lunes, 10 de enero de 2011


CÁLLATE, Y SAL DE ÉL

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MARCOS 1, 21-28

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.edibesa.com/

Entraron en Cafarnaún y, en cuanto llegó el sábado, fue a la Sinagoga y se puso a enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas. Se encontraba entonces en la Sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritos:
—¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú: el Santo de Dios!
Y Jesús le conminó:
—Cállate, y sal de él.
Entonces, el espíritu impuro, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él. Y se quedaron todos estupefactos, de modo que se preguntaban entre ellos:
—¿Qué es esto? Una enseñanza nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus impuros y le obedecen.
Y su fama corrió pronto por todas partes, en toda la región de Galilea.

Entraste a Cafarnaún. Al llegar el sábado, te dirigiste a la Sinagoga. Y allí, rodeado de mucha gente, enseñabas. Todos estaban admirados de tu doctrina, Señor. Enseñabas —nos dice el texto— como quien tiene autoridad. No como los escribas; no como los charlatanes; no como los oradores.

En la Sinagoga estaban reunidos muchos hombres. Y uno de ellos, poseído por un espíritu malo, gritaba alborotado: “¡Jesús, no nos compliques la vida!” “¡No nos arruines los negocios!” ¡A qué has venido! Sé quién eres: eres el Santo de Dios. Y aquel hombre no paraba de gritar y otros gritaban también.

Pero Tú, Señor, le tapaste la boca al espíritu malo. Le mandaste salir de allí. Te pusiste serio. Sabías lo que hacías. El espíritu malo se resistía, se zarandeaba, gritaba enloquecido; pero ante tu mandato, Señor, no tuvo más remedio que salir. Y se fue.

Todos quedaron estupefactos. Todos se preguntaban qué era lo que estaba sucediendo. Era algo nuevo: nueva tu doctrina; y nueva la manera de actuar. No sólo hablabas “como los ángeles”, sino que mandabas con autoridad a los malos espíritus y éstos te obedecían.

Tu fama, Señor, corrió por todas partes. Toda Galilea se enteró enseguida. Y Tú, Señor, sin embargo, no buscabas aplausos, ni fama, ni poder; solamente te importaba una cosa: cumplir la voluntad del Padre; hacer camino a los hombres; regalar vida y enseñar la verdad.

domingo, 9 de enero de 2011


HIJOS DE ZEBEDEO

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN MARCOS 1, 14-20

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=MSJsRthsuv8

Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y diciendo:
—El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio.
Y, mientras pasaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo Jesús:
—Seguidme y haré que seáis pescadores de hombres.
Y, al momento, dejaron las redes y le siguieron. Y pasando un poco más adelante, vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan, su hermano, que estaban en la barca remendando las redes; y enseguida los llamó. Y dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Juan había sido encarcelado. Poco después Tú, Señor, llegaste a Galilea. Y comenzaste a predicar “el Evangelio de Dios”.

Decías: “El tiempo se ha cumplido y está cerca el Reino de Dios”. ¡El Reino y su cercanía! La promesa cumplida. Mientras, Tú, Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, predicabas por los caminos de Galilea.

Decías también: “Haced penitencia y creed en el Evangelio”. Y las gentes sin enterarse. Y si se enteraban no lo comprendían. Ni siquiera “los tuyos”. ¿Qué es eso de hacer penitencia? ¿Qué quiere decir creer en el Evangelio?

Y cerca ya del mar de Galilea viste a Simón y viste a Andrés, su hermano, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores, y les dijiste que te siguieran, y que Tú les harías pescadores de hombres; y ellos, al instante, dejaron las redes y te siguieron. Y un poco más adelante, viste a Santiago y a Juan, hermanos, que esta-ban remendando las redes en la barca, con su padre Zebedeo. Y les llamaste también y ellos “dejando a su padre, y la barca y las redes, te siguieron”.

¡Aquella jornada fue histórica! ¡Luego llegarían otras y otras...!

sábado, 8 de enero de 2011


BAUTISMO DE JESUS

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

DOMINGO
SAN MATEO 3, 13-17

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=mSrndkmsMEs

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo:
—Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
Jesús le respondió:
—Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces Juan se lo permitió. Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz desde los cielos dijo:
—Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.

Un día, Señor, te acercaste al Jordán, donde Juan predicaba, para que él te bautizara. ¡Había tanta gente por allí! Cuando Tú llegaste, Juan dijo que no. Que él era el que necesitaba que Tú le bautizaras; pero que Tú no necesitabas ser bautizado.

Y Tú, Señor, con tranquilidad, dijiste: Juan, deja esos asuntos ahora. Y vamos, tú y yo, a cumplir, también en esto, la voluntad de Dios. A este razonamiento, Juan se calló. Y se metieron en el río. Entonces Juan tomando agua en sus manos, lo derramó sobre tu cabeza, y quedaste bautizado.

Y saliste del agua, Señor, feliz y contento. Y el cielo hizo de las suyas; y Juan, “vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Ti”. Los demás nada vieron. Lo supieron después, porque Juan lo contó: “era como si una paloma se hubiera posado sobre Él”; y mientras, escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.

