miércoles, 26 de enero de 2011

TERCERA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN MARCOS 4, 21-25

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/



Y les decía:
—¿Acaso se enciende la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo de la cama? ¿No se pone sobre un candelero? Pues no hay cosa escondida que no vaya de saberse, ni secreto que no acabe por hacerse público. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.
Y les decía:
—Prestad atención a lo que oís. Con la medida con que midáis se os medirá y hasta se os dará de más. Porque al que tiene se le dará; y al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará.

Te fijabas en todo, Señor. Conocías el brotar de las flores y el cambio del tiempo según qué viento soplase. Sabías qué era un arado y qué era un celemín. Sabías para qué servía una lámpara o cómo se cocía el pan, bien amasado, en el horno. Y en muchas ocasiones hablaste de estas cosas.

Hoy, del candil; de ese sencillo instrumento que sirve para alumbrar el espacio de una habitación o de una cocina, de su uso y de su sitio en la casa.

“El candil no se pone debajo del celemín o se mete debajo de la cama”. Debe ponerse en el candelero, en un lugar adecuado para que dé luz alrededor y se vea.

Y continuación, la aplicación. Nada hay oculto que no sea descubierto, y nada secreto que no sea puesto en claro. Es decir, si algo se hace en el silencio, no es para que allí se quede, sino para que se descubra, ayude, ilumine. Y si algo se hace a ocultas, tarde o temprano, debe salir a la luz, debe saberse.

Y después añadiste: el que lo quiera aplicar que lo aplique; el que tenga oídos para oír que oiga; es decir, el que haya entendido el ejemplo que lo tome en cuenta: claridad en las obras, responsabilidad en ellas.

Luego añadiste: “la medida que uséis con los otros la usarán con vosotros y con creces”. Con ello nos invitabas a ser generosos, misericordiosos, justos, fieles y a la vez nos advertías que así actuarían con nosotros.

Y terminaste con una sentencia desconcertante: Al que tiene se le dará; y al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará, es decir, quien corresponde a la gracia se le dará más gracia todavía y abundará cada vez más; pero el que no hace fructificar la gracia recibida quedará cada vez más empobrecido”.

martes, 25 de enero de 2011

TERCERA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES SAN MARCOS 4, 1-20

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.unav.es/
De nuevo comenzó a enseñar al lado del mar. Y se reunió junto a él una muchedumbre tan grande, que tuvo que subir a sentarse en una barca, en el mar; mientras toda la muchedumbre permanecía en tierra, a la orilla. Les explicaba con parábolas muchas cosas, y les decía en su enseñanza:
—Escuchad: salió el sembrador a sembrar. Y ocurrió que, al echar la semilla, parte cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, por no ser hondo el suelo; pero cuando salió el sol se agostó, y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos, crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto. Y otra cayó en tierra buena, y comenzó a dar fruto: crecía y se desarrollaba; y producía el treinta por uno, el sesenta por uno y el ciento por uno.
Y decía:
—El que tenga oídos para oír, que oiga.
Y cuando se quedó solo, los que le acompañaban junto con los doce le preguntaron por el significado de las parábolas.
Y les decía:
—A vosotros se os ha concedido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia con parábolas, de modo que los que miran miren y no vean, y los que oyen oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.
Y les dice:
—¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo podréis entender las demás parábolas? El que siembra, siembra la palabra. Los que están junto al camino donde se siembra la palabra son aquellos que, aun cuando la oyen, al instante viene Satanás y lleva la palabra sembrada en ellos. Los que reciben la semilla sobre terreno pedregoso son aquellos que, cuando oyen la palabra, al momento la reciben con alegría, pero no tienen en sí raíz, sino que son inconstantes; y después, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen. Hay otros que reciben la semilla entre espinos: son aquellos que han oído la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de las riquezas y los apetitos de las demás cosas les asedian, ahogan la palabra y queda estéril. Y los que han recibido la semilla sobre la tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la reciben y dan fruto: el treinta por uno, el se-senta por uno y el ciento por uno.


Otra vez junto al lago. Tú, Señor, sentado sobre una tosca madera. Tus discípulos, atentos, colocados a tu alrededor. Así permanecisteis durante un tiempo. Poco después, un gentío enorme acudió hasta allí. Tantos que tuviste que subir a una barca. Tomaste asiento y comenzaste a hablar. La gente te escuchaba desde la ori-lla. Hablaste mucho tiempo. Y lo hacías, como a Ti te gustaba, a través de parábolas.

Un sembrador —decías— salió a sembrar sus campos. Y sin pretenderlo, algo de la simiente cayó al borde del camino; pronto lo comieron los pájaros: otro poco cayó entre piedras, donde había poca tierra; la semilla brotó pero el sol la abrasó enseguida; otro poco cayó entre zarzas y no hubo manera de que creciera; lo demás cayó en tierra buena, y nació y creció y dio grano. Aunque no todo por igual; parte, treinta, parte, sesenta, parte, el ciento por uno. Hasta aquí la parábola.

Más tarde, cuando Tú, Señor, estabas con tus discípulos, éstos te preguntaron por el sentido de esta parábola. Y Tú les dijiste que sí, que lo harías, que eran unos privilegiados, y que habían sido escogidos para hacer cosas grandes. Y comenzaste a explicar: la semilla es igual a la palabra: el borde del camino, las piedras, las zarzas, tierra mala; lo demás tierra buena. Lo mismo que la simiente, la palabra actúa de distinta manera en cada persona. ¿Entendido?

