Tuve la suerte de encontarme con un buen Párroco: Don Manuel. Destacaba en bondad y en sentido común. Aprendí de él, entre otras cosas, a procurar ser responsable en el ministerio, pero sin agobio.
ADEMAR DE BARRUELO |
No sólo aquella noche, sino quince días más estuve hospedado en el Hotel Navamuel. Eso sí, en otra habitación, más grande, más silenciosa y más cercana. Esto me ayudó a estar más cómodo y descansar mejor y olvidarme de las pesadillas del primer día. En este Hotel conocí a mucha gente. Hice amistad con personas de distintos oficios. Además degusté la buena comida que preparaba la dueña. Entre las cosas que degusté, aunque parezca una cosa nimia, fue la morcilla hecha con arroz y servida en trozos pequeños. En mi pueblo la morcilla se hacía con cebolla y se servía entera. También degusté por primera vez mejillones; y otras cosas más sobre las que no quiero extenderme.
La celebración de la Misa en la Capilla de las Monjas fue de nuevo positiva. Me dieron de desayunar. Poco después me acerqué a la parroquia de Santo Tomás. Encontré a Don Manuel en la sacristía, "echando", como se decía entonces, un cigarro de tabaco picado. A su hora, celebró la Misa. Una vez terminada y recogidas las cosas, nos fuimos a la casa parroquial. Por el camino, me fue presentando a las gentes que nos encontrábamos y me iba informando sobre los edificios de interés. Y, además, lo recuerdo bien, me señaló el lugar donde iba a estar mi casa. Ya en su despacho, me trazó de forma sencilla pero práctica, lo que iba a ser mi trabajo pastoral: "celebrarás en las Monjas todos los días; algún día en los Maristas, visitarás enfermos; más tarde darás catequesis a los niños; impartirás unas clases de latín en una academia; y pasarás largos ratos en la iglesia, ayudando, bautizando, confesando y cantando en las Misas. El resto del tiempo, que no será mucho, lo podrás usar para descansar, pasear". Pasear por la plaza. Don Manuel tenía aprendido que a los curas no sólo tenían que vernos en la iglesia, sino también en la calle. Pasados algunos días, me dió otros encargos: "celebrarás en las Casas baratas y asistirás a un pueblo cercano, ...". Fue aquella, una mañana llena de sorpresas. Antes de almorzar visitamos al Director de Minas, al médico, al practicante. Por cierto, aquella noche cenamos juntos. (Seguirá mañana)
2 comentarios:
Relato lleno de sorpresas para Vd, pero todas acogidas con naturalidad y servicio.
Seguramente que al escribir estos recuerdos le vendrán a la mente otros que por ser personales no nos los trasmite.Me parece bien.
Una pregunta con todo lo que tenía que hacer le quedaba tiempo para pasear por la plaza.
Como echo en falta en esta nuevo formato una refexión final, me voy a atrever a sacarla para mi y para todos los que lo lean:
Recemos por los sacerdotes porque ayer como hoy su labor es intensa y a través de ella pueden hacer mucho bien a las almas.
Publicar un comentario