Ahora, Señor, después de veinte siglos, sigue sonando la amorosa voz de tu Padre y el Espíritu sigue presente entre vosotros.

viernes, 7 de enero de 2011

CINCO PANES Y DOS PECES
FERIA DESPUÉS DE EPIFANÍA

8 DE ENERO
SAN MARCOS 6, 34-44

CONN UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KvTDEgcAp7A&feature=related

Al desembarcar vio Jesús una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Y cuando ya se hizo muy tarde, se acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Este es un lugar apartado y ya es muy tarde; despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos de alrededor, y compren algo de comer.
Y les respondió:
—Dadles vosotros de comer.
Y le dicen:
—¿Es que vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?
Él les dijo:
—¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.
Y después de averiguarlo dijeron:
—Cinco, y dos peces.
Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y empezó a dárselos a sus discípulos para que los distribuyesen; también repartió los dos peces para todos. Comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestos llenos de los trozos de pan y de los peces. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

En efecto, era una multitud, un rebaño sin pastor. Cada uno ca-minaba por su sitio; cada uno iba a lo suyo; y todos se movían un poco atolondrados, ignorantes. Ante panorama tan triste Tú, Señor, tuviste lástima de ellos.

Y les enseñaste muchas cosas. Les dijiste que había que servir; que había que amar; que había que perdonar; que la vida era un servicio; que la existencia era un tesoro.... Y tan a gusto te escchaban, Señor, que ni se enteraron que el tiempo pasaba.

Fueron tus discípulos los que se dieron cuenta. Y acudieron a Ti, e intercedieron por ellos. Te pidieron que les instases a volver a sus casas, a que se dirigieran a los cortijos cercanos a comprar algo, a que cada uno se arreglase de algún modo. Pero Tú, Señor —siempre más generoso—, invitaste a todos a comer allí mismo. Ante tal invitación, tus discípulos quedaron aturdidos. ¡Se necesitaba tanto dinero para comprar algo para tanta gente! No sabían qué hacer.

Tú sí sabías lo que ibas a hacer: un milagro. Y para realizar aquel milagro quisiste contar con “los tuyos” y con aquellos cinco panes y aquellos dos peces. Cumpliendo órdenes, tus discípulos mandaron a la gente que se colocaran por grupos, de ciento y de cincuenta. Y todos se sentaron en la hierba.

Entonces, Tú, Señor, tomaste en tus manos los cinco panes y los dos peces, alzaste la mirada al cielo, los bendijiste y, sin más, los diste a los discípulos y estos los repartieron a la gente. Comieron todos hasta hartarse. Y aún sobró algo por allí: como doce cestos de pan y peces. Y los que comieron fueron más de cinco mil.

Al fin se hizo de noche. Aquellas personas, satisfechas y contentas, se fueron a sus casas, y sin poder explicarse aquel hecho, bendecían a Dios.

jueves, 6 de enero de 2011

FERIA DESPUÉS DE EPIFANÍA

7 DE ENERO
SAN MATEO 4, 12-17. 23.25

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=vxD_jWSHLLk


Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí
en el camino del mar,
al otro lado del Jordán,
la Galilea de los gentiles,
el pueblo que yacía en tinieblas
ha visto una gran luz;
para los que yacían en región
y sombra de muerte
una luz ha amanecido.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
—Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo:
—Seguidme y os haré pescadores de hombres.
Ellos, al momento, dejaron las redes y le siguieron. Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Ellos, al momento, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron.
Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las Sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba. Y le seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

La noticia del encarcelamiento de Juan, Señor, te hizo sufrir enormemente. Sabías que, con esa maniobra, apagaban la mecha humeante, cortaban la voz, acallaban al pregonero. Hasta Tú, Señor, comenzaste a temer por tu suerte. Y para prevenir perversas consecuencias, te retiraste a Galilea. Aunque sabías no había llegado tu hora, allí podrías estar más tranquilo.

Y dejaste Nazaret tu pueblo; y con el pueblo tantos recuerdos de niño y de joven; y tantas horas gastadas en pequeños trabajos; y tantos rincones visitados y tantas veredas reconocidas; y el olor agradable de las flores y la sombra saludable de algunas plantas; y el susurro ligero del arroyo madrugador y el canto apacible del ruiseñor a media tarde. Y te fuiste a Cafarnaún, ciudad marítima, cerca de Zabulón y Neftalí.

Y así se cumplió en Ti la profecía de Isaías. Así se hicieron realidad aquellas palabras pronunciadas hace siglos y que ahora cobraban actualidad. Nazaret, Cafarnaún, dos lugares, Señor, que Tú, a lo largo de los años, llenarías de hermosas historias, de vivos sucedidos y extraordinarios milagros.

Y en Cafarnaún, Señor, comenzaste a predicar. Y tu voz vibrante, afable, convencida llegó a muchos corazones. Un nuevo estilo era el tuyo: predicabas las grandezas del Reino de los cielos; del Reino del que Tú —asegurabas— eras Rey; y llamabas a tu Padre Señor de todas las cosas.

Y recorriste la hermosa Galilea, y enseñaste con ardor, en las Sinagogas, y predicaste con fuego el Evangelio del Reino, y curaste, compasivo, a miles de enfermedades y sanaste sus dolencias a las buenas gentes del pueblo.