Sembrador divino enséñanos tus parábolas.





lunes, 24 de enero de 2011

TERCERA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MARCOS 3, 31-35

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/

Vinieron su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo. Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen:
—Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera.
Y, en respuesta, les dice:
—¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice:
—Ved aquí a mi madre y a mis hermanos: quien hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Parte de tu mañana, Señor, había transcurrido, a buen seguro, en oración silenciosa. Ahora el día estaba soleado. Invitaba a salir y a caminar. Algunos te siguieron. Otros fueron llegando poco a poco. Tu Madre y tus hermanos, gente de tu familia, llegaron hasta Ti. Pero no se acercaron del todo hacia donde Tú estabas, sino que se quedaron un tanto apartados. Tú, Señor, sentado, resolvías alguna cuestión planteada, contabas alguna parábola, respondías preguntas concretas.

En esto, alguien, de modo que todos lo oyeran, llegó hasta Ti y te comunicó: tu madre y otros parientes, te buscaban. Y Tú, sin más, respondiste: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Tú bien lo sabías. Y lo sabían también tus vecinos y parientes; y lo sabían otras gentes de tu entorno; y lo conocían tus discípulos. Por eso, aunque la respuesta que Tú diste fuera desconcertante: quien hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre, nadie se extrañó. Todos entendieron que por encima de la sangre estaba el espíritu; que por encima de los lazos familiares estaban los lazos del amor.

“La escena aquí relatada señala una característica primordial del cristiano: el cumplimiento de la voluntad de Dios supone un paren-tesco con Cristo más estrecho que el parentesco natural de la sangre” .

La tarde iba avanzando. Tú, Señor, seguías en tu tarea de enseñar a los hombres el camino del cielo. ¡Qué ratos más agradables los pasados en tu compañía!

Tu Madre y tus hermanos volvieron a sus quehaceres, a sus ca-sas.

domingo, 23 de enero de 2011

TERCERA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN MARCOS 3, 22-30

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ke3mWi2rEXQ


Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
—Tiene a Beelzebul, y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.
Y convocándolos les decía con parábolas:
—¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido en su interior, ese reino no puede mantenerse; y si una casa está dividida en su interior, esa casa no podrá mantenerse. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. Pues nadie puede entrar en la casa de uno que es fuerte y arrebatarle sus bienes, si antes no ata al que es fuerte. Sólo entonces podrá arrebatarle su casa.
En verdad os digo que todo se perdonará a los hijos de los hombres: los pecados y cuantas blasfemias profieran; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que será reo de delito eterno.
Porque ellos decían:
—Tiene un espíritu impuro.

Hay cosas —cuando nos las cuentan o leemos— que parecen increíbles. En realidad, por más que las escuchemos o leamos, no acabamos de creerlas, de entenderlas. Nos parece imposible que hayan ocurrido, y sin embargo, han ocurrido, han sido realidad y siguen siendo verdad.

Una de esas cosas, Señor, es la que hoy leemos en San Marcos. Aquellos escribas, procedentes de Jerusalén, decían, que tenías a Beelzebul, que expulsabas los demonios por el poder del príncipe de los demonios. ¡Qué barbaridad! ¡Qué falta de sentido común y religioso!

Pero Tú, Señor, no te callaste. Les hablaste en parábolas, pero con claridad. Esta vez a todos juntos. La iniciativa fue tuya. Les convocaste y comenzaste a hablar. Y les hablaste de reinos y de casas, de grupos y de eficacia. Un reino dividido —dijiste— se acaba; una casa dividida se arruina, un grupo dividido, se muere.

Era de sentido común. Era evidente. Pero aquellos escribas no quisieron entenderlo. Se habían cerrado totalmente. No había posibilidad de introducir un rayo de luz en aquel sótano oscuro. Una vez más, se ponía de manifiesto que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo, que el que no quiere oír; ni peor pecador que el que se cierra a la gracia.

Poco después decías: En verdad os digo que todo se les perdonará a los hijos de los hombres: los pecados y cuantas blasfemias profieran; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, jamás tendrá perdón, sino que será reo del delito eterno.

Y ¡oh misterio de la gracia! ellos tras oír estas atinadas matizaciones, decían: tiene un espíritu impuro.

Haz, Señor, que nunca nos cerremos al conocimiento de tu verdad; que siempre estemos abiertos a tu perdón, a tu amor, a tu gracia.

sábado, 22 de enero de 2011

TERCERA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 4, 12-23



CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=i6MW0WmMUmg


Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea.
Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí
en el camino del mar, al otro lado del Jordán,
la Galilea de los gentiles
el pueblo que yacía en tinieblas
ha visto una gran luz;
para los que yacían en región y sombra de muerte
una luz ha amanecido.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
—Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo:
—Seguidme y os haré pescadores de hombres.
Ellos, al momento, dejaron las redes y le siguieron. Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Ellos, al momento, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron. Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las Sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados lunáticos y paralíticos, y los curaba. Y le seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

Tú, Señor, como hombre de tu tiempo y de tu tierra, conocías los acontecimientos de tu pueblo. Estabas al tanto del acontecer de cada día. Hasta Ti llegaban las últimas noticias políticas y religiosas de sus gentes. Y de ellas te servías para tu actuación diaria.

