos. Ellos vivieron su vida mirando a Dios, poniendo en Él su mente y su corazón, teniéndolo en el centro más profundo de su existencia. Bienaventurados y dichosos para siempre en la bella aventura que recorrieron en su vida junto a Jesucristo y en comunión con Él, siguiendo el camino de las bienaventuranzas –»retrato de Jesús», camino de felicidad–, ellos nos señalan que Dios es el único asunto central y defi nitivo para el hombre.


Con razón, el papa Pablo VI definió el ateísmo como «el drama y el problema más grande de nuestro tiempo». El silencio de Dios, o el abandono de Dios, el ateísmo y la increencia como fenómeno cultural masivo, es con mucho el acontecimiento fundamental de estos tiempos de indigencia y de quiebra humana y moral en Occidente. No hay otro que se le puede comparar en radicalidad por lo vasto de sus consecuencias. 


Los santos, que han vivido y viven de Dios y para Dios, son quienes ahora nos marcan el camino para que se opere lo que Benedicto XVI ha denominado «la revolución de Dios», el paso a una humanidad nueva y renovada, donde reine el amor y la paz, donde la verdad nos haga libres y misericordiosos, donde se siga el camino de la felicidad que está, precisamente, en ese saberse creado y amado por Dios, en ese comprenderse hijo de Dios en todo, en ese

camino paradógico de las bienaventuranzas, o si queremos de la felicidad que es el seguido por el mismo Jesús. «El bienaventurado por excelencia es, en efecto Jesús, sólo Él. Él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora, el manso, el que tiene hambre y sed de justicia, el misericordioso, el puro de corazón, el artífice de paz; Él es el perseguido por causa de la justicia». No tenemos otra ruta diferente a la de las Bienaventuranzas, que ponen a Dios en el centro, que señalan que viviendo en la confi anza plena puesta en Dios -no en las riquezas, no en el poder, no en uno mismo y los propios intereses, siempre parciales- es como se alcanza la felicidad que vivieron en la tierra y que ahora gozan en los cielos todos los santos. 


Que ellos nos ayuden. Aunque no estén en los altares los hemos conocido a tantos y tantos de ellos, nos lo hemos encontrado muy cerca, han caminado nuestro

mismo camino. Que Dios, por intercesión de ellos nos ayuden a caminar el suyo, que es el camino de la felicidad y la esperanza.


PARA ESCUCHAR

martes, 28 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS


EL PAPA FRANCISCO 
ALABA A BENEDICTO XVI 
COMO UN GRAN PAPA ABIERTO 
A LA CIENCIA

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El Santo Padre Francisco hizo hincapié, ayer lunes 27 de octubre, en la grandeza del Papa Ratzinger e inauguró con profunda y emocionada alegría un busto en honor de su amado Predecesor, en un acto solemne, en la sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, en el marco de la sesión plenaria de esta histórica institución, en la Casina Pío IV, en los jardines vaticanos.

»Este busto de Benedicto XVI evoca a los ojos de todos la persona y el rostro del querido Papa Ratzinger. Evoca también su alma: sus enseñanzas, sus ejemplos, sus obras, su devoción a la Iglesia y su actual vida ‘monástica’. Espíritu que lejos de quebrantarse con el pasar del tiempo, parecerá de generación en generación, ¡cada vez más grande y poderoso! 

»¡Benedicto XVI: un gran Papa! Grande por la fuerza y profundidad de su inteligencia, por su relevante contribución a la teología, grande por su amor a la Iglesia y a los seres humanos, grande por su virtud y su religiosidad. 

»Como saben bien, su amor a la verdad no se limita a la teología y a la filosofía, sino que se abre a las ciencias. Su amor a la ciencia se vuelca en su solicitud para con los científicos, sin distinción de raza, nacionalidad, civilización, religión; solicitud para con la Academia, desde cuando San Juan Pablo II lo nombró miembro de la misma.