Y tu fama de predicador, de profeta, corrió como la espuma por todos los lugares. Y llegó tu renombre hasta Siria. Y de todos los lugares te traían enfermos y Tú, Señor, los curabas. Y te seguían enormes multitudes llegadas de varios lugares: de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y hasta del otro lado del Jordán. Algo nuevo tenían tus palabras.

miércoles, 5 de enero de 2011

REYES MAGOS
EPIFANÍA DEL SEÑOR

6 DE ENERO

SAN MATEO 2, 1-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=W_NXLY21gl0

Después de nacer de Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando:
—¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.
Al oír esto, el rey Herodes se inquietó, y con él toda Jerusalén. Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías.
—En Belén de Judá, —le dijeron—, pues así está escrito por medio del Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá;
pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo. Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cui-dadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; y les envió a Belén, diciéndoles:
—Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle.
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y entonces, la estrella que habían visto en el Oriente colocó delante de ellos, hasta parar-se sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Y, después de recibir en sueños avi-so de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Yo también vi la estrella. Y fui en tu busca, Señor. Me uní a una comitiva de gentes importantes que caminaban en tu búsqueda. Aquellos personajes importantes habían “conocido” que Tú, Señor, habías nacido en Belén. Era el tiempo del Rey Herodes. Habían pasado algunos años, desde tu nacimiento, cuando llegaron aquellos personajes; quizás no tantos. En todo caso, mostraban gran interés por Ti.

Dicen que aquellos personajes eran Magos, expertos en astros. No lo sé. Por otra parte, qué más da lo que fuesen, lo importante es que ellos y un montón de gente, de improviso, nos presentamos en Jerusalén. Pero en la Ciudad Santa, no estabas. Todos nos preguntábamos: ¿dónde está el rey de los judíos, el recién nacido? Y la gente no tenía ni idea. Esperaban..., pero nadie sabía nada.

Al decirle a Herodes lo de la estrella —no sabía que era gracia— le entró un tembleque tan grande que se “sobresaltó”. Convocó a los sumos pontífices, a los letrados del país, y les preguntó el dato preciso de la fecha del nacimiento del Mesías.

Al fin los sabios dieron esta respuesta: En Belén de Judá. Así está escrito. ¡Todo estaba previsto! Entonces, Herodes llamó de nuevo a los Magos —todos nosotros estábamos a la puerta espera que te espera— y les pidió otros detalles; a continuación les dio unas pistas para que pudieran llegar a Belén. Les animó y hasta les prometió que él iría más tarde; que le tuviesen informado.

Y se movió la comitiva. Todos vimos de nuevo la estrella, y como niños pequeños gritamos y echamos vivas al nuevo Rey de los Judíos. Caminamos varias horas llenos de gozo. De repente, la estrella se paró y todos comprobamos el hecho: allí estaba el pequeño rey.

Entramos en la casa, primero los Magos que dejaron un montón de cosas al Niño; después nosotros los pobres. Yo entré azorado, aturdido, no sabía qué hacer, si mirar a la Madre o preguntar algo a José; una cosa tenía clara: no salir de allí, sin dar un beso al Niño. Y eso hice. Quise darle algo al pequeño —como todos hacían— pero no encontré nada en mi bolsa. Entonces, el Niño me sonrió y me dijo: “Dame tu corazón, tus temores, deja también conmigo tus penas; y, si quieres, deja también, tus pecados”. Y eso hice, dejé todo a sus pies.

martes, 4 de enero de 2011

SAN BARTOLOMÉ
FERIA DE NAVIDAD

5 DE ENERO
SAN JUAN 1, 43-51

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=m4ZLNfzAwZs

Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús:
—Sígueme.
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo:
—Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José.
Entonces le dijo Natanael:
—¿De Nazaret puede salir algo bueno?
—Ven y verás —le respondió Felipe:
Vio Jesús a Natanael acercarse y dijo de él:
—Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez.
Le contestó Natanael:
—¿De qué me conoces?
Respondió Jesús y le dijo:
—Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera,
Respondió Natanael:
—Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Contestó Jesús:
—¿Porque te he dicho que te vi debajo la higuera crees? Cosas mayores verás.
Y añadió:
—En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.

Esta vez te dirigías hacia Galilea. Por el camino encontraste a Felipe. Le dijiste que te siguiera. Y él te siguió sin rechistar. Era Felipe de Betsaida, del pueblo de Simón y de Andrés. Buena gente la de aquella población. Tú bien sabías por dónde ibas.

Felipe quedó impresionado. A los pocos días, a las pocas horas tal vez, le habló a Natanael y le comunicó que “aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas él lo había encontrado”. Y le dijo que se llamaba Jesús, y que era de Nazaret, y que era hijo de José, y que su Madre se llamaba María.

Natanael se echó a reír. Se dio media vuelta y exclamó: “De Nazaret no puede salir nada bueno”. Pero Felipe —enamorado perdido por Ti— insistió: Mira, Natanael, si no me crees a mí, ven y Tú mismo lo verás; sé dónde vive. Ven, que yo te lo presento.

Y fueron. Y te encontraron, Señor. Tú —lo recuerdas—, estabas sentado con un grupo de amigos, a la puerta de tu casa. En esto, viste que se acercaban dos personas. Felipe y Natanael. Y dirigiéndote al grupo, dijiste señalando a Natanael: “Mirad, un hombre de palabra, sensato, leal”. Natanael quedó de una pieza. Se extrañó. No podía explicarse de qué le conocías. Y Tú, Señor, proseguiste: “antes que te llamara Felipe, cuando descansabas bajo la higuera, yo te eché una mirada de cariño, te llamé”. Y Natanael dijo: “Estoy seguro; Tú eres el Mesías”.

Y Tú, Señor, te pusiste de pie. Y mirando a Natanael, le dijiste: amigo, no te emociones. Verás cosas mayores: verás que se abre el cielo y los ángeles se escapan en bandada; los verás subir y bajar; te sentirás protegido y querido como soy yo querido y protegido. ¡Natanael, con el tiempo, verás cada cosa!