Quizás por eso, cuando oíste que tu primo Juan el Bautista “había sido encarcelado, te retiraste a Galilea”. Todavía no había llegado tu hora. Aún tenías que realizar entre los tuyos muchas cosas. Por eso, dejando Nazaret, donde descansabas, te fuiste “a vivir a Cafarnaún”.

Era Cafarnaún una ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí. Situada en la ruta de Damasco a Jerusalén, junto a la via maris, que enlazaba Mesopotamia con Egipto. En esta ciudad, Señor —nos cuentan tus evangelistas— realizaste muchas curaciones. Fue Cafarnaún un lugar clave en muchos de tus hechos y de muchos de tus dichos.

Esta tierra, Señor, que en tiempos de Isaías “estaba desbastada y maltratada, a la que habían sido llevados grupos de poblaciones extranjeras para colonizarla”, fue la primera en recibir tu luz salvadora, la primera en recibir tu predicación mesiánica.

De este modo, según luego escribió San Juan, se cumplieron las profecías: Cafarnaún, “tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, en el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles, el pueblo que yacía en tinieblas, ha visto una gran luz (...), una gran luz ha amanecido sobre ti”.

Y desde entonces, Señor, comenzaste “a predicar y a decir convertíos porque está al llegar el Reino de los Cielos”.

Tú, Señor, lo sabes todo, Tú sabes que te quiero.

viernes, 21 de enero de 2011

SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN MARCOS 3, 20-21

http://www.youtube.com/watch?v=QkkfnOyZS78
CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

Entonces llegó a casa; y se volvió a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Se enteraron sus parientes y fueron a llevárselo porque decían que había perdido el juicio.

Habías comenzado, Señor, tu vida pública, con entusiasmo y grandeza. Muy pronto llamaste a recios y nobles pescadores para que fueran contigo. Era necesario formar un grupo de discípulos, que años después continuaran tu labor en la tierra. Ellos te querían. Tú estabas a gusto con ellos, aunque a veces tuvieras que repetirles mil veces las cosas. Pasabais mucho tiempo juntos.

De vez en cuando, Señor, te retirabas a descansar, a reponer fuerzas. La labor era enorme, las aldeas muchas y la mies abundante. Y aunque eras fuerte e incansable, a veces, sentías sed y notabas cansancio.

Necesitabas descansar, pero no era fácil. La gente, al enterarse donde estabas, se acercaba hasta Ti rápidamente. Eran muchedumbre los que se arremolinaban junto a Ti. Querían verte, oírte, hablar contigo, pedirte algún favor. Y Tú, Señor, que eras amable y complaciente, también querías atenderlos. “Por eso ni siquiera teníais tiempo para comer”.

Algunos de tus parientes vivían preocupados por Ti, Señor. Te habían conocido siempre tan callado, tan obediente, tan sencillo, tan tranquilo, que no podían comprender lo que pasaba a tu alrededor y no podían entender que siempre estuvieras rodeado de personas y de gentío.

Por eso, un día, quizás llenos de cariño, llegaron, no sé cuantos, hasta donde Tú estabas, con intención de llevarte, a un sitio donde estuvieras tranquilo, seguro. Quizás a tu propia casa, donde habías vivido durante años y donde ahora todavía vivía tu madre; o tal vez a alguna de sus casas, menos conocidas, más discretas donde pudieras pasar desapercibido.

Algunos incluso pensaban que no estabas bien, “que habías perdido el juicio”, que necesitabas cuidados.

Algo serio debiste decirles, Señor a tus parientes, por que ni te llevaron de allí ni te presentaron alternativa alguna. Tú habías venido a cumplir la voluntad del Padre y a estar en sus cosas.



jueves, 20 de enero de 2011

SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN MARCOS 3, 13-19

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

http://www.youtube.com/watch?v=VTRh2Ys0fR4


Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba. Y constituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con potestad de expulsar demonios: a Simón, a quien le dio el nombre de Pedro; y a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes les dio el nombre de Boanerges, es decir, “hijos del trueno”; a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Santiago el de Alfeo, a Tadeo, a Simón el Cananeo, y a Judas Iscariote, el que le entregó.


Aquel día para Ti, Señor, fue sin duda un día intenso. Acompañado de tus discípulos subiste a la montaña. Y entre aquellos, llamaste a los que quisiste. Y los que respondieron se fueron contigo y desde entonces fueron “los tuyos”, fueron los primeros.

A los doce, a “los tuyos”, los hiciste compañeros, los formaste a tu medida, los enviaste a predicar; y les diste “poder para expulsar demonios”, y poder para realizar otras muchas cosas. Siempre estaban contigo, Señor. Te seguían, te querían, aunque a veces no te entendían. Pero Tú tenías paciencia con ellos. Los querías “sobremanera”; eran para Ti, como la niña de tus ojos. Muchas horas viviste con ellos y por ellos.

Y entre los llamados estaba Simón, a quien diste el sobrenombre de Pedro: piedra, roca, fundamento. ¡Cómo te quería Pedro! ¡Qué fogosidad de pescador delicado! Y estaban los hermanos Santiago y Juan, a quien les diste el sobrenombre de Boanerges, es decir los ruidosos, los atronadores, los ambiciosos de poder y de dominio y también de amor y de en-trega.

