domingo, 4 de septiembre de 2011

DÍA 4 DE SEPTIEMBRE DE 2011


EL FALSO CASTAÑO

Ayer salí a pasear, de par de mañana, en expresión navarra. Eran las diez ante meridiem, no solares, sino oficiales, que no es lo mismo. La noche anterior había llovido y todavía estaba el suelo mojado. Buena temperatura, poca gente; total, un paseo delicioso y sereno, apto para ensanchar los pulmones, y también para esponjar el alma.


Durante el paseo, que realicé por las calles nuevas de mi Parroquia, grupo Ezcaba, y que me duró poco más de media hora, observé algunas cosas: multitud de pintadas por las paredes, algunas legibles; las más indescifrables; vi también propaganda que ofrecía clases particulares; pero, sobre todo, me fijé en los frescos castaños de los parques.

Los castaños son árboles de la familia de las fagáceas a las que pertenecen otros árboles como las hayas, los robles o las encinas.

Hay diversidad de castaños, entre ellos existe el falso castaño (“aesculus hippocastanum”), que crece en los parques de las ciudades, sus castañas llamadas locas o pilongas, son muy amargas y tóxicas. Y aunque externamente aparezcan como muy hermosas y atrayentes a los ojos, no son comestibles.

En realidad estas castañas no sirven para nada, sino es para munición entre batallas organizadas por los niños, y también para cubrir el suelo de tropiezos con el riesgo de pisarlas y caerse.

Pues bien, cuando contemplaba estos grandes castaños y sus frutos exuberantes, pero inútiles, me venían a la memoria la existencia de otro árbol frecuente en las páginas del Evangelio: la higuera.

Y recordé aquel el punto de Camino que nos recuerda la necesidad de dar frutos, de aprovechar las cualidades propias, de no contentarnos con la simple hojarasca aunque la hojarasca sea hermosa.

“Aprovéchame el tiempo. No te olvides de la higuera maldecida. Ya hacía algo: echar hojas. Como tú… -No me digas que tienes excusas. – No le valió a la higuera –narra el Evangelista- no ser tiempo de higos, cuando el Señor los fue a buscar en ella” .-Y estéril quedó para siempre”. (Camino 354).

Así pensaba yo de estos castaños: muy esbeltos, llamativos, muchas ramas, muchas hojas, pero sin frutos, mera apariencia de frutos, mera engañifa.

Terminé el paseo, llegué a la Iglesia, y allí, junto al Sagrario, le pedí al Señor la gracia de dar buenos frutos.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y los frutos que podía haber dado hoy? Este va a ser mi examen. Gracias por ayudarme.
Me recreo con sus descripciones tan sencillas, pero bellas y siempre enseñando.

Mercedes dijo...

ES un dia mas que buen punto de camino
Le puedo decir que me encanta camino de San Josemaria
le tendre cerca me mis manos para poder aprencer a ser mejor
su feligresa meme