sábado, 24 de abril de 2010

IV DOMINGO DE PASCUA
San Juan 10,27-30.


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En aquel tiempo, dijo Jesús: -Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

Jesús, nos dice el Evangelista San Marcos (6,30-34), al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Hoy, podemos tener una sensación semejante a aquella que nos describe San Marcos. Porque en la sociedad en que vivimos hay mucha gente que vive desorientada, confundida, mareada, sin rumbo, sin ideales, sin una meta en la vida. Viven como ovejas que no tienen pastor pastor.

Los cristianos no tenemos este problema o, al menos, no deberíamos tenerlo. Porque nosotros, los cristianos, sí tenemos un Pastor, un guía, una persona que nos conduce hacia el cielo: ese pastor es CRISTO, EL SEÑOR. El es la luz que brilla en medio de las tinieblas de este mundo, lleno de obscuridad y de ignoracia. El es la luz que brilla en nuestra vida, que guía nuestra historia.

Cristo es el buen Pastor que dio su vida por nosotros, inmolándose en la cruz; Cristo es el Buen Pastor que nos conoce a cada uno como el Padre lo conoce y él conoce al Padre (cf. Jn 10, 14-15). Cristo es el Pastor. Él es el que guía al rebaño, el que le marca el camino. El que cuida del rebaño y lo protege, el que le da el alimento y se preocupa de que las ovejas estén sanas.

La Palabra de Dios de este Domingo nos lo manifiesta con claridad a través de la bella imagen del pastor y las ovejas: Jesús es el Pastor, nosotros las ovejas.

Los tres verbos pronunciados por Jesús en este breve pasaje evangélico son verbos de acción: escuchar, conocer y seguir. A través de estas palabras, unidas entre sí con un hilo luminoso y espiritual, se puede construir toda la historia de la vocación cristiana: escuchar, conocer, seguir. Todo un programa de acción. Por eso hoy es necesario que nos preguntemos si estamos siendo buenos discípulos: si sabemos escuchar al Señor, si tratamos de conocerle, si tratamos de seguirle.

Para contestar a esta pregunta nada mejor que revisar si somos dóciles para dejarnos guiar por Jesús, si somos diligentes para escuchar sus enseñanzas y las enseñanzas de la Iglesia, si intentamos vivir cada día como Él quiere que lo hagamos.

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