Y estaba Andrés, el hermano de Pedro, siempre servicial y afectuoso, siempre fiel y cumplidor; y estaba Felipe, el discreto y campechano; y Bartolomé, el hombre noble y hecho de una pieza; y Mateo, el apóstol rico, que entendía de dinero y de monedas; y Tomás, el incrédulo y calculador; y Santiago, el hijo de Alfeo, sencillo y humilde; y estaba Tadeo, el ignorado y comedido; y Simón el Cananeo, el discípulo abierto y dulce; y estaba Judas, el Iscariote, el que te entregó. A todos los lla-maste y a todos los querías.

Y luego vinieron más “pedros” y más “juanes”, más “si-mones” y más “felipes”; tantos, Señor, que sólo Tú conoces sus nombres y sus vidas.

Señor, no dejes de llamar.



miércoles, 19 de enero de 2011

SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN MARCOS 3, 7-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/

Jesús se alejó con sus discípulos hacia el mar. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea y de Judea. También de Jerusalén, de Idumea, de más allá del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, vino hacia él una gran multitud al oír las cosas que hacía. Y les dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por causa de la muchedumbre, para que no le aplastasen; porque sanaba a tantos, que todos los que tenían enfermedades se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus impuros, cuando lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban diciendo:
—Tú eres el Hijo de Dios.
Y les ordenaba con mucha fuerza que no le descubriesen.

Señor, una vez más, te dirigiste con tus discípulos hacia el mar. Detrás te seguía mucha gente de Galilea, de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de Tiro y de Sidón. Todos estaban deseosos de escucharte y de ver las acciones grandiosas que realizabas.

Ante tal gentío, tomaste algunas precauciones: mandaste preparar una pequeña barca; recordaste a “los tuyos” que estuvieran preparados para remar cuando hiciera falta. Tú por tu parte, te cuidaste de no ser estrujado por la multitud.

¡Habías curado a tantos, habías atendido a tantos, escuchado a tantos, amado a tantos, que todos querían llegar hasta Ti y recibir algún beneficio. O, al menos, tocar la orla de tu manto! Hasta los espíritus impuros se arrojaban a tus pies, mientras gritaban: Tu eres el Hijo de Dios.

“Estas gentes agolpadas ante Ti, Señor, no son otra cosa que una imagen de lo que se repite en todos los cristianos de todas las épocas; porque tu Humanidad Santísima es el único camino para nuestra salvación y el medio insustituible para unirnos con Dios” .

Y, sin embargo, Tú, Señor, en aquella ocasión prohibiste severamente a aquellos espíritus que Te diesen a conocer. Quizás Tú querías que te conociésemos más por las voces de tus obras que por los gritos de aquellos espíritus, más por el clamor de tu doctrina que el griterío mundano; más por la voz de las cosas ordinarias que por el espectáculo llamativo.

martes, 18 de enero de 2011



NUEVA ENTRADA

EL PROBLEMA DEL ORDENADOR SIGUE PRESENTE. SEGÚN JMC, EL TÉCNICO, EL DISCO NO TIENE ARREGLO. SOLUCIÓN: CAMBIARLO POR OTRO O SUSTITUIR EL ORDENADOR.

AHÍ ESTAMOS. ¿QUÉ HACER?

HABRÁ QUE PENSARLO Y DECIDIRSE.

MIENTRAS TANTO, EL BLOG SIGUE SIN MENSAJE EVANGÉLICO.

PIDO DISCULPAS.

UN SALDO

JMC

lunes, 17 de enero de 2011


NUEVA ENTRADA

ESTOY DE BAJA, MEJOR DICHO, SIN ORDENADOR. PERO, COMO DICE EL REFRÁN, DONDE UNA PUERTA SE CIERRA OTRA SE ABRE. Y HOY HE ABIERTO ESTA PÁGINA PARA DECIR QUE NOS VEREMOS TAN PRONTO COMO SE SOLUCIONEN LOS PROBLEMAS.

UN ABRAZO

JMC

domingo, 16 de enero de 2011

VINO NUEVO, ODRES NUEVOS
SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN MARCOS 2, 18-22

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=nopsE0kxXfU

Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno; y vinieron a decirle:
—¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
Jesús les respondió:
—¿Acaso pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Durante el tiempo en que tienen al esposo con ellos no pueden ayunar. Ya vendrán días en que le será arrebatado al esposo; entonces, en aquel día, ya ayunarán. Nadie cose un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo; porque entonces lo añadido tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón peor. Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; porque entonces el vino hace reventar los odres, y se pierden el vino y los odres. Para vino nuevo, odres nuevos.

Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. ¡Unos y otros querían cumplir con sus obligaciones. Todos querían “cumplir” la Ley. Todos, al parecer, se habían tomado las cosas en serio.

La gente lo notaba y se hablaba de ello. Se llegó, incluso, a comparar el modo de actuar en este asunto, entre los discípulos de Juan y tus discípulos, Señor. Por eso, se entiende que “unos” vinieran hasta Ti y te dijeran: todos ayunan: ayunan los de Juan, ayunan los fariseos, todos, ¿por qué tus discípulos no ayunan?

Y Tú, Señor, a aquellos “unos” y a nosotros “otros”, nos contes-taste: ¿es que se ayuna en las fiestas? ¿es que se ayuna en las invitaciones? ¿cómo no entendéis esto? Ya llegará el día —los días— y mis discípulos ayunarán. Pero mientras yo estoy aquí, estamos de fiesta, estamos invitados.

