jueves, 7 de julio de 2011

DESDE MI VENTANA

En los viajes, además de hacer amigos, se aprenden muchas cosas. Hace falta escuchar con serenidad, tomar alguna nota, aunque sea mentalmente, y saber agradecer. Yo aprendí hermosas lecciones en este mi prmer viaje a Barruelo.


DÍA 7 DE JULIO DE 2011

Hablamos mucho en aquel viaje. El compañero de tren me informó de como estaba Barruelo en aquellos momentos. Era el año 1963, mes de julio. Habían pasado casi treinta años desde la enfrentación entre hermanos, en la Guerra Civil. Me dijo que aún quedaba algún resquemor y algún resabio religioso sobre los curas, pero que la gente había cambiado últimamente mucho. Es cierto, añadió, que un grupo de mineros no acuden a la Iglesia, pero hay otros que lo hacen con frecuencia. Y para confirmar lo dicho afirmó: "Uno de esos, soy yo, trabajador en la mina, ahora de baja; precisamente vengo de Palencia de hacer una revisión. Acudo al templo todos los domingos, tengo amistad con el Párroco y con el coadjutor que ha estado hasta ahora, y si quiere, la tendré con usted". Nos ibamos metiendo en harina. Y poco a poco yo me iba serenando por dentro y de vez en cuando pensaba: cuando vuelva a ver a mi padre le diré todo esto. Estos pensamientos me tranquilizaron bastante. Mi acompañente lió otro cigarro. El tren se había parado en las estaciones o apeaderos del trayecto. Aproveché para preguntarle: ¿Y como ha ido cambiando todo esto? El me dijo: "El tiempo cura las heridas y atempera los ánimos. En Barruelo ha sido providencial la presencia de los Hermanos Maristas y las Hermanas de la Caridad. Por el Colegio de los Hermanos Maristas han pasado muchas personas y han ido aprendiendo a querer y a perdonar. Y por las Hermansas de la Caridad han pasado los heridos en la mina y han comprobado el cariño inmenso de estas mujeres". Con el tiempo, viví en Barruelo catorce meses, comprobé todo lo que mi compañero de viaje me explicó. Durante este tiempo, asistí como capellán a las Religiosas y también asistí a los Maristas.

En un determinado momento, manifesté a mi compañero de viaje, que iba a rezar Vísperas. Le pareció muy bien. Terminados mis rezos, poco después, llegamos a Aguilar de Campoo. Un olor agradable se percibía en el ambiente. Era la Fábrica de Galletas de Fontaneda. Cambiamos de tren y enseguida, pasando por Villavega, Cillamayor, llegamos a Barruelo. Mi compañero de viaje me llevó hasta la casa del Párroco: Don Manuel Palaciós, un sacerdote bonachón, dicharachero, simpático. Compartían despacho con el párroco, un ruiseñor y un felino. Por allí estaba también la señora Victoria, ama de cura, con la que después hice amsitad. Me presenté como era de rigor. El párroco me dijo que encantado en conocerme, pero que como era un poco tarde, mejor sería que me fuera al Hotel Navamuel, a cenar, a descansar y que nos veríamos al día siguiente. Obedecí y así lo hice. (Seguirá mañana)

miércoles, 6 de julio de 2011

DESDE MI VENTANA

No siempre fue tan fácil como hoy realizar los translados. En estos momentos abundan los transportes públicos. También se dispone de vehículos propios. Todo lo cual hace más cómodo y rápido ir de un lugar a otro. No siempre fue así. Es el caso que voy a contar de mi primer viaje a Barruelo de Santullán.



TREN DE LOS AÑOS SESENTA
 DIA 6 DE JULIO DE 2011

Pasado el tiempo, quizás parezca exagerado lo que voy a contar. Pero en aquel momento, no dejaba de ser una pequeña aventura. Había recibido mi primer nombramiento el día 5 de Julio, el día 10 del mismo mes, tenía que estar en el lugar de destino. De mi pueblo, Villasaracino, hasta Barruelo, puede haber ochenta kilómetros. No había línea de autobuses, yo no tenía coche propio, ni moto, ni siquiera bicicleta. Sólo me quedaba viajar en tren, salir desde Osorno, once kilómetros de mi peublo, y viajar hasta Aguilar de Campoo; después desde allí empalmar con otro tren hasta Barruelo de Santullán. Para llegar a Osorno, existía un viejo autobús diario. Antes de iniciar este viaje, tenía programado, como premio, pasar un par de días en Burgos, en casa de quienes fueron padrinos de mi primera Misa. Y así lo hice. Llegué a Burgos en un coche particular y volví en el mismo. De la estancia en Burgos, recuerdo buenas cosas. Además de encontrarme con gentes nuevas y tierras nuevas, la alegría que experimenté en la celebración de la Santa Misa en un altar de la Catedral. Fue para mi como un sueño: yo cura joven, de pueblo de toda la vida, poder celebrar en la hermosa Catedral de la Ciudad Castellana.


Pero vayamos al viaje. Era por la tarde, mes de julio, calor de verano. Era casi anochecido, cuando monté en un viejo tren en la pequeña estación de Osorno. Como todos los curas de entonces, vestía de sotana, limpia, recién estrenada, eso sí. Tenía yo entonces venticinco años, pelo negro, un cura joven, sin estrenar. Llevaba conmigo una pequeña maleta con el Libro de las Horas y la ropa imprescindible para tres días. Entré en el departamento del tren con cierta precaución. Viajaba poca gente aquel día. Entre los que formaban el grupo de viajeros, estaba un señor de mediana edad, bajo de estatura, muy hablador, muy fumador y muy simpático. Saludé a todos y enseguida entré en conversación con este hombre. Le pregunté a dónde iba. El me preguntó que a dónde iba yo. Coincidió que los dos, curiosamnte, íbamos a Barruelo de Santullan. Me cayó bien aquel hombre desde el primer momento. Pasado algún tiempo, fuimos buenos amigos. No tardó en sacar su petaca del bolsillo, papel de hacer cigarros y comenzó a liar uno. Me ofreció tabaco, le dije que no fumaba. Pero alabé el modo de hacer el cigarro y le conté la habilidad que tenían mis abuelos, y además le dije que mis dos abuelos eran grandes fumadores, que mi padre no lo era y que quizás por ello, yo tampoco fumaba.


