sábado, 11 de enero de 2020






ABBÁ

ABBÁ, es la expresión aramea con la que el niño identifica a su papá.

Teológicamente, es de suma importancia porque se remonta a Jesús de Nazaret, que, con esta expresión, se dirigía a Dios y enseñaba a hacer lo mismo a sus discípulos.

En la historia de las religiones se encuentra fácilmente el apelativo «padre» para dirigirse a la divinidad: existe particularmente esta tradición en Egipto: el faraón, en el momento de su entronización, se convierte en hijo del dios Sol y es igualmente dios. También el Antiguo Testamento (…) adoptó esta misma perspectiva. En los relatos del Éxodo se crea varias veces un paralelismo entre la filiación de Israel y la de los egipcios para contraponer sus diferencias étnico-religiosas (Éx 4,22).

Por temor a que se le interpretara indebidamente en sentido mítico, Israel usará con prudencia este título aplicado a Yahveh.

En diversas épocas históricas hubo varios personajes calificados con el título de «hijo» de Dios: en primer lugar, el pueblo: luego, los ángeles que constituyen su corte: finalmente, algunos hombres concretos que mantuvieron pura y sólida su fe.

De todas formas, fue sobre todo el rey-mesías el que mantuvo el privilegio de una relación particular con Dios (2 Sm 7,14).

Por primera y única vez en toda la historia de Israel se le aplicó la expresión: «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy» (Sal 2,7).

Es evidente que, debido a su fuerte caracterización monoteísta, Israel se interesaba sólo y exclusivamente por una filiación del rey en sentido adoptivo. De todas formas, nunca se atreve el israelita en el Antiguo Testamento a pronunciar una oración dirigiéndose a Yahveh con el vocativo «abba».

A la prudencia del Antiguo Testamento se opone el uso abundante de esta palabra en el Nuevo Testamento. 

La expresión aparece más de 250 veces, hasta el punto de que se identifica con la fórmula típica con que los cristianos se dirigen a Dios.

El fundamento de esta costumbre es la actuación misma de Jesús. Desde las capas más primitivas y arcaicas de la tradición. Es posible ver en el “abba” el lenguaje peculiar con que él se dirigía a Yahveh, demostrando así que tenía con Dios una relación de filiación natural (Mc 13,32).

En varios textos se advierte el uso peculiar que hacía Jesús de esta palabra: no sólo en la invocación  “abbá” que Marcos se siente en la obligación de trasladar literalmente del arameo, añadiendo inmediatamente después su traducción griega (Mc 14,36), sino también en la Calificación de «Padre mío» (Mt II,27).

Esta relación filial es única, hasta el punto de que se utiliza también la fórmula diferente «Padre vuestro» dirigida a los discípulos (Lc 1 1,13).

El uso de «Padre nuestro», por su parte, es sólo para los discípulos, ya que se trata de una oración que les enseña Jesús (Mt 6,9).

Así pues, «abba» encierra las notas de intimidad, de confianza y de amor, pero expresa también claramente el motivo de la condenación de Jesús: «No es por ninguna obra buena por lo que queremos apedrearte. sino por haber blasfemado: pues tú, siendo hombre, te haces Dios» (Jn 10,34): esta pretensión era tan absurda para sus contemporáneos que jamás habrían podido concebir la relación con Dios en estos términos.

Por R. Fisichella

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