Algunos entendieron la comparación, otros se marcharon murmurando. Los discípulos de Juan siguieron ayunando y tus discípulos, Señor, mientras estuviste con ellos, siguieron de fiesta. Después, ya lo creo que llegaron para ellos días de ayuno. ¡Y con qué exigencia!

Hablaste también del remiendo de paño, de cómo había que echarlo a remojar; de cómo había que proceder si el manto era viejo o nuevo; cómo la pieza nueva tira del manto viejo y el roto se hace mayor...

Hablaste también, Señor, del vino, de los odres viejos y de los odres nuevos, del cuidado de no echar vino nuevo en odres viejos, que esto era un desastre, porque reventarían, etc. Y que “a vino nuevo, odres nuevos”. O sea, a tu venida, Señor, nuevo estilo de vida. ¡Ayúdanos a entenderlo!

Que aprendamos a ayunar cuando sea el tiempo; a cantar cuando convenga; a vestir mantos viejos y a vestir mantos nuevos, a beber vino añejo y a beber vino de la última cosecha. ¡Que aprendamos a ser como Tú, Señor, comprensivos, exigentes, piadosos, pobres, humildes!

sábado, 15 de enero de 2011

CORDERO DE DIOS
SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN JUAN 1, 29-34

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://all.gloria.tv/?media=123205

Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo:
—Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
—He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Juan el Bautista al ver que Tú, Señor, llegabas hacia donde él estaba, puesto de pie y alzando la voz dijo: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Un resumen espléndido de tu misión salvadora.

Juan era la voz, Tú la Palabra. Juan era el pregonero, Tú el vendedor. Juan anunciaba la salvación futura, Tú salvabas. Juan dijo de Ti que eras el Cordero que quita el pecado del mundo. Y Tú diste la vida por los pecados del mundo.

Juan había hablado de Ti. Ahora lo recordaba: Éste —dijo— es el que está por encima de Mí, el que va por delante, aunque detrás venga—; el que aparece ahora, pero existía desde siempre; éste es el Mesías, el Salvador, Jesús. Yo no le conocía en su despliegue externo, en su actividad misionera; pero salí a bautizar con agua, para preparar su bautismo que es en Espíritu. ¡Yo soy criatura, limitado, caduco, Él es creador, eterno, Dios!

Yo no sabía la “hora” de su comienzo; ahora lo sé porque el Espíritu me lo ha dado a conocer. Yo lo he visto —por gracia de Dios— y doy testimonio de que es Jesús, el Hijo de María y de José, el Hijo de Dios.

Confesó y proclamó a voz en grito que Tú, Señor, eres el Cordero de Dios; que quitas el pecado del mundo, que limpias nuestros pecados y nos ayudas a seguir tus pasos.

viernes, 14 de enero de 2011


SAN MATEO

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
 SAN MARCOS 2, 13-17


CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=rVwhnjvjntU




Y se fue otra vez a la orilla del mar. Y toda la muchedumbre iba hacia él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví el de Alfeo sentado al telonio, y le dijo:
—Sígueme.
Él se levantó y le siguió.
Ya en su casa, estando a la mesa, se sentaron con Jesús y sus discípulos muchos publicanos y pecadores, porque eran muchos los que le seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, empezaron a decir a sus discípulos:
—¿Por qué come con publicanos y pecadores?
Lo oyó Jesús y les dijo:
—No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Habías salido, Señor, a predicar y te habías dirigido “de nuevo a la orilla del lago”. Se ve que te gustaba aquel sitio: era manso, acogedor, abierto. La gente acudía a Ti llena de gozo. Yo también acudía entusiasmado. Me gustaba tanto estar junto a Ti. Es un tiempo estupendo el gastado a tu lado. Lo mejor del día: el rato de oración pasado en tu presencia.

Y Tú, Señor, nos enseñabas. Nos decías cosas sencillas, importantes. No usabas libros, porque Tú eres el mejor libro. No te inquietabas porque Tú eres paciente. Nos hablabas del Padre y de las flores del campo; de la conversión interior y del descanso del cuerpo; de la vida terrena y de la vida eterna; de las cosas de este mundo y de las cosas del cielo.

Aquel día, al pasar —cuando ibas hacia el lago—, viste a Leví, el de Alfeo, que estaba en su trabajo: era recaudador. Con voz se-rena le dijiste: sígueme; y él se levantó y te siguió. Y los dos, solos, llegasteis hasta el lago. ¡A saber la de cosas que hablaríais por el camino! ¡A saber lo que Tú le dirías y lo que él te preguntaría!

Y Leví, contento, feliz, te invitó a comer a su casa. Y en su casa os juntasteis un buen grupo de gente, entre ellos, algunos de mala fama. ¡Aquella comida debió de ser maravillosa! Comida de despedida de trabajo y de inicio de una aventura apostólica. La gente hablaba. Tú, Señor, mirabas y amabas.

A los pocos días, algunos fariseos te echaron en cara que comí-as con “gente de mala fama”: recaudadores, pecadores; que habías celebrado a lo grande la “marcha” de Leví. Y eso, según ellos, no estaba bien. ¡El cuchicheo y murmujeo se fue haciendo mayor!