Y al nombrar ahora a mi padre, me acuerdo de las recomendaciones que me hizo antes de emprender el viaje a Barruelo: "Mira, hijo, me dijo, vas a un pueblo defícil. Casi todos son mineros, y no olvides la fama que tienen los mineros". Me dijo más: "Recuerda que durante los años de la guerra civil española, los sacerdotes lo pasaron muy mal, por esos lugares". Y además, me dijo: "Los mineros tienen fama de ser poco religiosos, así que ten cuidado y no te metas en líos".
(Seguirá mañana)

martes, 5 de julio de 2011


DESDE MI VENTANA

Desde este lado de la ventana, donde descansan y revolotean los recuerdos y las vivencias pasadas.



 DÍA 5 DE JULIO DE 2011


"Trabajaréis en las Parroquias en las que habéis ayudado como diáconos este último año. Tu, Jose Ignacio, en la de San Francisco Javier;  y tú, Juan, en la de Santa María de Barañain". Así lo anució el Sr. Obispo de Pamplona, Mons. Francisco Pérez, en la homilía que pronunció el domingo pasado, 3 de julio, en la ordenación de estos dos nuevos presbíteros. Una manera pública y directa de dar nombramientos. No siempre se hizo así.

Parroquia de Barruelo
Contaré como y cuando recibí yo mi primer nombramiento. Me había ordenado en el Seminario de Palencia el día 29 de junio de 1963, festividad de San Pedro y San Pablo. Acababa de ser elegido Pablo VI como sucesor de Cristo en la tierra y el Concilio Vaticano II seguía sus sesiones con normalidad. Y allí, en el Seminario palentino, veinticinco diáconos, éramos consagrados presbíteros de la Iglesia Católica. Dije mi primera Misa, en un ambiente festivo y alegre, el día 2 de julio del mismo año, en Villasarracino. Cuatro días después, llegó el cartero a mi casa. Me entregó un sobre con membrete del Obispado de Palencia. No hacía falta ser adivino para saber que se trataba del nombramiento. Sin embargo, recuerdo que lo abrí con cierta emoción y parsimonia. En una cuartilla, escrita con letras de máquina, aparecía el lugar de mi primer destino. El corazón me dió un vuelco. Estaban mis padres delante esperando que les comunicara el lugar. No lo hice enseguida. Me hice el remolón, tardé algunos minutos. Mientras, me vino a la cabeza la cantinela que mi padre me había repetido en los días anteriores: "José María, tú irás destinado a Polentinos o a Vidrieros". Eran dos de los pueblos más pequeños del norte de la provincia Palencia. Pues no acertó mi padre, el destino era otro. Se trataba de Barruelo de Santullán, zona minera. Mi padre me hizo repetir el nombre y un tanto incrédulo, me pidió la carta. Lo hice. El texto que leyó en voz alta, decía más o menos: D. José María Calvo de las Fuentes, se le nombra por la presente, Coadjuntor de la Iglesia Parroquial de Santo Tomás Apóstol de Barruelo de Santullán. Se pondrá al servicio de Don Manuel Palacios, Párroco de dicha Iglesia, el próximo día 10 de julio. Quedaban sólo cinco días.

Aquella mañana, me acordé del pasaje evnagélico que dice: "Designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies". Y medité en él. Pasados los años, leí en Camino: "Id y predicad el Evangelio... Yo estaré con vosotros..." -Esto ha dicho Jesús... y te lo ha dicho a ti" (904). Lo del viaje a Barruelo, lo dejaremos para mañana.


lunes, 4 de julio de 2011

UN AVISO

Voy a cambiar la presentación de mi blog. Espero sea más sencillo y más claro. En lugar de dividirlo en cuatro apartados, como hasta hora, lo construiré en una única pieza. Aunque, como se verá, mantendré las cuatros partes de siempre. Espero el parabién vuestro, mis seguidores, de lo contrario, como de sabios es rectificar, procederé de otra manera.

DESDE MI VENTANA

A lo largo de estos meses, he ido escribiendo sobre lo que contemplaba desde mi ventana a través de una rápida mirada. Cosas normales unas, otras más llenas de transcendencia. Y siempre, con la intención de presentar una idea sobre la que pensar, para sacar después alguna consecuencia para la vida.  A partir de hoy, voy a cambiar un poco el sistema. escribiré de vivencias, de experiencias, del trascurso de la vida.

Hoy, el tema me viene dado: la primera Misa de Juan Tejero. Juan se ordenó ayer en la Catedral de Pamplona. Mons. Francisco Perez fue el Obispo que le ordenó. La Catedral estaba llena de gente. Un grupo numeroso de sacerdotes y famliares y amigos de los dos nuevos ordenandos. La Capilla de música, dirigida por Aurelio Sagaseta, armonizó la ceremonia. La tarde, cubierta de nubes, aguantó sin llover, aunque el algún momento cayeron algunas gotas. Hoy, esta mañana, Juan, celebró su priemra Misa en la Parroquia de Santa María de Barañain. Una Iglesia bonita con sus vidrieras alegres. Empezó la Misa, música y canciones. Una familia numerosa y amigos. Más de veinte sacerdotes. Predicador de lujo y palabras finales del Misacantano. Besamanos y aperitivo en el porche del templo. Al compás de esta primera Misa, no puedo por menos de recordar la mía. Retrocedamos al año 1963. Nos situamos en un pueblo de Palencia: Villasarracino. Dos de julio. Había llegado la tarde anterior. Las campanas tocaban en la torre con fuerza. Parece que las sigo oyendo. Enramadas desde mi casa a la Iglesia y desde la Iglesia hasta mi casa. El pueblo estaba de fiesta. Y mi familia de modo especial. Mis padres, mis hermanos (algunos faltaron) lo mismo. Al día siguiente, de madrugada, los jóvenes del pueblo me despertaron cantando la aurora: "Estas son las mañanitas que cantaba el el Rey David, ...., y un poco después, bajo arcos y canciones apropiadas al acto, nos dirigimos a la Iglesia. La Iglesia que apesar de ser verano y las gentes estar en plena recolección, se encontraba abarrotada: grandes y pequeños, etaba todo el pueblo. No se me olvidará el Veni creator Spiritus... que entoné con fe y esperanza. La Misa en latín, fue cantada por el coro del pueblo y sacerdotes amigos que habían llegado a acompañarme; el sermón de campanillas lo pronunció D. Sinforiano Blanco (Rector del Semianario), llegó el besamanos y la entrega de la estampa de recuerdo, y terminada la ceremonia, otra vez bajo arcos y canciones, y sonidos de campana, nos dirigimos a hasta mi casa. ¡Cómo no recordar todas estas cosas con emoción! Y llegaron las enhorabuenas, la comida festiva, las emociones de todos, la alegría desbordante. Hoy despues de cuarenta ocho años todavía suenan en mis oídos las canciones de entonces,  y, sobre todo, sigo contemplando admirado el rostro de mis padres y hermanos, llenos de emoción y de alegría. Y sigo escuchando el toque de campanas de la torre, y la gran satisfación del párroco y la espera del nombrmiento de mi nuevo destino. Nombramiento que me llegó a los ocho días: Coadjutor de Barruelo de Santullán, pueblo minero del Norte de Palencia. Hoy, lo dejo aquí. Otro día escribiré sobre mi primer viaje a Barruelo. Solo quiero hacer una breve reflexión, recordando aquellas palabras del Evaneglio: "No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros y os destiné a que os vayáis y deis fruto, y vuestro fruto que dure". Y aquel punto de Camino el 531 que dice: "¡Tratádmelo bien, tratádmelo bien!", decía, entre lágrimas, un anciano Prelado a los nuevos Sacerdotes que acababa de ordenar. —¡Señor!: ¡Quién me diera voces y autoridad para clamar de este modo al oído y al corazón de muchos cristianos, de muchos!. Un gozo que no se olvida.