Y allí estaba yo, Señor, boquiabierto, alelado, contemplando maravillas. No me enteré cuántos estábamos allí contigo, Señor, pero ¡éramos tantos! No todos tan nobles ni tan sinceros, como Natanael, pero como Tú, Señor, nos has ido cepillando las aristas; nos has ido dejando presentables, ahora algo nos parecemos. Y, en esto, se oyó un ruido como de ángeles que subían y bajaban en bandada. Pero nadie vio nada.

lunes, 3 de enero de 2011

ANDRÉS Y JUAN
FERIA DE NAVIDAD

4 DE ENERO
SAN JUAN 1, 35-42

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=1gPXsuIExII

Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fi-jándose en Jesús que pasaba, dijo:
—Éste es el Cordero de Dios.
Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó:
—¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron:
—Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Les respondió:
—Venid y veréis.
Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
Encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
—Hemos encontrado al Mesías —que significa: Cristo.
Y lo llevó a Jesús. Jesús le miró y le dijo:
—Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas —que significa: Piedra.

Aquel día estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos. Tú, Señor, pasabas cerca de ellos. Quizás ibas Tú solo; o acaso acompañado de los curiosos de siempre. Juan, por su parte, deseaba darte a conocer. Por eso, al verte, extendió su fuerte brazo y con el dedo índice de su mano derecha te señaló fijamente, a la vez que decía: Este es el Cordero de Dios.

Dos discípulos de Juan —cautos y temerosos— te siguieron. No sé por cuánto tiempo. No debió ser mucho. Al rato, Tú, Señor, te volviste y sin más, les preguntaste: amigos, ¿qué buscáis? Y ellos, emocionados y un tanto inquietos, te contestaron: Maestro ¿dónde vives?

Y Tú, Señor, con suavidad y aplomo, les dijiste: venid y veréis. Venid conmigo y vosotros mismos comprobaréis dónde vivo. Y ellos, deslumbrados por tus sencillas palabras, te siguieron. Estuvieron contigo todo aquel día y se enteraron dónde vivías; a qué te dedicabas y quién eras.

Y tanto les debió de gustar tu compañía, que jamás la olvidaron aquel momento, ni la hora de aquel feliz encuentro. Dicen que eran las cuatro de la tarde, cuando el sol brilla en lo más alto del cielo y los hombres descansan a la sombra exhaustos y aturdidos.

Uno de aquellos discípulos se llamaba Andrés. Tenía un hermano de nombre Simón. Enseguida te lo presentó. Tú, Señor, mirando a Simón con ojos de amor, le dijiste: Simón, desde hoy te llamarás Pedro; y serás roca para un futuro proyecto.

Y Simón dijo que sí. Luego vinieron otros y otros...

domingo, 2 de enero de 2011

SAN JUAN BAUTISTA
FERIA DE NAVIDAD

3 DE ENERO
SAN JUAN 1, 29-34

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=OIPosq5p9XY

Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo:
—Este el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
—He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Juan el Bautista había comenzado a predicar. Pronto le fueron conociendo por todos los sitios. Enseguida tuvo seguidores. Él estaba contento y su deseo era darte a conocer a otras personas. ¡Que Tú crecieras, aunque él quedase oculto! Algunos se hallaban perplejos ante el papel que Juan representaba. ¡Era tan enérgico y, a la vez, tan humilde! ¡Era tan sencillo y, a la vez, tan fuerte!

Un día algunos judíos le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle quién era. Él confesó y no negó. Dijo la verdad. Afirmó que era la voz del que clama en el desierto. Poco tiempo después, el propio Juan al verte un día a Ti, Señor, señalándote dijo: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¡Qué definición tan hermosa! ¡Cuánta carga doctrinal detrás! Ahora, nosotros tus seguidores, Señor, lo decimos poco antes de acercarnos a comulgar.

Juan el Bautista te llamó Cordero de Dios. Al llamarte Cordero de Dios, Juan alude a tu sacrificio redentor. “Isaías había comparado los sufrimientos del Siervo doliente, el Mesías, con el sacrifico de un cordero; también la sangre del cordero pascual, rociada sobre las puertas de las casas, había servido para librar de la muerte a los primogénitos de los Israelitas en Egipto” .

Y aún dijo Juan sobre Ti, Señor, cosas hermosas. Dijo que Tú eras anterior a él; que existías antes que él; que eras mayor que él; que habías venido a bautizar; que sólo Tú eras la salvación verdadera del hombre; que a eso habías venido a la tierra, que él no hacía sino lo que tenía que hacer: bautizarte, anunciarte, abrirte las puertas.

Te pedimos, Señor, que sepamos anunciarte a los demás; que no olvidemos cantar tus alabanzas; que queramos vivir tus mismas enseñanzas.

sábado, 1 de enero de 2011

EL VERBO SE HIZO CARNE
SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD


SAN JUAN 1, 1-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=CPUcR6kGbDQ

En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por él,
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
Pero a cuantos le recibieron
les dio potestad para ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.
Y El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama:
Éste era de quien yo dije:
el que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo.
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que estaba en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.



Hoy quiero reflexionar sobre tu existencia eterna, Señor. Para ello, me serviré del prólogo que escribió San Juan —tu discípulo amado—, a su Evangelio. Siempre me ha parecido un prólogo elevado, hondo, sublime. Un texto repleto de verdades; un escrito cargado de temas importantes. Según entendidos en San Juan, en este prólogo se incluyen o se anuncian “los grandes temas que se desarrollarán a lo largo de la narración evangélica” .