Y Tú, Señor, sin perder la paz, ni la calma, a los que protestaban de tu actitud les dijiste: “No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos”. No he venido a llamar a los justos, sino a los peca-dores. Algunos te aplaudieron, otros se callaron, los más se fueron.

Tú y “los tuyos” también os fuisteis a descansar. Yo, después de un breve paseo, me fui a casa.

Las horas siguientes fueron para mí un continuo martilleo: justos, pecadores, justos, pecadores, justos, pecadores. Y me acordé de tu Madre y le dije: Madre, “ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

jueves, 13 de enero de 2011


PARALITICO CURADO POR JESUS

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN MARCOS 2, 1-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ONNn-mXdPRc

Y, al cabo de unos días, entró de nuevo en Cafarnaún. Se supo que estaba en casa, y se juntaron tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio. Y les predicaba la palabra. Entonces vinieron trayéndole un paralítico, llevado entre cuatro. Y como no podían acercarlo hasta él a causa del gentío, levantaron la techumbre por el sitio en donde se encontraba y, después de hacer un agujero, descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
—Hijo, tus pecados te son perdonados.
Estaban allí sentados algunos de los escribas, y pensaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? Y enseguida, conociendo Jesús en su espíritu que pensaban para sus adentros de este modo, les dijo:
—¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decirle al paralítico: Tus pecados te son perdonados; o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados —se dirigió al paralítico—: a ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Y se levantó y, al instante tomó la camilla y salió en presencia de todos, de manera que todos quedaron admirados y glorificaron a Dios diciendo:
—Nunca hemos visto nada parecido.

Cafarnaún de nuevo. Pronto se enteró la gente que habías llegado allí. Y querían verte, pero eran tantos, que ante la puerta ya no había sitio. Tú, Señor, les predicabas tu palabra. Y todos, como siempre, te oían entusiasmados.

En esto, cuatro hombres quisieron presentar ante Ti a un pobre paralítico. Por causa del gentío la cosa era difícil. Pero audaces y atrevidos ellos, levantaron la techumbre; e hicieron un agujero en el techo y descolgaron la camilla en la que yacía el paralítico. El enfermo, en su camilla, quedó justo delante de tus ojos. Enseguida te fijaste en él y le perdonaste los pecados. ¡Fue algo desconcertante! ¡Fue algo misterioso!

Enseguida, algunos escribas, allí presentes, comenzaron a decir que blasfemabas; que sólo Dios podía perdonar pecados; que no podía ser tal cosa. Y Tú, Señor, que conocías a todos, les dijiste: ¿por qué pensáis así? Y les propusiste —ante la admiración de la gente— una pregunta: ¿Qué es más fácil, perdonar pecados o curar enfermedades? Nadie dijo nada.

Tú, Señor, para demostrar que tenías poder para perdonar pecados, curaste al paralítico. Y a continuación: A ti te lo digo levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Y el enfermo se levantó y tomó la camilla y salió contento. Todos quedaron admirados, y daban gracias a Dios, y decían: “nunca vimos cosa igual”.

¡Perdonar pecados! ¡Sólo Dios puede hacerlo! ¡Y lo hace principalmente en los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia! Sólo falta que nos presentemos delante de Él nos consideremos pecadores.

miércoles, 12 de enero de 2011

JESUS CURA A UN LEPROSO
PRIMERA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN MARCOS 1, 40-45

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=mzLaOTs6wAA&feature=related


Y vino hacia él un leproso que, rogándole de rodillas, le decía:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Y, compadecido, extendió la mano, le tocó y le dijo:
—Quiero, queda limpio.
Y al instante, desapareció de él la lepra y quedó limpio. Enseguida le conminó y le despidió. Le dijo:
—Mira, no digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés para tu curación, para que les sirva de testimonio.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios. Pero acudían a él de todas partes.

A pesar de las leyes y las prohibiciones vigentes, hasta Ti llegó aquel leproso. Tenía el cuerpo deshecho y su alma dolorida. Puesto de rodillas, en actitud de humildad, te pidió con fe, con mucha fe, le curaras. Su oración fue deslumbrante: Si quieres, puedes limpiarme.

Tú, Señor, compadecido, extendiendo tu mano poderosa, tocando su repulsiva lepra, le dijiste: Quiero, queda limpio. Y al momento —dice el texto— desapareció la lepra y quedó limpio aquel hombre.

A continuación, dijiste al leproso que no lo contara a nadie; que fuera a presentarse al sacerdote, que ofreciera lo establecido en la Ley, que diera testimonio con obras.

Pero el leproso ¡qué contento debía estar!, tan pronto como se apartó de allí, comenzó a proclamar tu poder y a divulgar su curación. Y mucha gente se enteró del hecho. Tantos que no podías entrar en las ciudades sin que te conocieran, y tenías que quedarte por las afueras; en lugares solitarios. Llegaban hasta Ti, Señor, de todas las partes.