domingo, 3 de julio de 2011

DESDE MI VENTANA

Mirar al exterior de uno mismo, a las cosas creadas por Dios, nos ayudará a conocernos por dentro y a conocer mejor al Creador.






DÍA 3 DE JULIO DE 2011

Hoy, al mirar desde mi ventana, he visto al Creador. He visto al Creador del Cielo y de la Tierra. Le he visto en las personas y en las cosas a mí cercanas. He visto al Creador en las hojas verdes de los árboles; en la hierba amarillenta del jardín; en la luz brillante del sol que vive allá a los lejos; en los picos salientes de las montañas lejanas; en los coches de varios colores aparcados en la plaza. Pero sobre todo, he visto a Dios Creador y Salvador, en los padres de familia que acudían a la Iglesia, con sus hijos pequeños, para asistir en la celebración de la Santa Misa; y a bastantes adolescentes joguetones y traviesos; y a los ancianos doblados de años que apoyados en sus bastones, caminaban lentamente; y a los enfermos llevados en sillas de ruedas al Sacrificio del Altar. Incluso he visto a Dios en la ausencia de jóvenes y gente madura, y he pedido por todos ellos de forma especial. Ha sido, por todo ello, un día admirable, extraordinario. Y mientras contemplaba todas estas cosas me venían a la cabeza una de las canciones que hemos entonado esta mañana en la Misa:
Cantad a Dios todas sus criaturas, y bendecid su nombre por los siglos. Cantad a Dios los ángeles del cielo, las aguas todas bendecid a Dios. Cantad a Dios, estrellas, sol y luna, lluvia y rocío, fríos y heladas. Cantad a Dios rocíos y nevadas, calor y fuego bendecid a Dios. Cantad a Dios, ensálcelo la tierra, lo que germina en ella cante a Dios. Cantad a Dios las cumbres de los montes, los manantiales den su gloria a Dios. Cantad a Dios los mares y los ríos, todos los peces y aves de los cielos. Cantad a Dios las fieras y ganados, con vuestras voces bendecid a Dios. Cantad a Dios los hijos de los hombres, los sacerdotes bendecid a Dios. Cantad a Dios los jóvenes y niños, todos los hombres bendecid a Dios. Cantad al Padre, al Hijo y al Espíritu, todos los himnos bendecid a Dios. Cantad a Dios en todo el universo, cuanto respira que bendiga a Dios.


REFLEXIÓN

La Biblia también dice: Toda la naturaleza alaba a Dios (Salmos 148:7-10); El sol, la luna y las estrellas le alaban (Salmos 19:1 y 148:3); Los ángeles le alaban (Salmos 148:2); Aún la ira de los hombres es usada por Dios para Su alabanza (Salmos 76:10); A los niños hay que enseñarles a alabar a Dios (Salmo 78:4).


CAMINO 

268 Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...
Dale gracias por todo, porque todo es bueno.

sábado, 2 de julio de 2011

DESDE MI VENTANA

A veces, cuando te dispones a hacer algo, tal vez muy pensado y reflexionado, por distintas circunstancias, cambias de parecer y realizas otra cosa. Pensabas escribir sobre las flores y terminas escribiendo sobre la oración por los sacerdotes.


DÍA 2 DE JULIO DE 2011

Eso me ha pasado hoy a mi. Me disponía a mirar a través de los cristales de mi ventana, para fijarme en algo concreto y escribir sobre ello, cuando de repente, me tope con una hojita en forma de librillo, que estaba sobre el Libro de las Horas, que tengo sobre mi mesa. La hojita está muy vieja, muy usada, casi rota.  En la primera página lleva una ilustración en la que se puede ver: parte del globo terraqueo, que a la vez hace de base de un caliz; sobre el caliz un corazón atravesado por una espada, y rodeado por esta inscripción latina: "ut omnes unum sint". Del corazón salen destellos de fuego, que, a su vez, rodeados por otra inscripción, ésta en castellano, dice: "Corazón dacerdotal de Jesús, danos sacerdotes santos". En la parte inferior de esta sencilla ilustración, se lee: "Coronilla al Sagrado Corazón Sacerdotal de Jesús" (Por los Sacerdotes y Seminaristas). La segunda página de esta hoja comienza por un Ofrecimiento y cinco apartados en los que después de una oración, aparece  el siguiente texto: Corazón sacerdotal de Jesús, al que responde: Danos sacerdotes Santos (diez veces); y a continuación: Que tus Sacerotes, Señor, se revistan de justicia, (una vez). Al final de las cinco partes, recoge la oración de la Misa de Jesús Sumo y Eterno Sacerote y una petición por los sacerdotes difuntos. Y termina: Toleti, die 31 Januarii 1948. Cuando ví esta hojita, la cogí en mis manos y leí su texto, no pude menos de recordar a mis padres. ¡Cuantas veces rezarían esta oración! De muchas de ellas, fui testigo; de las más lo ignoro. La rezaban juntos mi madre y mi padre, a veces, con alguna de mis hermanas.... ¡Cuantas gracias tengo que dar a Dios por aquellas oraciones, tan llenas de fe y de esperanza. Además, considero que la aparición de esta hoja ha sido un regalo divino. Justamente hoy celebro el 48 aniversario de mi primera Misa, allí en la Parroquia de la Asunción de Villasarracino en presencia de mis padres y hermanos (no todos), sacerdotes y del pueblo entero. Tengo que terminar y lo hago con las mismas peticiones que tantas veces repitieron mis padres: Corazón sacerdotal de Jesús, Danos sacerdotes Santos. Que tus Sacerdotes, Señor, se revistan de justicia. Asi sea.