Tras destacar que Benedicto XVI supo honrar a la Pontificia Academia de la Ciencias con su presencia y su palabra, nombró a muchos de sus miembros, entre ellos a Werner Arber, que la preside, el Papa Francisco recordó que fue el primero en invitar al Sínodo sobre la nueva evangelización a un presidente de la misma, conciente de la importancia de la ciencia en la cultura moderna. Y, poniendo de relieve el ánimo amable de su Predecesor, su amor a Dios y a las personas, el Obispo de Roma invitó a dar gracias a Dios por habernos donado a Benedicto.

»Por cierto, nunca se podrá decir de él que el estudio y la ciencia hayan hecho de él una persona árida, así como tampoco volvieron árido su amor a Dios y al prójimo. Todo lo contrario. La ciencia, la sabiduría y la oración han dilatado su corazón y su alma. ¡Demos gracias a Dios por el don que ha hecho a la Iglesia y al mundo con la existencia y el pontificado del Papa Benedicto!

El Papa Francisco destacó también el importante trabajo de los miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias, con su gran aprecio y aliento por el impulso que dan al progreso científico y al mejoramiento de las condiciones de vida de la gente, en especial de los más pobres. 

Y sin entrar en el tema tan complejo de la evolución del concepto de naturaleza, que están tratando, quiso subrayar – recordando al Apóstol Pablo - que «Dios y Cristo caminan con nosotros y están presentes también en la naturaleza». 

Reiterando luego que «Dios no es un demiurgo ni un mago, sino el Creador» y que «el comienzo del mundo no es obra del caos», «sino que deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor», el Papa Bergoglio hizo hincapié en que «el Big Bang que hoy se pone en el origen del mundo, no contradice la intervención del Creador divino, sino que lo exige».

Asimismo, una vez más, el Obispo de Roma recordó la responsabilidad de los seres humanos, de los científicos y de los científicos cristianos, en lo que respecta a la tutela y salvaguarda de la naturaleza y de la familia humana. Y puso en guardia contra las acciones de los hombres que destruyen la creación y contra el hombre que intenta ocupar el lugar del Creador: «es pecado contra Dios Creador»


PARA ESCUCHAR

lunes, 27 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

LA IGNORANCIA EN LAS ESCRITURAS 

ES IGNORANCIA EN CRISTO






''El de ustedes, es el fruto de un trabajo paciente, cuidadoso, fraterno, competente y sobre todo creyente. Si no creerán, no comprenderán; si no creerán, no subsistirán'', dijo el Santo Padre Francisco a los miembros de la Alianza Bíblica Universal a los que recibió la mañana del lunes en la Sala del Consistorio para la presentación de la Biblia en lengua Italiana ''Palabra del Señor -La Biblia Interconfesional en lengua corriente''.

''Deseo – les dijo el Papa- que este texto, que se presenta con el beneplácito de la Conferencia Episcopal Italiana y de la Federación de las Iglesias Evangélicas en Italia, anime a todos los cristianos de lengua italiana a meditar, vivir, testimoniar y celebrar el mensaje de Dios''.

''Desearía tanto -agregó- que todos los cristianos pudieran aprender ''la sublime ciencia de Jesucristo'' a través de la lectura frecuente de la Palabra de Dios, ya que el texto sagrado es el nutriente del alma y la fuente pura y perenne de la vida espiritual de todos nosotros.
Debemos esforzarnos para que todos los fieles lean la Palabra de Dios, ya que ''la ignorancia de las Escrituras, en efecto, es ignorancia en Cristo, como dice san Jerónimo''.


 Antes de finalizar, Francisco les dio las gracias por su precioso trabajo y los animó a ''continuar el camino iniciado, para dar a conocer siempre mejor y hacer comprender más profundamente la Palabra de Dios viviente''.