Enséñanos, ahora, a acudir a Ti, con la fe, con la confianza, con la humildad, con el amor con que acudió aquel leproso. Apiádate de nosotros, como te compadeciste de él; y extiende tu mano sobre nosotros como la extendiste sobre su lepra. Y ante nuestra petición, di como entonces: quiero queda limpio.

martes, 11 de enero de 2011


SUEGRA DE PEDRO

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN MARCOS 1, 29-39

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=oyLKujiwdsE

En cuanto salieron de la Sinagoga, fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida le hablaron de ella. Se acercó, la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando se había puesto el sol, comenzaron a llevarle a todos los enfermos y a los endemoniados. Y toda la ciudad agolpada en la puerta. Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios, y no les permitía hablar porque sabía quién era.
De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí hacía oración. Salió a buscarle Simón y los que esta-ban con él; y, cuando lo encontraron, le dijeron:
—Todos te buscan.
Y les dijo:
—Vámonos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido.
Y pasó por toda Galilea predicando en sus Sinagogas y expulsando a los demonios.

Habíais terminado en la Sinagoga y, enseguida, os fuisteis a la casa de Simón y de Andrés. Os acompañaban Santiago y Juan y muchos curiosos. Algunos agradeciendo, otros pidiendo perdón y los más, rogando alguna ayuda, algún milagro.

Cuando llegasteis, Señor, a la casa de Pedro, os encontrasteis con que su suegra estaba acostada con fiebre. Enseguida te lo dijeron. Tú, Señor, ni corto ni perezoso, fuiste a donde ella estaba, la tomaste de la mano y la invitaste a que se levantara. Ella obedeció al instante. Y enseguida se dio cuenta de que “la fiebre” había des-aparecido y, como en otras ocasiones, “se puso a serviros”, con delicadeza y agradecida.

Desde la calle no se veía nada, pero todos se enteraron del hecho. Y todos comenzaron a gritar y aplaudir. Tú, Señor, mientras, charlabas con “los tuyos”. Andrés y Pedro estaban locos de contentos; y lo mismo Juan y Santiago. Allí todo era paz, alegría, satisfacción. Al final, os fuisteis a descansar un poco.

“Al atardecer”, comenzaron a llegar, hasta la casa de Pedro, enfermos, endemoniados. La gente se agolpaba junto a la puerta. Y Tú, Señor, curaste a muchos y expulsaste a los demonios y no les dejabas ni rechistar, porque sabían quién eras.

Aquella noche fue muy tranquila. De madrugada, todavía muy oscuro, después de avisar a “los tuyos”, saliste a un lugar solitario y allí orabas. ¡Cómo te gustaba estar solo, Señor!

Al rato, Pedro y otros más salieron a buscarte, te dijeron: “todos te buscan” y Tú: vámonos a otra parte, a otras aldeas, a otras gentes; vámonos a predicar a todos la Buena Nueva, que para eso he venido.

Y comenzaste tu gira; y toda la Galilea se benefició de tu predicación. Enseñabas en las Sinagogas, expulsabas demonios y, poco a poco, la gente se iba enterando de tu importante misión.

¡Cuánto nos cuesta, Señor, enterarnos de lo que traes entre manos!

lunes, 10 de enero de 2011


CÁLLATE, Y SAL DE ÉL

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MARCOS 1, 21-28

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.edibesa.com/

Entraron en Cafarnaún y, en cuanto llegó el sábado, fue a la Sinagoga y se puso a enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas. Se encontraba entonces en la Sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritos:
—¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú: el Santo de Dios!
Y Jesús le conminó:
—Cállate, y sal de él.
Entonces, el espíritu impuro, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él. Y se quedaron todos estupefactos, de modo que se preguntaban entre ellos:
—¿Qué es esto? Una enseñanza nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus impuros y le obedecen.
Y su fama corrió pronto por todas partes, en toda la región de Galilea.

Entraste a Cafarnaún. Al llegar el sábado, te dirigiste a la Sinagoga. Y allí, rodeado de mucha gente, enseñabas. Todos estaban admirados de tu doctrina, Señor. Enseñabas —nos dice el texto— como quien tiene autoridad. No como los escribas; no como los charlatanes; no como los oradores.

En la Sinagoga estaban reunidos muchos hombres. Y uno de ellos, poseído por un espíritu malo, gritaba alborotado: “¡Jesús, no nos compliques la vida!” “¡No nos arruines los negocios!” ¡A qué has venido! Sé quién eres: eres el Santo de Dios. Y aquel hombre no paraba de gritar y otros gritaban también.

Pero Tú, Señor, le tapaste la boca al espíritu malo. Le mandaste salir de allí. Te pusiste serio. Sabías lo que hacías. El espíritu malo se resistía, se zarandeaba, gritaba enloquecido; pero ante tu mandato, Señor, no tuvo más remedio que salir. Y se fue.

Todos quedaron estupefactos. Todos se preguntaban qué era lo que estaba sucediendo. Era algo nuevo: nueva tu doctrina; y nueva la manera de actuar. No sólo hablabas “como los ángeles”, sino que mandabas con autoridad a los malos espíritus y éstos te obedecían.

Tu fama, Señor, corrió por todas partes. Toda Galilea se enteró enseguida. Y Tú, Señor, sin embargo, no buscabas aplausos, ni fama, ni poder; solamente te importaba una cosa: cumplir la voluntad del Padre; hacer camino a los hombres; regalar vida y enseñar la verdad.

domingo, 9 de enero de 2011


HIJOS DE ZEBEDEO

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN MARCOS 1, 14-20

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=MSJsRthsuv8

Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y diciendo:
—El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio.
Y, mientras pasaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo Jesús:
—Seguidme y haré que seáis pescadores de hombres.
Y, al momento, dejaron las redes y le siguieron. Y pasando un poco más adelante, vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan, su hermano, que estaban en la barca remendando las redes; y enseguida los llamó. Y dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Juan había sido encarcelado. Poco después Tú, Señor, llegaste a Galilea. Y comenzaste a predicar “el Evangelio de Dios”.