REFLEXIÓN

Padre Nuestro que estás en el Cielo
Para que Tu Nombre sea santificado,
Señor, danos sacerdotes.
Para que Tu Reino venga a nosotros,
Señor, danos sacerdotes.
Para que nos comuniquen el pan de la Palabra y de la Eucaristía,
Señor, danos sacerdotes.
Para que en Tu Nombre perdonen nuestras ofensas,
Señor, danos sacerdotes.
Para que nos enseñen a perdonar a los demás,
Señor, danos sacerdotes.
Para que nos auxilien en nuestra lucha contra las tentaciones,
Señor, danos sacerdotes.
Para que en el momento de nuestra muerte nos ayuden a vernos libres del mal, Señor, danos sacerdotes según tu corazón.
Amen.

CAMINO


526 Si no tienes veneración suma por el estado sacerdotal y el religioso, no es cierto que ames a la Iglesia de Dios.






viernes, 1 de julio de 2011

DESDE MI VENTANA

Vuelvo a mi lugar. A mi habitación. Vuelvo a mirar por mi ventana. La de todos los días, la de siempre.




DÍA 1 DE JULIO DE 2011

Hoy, al mirar desde mi ventana me he fijado en la parte de calle que contemplo desde mi observatorio. Más que calle, es una plaza. Una plaza singular, porque tiene nombre de calle y tiene apariencia de plaza. De todas formas, que sea calle, que sea plaza, para lo que me ha llamado la atención, es igual. Me ha llamado la atención lo limpia que está la calle y si se prefiere la plaza. Es de baldosa, hace rectágulos que están marcado por baldosas rojas, el resto de las baldosas son blancas. Parece la estancia de una casa. Al estar tan limpia y tan lisa se pasea por ella sin dificultad. Es, diríamos, un lugar por el que pueden caminar los ciegos, los niños, los ancianos. Los ciegos, porque no tienen peligro de chocarse con nada; los niños porque por estas calles no circulan los coches; los ancianos porque no tiene el peligro de tropezar con las piedras. Además de estas cosas, tiene otras ventajas. Se puede jugar a distintos juegos infantiles; se puede montar una corta tertulia, se puede dejar a los niños que corran y jueguen con el balón, se puede conversar con los vecinos, y otras miles de actividades. Cuando veo estas calles tan limpias, tan lisas, me acuerdo de las calles de los pueblos que me tocó vivir de muchacho. Eran de tierra, barro en invierno y polvo en verano. Cuando llegabas a casa los zapatos necesitaban una buena alimpieza, cuando salías de casa tenías que ir pisando con cuidado si querías llegar a la escuela o a la Iglesia con el calzado decente. Eran otros tiempos, otras calles. Gracias por la limpieza, gracias por la tranquilidad, gracias por los adelantos.


REFLEXIÓN

Las ciudades mejorar valoradas en cuanto a limpieza son Oviedo, Pamplona, Getxo, Vitoria y Bilbao. En el otro lado de la balanza se sitúan Guadalajara, Teruel, Alicante, Sevilla, Badajoz, Jaén y Toledo.



CAMINO

339 Libros: no los compres sin aconsejarte de personas cristianas, doctas y discretas. —Podrías comprar una cosa inútil o perjudicial.

¡Cuántas veces creen llevar debajo del brazo un libro... y llevan una carga de basura!





jueves, 30 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA


Esto lo escribí ayer. Todavía en la casa de Aranbide. Lo escribí en mi habitación, lugar desde he visto y descrito otras cosas esta convivencia: días de formación, de amistad, de descanso.


Tengo delante una fotografía que tomé hace unos días. No es una fotografía muy buena, pero recoge un aspecto de mi jardín. A la derecha un trozo de pared, compuesto por seis ladrillos, que al estar tomada la fotografía de cerca, parecen gruesas placas de cemento; un poco más allá, a la derecha, una puerta metálica de cinco planchas; justo en el rincón, un arbolillo; ya fuera de la tapia: verdes pálidos y verdes obscuros; y tras el maizal, los prados, las altas montañas. Y aquí, más cerca, una pequeña rosa, sencilla, tiesa, que nace de la tierra y alegra el conjunto. Esta la fotografía.


Después de ocho días, miro de nuevo por la ventana de mi habitación. Veo los mismos ladrillos, son más pequeños; veo la puerta casi plana, es la misma; el arbolillo triste y doblado; veo los verdes del jardín apagados; los maizales y los prados obscuros; las altas montañas cubiertas por las nubes. Y la rosa, la pequeña rosa, la veo ajada, doblada, casi seca. Todo ha cambiado, y tan sólo ha pasado una semana.


La razón: el tiempo. El tiempo ha comido y desgastado el color, el tiempo ha cambiado el clima, el tiempo ha cambiado los aspectos de las cosas.


Hoy es un día de verano que parece invierno. Ayer llovió mucho, hoy hace frío y todo ha cambiado. Hasta las ovejas que pastan en el prado y las vacas que cruzan los campos, están tristes, les falta sol, luz, alegría.


Y sin embargo, a pesar de este contraste tan fuerte, a pesar de estos cambios, por cierto todos exteriores, un hijo de Dios no debe dejar llevar por el desánimo, no debe caer en la angustia, en la melancolía. ¡Que estén triste los que no quieren ser hijos de Dios!, escribió San Josemaría.