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http://www.news.va/es/news/la-ignorancia-en-las-escrituras-es-ignorancia-en-2







domingo, 26 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

RENUNCIAR A LA VERDAD ES LETAL PARA LA FE.
BENEDICTO XVI 



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(Tomado de Religión en libertad)

Tras una semana de la finalización del Sínodo de Familia es interesante volver la vista atrás, para hacer balance y sacar conclusiones. El Papa Francisco ha señalado las tentaciones que ha detectado durante el proceso: 

La tentación del endurecimiento hostil, esto es el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celosos, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados "tradicionalistas" y también de los intelectualistas. 

La tentación del “buenismo” destructivo, que en nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causa ni las raíces. Es la tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”. 

La tentación de transformar la piedra en pan para terminar el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra, y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,7) de transformarla en “fardos insoportables” (Lc 10,27). 

La tentación de descender de la cruz para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo e inclinarlo al Espíritu de Dios. 

La tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada!




sábado, 25 de octubre de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

DON GONZALO ARANDA


Don Gonzalo Aranda se incorporó a trabajar en la Universidad de Navarra en 1969, un año después de que naciera la Facultad de Teología, del que es alumno de su primera promoción. Desde entonces, y a lo largo de 47 años, se ha dedicado, con la disponibilidad que le caracteriza, a la docencia y a la investigación en Sagrada Escritura.

El pasado el 23 de octubre la Facultad le rindió un homenaje con motivo de su jubilación. Estuvieron presentes profesores, alumnos, familiares, sacerdotes de su arciprestazgo, amigos y compañeros de este insigne biblista, reconocido internacionalmente.
En la primera parte del acto, el profesor Juan Miguel Díaz Rodelas, decano-presidente de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, de Valencia, y miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, explicó el último documento de dicha Comisión, "Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura", recientemente publicado.El ponente señaló los principales contenidos del documento, subrayando cómo la inspiración y la verdad son dos conceptos clave para una interpretación de la Biblia en la Iglesia.

Acto en honor del Prof. Dr. Gonzalo Aranda
A continuación el profesor Fernando Milán, uno de los últimos doctorandos del Prof. Aranda, presentó el volumen "Revelación, Escritura, Interpretación. Estudios en honor del Prof. Dr. Gonzalo Aranda Pérez", que recoge 15 estudios de profesores de diversas universidades: Lovaina, Pontificia de Salamanca, Gregoriana, Granada, de Navarra, entre otras.

Por su parte, el profesor Gonzalo Aranda agradeció el homenaje y aseguró que ese momento le invitaba a una reflexión: "la experiencia de la propia pequeñez y la confianza en la Iglesia. La Biblia es un monumento de culturas, de lenguas. Su contenido abre al lector a una trascendencia, que le hace ver su pequeñez y al mismo tiempo su valor a los ojos de Dios. Estudiar la Biblia me ha llevado a valorar y aceptar a  la Iglesia como lectora que ha sabido interpretar cada uno de sus libros", continuó.
"Como dice el Salmo 'me tocó un lote hermoso'. Han sido unos años con una tarea apasionante. Estudiar la Biblia y enseñar la Biblia con el lenguaje y el espíritu de la Iglesia. Siento una gran satisfacción por lo que dejo atrás: unos profesores jóvenes que prometen un buen futuro, tanto en la docencia como en la investigación".
El decano de la Facultad de Teología, el profesor Juan Chapa, agradeció al homenajeado el trabajo de todos estos años y le definió  como "una persona sabia, discreta, disponible y abierta de mente: no hay opinión o texto del que no esté dispuesto a aprender". Destacó su celo sacerdotal, ya que durante todos estos años ha desempeñado diversos cargos pastorales en la cuenca de Pamplona.
Acompañaron a Don Gonzalo sus hermanas, María y M. Ángeles. Entre los presentes se encontraban Monseñor Juan Antonio Aznárez, obispo auxiliar de Pamplona, y los profesores Antonio Aranda, Augusto Sarmiento y Josep-Ignasi Saranyana, compañeros promoción (D. José María Calvo de las Fuentes), quisieron también compartir con él esta jornada festiva.
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