A la Iglesia le preocupa la familia
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La Iglesia entera está implicada
en un proceso de reflexión acerca de la familia, al que el papa Francisco nos
ha convocado. Un Sínodo en octubre pasado de 2014 y otro Sínodo en octubre de
2015, con la invitación a que todos participemos en su elaboración con las
aportaciones personales, comunitarias e institucionales que creamos
conveniente.
Se trata de una ocasión excepcional, un momento de gracia para acoger las orientaciones que la Iglesia nos propone y entrar en un diálogo de salvación con la situación concreta que vivimos.
Son muchos los retos que nos presenta la época presente en torno a la
familia. Por una parte, es la institución más apreciada, es el nido donde
nacemos, crecemos y somos amados en toda circunstancia, es el lugar donde
gozamos y sufrimos, donde compartimos lo que somos y tenemos. Y al mismo
tiempo, dada la fragilidad humana, la familia sufre erosión interna y
externa.
Desde dentro, porque muchos acceden al matrimonio sin la debida preparación,
sin la debida madurez afectiva, sin una experiencia suficiente de Dios, que
santifica el amor humano en el matrimonio y lo pone a salvo de nuestras
veleidades. Por eso, tanto fracaso matrimonial en nuestros días, tanto
sufrimiento en este aspecto de la vida tan hondo para la persona. Hay mucho gozo
en el seno de la familia, pero también hay mucho sufrimiento, sobre todo en
aquellos que no se sienten amados como esperaban.
Desde fuera, en el ambiente social, porque la familia se ha convertido en
moneda de cambio en un mercado corrupto. De la fragilidad humana se quiere
sacar provecho en el inmenso negocio de la pornografía, hoy accesible más
fácilmente por internet. Se presenta el amor como algo fugaz e inconsistente,
incapaz de dar solidez a la persona y menos aún a un proyecto de amor para
toda la vida entre el varón y la mujer. Esto se refleja en las costumbres y
en las leyes, que para complacer a los votantes introducen normativas que en
vez de arreglar empeoran la situación.
Pero el proyecto de Dios sigue en pie. Dios apuesta por la felicidad del
hombre (varón y mujer) y sigue ofreciéndole lo que “al principio” dejó
inscrito en la naturaleza humana. Dios sigue apostando por la felicidad del
hombre y en su hijo Jesucristo nos ofrece una sanación de raíz de nuestras
propias debilidades, dándonos el Espíritu Santo como fuerza que nos hace
capaces de amar verdaderamente. Cristo ama a su Iglesia de manera plena,
hasta entregarse por ella y purificarla, para presentarla ante sí sin mancha
ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada (Ef. 5). Y así ha
diseñado el proyecto de felicidad para el hombre en el matrimonio:
indisoluble, abierto generosamente a la vida. Uno con una para siempre,
fuente de fecundidad en los hijos.
Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera
con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere
hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado. Es posible
la esperanza, también en este campo de la familia. He aquí el gran reto de la
Iglesia, servidora del Señor y de la humanidad, en nuestros días. A la
Iglesia le confía el Señor hoy como siempre que sea luz en un mundo confuso y
que oriente el camino de la verdadera felicidad del hombre, a los niños, a
los jóvenes, a los adultos y a los ancianos. La Iglesia tiene la preciosa
tarea de presentar con hechos, con el testimonio de tantos hijos suyos, que
la felicidad es posible, que la solidez de la familia nos interesa a todos,
que no es una utopía ese plan de Dios sobre la familia, sino que es una realidad
al alcance de todos. Y al mismo tiempo, a la Iglesia se le encomienda ser
“hospital de campaña” para todos los heridos en esta “guerra”. Ser lugar de
acogida para todos sin discriminación, ser hogar donde todos puedan encontrar
el bálsamo de sus heridas, porque todos pueden ser curados y fortalecidos por
el amor de Dios.
La Santa Familia de Nazaret, Jesús, María y José, representan ese icono
humano, ese círculo de amor, reflejo de la comunidad trinitaria de Dios, que
inspira e impulsa toda familia según el plan de Dios. A la Familia de Nazaret
encomendamos todas nuestras familias y le damos gracias por todo lo bueno que
nuestra familia nos aporta.
PARA ESCUCHAR
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“ALSERDELAPALABRA” presenta a sus seguidores, breves reflexiones nacidas de la experiencia de la vida ordinaria. Las escribiré con la frescura de lo sencillo y con la esperanza de lo sublime. Espero que mi pluma sea dócil y vuestra aceptación generosa.
sábado, 27 de diciembre de 2014
SENCILLAS VIVENCIAS
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