Nunca dejarse vencer por la tristeza, pero menos hoy, cuando esto escribo, que celebro los cuarenta y ocho años de mi ordenación sacerdotal. Y aunque miro para atrás y veo tantos cambios, tantas pisadas borradas: desde Barruelo, Cillamayor, hasta el Redín, Irabia, Miravalles; desde la Universidad hasta la Parroquia de Santa Teresa, hay que mirar hacia adelante y soñar. Lo he oído estos días muchas veces: “Soñad y os quedaréis cortos”. Desde mañana volveré a mirar por la ventana de mi habitación.



miércoles, 29 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA


Y por fin llego al final de la ruta trazada. Hasta las montañas más altas del valle. Allá donde se toca el cielo con la tierra. Hoy, por cierto, las montañas que cierran el valle de Lizaso, están cubiertas totalmente de nubes. Hasta las copas de los árboles han bajado las portadoras de viento y de agua. Están las nubes pegadas a las hojas del bosque.


Estas nubes que ahora contemplo desde mi ventana, forman diferentes figuras caprichosas. Unas parecen enormes bolas de algodón, otras son semejantes a figuras humanas, otras se diluyen a medida que se dejan arrastrar por el viento.


Tengo que dejar las nubes y pasar a la tierra. La montaña que hoy veo tapadas por las nubes, las he contemplado muchos días con precisión meridiana. Es una cordillera casi uniforme. Solo en un momento se eleva un poco más y da la sensación de que este trozo es la atalaya del monte, para ver más cerca el firmamento y contemplar con admiración otras cosas debajo de ellas.


A veces pienso en los secretos que encierran estos montes tan grandes. Los secretos de un mundo de calor y de frío, un mundo de misterio.


Y de misterio y misterio, salto al misterio del hombre y de la vida, al misterio del más allá. Y me quedo asombrado ante el tiempo empleado en amontonar tesoros donde entran los ladrones y roban. Y pienso como a veces perdemos la paz por cualquier tiquismiquis de esta tierra, olvidando la existencia que nunca termina.


Hoy día del 60 aniversario de la ordenación del Papa y los 48 de mi ordenación quiero copiar la oración que el propio Benedicto XVI ha compuesto para esta ocasión:


Señor, te damos gracias porque has abierto tu corazón para nosotros; porque en tu muerte y en tu resurrección te has convertido en fuente de vida. Haz que seamos personas vivientes, vivientes de tu fuente, y dónanos el poder ser nosotros también fuentes, capaces de donar a este nuestro tiempo agua de vida. Te damos gracias por la gracia del ministerio sacerdotal. Señor, bendícenos y bendice a todos los hombres de este tiempo que están sedientos y en la búsqueda. Amén.






Mañana miraré desde otra ventana. Hasta pronto. Gracias por el fiel seguimiento.
JMC



martes, 28 de junio de 2011

DESDE M VENTANA


Y más allá de las casas del pueblo, de la escuela y de los edificios oficiales, está el bosque. El bosque, que desde aquí, desde mi ventana, lo percibo pequeño, encogido, casi lineal. Pero sé que detrás de esta línea verde obscura que desde aquí vislumbro, existe una gran espesura de dimensiones más grandes; sé que detrás detrás de esta línea sencilla, hay árboles y más árboles; sé que hay valles y colinas que avanzan hasta llegar a las cimas más altas, donde parece se toca la tierra con el cielo.


Desde mi vetana, pues, veo sólo pequeños detalles. Aunque sé que si nos acercamos al lugar, podremos contemplar cientos de árboles con sus enormes copas y sus enormes raíces. Es más, podremos ver las pequeñas retamas que serpentean por el suelo haciendo miles de curvas y la insignificante ramuja que hace de colchón a los ramos secos que de los árboles se desprenden. Y hasta las cuevas de alimañas o las huellas gruesas de animales más grandes. Y oir el cantar de los pájaros, el ruido del viento y percibir el silencio de los bosques.


Pero ahora, desde mi ventana, no veo casi nada. Por eso, me da tiempo para mirar hacia adentro y descubrir las maravillas del alma humana. Y pensar en los cielos nuevos y en la tierra nueva que nos espera. Y recodar las palabras del Apóstol de las gentes, San Pablo: “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado a los hombres”.


Miro a lo lejos no veo casi nada. Espero en el más allá y veo la vida eterna.

lunes, 27 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Y más allá de mi pequeño jardín, del maizal fresco y lozano, de los prados recién segados y de los árboles repletos de hojas, están los edificios, el pueblo, la vida animal y humana.


Lo que mejor diviso, son los edificios de la escuela. Es un edificio ancho y alto, el más alto todos. Tiene un número considerable de ventanas. Hoy están todas cerradas, son de color blanco. Los techos de las casas y también de la escuela, son de teja rojiza con algunas zonas de uralita.


A la derecha de la escuela, veo otro edifico grande, debe ser un almacén, para guarda la hierba que recogida en los prados cercanos. Más al fondo, otro edifico parecido, este tiene la pinta de ser un establo de ovejas y vacas. Un poco más al extremo derecho, se divisan más casas, pequeñas, ocultas entre los árboles que merodean por el poblado. A la izquierda, no lo veo pero sé que está el grueso del casco urbano, los edificios oficiales, la iglesia, el ayuntamiento. Por cierto en estos momentos se oye la campana que llama a Misa. Son unas campanadas suaves y sencillas que recuerdan a los feligreses la hora del Sacrifico del Altar.


Desde mi atalaya, no veo la vida, no alcanzo a ver el movimiento humano, los árboles me dificultad la vista. No veo ni a los niños de la escuela, ni a los pastores y ganaderos del campo, ni a las amas de casa, ni a los funcionarios, ni al cura, ni siquiera a los perros de la calle o los coches aparcados a las puertas de las casas.


No veo nada. Pero tengo creo en su existencia. No toco nada, pero percibo la realidad. No gusto nada pero percibo su cercanía. De tal manera de que estoy seguro de la existencia de todas estas cosas. Qué casualidad, ahora un águila no muy grande cruza el espacio que diviso, mueve sus alas suavemente, vuela lenta, vuela serena y se aleja de mi vista.