Se dice, por ejemplo, que Tú, Señor, eres la Palabra eterna de Dios, que existías en el principio, que desde el principio estabas junto a Dios, que todo fue hecho por Ti, que sin Ti nada se hizo de cuanto ha sido hecho. Yo, Señor, en este momento, desde la humildad de ser creado, te adoro con devoción, Dios eterno, Hijo del Padre.

Se dice también que Tú eres luz, luz que brilla en las tinieblas; y que al hablar a los hombres, les comunicas la luz, la verdad y la vida. Luz que ilumina su camino, verdad que arrastra, vida que enriquece, palabra que convence a quien te escucha y te sigue.

Y además, se afirma que viniste a nuestro mundo a convivir con nosotros, a manifestarnos tu gloria divina. Y que a cuantos te recibieron les diste la potestad de ser hijos de Dios. Y que a cuantos hemos visto tu gloria nos has llenado el corazón y el alma, de gracia y de verdad.

“En resumen —concluyen expertos en San Juan—, el evangelista, en este hermoso prólogo nos anuncia quién eres realmente, de dónde procedías, cómo llegaste hasta nosotros y qué obra realizaste en favor de los hombres” .

Permíteme de nuevo adorarte como a mi Dios y Señor. Ayúda-me a escuchar tu Palabra “eficaz como espada de doble filo”, a abrir mi alma a tu luz para ver las grandezas de tu Reino, para ser testigo de tu resurrección. Ven hasta mí, y que yo te reciba, ven hasta nosotros y habita en nuestras almas.

viernes, 31 de diciembre de 2010


MARIA, JOSE Y JESUS

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

OCTAVA DE LA NAVIDAD
SAN LUCAS 2, 16-21

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=49DR0CKY5T4

Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Algo extraordinario había ocurrido en Belén o en sus alrededores. Voces de ángeles y luces resplandecientes llegaron a aquel grupo de pastores que vigilaban sus rebaños. La Buena Nueva llegó a sus oídos y hasta el hondón del alma penetró la invitación.

Y como es habitual entre la gente sencilla, les faltó tiempo para averiguar lo que se les había anunciado. Unos y otros salieron de la cabaña. Llevaban la túnica, el bastón y cuatro cosas más. Felices se pusieron en camino. La noche iba avanzando y no había tiempo que perder. Ninguno olvidó de tomar algún pequeño obsequio para llevar al portal.

Al llegar a un determinado lugar se pararon. Parece que allí estaba el sitio anunciado. Entraron temblorosos y encontraron a María, a José y al Niño. La estampa era encantadora: un recién nacido en el trono de un pesebre; una joven madre llena de gracia mirando a su pequeño; y el bueno de José custodiando a aquellas extraordinarias criaturas. ¡Era verdad!, se dijeron mutuamente.

Los pastores, en un primer momento, depositaron los presentes en un rincón del portal. Y acercándose al Niño que sonreía sin cesar, le dieron un beso en la cara. Y a la joven pareja les desearon suerte y gracia, luego entregaron los presentes. Tras aquel rato divino, se fueron a sus campos y comenzaron a publicar lo visto, los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho.

Y tu buena Madre y la mía, Señor, desde el primer momento, comenzó a recoger en su corazón todo lo que iba sucediendo. Luego, hemos sabido, que lo daba vueltas y lo agradecía. Y con el tiempo, sería una fuente inagotable de noticias. Noticias verdaderas, objetivas; de primera mano.

Los pastores —con la normalidad de los sencillos— ya en sus puestos, glorificaban a Dios y alababan sus obras. ¡Todo había sido verdad!

jueves, 30 de diciembre de 2010


EL VERBO SE HIZO CARNE

DÍA SÉPTIMO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

SAN JUAN 1, 1-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=x-as9Yd_FIg&feature=related


En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por él,
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
Pero a cuantos le recibieron
les dio potestad para ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.
Y El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama:
Éste era de quien yo dije:
el que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo.
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que estaba en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

INTEREANTE VIDEO SOBRE BELEN
http://www.primeroscristianos.com/index.php?/santa/view/beleacuten/
Hoy quiero reflexionar sobre tu existencia eterna, Señor. Para ello, me serviré del prólogo que escribió San Juan —tu discípulo amado—, a su Evangelio. Siempre me ha parecido un prólogo elevado, hondo, sublime. Un texto repleto de verdades; un escrito cargado de temas importantes. Según entendidos en San Juan, en este prólogo se incluyen o se anuncian “los grandes temas que se desarrollarán a lo largo de la narración evangélica” .

Se dice, por ejemplo, que Tú, Señor, eres la Palabra eterna de Dios, que existías en el principio, que desde el principio estabas junto a Dios, que todo fue hecho por Ti, que sin Ti nada se hizo de cuanto ha sido hecho. Yo, Señor, en este momento, desde la humildad de ser creado, te adoro con devoción, Dios eterno, Hijo del Padre.

Se dice también que Tú eres luz, luz que brilla en las tinieblas; y que al hablar a los hombres, les comunicas la luz, la verdad y la vida. Luz que ilumina su camino, verdad que arrastra, vida que enriquece, palabra que convence a quien te escucha y te sigue.

Y además, se afirma que viniste a nuestro mundo a convivir con nosotros, a manifestarnos tu gloria divina. Y que a cuantos te recibieron les diste la potestad de ser hijos de Dios. Y que a cuantos hemos visto tu gloria nos has llenado el corazón y el alma, de gracia y de verdad.