Decías: “El tiempo se ha cumplido y está cerca el Reino de Dios”. ¡El Reino y su cercanía! La promesa cumplida. Mientras, Tú, Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, predicabas por los caminos de Galilea.

Decías también: “Haced penitencia y creed en el Evangelio”. Y las gentes sin enterarse. Y si se enteraban no lo comprendían. Ni siquiera “los tuyos”. ¿Qué es eso de hacer penitencia? ¿Qué quiere decir creer en el Evangelio?

Y cerca ya del mar de Galilea viste a Simón y viste a Andrés, su hermano, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores, y les dijiste que te siguieran, y que Tú les harías pescadores de hombres; y ellos, al instante, dejaron las redes y te siguieron. Y un poco más adelante, viste a Santiago y a Juan, hermanos, que esta-ban remendando las redes en la barca, con su padre Zebedeo. Y les llamaste también y ellos “dejando a su padre, y la barca y las redes, te siguieron”.

¡Aquella jornada fue histórica! ¡Luego llegarían otras y otras...!

sábado, 8 de enero de 2011


BAUTISMO DE JESUS

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

DOMINGO
SAN MATEO 3, 13-17

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=mSrndkmsMEs

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo:
—Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
Jesús le respondió:
—Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces Juan se lo permitió. Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz desde los cielos dijo:
—Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.

Un día, Señor, te acercaste al Jordán, donde Juan predicaba, para que él te bautizara. ¡Había tanta gente por allí! Cuando Tú llegaste, Juan dijo que no. Que él era el que necesitaba que Tú le bautizaras; pero que Tú no necesitabas ser bautizado.

Y Tú, Señor, con tranquilidad, dijiste: Juan, deja esos asuntos ahora. Y vamos, tú y yo, a cumplir, también en esto, la voluntad de Dios. A este razonamiento, Juan se calló. Y se metieron en el río. Entonces Juan tomando agua en sus manos, lo derramó sobre tu cabeza, y quedaste bautizado.

Y saliste del agua, Señor, feliz y contento. Y el cielo hizo de las suyas; y Juan, “vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Ti”. Los demás nada vieron. Lo supieron después, porque Juan lo contó: “era como si una paloma se hubiera posado sobre Él”; y mientras, escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.

Ahora, Señor, después de veinte siglos, sigue sonando la amorosa voz de tu Padre y el Espíritu sigue presente entre vosotros.

viernes, 7 de enero de 2011

CINCO PANES Y DOS PECES
FERIA DESPUÉS DE EPIFANÍA

8 DE ENERO
SAN MARCOS 6, 34-44

CONN UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KvTDEgcAp7A&feature=related

Al desembarcar vio Jesús una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Y cuando ya se hizo muy tarde, se acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Este es un lugar apartado y ya es muy tarde; despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos de alrededor, y compren algo de comer.
Y les respondió:
—Dadles vosotros de comer.
Y le dicen:
—¿Es que vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?
Él les dijo:
—¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.
Y después de averiguarlo dijeron:
—Cinco, y dos peces.
Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y empezó a dárselos a sus discípulos para que los distribuyesen; también repartió los dos peces para todos. Comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestos llenos de los trozos de pan y de los peces. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

En efecto, era una multitud, un rebaño sin pastor. Cada uno ca-minaba por su sitio; cada uno iba a lo suyo; y todos se movían un poco atolondrados, ignorantes. Ante panorama tan triste Tú, Señor, tuviste lástima de ellos.

Y les enseñaste muchas cosas. Les dijiste que había que servir; que había que amar; que había que perdonar; que la vida era un servicio; que la existencia era un tesoro.... Y tan a gusto te escchaban, Señor, que ni se enteraron que el tiempo pasaba.

Fueron tus discípulos los que se dieron cuenta. Y acudieron a Ti, e intercedieron por ellos. Te pidieron que les instases a volver a sus casas, a que se dirigieran a los cortijos cercanos a comprar algo, a que cada uno se arreglase de algún modo. Pero Tú, Señor —siempre más generoso—, invitaste a todos a comer allí mismo. Ante tal invitación, tus discípulos quedaron aturdidos. ¡Se necesitaba tanto dinero para comprar algo para tanta gente! No sabían qué hacer.

Tú sí sabías lo que ibas a hacer: un milagro. Y para realizar aquel milagro quisiste contar con “los tuyos” y con aquellos cinco panes y aquellos dos peces. Cumpliendo órdenes, tus discípulos mandaron a la gente que se colocaran por grupos, de ciento y de cincuenta. Y todos se sentaron en la hierba.

Entonces, Tú, Señor, tomaste en tus manos los cinco panes y los dos peces, alzaste la mirada al cielo, los bendijiste y, sin más, los diste a los discípulos y estos los repartieron a la gente. Comieron todos hasta hartarse. Y aún sobró algo por allí: como doce cestos de pan y peces. Y los que comieron fueron más de cinco mil.

Al fin se hizo de noche. Aquellas personas, satisfechas y contentas, se fueron a sus casas, y sin poder explicarse aquel hecho, bendecían a Dios.