Hoy día del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi), me venía a la memoria aquella estrofa del Adorote devote que dice: “Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza, creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta palabra de verdad.


Razón y fe: las dos alas para conocer la verdad. Si el águila de arriba, pierde un ala cae, si pierde las dos, muere. Tú y yo necesitamos las dos alas para volar alto y darle a la caza alcance.





domingo, 26 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Hoy voy a escribir sobre la arboleda que contemplo desde mi ventana. Además de los dos arbolitos de mi jardín, siguiendo la parte izquierda de mi posición, diviso una espesa y frondosa hilera de árboles. Casi todos del mismo tamaño. Siguen el margen del río a pies juntillas, río que ni veo sus aguas, ni oigo su ruido, pero sé que existe y que corre entre los prados y cruza un poco más adelante la carretera, perdiéndose poco después.


Los árboles viven la mejor época del año. Llenos de ramas y de hojas, llenos de vida y de presencia. Todos teñidos de verde, con diversas tonalidades, convierten el conjunto en algo armonioso y bello. Parecen, vistos a la distancia que yo los contemplo, que están pegados, juntos entre sí, pero no, son los extremos los que se tocan, que los troncos y raíces llevan una buena distancia.


Sobre la mitad de la hilera de árboles que veo, hay una ruptura. Es la carretera que transita por estos lugares. Aunque si no te fijas demasiado, parece que es una línea continua sin ningún espacio libre.


En la parte derecha de mi visión, se alzan otros arbolitos. Algunos de cortas ramas, otros más esbeltos que parecen vigías del campo. Hay también ramujas, yerbajos y cardos. Todo el campo está vivo y verde. Y arriba, un cielo azul intenso, como si fuera una bóveda interminable. Además hoy hace calor. Ni los pájaros revolotean por los campos. Sólo se oyen algunos cánticos suaves y lejanos.


Al final más árboles que más parecen una mancha verde que sirven de cerco, que seres individuales y distintos. Sin esfuerzo me pongo a recitar el Salmo 8.


Señor Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra. (…) cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?


Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y de toros, los peces del mar que trazan sendas por el mar. Señor Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra”.


Miro a los árboles que siguen el cauce del río y en ellos, veo a Dios. ¡¡¡Gracias!!!

sábado, 25 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA


Más allá del campo de maíces, del que escribíamos ayer, están unos hermosos prados. Son dos los que veo desde mi ventana. Están divididos por un seto de hierba más obscura.


Los prados, al menos estos, son campos de hierba. Tienen varias funciones: o se deja pastar la hierba a los ganados o se la deja crecer para luego recogerla. Cuando se les deja pastar a los ganados, aquí lo hacen las vacas. Ahora mismo estoy viendo casi medio centenar de vacas de leche, negras y blancas, que pastan en otro prado, a la derecha de la carretera. Llevan así toda la mañana “tragando”. Cuando arrecia el calor se van en busca de sombra. Cuando se le deja crecer a la hierba, llega un momento, el preciso, cuando está ya hecha, y entonces entra una máquina segadora y la siega; unos días al sol para que se seque y finalmente entran otras máquinas que atropan la hierba, la recogen en fardos, y un tractor los apila en uno de los extremos del prado.


Toda una labor, desarrollada en distintos momentos, pero necesaria para beneficio de los dueños del lugar y de sus familias.


Pienso en la vida espiritual. Hay que cuidar el campo, protegerlo, disfrutar del él cada día, almacenar repuestos, hacer realidad el por qué de la vida.

viernes, 24 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA



Hoy me voy un poco más allá. Me meto con la vista en la parcela sembrada da maíces. Es más grande que mi pequeño y vecino jardín. Y menos mía. Quizá cuarenta veces más grande. La parcela está cercada por una fuerte alambrada, amarrada a trozos gruesos de madera. Así es muy difícil que entren animales a estropear los maíces. Solo las urracas sobrevuelan por encima y canturrean aburridas.


La parcela de maíces por la parte derecha limita con la carretera, por cierto bastante transcurrida; por la parte izquierda, no puedo calcular hasta donde llega, ya que desde mi observatorio no acierto a ver el final. Por eso, las dimensiones arriba apuntadas, pueden ser mucho mayores.


En todo caso el campo está frondoso, con vitalidad y si sigue así esperanza de una excelente cosecha. Así las cosas, todo normal, pero si pensamos un poco, se adivina un gran trabajo anterior y un fuerte esfuerzo de lo que aún queda por hacer.


Hagamos un breve resumen: Ha habido que preparar la tierra, que comprar y seleccionar la semilla; después ha habido que sembrarla, más tarde cuidarla con abonos y eficaces herbicidas; luego contar con la lluvia que cae del cielo y con el sol y el aire que aparecen de vez en cuando.


Y más tarde, lo que venga: nuevos cuidados, apechar ante riesgos imprevistos; trabajar cuando llegue la cosechas, vender el producto si se puede y al final, el premio.


Cambiando de campo y de cosecha, algo parecido pasa en la vida de los hombres: se prepara parcela de la vida, se siembran las virtudes, se ruega la ayuda del cielo y después, la cosecha. También hay que proteger el alma con cercas fuertes y seguras, para evitar que entren las raposas y los pajarracos a comer la viña. Así, es muy difícil que anide en nuestra cabeza la tristeza.

jueves, 23 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA


Empiezo por lo más cercano. El pequeño jardín. Es rectangular. Los dos árboles frondosos colocados a mi izquierda, son dos nogales jóvenes. Todavía no tienen nueces, pero si muchas hojas, llenas de vida y lozanía, esperanza de frutos sabrosos. Los arbolillos que corren junto a la tapia, son plantaciones que formarán con el tiempo un hermoso seto. Ahora mismo, por el verde del jardín, corto y un poco amarillento, caminan picoteando la hierba dos “siete colores”. Los miro a través de la ventana, y como no hago ningún ruido no se asustan y siguen en su trabajo. Son pájaros pequeños de cuerpo pero grandes en el canto. Esta tarde no les da por cantar, están en otro negociado, “primum vivere, postea filosofare”, que diría el filósofo. En el jardín además, ya dije, existe una pequeña franja de tierra plantada de rosales. A vuela pluma cuento treinta rosales. Con rosas abiertas apenas diez. Dentro de unos días estarán muy bonitos. Además de todas estas cosas, veo en el jardín debajo de mi ventana hojas arrancadas de la tormenta de ayer, ahora llega un pajarico más y otro, que es un tordo. Ahora solo queda el primero. Me fijo en la hiedra que arranca del suelo y se extiende por la pared. Cuando me dispongo describir un poco más la hiedra, cruzan por delante de mi ventana, a cinco metros, dos picarazas aturdidas. Como no me saludan tampoco yo digo nada de ellas. A estos pajarracos no los tengo demasiada simpatía. Aprovecho el momento para levantar el corazón al cielo y darle gracias a Dios por tantas cosas bellas como ha hecho. Y también para pedir por cuantos esperan mis oraciones, y con esto termino por hoy mi blog. Me voy a cumplir mi encargo de confesor. ¡Hermosa tarea!