“En resumen —concluyen expertos en San Juan—, el evangelista, en este hermoso prólogo nos anuncia quién eres realmente, de dónde procedías, cómo llegaste hasta nosotros y qué obra realizaste en favor de los hombres” .

Permíteme de nuevo adorarte como a mi Dios y Señor. Ayúdame a escuchar tu Palabra “eficaz como espada de doble filo”, a abrir mi alma a tu luz para ver las grandezas de tu Reino, para ser testigo de tu resurrección. Ven hasta mí, y que yo te reciba, ven hasta nosotros y habita en nuestras almas.

miércoles, 29 de diciembre de 2010


ANA LA PROFETISA

DÍA SEXTO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

 SAN LUCAS 2, 36-40

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=d8Acc_RZ2lg

Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada, y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. Y llegando en aquel mismo momento alababa a Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

Las palabras del anciano Simeón se clavaron fuertemente en mi alma. Despuntaba allí mismo una “punta” del misterio. Misterio —que porque lo es— sigue siéndolo a pesar de haber transcurrido veinte siglos. ¡Signo de contradicción! ¡Espada de dolor! ¡Ruina y resurrección! ¡Dios y el hombre! ¡Salvación y muerte!

En éstas, apareció la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Se acercaba con paso lento, era muy anciana. Tenía una larga historia tras de sí: siete años casada, el resto viuda. Ahora tenía ochenta y cuatro años. Y siempre sirviendo en el Templo. Ayunaba mucho y rezaba más. Y le conocían en el Templo hasta las piedras.

Y llegó despacio y tranquila, alabando a Dios. A todos los que encontraba por el camino les hablaba del Mesías y les ayudaba a esperar la redención de Jerusalén. A mí me puso la mano en la cabeza y me dijo: “No seas incrédulo, sino creyente”. A otros les decía: “Sed valientes, tened ánimo, no temáis”.

María, al ver a Ana, se puso muy contenta. Le saludó como de conocerse de antes. María le dejó el Niño un buen rato, la anciana mientras le arrullaba decía: “Yo también sirvo a Dios, yo también soy esclava”. Y María mirando a José, le dijo: “José, esta es la anciana de que tantas veces te hablé”. Y José le dijo a Ana: ¡Enhorabuena, por haber estado aquí!

A José y María —y a todos— nos costaba arrancarnos de aquel lugar. Pero había que realizar lo establecido. Así que, cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea, su ciudad de Nazaret. Muchos fuimos con ellos, siempre detrás, y comprobamos que eran felices. María no hacía más que decirle al Niño: ¡Rey mío, Dios! El Niño reía como un ángel y sembraba paz a su alrededor. Hasta nosotros —los que les seguíamos— lo notábamos. Y José era feliz, dichoso.

Ya en Nazaret, siguió la vida ordinaria. Amanecía y se ponía el sol; se trabajaba y se rezaba; se organizaban reuniones en la cocina de María y en el taller de José. El Niño aprendía, a veces hablaba, otras miraba, daba gusto con Él. Jesús iba creciendo y se iba haciendo fuerte. Cada vez sabía más y cada vez brillaba más en Él la bondad. ¡Dios estaba con Él y Él con Dios. El era Dios!

martes, 28 de diciembre de 2010

ANCIANO SIMEÓN
SANTO TOMÁS MORO, MÁRTIR

FIESTA
SAN LUCAS 2, 22-35

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ytG9AdjEr88

Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.
Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
—Ahora Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria a tu pueblo Israel. Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo, y le dijo a María, su madre:
—Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción —y a tu misma alma la traspasará una espada—, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos co-razones.

Y cumplidos los días, te llevaron a Jerusalén para presentarte al Señor. Así estaba mandado y Tú querías, a eso habías venido, enseñarnos a cumplir la ley. ¡Que bonito, verte en brazos de tu Madre, María, camino del Templo; José iría como siempre, por de-lante. La tarde anterior había comprado con los últimos ahorros dos pichones; y Tú, Señor, Niño mío, como un infante más: indefenso, callado, dejándote llevar.

Yo estaba junto a Simeón. ¡Era tan bueno y tan justo este hombre! Casi nunca decía nada, sólo esperaba. Algunas veces parecía como si temblara, pero sobre todo esperaba la consolación de Israel; y rezaba; era como si el Espíritu Santo estuviera en él. Yo apuesto que estaba lleno del Espíritu Santo. Un día como hablándose solo le oímos decir: He recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriré antes de ver al Cristo del Señor.

Yo no entendía nada, Señor. Él —el anciano Simeón— sí. Por eso al entrar María y José contigo, en el Templo para cumplir lo prescrito en la Ley, Simeón que estaba esperando a la puerta, te tomó en sus brazos y con voz clara, emocionante y gozosa dijo: “Ahora, Señor, puedes llevarme contigo, lo que tenía que ver ya lo he visto. Sé que este Niño es el Salvador de todos los pueblos y luz de las gentes, y que será gloria de Israel y del mundo entero”. Y Simeón calló.

María y José se pusieron rojos de emoción —estaban admirados por las cosas que decían acerca de Ti—; Dios les iba mimando cada día. Yo también me puse contento. Y hasta tiré del manto de José y le pregunté por el nombre del Niño, y a María le dije que me dejara darle un beso.

