PEDRO y JUAN |
SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA
FIESTA
SAN JUAN 20, 1-8CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
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El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y al otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo:
—Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.
Al fin, Señor, llegó la hora de tu muerte. Piadosamente y siguiendo la costumbre de enterrar entre las gentes de Israel, te dieron sepultura. Después todo fueron dificultades, tristezas, llantos. Aquella noche fue muy larga. Ya de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena, sola, fue al sepulcro”. Por el camino iba cavilando cómo quitar la piedra de la entrada. No hizo falta, al llegar, la encontró quitada.
Aquel momento, Señor, debió ser impresionante. ¿Qué había pasado? ¿Habían robado tu cuerpo? ¿Habías resucitado? Pensamientos de alegría y pensamientos de angustia se entrecruzarían por el alma de la Magdalena. La luz del sol se iba colando entre tenues nubes pardas.
¿Qué hacer? María Magdalena echó a correr, llegó hasta donde estaban tus discípulos, y dirigiéndose a Pedro y a Juan, les dijo: se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. Nadie dijo nada. La noticia era preocupante, desconcertante. Por otra parte, no había tiempo que perder.
De inmediato —con alas que da el amor— Pedro y Juan salieron hacia el sepulcro. Los dos al principio corrían al unísono, a la par; después Juan se despegó de Pedro y llegó antes al sepulcro. Y aunque vio los lienzos plegados y el sudario no plegado, no entró. Esperó que llegase Pedro. Poco después llegó Pedro y entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados y el sudario enrollado aparte. Entró también Juan vio y creyó.
Corrieron, llegaron, entraron, vieron y creyeron. Correr: salir de uno mismo; llegar: esforzarse en conseguir algo; entrar es actuar; ver es razón; creer es fe.
Pero aún no entendieron la Escritura, según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.
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