Gracias por seguirme y por el bien
que os hace mi blog.
Un abrazo
JMC


miércoles, 22 de junio de 2011

DESDE MI NUEVA VENTANA



He cambiado de habitación y también de ventana, y, por supuesto, de cosas que puedo contemplar. Nada tiene que ver con la anterior ventana. Mejor no recordarlo. Aunque una vez más se ha cumplido el dicho: “no hay mal que por bien no venga”.


Desde este nuevo mirador veo muchas más cosas. Como describirlas todas sería muy prolijo y, además no tengo tiempo, haré un apunte general y descriptivo de lo que alcanzan a ver mis ojos.


Empezando por las cosas más lejanos, veo uno monte alto, regular de forma excepto un pico mayor que me recuerda la Peña Redonda. Todo está verde obscuro y desde la lejanía, parece que el monte toca con sus cabellos las nubes, hoy bastantes gruesas, que se cuelgan en el cielo.


Más acá, veo matorrales y árboles frondosos que en perspectiva se levantan hasta la lejana montaña que les vigila; y entre los árboles veo un grupo de bonitas casas, con fachadas blancas y tejados rojos, rodeadas de cercas verdes; veo también la carretera que se dirige a este pueblo y las señales de tráfico que en las orillas vigilan la circulación; y veo unos prados de hierba ya segada y recogida de color amarillento, y más acá otros prados de hierba verde y sin segar; y entre los prados con alambradas que los separan veo un conjunto de verdes maravilloso; y más cerca ya de mi ventana veo una finca sembrada de maices no muy altos pero muy frescos; y más acá todavía, veo una pequeña tapia con barras y alambradas ; y de este lado de la alambrada veo un pequeño jardín, y en el jardín, dos árboles no muy altos, con hojas en el suelo que ayer tiró la tormenta, y veo pequeños arbolillos junto a la pared y una hilera de rosales con alguna que otra rosa, casi en medio; por fin, a mi derecha casi palpo una yedra que se agarra a la pared.


Y en ocasiones veo pasar camiones y coches por la carretera y en algunos momentos grupos de vacas que pastan en el prado y las nubes que tapan los momentos y las hojas que lloran en el suelo.


Como veis seguidores de mi blog, nada tiene que ver lo que veía y lo que veo. Demos gracias a Dios por que hizo tantas cosas.



martes, 21 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA


Desde la ventana de mi habitación, estoy Aranbide, veo muy pocas cosas, tan pocas que las puedo enumerar. Y lo voy a hacer: veo una pequeña pared construida de ladrillos; sobre la pared una yedra que la tapa casi totalmente; veo también unas ramas altas de un arbolillo que se eleva del suelo, y parcialmente, un árbol más grande; veo una pequeña parte de una tapia más larga también hecha de ladrillo; veo unas ramas que sobresalen por encima de la tapia, y entre las ramas veo el verdín de una jardín; veo trozos de cielo azul entre las ramas, y una rama seca colgada de otra verde; veo un tubo de desagüe y una rejilla respiradero sobre la pared. Y no veo nada más. Por eso tendré que mirar para adentro, y reflexionar sobre tantas cosas que voy oír estos días. Lo haré. Pero también escribiré unas líneas sobre lo que veo desde mi ventana.

Veo una pared. Es de ladrillo, color blanco, regular y simétricamente distribuido. Algunos ladrillos tienen restos de una yedra antigua, vieja pegada a la pared. Me sugiere esta visión la necesidad de limpieza, de cuidado, de esmero. Y me viene a la memoria las veces que he tratado de limpiar mi vida. Nunca se acaba de limpiar. Bueno, algún día será el último. Bendita perseverancia que nos ayuda a llamarnos vencedores.




lunes, 20 de junio de 2011

Anónimo dijo...

Le deseo un descanso lleno de silencio interior.
Abriré mi ordenador y ofreceré una oración para que Vd encuentre pza, descanso y aproveche bien el tiempo co nos dice.


domingo, junio 19, 2011
José María Calvo de las Fuentes dijo...


Seguro que lo que usted habrá querido escribir es lo siguiente: "Le deseo un descanso lleno de silencio interior. Abriré mi ordenador y ofreceré una oración para que Vd encuentre paz, descanso y aproveche bien el tiempo como nos dice". ¿No es verdad?


JMC




UN SALUDO DESDE ARANBIDE
PARA TODOS.


¿QUÉ TAL ESTÁ MIGUEL?

¿COMO SIGUEN LAS COSAS?

VERÉ SI PUEDO ENVIAROS
ALGO ESTOS DÍAS.

jmc

domingo, 19 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Sin luz no vemos las cosas. El exceso de luz nos ciega y tan poco las vemos. Si las cosas existen, las veamos o no, ahí están.






DÍA 19 DE JUNIO DE 2011

Hoy, sólo acierto a mirar, desde mi ventana, al coche que tengo aparcado en la calle. Como hace un día de calor, lo he colocado a la sombra, para que cuando, dentro de unos momentos, me suba a él, pueda viajar más cómodo a Aranbide. Estaré allí durante diez días, por lo que no podré asomarme por "mi ventana", ni transmitir mis "ojeos diarios", ni mis "diarias vivencias". Cuantos seguís mi blog, tened paciencia. Como la casa donde voy a vivir, también tiene ventanas, podré contaros, día a día, lo que desde este mirador contemple. Tal vez no pueda. De ser así, a mi vuelta, colgaré algunas de mis experiencias. En todo caso, no dejéis de abrir "al ser de la Palabra", seguro que descubriréis otras cosas. Y nada más. Bueno sí, que recéis para que aproveche bien el tiempo. Muchas gracias.  


