EL AMBIENTE HUELE A NIEVE
Llueve. Llueve y huele a nieve. No sé qué olor
tiene la nieve, pero esta mañana de enero, huele a nieve. Y cuando el ambiente
huele a nieve, poco después (horas, días) llega la nieve. Así ha sido siempre,
espero esta vez también lo sea.
Y mientras llega la nieve, cae la lluvia.
Lluvia fina, fría, llena de invierno. Y las gentes con sus paraguas abiertos cruzan
ateridas las plazas y recorren a toda prisa las calles. Ruedan más coches por
la ciudad y las bicicletas descansan amarradas a sus pesebres.
Y si miras al cielo, es todo igual. Una capa
gris que cubre nuestras cabezas inclinadas al suelo. No se escuchan los cantos
de los pájaros, ni el silbido del viento. Todo es calma, espera. La nieve está
ya cerca.
Y cuando llegue, si lo hace a pleno día, nos
aclarará los ojos. Si lo hace por la noche, no sabremos de su presencia hasta
que, madrugadores, abramos las ventanas.
Llueve, se ven personas con sus paraguas abiertos y el
ambiente huele a nieve. La nieve está cerca.
PARA ESCUCHAR
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