jueves, 10 de noviembre de 2011

DÍA 10 DE NOVIEMBRE DE 2011

CARTA DE NOVIEMBRE (III)

Comparto contigo, amigo lector, esta carta escrita por Mons. Javier Echevarría.. Hoy, te ofrezco la tercera parte de la carta, seguiré los próximos días.


El apostolado, gozoso deber para los cristianos, nos impulsa a continuar la misión de Cristo que lleva a cabo la Iglesia, cada uno desde su situación en el Cuerpo místico. El buen ejemplo, siempre fundamental, tiene particular importancia en los momentos actuales. Puede haber personas alejadas de Dios, o de la práctica religiosa, que no admitan una conversación de contenido sobrenatural o simplemente espiritual. Pero eltestimonio de una conducta recta —en la vida personal, familiar, profesional, social— no pasa nunca inadvertido. Esas mujeres y esos hombres, aunque quizá no lo reconozcan abiertamente, con frecuencia se interrogan en su corazón por las razones de esa conducta; y así comienzan ya a abrirse a la luz del Señor. Con su misma existencia en el mundo —escribe el Papa—, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó[12]. En este sentido, como sugiere Benedicto XVI, el estudio o repaso delCatecismo de la Iglesia Católica adquiere una importancia particular: para conocer mejor la fe y sus consecuencias, y comunicarlas a otros. No dejemos de acudir a esa fuente y de recomendarlo a quienes tratamos.



La fe no se agota en el conocimiento de las verdades contenidas en el depósito de la revelación, sino que requiere, por su propio dinamismo, manifestarse exteriormente. Como enseña san Pablo, la fe per caritatem operatur[13], actúa por medio de la caridad; y la caridad se muestra en hechos concretos de servicio a los demás, de atención, de interés por sus cosas, comenzando por los más cercanos. La primera manifestación se traduce en desear lo mismo que quiere Dios: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad[14]. En una palabra, comunicar la fe recibida. Es el objetivo que el Papa señala en su reciente carta apostólica, pues sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no parece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y de los valores inspirados por ella, hoy no aparece que sea así en vastos sectores de la sociedad[15].


Durante toda su vida, san Josemaría predicó la necesidad de empapar con la fe los pensamientos, las palabras y las obras. Insistía en que, al entrar en contacto con otras personas, deberíamos plantearnos enseguida el modo de ayudarles a acercarse a Dios. Solía poner una comparación. ¿Os fijáis en cómo hay en los hombres todos —también en ti y en mí— como un prejuicio psíquico, una especie de psicosis profesional? Cuando un médico ve por la calle a otra persona que pasa, sin darse cuenta piensa: “esa persona anda mal del hígado”. Y si la mira un sastre, comenta: “¡qué mal vestido, o qué bien, qué buen corte!”. Y el zapatero se fija en los zapatos... Y tú y yo, hijos de Dios, dedicados a servir a los demás en el mundo, por amor del Señor, cuando contemplamos a las gentes, tenemos que pensar en las almas: he aquí un alma —hemos de decirnos—, un alma que hay que ayudar, un alma a la que se debe comprender, un alma con la que hemos de convivir, un alma que hay que salvar[16].


Es lógica esta manera de proceder, porque quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla[17]. Así se han comportado los seguidores fieles del Señor en todas las épocas. «Cuando descubrís que algo os ha sido de provecho —predicaba san Gregorio Magno—, procuráis atraer a los demás. Tenéis, pues, que desear que otros os acompañen por los caminos del Señor. Si vais al foro o a los baños, y topáis con alguno que se encuentra desocupado, le invitáis a que os acompañe. Aplicad a lo espiritual esta costumbre terrena y, cuando vayáis a Dios, no lo hagáis solos»[18].


Pensemos que, a pesar del clima de dejadez y relativismo, en el corazón de todos hay un hambre de eternidad que sólo Dios puede satisfacer. Esta realidad puede constituir un firme punto de apoyo para renovar diariamente el afán apostólico, sabiendo que el Señor desea servirse de los cristianos, de ti y de mí, como instrumentos para llevar al Cielo a otros. Aunque nos veamos y seamos realmente poca cosa, nos hemos de encender en el deseo y en la realidad de llevar la luz de Cristo, el afán de Cristo, los dolores y la salvación de Cristo, a tantas almas de colegas, de amigos, de parientes, de conocidos, de desconocidos —sean cualesquiera sus opiniones en cosas de la tierra—, para darles a todos un buen abrazo fraterno. Entonces seremos rubí encendido, y dejaremos de ser esta nada, este carbón pobre y miserable, para ser voz de Dios, luz de Dios, ¡fuego de Pentecostés![19].



[12] Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, 11-X-2011, n. 6.


[13] Gal 5, 6.
[14] 1 Tm 2, 4.
[15] Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, 11-X-2011, n. 2.
[16] San Josemaría, Notas de una meditación, 25-II-1963.
[17] Benedicto XVI, Homilía, 21-VIII-2005.
[18] San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, I, 6, 6 (PL 76, 1098).
[19] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 2-VI-1974.

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2 comentarios:

mercedes dijo...

Gracias D Josemaria por darnos tantas buenas noticias y por medio de ellas podamos enriquecernos nuestra fe
Creo que el testo lo dice todo
GRACIAS
su feligresa
Meme

Anónimo dijo...

He leído su blog y me ha parecido un mensaje interesante y profundo.
Estos días atrás no he podido abrir el ordenador y saco como conclusión que debo leer I- II y releer el III para empaparme del mensaje tan profundo que hoy ha querido compartir.