REFLEXIÓN



Si usted está cansado, lo primero que debe de hacer, es descansar. Lo más importante, lo único en lo que se debe de preocupar, es en quitarse lo cansado.







CAMINO


617 Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios.  






sábado, 18 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Cuando vemos algo, para valorarlo, solemos compararlo con algo semejante. Y de la comparación sacamos consecuencias o recordamos algún aspecto de la vida.


DÍA 18 DE JUNIO DE 2011

Hoy he echado una mirada general al conjunto de árboles que diviso desde mi ventana. Este año están llenos de vitalidad. Son ya árboles grandes, crecidos. Los vi plantar a todos. Han pasado casi treinta años desde que estos grandes árboles de hoy, eran tiernos, pequeños, débiles promesas. Igual que “el arbolito” que aparece en la fotografía que puedes ver al lado de estas líneas. Fíjate bien él. Es una plantación reciente, de hace pocos días. El lugar que ahora ocupa este “arbolito”, lo ocupó otro árbol, pequeño también al principio, después más grande, ahora desaparecido. Creció con cierta dificultad, y un poco torcido, en lenguaje humano, nació y vivió achacoso. Y además, un día, un camión de descarga, al hacer maniobras, le rompió varias ramas. Y árbol lo sintió, enfermó. Trataron de curar su desgracia pero no fue posible. Al final, llegaron unos mozos y lo arrancaron de la tierra de los vivos. Después lo cargaron en una vieja camioneta y se lo llevaron. Ni para leña quizás sirvió. En su lugar, está ahora “el arbolito joven”, con futuro por delante y con la esperanza de ser como los árboles que le rodean. Lo están tratando bien, lo han colocado unas tablas a sus lados que con gomas o cuerdas hace que crezca derecho, busque la luz del sol y pueda ser dentro de unos años elegante como sus compañeros. Me acordaba de lo que de pequeño le oí decir a mi padre un día que iba con él por los caminos del campo de mi pueblo: “Hijo, ¿ves ese árbol tan torcido?, ¿lo ves? Dije que sí. “Pues está así, porque de pequeño no lo enderezaron” Y terminó mi padre su sentencia: “Así ocurre con las personas, si de pequeños se tuercen, y no se hace nada por ellas, después que difícil es enderezarlas”. Le dí las gracias. Y nunca he olvidado aquella lección práctica que me dio mi padre un día que caminaba conmigo por los caminos del campo de mi pueblo. Hoy, al contemplar “este arbolito” debajo de mi ventana, de nuevo le doy gracias.


REFLEXIÓN

La educación como un árbol hay que ir a la raíz (de los problemas) no a las ramas, menos a las hojas” (Pedro Echeverría)





CAMINO

17 No caigas en esa enfermedad del carácter que tiene por síntomas la falta de fijeza para todo, la ligereza en el obrar y en el decir, el atolondramiento...: la frivolidad, en una palabra.
Y la frivolidad —no lo olvides— que te hace tener esos planes de cada día tan vacíos ("tan llenos de vacío"), si no reaccionas a tiempo —no mañana: ¡ahora!—, hará de tu vida un pelele muerto e inútil.





viernes, 17 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Dicen que a la ocasión la pintan calva. Hoy lo he comprobado. Me encontré con un abuelo. Le hice la foto que no me salió.



NO ME SALIÓ LA FOTO DEL ABUELO


DÍA 17 DE JUNIO DE 2011


Un abuelo está sentado en el banco rojo, patas verdes, que veo desde mi ventana. A su lado tiene un coche de niño, con niño dentro. Es uno de sus nietos. Once meses de edad, más o menos. Entre sus manos, el abuelo, mantiene una bolsa con nueces. Cuando llego a su lado, agita la bolsa y me ofrece algunas unidades. Se lo agradezco pero no las cojo. No me puedo parar. Voy con cierta prisa a casa a recoger unos papeles que he olvidado. Cuando entro en mi habitación, me asomo a mi ventana y veo a abuelo, nieto y cochecito junto al banco. Bajo enseguida. Al llegar junto a él, se levanta. Le digo que si puede sentarse de nuevo que voy a hacer una fotografía. Me lo permite. Se la hago y a continuación, le cuento lo siguiente: “Cuando yo era niño, seis o siete años tendría, mi abuela me mando un día a canjear unos kilos de trigo por unos kilos de nueces. Así se compraban y vendían las cosas aquellos años. Lo hice. Le di al señor de la plaza unos kilos de trigo que llevaba en un saco y el me dio unos kilos de nueces que metí en el mismo saco. Ya de vuelta, al llegar a la puerta de la escuela, me senté en un escalón de cemento y comencé a comer nueces. Pronto me vi rodeado de amigos. Me pidieron que les diera alguna nuez y se las dí. Total que el saquillo de nueces mermó y de que manera. Cuando llegué a casa de mi abuela, al ver tan poca mercancía, después de preguntarme lo sucedido, que expliqué brevemente, mi buena abuela me regañó, de buenas maneras, pero con autoridad. Aprendí aquel día a no ocultar la verdad y, sobre todo, a ser un poco más cuidadoso con las cosas”. Al terminar de contárselo al abuelo del banco rojo, con patas verdes, el abuelo se rió y me dijo: “Dicen que es bueno comer al día, por lo menos tres nueces”. De acuerdo, le dije. Antes de despedirme le hice una caricia al niño que pacíficamente descansaba en el carrito. Un recuerdo y una lección actualizada.



REFLEXIÓN

El que quiera decir a otras personas la verdad, debe saber soportarla en sí mismo. Adolfo Kolping
 

CAMINO

395 Aquel hombre de Dios, curtido en la lucha, argumentaba así: ¿Que no transijo? ¡Claro!: porque estoy persuadido de la verdad de mi ideal. En cambio, usted es muy transigente...: ¿le parece que dos y dos sean tres y medio? —¿No?..., ¿ni por amistad cede en tan poca cosa?

—¡Es que, por primera vez, se ha persuadido de tener la verdad... y se ha pasado a mi partido!