Pero Simeón volvió a hablar. Le llamó a María aparte y le dijo: Mira, María, este Niño será salvación y será ruina; mira, María, este niño será signo de contradicción. Y en voz un poco más baja —lo oímos todos— prosiguió: y a tu alma la traspasará una espada.

María bajó los ojos, y dando vueltas en su corazón estas palabras, nos dijo: “Yo soy la esclava del Señor, estoy dispuesta a que se cumpla en mí su palabra”. Entonces Tú, Niño mío hiciste una caricia a tu Madre, a José le dirigiste una tierna mirada y a todos los que estábamos allí, nos sonreíste feliz.

lunes, 27 de diciembre de 2010


SANTOS INOCENTES

LOS SANTOS INOCENTES MÁRTIRES

FIESTA
SAN MATEO 2, 13-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KaSP5JfgPXE



Cuando se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
De Egipto llamé a mi hijo.
Entonces Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. Se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
Una voz se oyó en Ramá,
llanto y lamento grande:
es Raquel que llora a sus hijos,
y no admite consuelo, porque ya no existen.

El pueblo de Belén se encuentra alborotado. Se oyen cosas espantosas, Señor: que si has huido, que si los pastores están acobardados; que si los niños infantes están amenazados; que si la persecución ha empezado... ¡Se oyen tantas cosas! Y mientras, Tú, Niño mío, envuelto en el regazo de María, sobre el pollino dócil y mansurrón, caminas hacia otras tierras, hacia el destino divino. ¡Qué misterios, Señor!

Te alcanzaré y se lo preguntaré a tu Madre o al bueno de José, porque Tú, aunque me entiendes, como eres tan pequeñín no me dirás ni palabra, o lo mejor ni me sigues. Luego vengo, ahora voy a dar una vuelta por Belén.

María ya estoy aquí. No hace falta, Madre, que dejéis de caminar, ni que os bajéis del borrico. Caminaré a vuestro lado y al lado de San José, él me da ánimos y confianza. Sé que él vigila. El Niño sonríe y duerme.

Me cuenta María: “Después que se marcharon los Reyes, José tuvo un aviso del cielo y un Ángel del Señor le dijo: José levántate, toma al Niño y a María, y huye a Egipto y estate allí hasta que El os diga. José, ahora, mueve la cabeza, y dice: así fue. ¡Qué bueno es José y qué miserables somos los hombres!

Y que el asunto de esta huida era porque “Herodes iba a buscar al Niño para matarlo”. ¡Aumenta mi fe!

Y José, obediente y bueno, con prontitud se levantó, tomó al Niño y a mi —era de noche— y aquí estamos camino de Egipto. Y José añadió: Y allí permaneceremos “hasta que muera Herodes”. Y así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Yo, por mi parte, querida familia, os diré que Herodes, al verse burlado por los Magos, montó en cólera y dio la orden ¡qué poder! de matar a todos los niños de Belén y comarca, de dos años para abajo, para coger a nuestro Niño. ¡Qué dolor! Pagaron los inocentes el furor de un monarca.

María me miró compasiva; me dijo: hágase la voluntad del Padre; el Niño abrió los ojos y entendí que decía: no ha llegado la hora, pero yo también moriré inocente; y José, con el ronzal en la mano, miraba hacia adelante, obediente y justo, como siempre.

domingo, 26 de diciembre de 2010

PEDRO y JUAN
SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA

FIESTA
SAN JUAN 20, 1-8

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KpRCrhMr87g

El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y al otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo:
—Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.

Al fin, Señor, llegó la hora de tu muerte. Piadosamente y siguiendo la costumbre de enterrar entre las gentes de Israel, te dieron sepultura. Después todo fueron dificultades, tristezas, llantos. Aquella noche fue muy larga. Ya de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena, sola, fue al sepulcro”. Por el camino iba cavilando cómo quitar la piedra de la entrada. No hizo falta, al llegar, la encontró quitada.

Aquel momento, Señor, debió ser impresionante. ¿Qué había pasado? ¿Habían robado tu cuerpo? ¿Habías resucitado? Pensamientos de alegría y pensamientos de angustia se entrecruzarían por el alma de la Magdalena. La luz del sol se iba colando entre tenues nubes pardas.

¿Qué hacer? María Magdalena echó a correr, llegó hasta donde estaban tus discípulos, y dirigiéndose a Pedro y a Juan, les dijo: se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. Nadie dijo nada. La noticia era preocupante, desconcertante. Por otra parte, no había tiempo que perder.

De inmediato —con alas que da el amor— Pedro y Juan salieron hacia el sepulcro. Los dos al principio corrían al unísono, a la par; después Juan se despegó de Pedro y llegó antes al sepulcro. Y aunque vio los lienzos plegados y el sudario no plegado, no entró. Esperó que llegase Pedro. Poco después llegó Pedro y entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados y el sudario enrollado aparte. Entró también Juan vio y creyó.

Corrieron, llegaron, entraron, vieron y creyeron. Correr: salir de uno mismo; llegar: esforzarse en conseguir algo; entrar es actuar; ver es razón; creer es fe.

Pero aún no entendieron la Escritura, según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.

sábado, 25 de diciembre de 2010

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO 2, 13-15.19.23

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=aoEA2TR_3Os


Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
--Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que no saliera de Egipto”.
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
--Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero al enterarse que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.

