viernes, 22 de marzo de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS



El lunes a la una y cuarto sonó el teléfono del puesto de diarios que está en Hipólito Yrigoyen casi esquina Bolívar, frente a la Plaza de Mayo, en Buenos Aires. El hombre que estaba a cargo, hijo del dueño, atendió y se dio cuenta de que era una voz conocida.

"Hola, Daniel, habla el cardenal Jorge", le dijeron. "Dale, Mariano, no seas boludo", contestó, pensando que era un amigo que estaba al tanto de que el papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, compraba el diario ahí.

"En serio, soy Jorge Bergoglio, te estoy llamando desde Roma", retrucaron del otro lado de la línea. Y Daniel Del Regno rompió en llanto.

"Entré en shock, me puse a llorar, no sabía qué decirle", contó. 

"Me agradeció por el tiempo en el que le acercamos el diario y me mandó un saludo para la familia", agregó.

Los Del Regno son Luis y Daniel, padre e hijo, dueños desde 1997 del puesto de diarios que está en Hipólito Yrigoyen al 478. Hasta que Jorge Bergoglio viajó a Roma para participar del cónclave y elegir al sucesor de Benedicto XVI, le alcanzaron el diario hasta el 413 de Rivadavia, a las 5:30, de lunes a sábados.

"Los domingos, a las 5:30, él pasaba por el kiosco, compraba LA NACION, charlaba unos diez minutos y se tomaba el colectivo 28 para ir a Lugano a dar mate cocido a chicos, a gente enferma", contó Luis.

"Puedo contar miles de anécdotas. Por ejemplo, le tiraba LA NACION con una bandita, para que no se desarmara cuando había viento o lluvia. A fin de mes me traía todas las banditas del mes, ¡las 30!", recordó.

Luis reconoció que se le pone "la piel de gallina" cuando recuerda que ese hombre "tan sencillo" es ahora el Papa. 

"En junio bautizó a mi nieto, fue una emoción impresionante. Y ayer llamó a mi hijo al kiosko, desde Roma, para saludar y para decirle que no lleváramos más el diario porque no iba a estar más. Es algo imborrable en mi vida: yo sé lo que es, un tipo único", sentenció.

Su hijo Daniel relató, emocionado, la conversación de ayer con el Papa. "Hablamos de un detalle, que fue que hace un mes, cuando partió, sabíamos del viaje. Las palabras que le dije fueron: «Jorge, ¿vas a agarrar la batuta?», y él contestó: «Eso es un fierro caliente, nos vemos en 20 días, vos seguí tirando el diario». Y bueno, después.... Es historia conocida", sostuvo.

"Le dije que se cuidara, que lo iba extrañar, que le mandaba un beso grande y le pregunté si existía la posibilidad de verlo de vuelta alguna vez. Me dijo que de acá a un tiempo eso va a ser muy complicado, pero que siempre iba a estar presente".

Finalmente, Francisco le pidió que rezara por él.

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