viernes, 5 de noviembre de 2010

...CON SUS LÁMPARAS
VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
VIERNES
SAN MATEO 25, 1-13

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.youtube.com/watch?v=QkMKC9XBygQ
»Entonces el Reino de los Cielos será como a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Ya está aquí el esposo”! ¡Salid a su encuentro! Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: «Dadnos de vuestro aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan». Pero las prudentes les respondieron: “Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y para nosotras”. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos! Pero él les respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por eso, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Una y otra vez, insistes, Señor, sobre el Reino de los cielos. Y lo haces a través del género parábola. Esta vez, la parábola la tomaste de una costumbre social de tu tiempo: la espera del esposo que hacen las amigas de la novia.

En ella, desde un principio nos hablas de la necesidad de la prudencia, de emplear el sentido común, de ser precavidos; de poner los medios para alcanzar los fines. ¡Nos jugamos tanto en estas cosas!

Y sin embargo, unas veces, nos olvidamos de preparar lo necesario; otras, el cansancio, la espera, el desaliento minan nuestras fuerzas; desgastan nuestras energías, y caemos en el sueño, en la modorra, en el sopor, en la pereza; en ocasiones, aún habiendo sido diligentes y previsto ciertas dificultades, incluso hasta pequeños detalles, las limitaciones, propias de nuestra naturaleza, nos hacen caer en el sueño.

Y cuando lleguen, más tarde o más temprano, las voces y los gritos, el jolgorio y la bullanga, es el momento de actuar, de saltar a la arena, de tomar posiciones. Y de nuevo, la prudencia tomará protagonismo, la preparación será más necesaria y el orden más imperioso.

Al contrario, si no ha habido precaución, ni prudencia, ni orden, tras el sueño modorro y atolondrado, llegará el despertar ineficaz; y cuando se nos pidan soluciones rápidas y precisas, nos encontraremos con respuestas desordenadas e inútiles. Habrá, entonces, que desandar lo andado, y revolver emociones y curar entuertos; y hasta pedir milagros. Pero ya no habrá tiempo: las puertas estarán cerradas, los cerrojos bien echados.

Y llegará el esposo. Y felices, entrarán las prudentes, las sensatas; y dentro habrá gozo y alegría; y fuera, quedará la angustia, la aflicción y la congoja. Y en medio una puerta. Y los nudos de las manos que golpean de nuevo y las voces que llegan de dentro y que dicen: no os conozco. Y otra vez desde fuera dirán: ¡eh! que sí, que somos nosotras. Y desde dentro nuevo: ¡eh! que no os conozco.

Y terminaste con un breve mensaje: Por eso, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

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