Me acerco a Nazaret. El día es apacible. Una suave brisa roza los matorrales del campo. Poca gente por el camino. Algún pastor con sus ovejas. Me encuentro con un joven que me mira sorpendido. Trato de elimnar barreras y acercarme hasta él. Le hablo, pero nada. Al fin me escucha y da solución a mi pregunta: ¿Sabes donde vive la familia de José, el carpintero? Me dice que sí, y juntos nos dirigimos al lugar.

Llegamos muy pronto. La casa era sencilla. Nada que llamara la atención sino es la limpieza de las paderes. Llamo a la puerta y me sale a abrir un joven, hermoso, bien plantado. Le pregunto por José y me dice: aquí vive, es el que hace de padre en este hogar. Y añade: también está mi madre, que es muy buena. A mi me quiere mucho y también quiere mucho a mi padre, quiere a todos.

Y sin casi darme casi cuenta, allí estaban los dos: los padres que aquel joven que con educación había desapareido para dar protagonismo a los mayores. Nos saludamos, deseándonos la paz. Me doy cuenta que mi paz es pobre y que la paz que ellos reflejan es auténtica. Siento por dentro un no sé qué de alegría y gozo y me atrevo a preguntar. ¿Qué pasó después de que se fueran los Magos?

José se extraña de la pregunta y me contesta: "Cuando se marcharon los magos, se me apareció el ángel del Señor, en sueños, y me dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

Y tú, ¿qué hiciste? Pues nada, "me levanté cogí al niño y a su madre de noche; y me fui a Egipto y allí me quedé hasta la muerte de Herodes". Así se cumplió lo que el Señor había dicho por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que no saliera de Egipto”. No te quiero contar lo que pasamos aquellos años.

Y luego, insistí: ¿qué pasó?  Pues nada, luego, es decir más tarde, no hace falta precisar el tiempo, "cuando murió Herodes, el ángel del Señor se me apareció de nuevo en sueños y me dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño." Y aunque sabíamos que la mano de Dios estaba con nosotros, respiramos.¡Fue tan duro!. Pero Dios ¡nos quiere tanto!

Y ante esto, ¿Qué hiciste? Pues nada, "me levanté, tomé al niño y a su madre y me volví a Israel. Pero al enterarme que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuve miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiré a Galilea y me establecí aquí, en este bonito pueblo, que como sabrás se llama Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron otros profetas, que Jesús (el jovenque acabas de ver) se llamaría nazareno. Y así le llaman Jesús Nazareno".

Estaba tan contento escuchando estas cosas, que me dí una vuelta en la cama y me desperté. Y me convencí que había sido un sueño con fundamento evangélico. Cerré los ojos y no me salió otra cosa que: Jesús, José y María, cuidad la familia mía y de todas las familias de la tierra. Amén.

viernes, 24 de diciembre de 2010

EL VERBO SE HIZO CARNEa
LA NAVIDAD DEL SEÑOR

(MISA DEL DÍA)
SAN JUAN 1, 1-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=a8rwBy0GR8o

En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por él,
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
Pero a cuantos le recibieron
les dio potestad para ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.
Y El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama:
Éste era de quien yo dije:
el que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo.
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que estaba en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

Me he enterado, Señor, de que has venido a la tierra. Y me he puesto en camino; también yo quiero ir a visitarte. No sé cuándo llegaré, pues tengo que recorrer un sendero largo. Lo intentaré, con tu gracia, y de seguro que llegaré hasta donde Tú te encuentras. Me han dicho que estás en los brazos de tu Madre, María, una joven mujer, que dicen es “canela en rama”; que te quiere tanto que deja que te quieran; es más, hasta te ofrece a los visitantes, sin miedo a que te rompan.

Dicen que es tan buena tu Madre, que no le ha preocupado que nacieras en un establo. Has nacido sin comodidades materiales, es verdad, pero rodeado del amor tan grande de tu Madre, que sólo con ese cariño eres el más rico de todos. Cosas de tu doctrina: ¡al que más tiene más se le dará!

Me han contado también que os acompaña un hombre, José, el carpintero de Nazaret. Dicen que se veía venir. ¡Era siempre tan servicial y tan atento! Dicen de él que nunca exigió nada, ¡y mira que a veces tuvo que pasar malos ratos! Ahora a vuestro lado es una bendición. ¡Te felicito, Señor, porque supiste escoger las mejores prendas!

Pero me voy hacia el portal que te quiero ver —bueno, ver es un decir, porque a Dios nadie lo ha visto jamás—; Tú nos lo das a conocer, pero ver, ver... ¡Habrá que esperar a que pase un tiempo para verte cara a cara.

Ya estoy aquí a la puerta. Han llegado tantos antes que yo, que no sé si me tocará saludarte esta tarde. Bueno, me sentaré en una piedra y me pondré a mirar al cielo. También miraré hacia atrás y trataré de que Tú, Señor, borres mis pisadas. Y si me duermo, que me despierten suavemente los ángeles.

Oigo hablar a los que salen de tu casa. Llevan la cara resplande-ciente. Parecen otros. Caminan despacio. A su paso las flores despiden fragancia y hasta parece que les aplauden las ramas de los árboles. ¡No sé qué tienes, Señor, no sé qué tienes!

Al fin, llego a tu lado. Lo primero que te pido es que me dejes besarte. Luego, si te parece, me dices cuatro cosas. Y antes de salir, me dejas que diga a tu Madre: bienaventurada, y a José: dichoso. Y si Tú me dieras un beso, Señor, y me dejases estar contigo un rato, sería feliz. Algún día podré gozar de Ti para siempre en el cielo.