martes, 7 de diciembre de 2010

MANSO y HUMILDE
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

MIÉRCOLES
SAN MATEO 11, 28-30

CON UN SOLO GLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=q8XsHpWmKgg

Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

El mundo, Señor, obra tuya, es un lugar de delicias y un valle de lágrimas. Salud y enfermedad mezcladas; riqueza y pobreza caminando de la mano; angustia y dolor juntos con la alegría y el gozo. Muerte y vida como líneas paralelas de la historia de los hombres.

Y Tú, Señor, lo sabías todo. Conocías el dolor de la madre que pierde a su hijo; y el horror del pueblo que es machacado por la guerra; y conocías la angustia de la traición y el sosiego de la amistad; conocías el bien y el mal; la derrota y la victoria.

Quizás por eso, aquel día, después de alabar al Padre Dios por haber revelado las cosas sublimes a la gente sencilla, después de haber manifestado que Tú y el Padre erais uno; después de haber mostrado tu grandeza a “los tuyos”, dijiste con autoridad: venid a mi todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.

Aquí estamos, Señor, junto a ti, fatigados y agobiados; abrumados y oprimidos; cansados y abatidos; encorvados y torcidos. Ayúdanos a llevar tu yugo, el tuyo; enséñanos a aprender de Ti que eres manso y humilde de corazón; enséñanos a buscar descanso a tu lado; enséñanos a entender que tu ley es suave y tu disciplina ligera.

lunes, 6 de diciembre de 2010

BUEN PASTOR
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

MARTES
SAN MATEO 18, 12-14

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=EkGAp-Xze2Y

»¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte y saldrá a buscar la que se le había perdido? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

La figura del pastor, Señor, debía ser muy bien conocida por tus discípulos. También a Ti, te gustaría fijarte en los pastores que caminaban delante de su rebaño. Y te agradaría contemplar las ovejas que salían del aprisco y que volvían de los pastos. En más de una ocasión habrías observado que no volvían todas.

Pasado el tiempo, un día te llamaste a Ti mismo el Buen Pastor, y afirmaste con autoridad y aplomo que conocías bien a tus ovejas y que las tuyas te conocían a Ti.

Y otro día, dirigiéndote a tus discípulos, les hiciste una sencilla pregunta que Tú mismo respondiste: dejará las noventa y nueve en el monte y saldrá a buscar la que se le había perdido.

Cien ovejas; una que se pierde. Y dices Tú, Señor, que el buen pastor deja las noventa y nueve y va tras la perdida. Tú, Señor, hiciste esto muchas veces, dejaste el rebaño y te fuiste en busca de la oveja extraviada. Lo hiciste, lo has hecho y sigues haciéndolo. ¿Quién no ha sentido, alguna vez, Señor, el calor de tu presencia?

Y añadiste: el buen pastor cuando halla la oveja extraviada, traviesa, juguetona, salta de gozo, la acaricia con sus fuertes manos, la echa sobre sus anchos hombros y brinca de alegría. Y al llegar al redil en presencia de las noventa y nueve hace fiesta con los suyos y, al atardecer, ya solo, descansa de tanta fatiga en la paz del silencio.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EL PARALITICO
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

LUNES
SAN LUCAS 5, 17-26

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=oz8qhkZIcb0

Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. Entonces, unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. Y como no encontraban por dónde introducirlo a causa del gentío, subieron al terrado, y por entre las tejas lo descolgaron con la camilla hasta ponerlo en medio, delante de Jesús. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo:
—Hombre, tus pecados te son perdonados.
Entonces los escribas y fariseos empezaron a pensar: “¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?”
Pero conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:
—¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió al paralítico—, a ti te digo: levántate, to-ma tu camilla y vete a tu casa.
Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía, y se fue a su casa glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor decían:
—Hoy hemos visto cosas maravillosas.

Como de costumbre estabas, Señor, enseñando tu doctrina. Entre los asistentes se encontraba gente importante: fariseos, maestros de la Ley. Habían llegado de todas las partes. El auditorio, pues, no podía ser más interesante. Tu fama de Maestro, al ir acompañada de grandes milagros, iba en aumento.

En esto, un grupo de personas llegó hasta el lugar donde Tú enseñabas. Traían un paralítico. Querían acercarse a tu presencia pero la cosa no era fácil. Ansiosos de entrar discurrieron algo sorprendente: subieron al terrado y desde allí descolgaron al paralítico que colocaron, justo, delante de Ti. ¡La acción había sido atrevida, ingeniosa, casi chusca, pero allí estaba el enfermo, delante de tus ojos y de las miradas de tantos!

Tú, Señor, que veías lo más recóndito del hombre, te dirigiste al paralítico y le dijiste: Amigo, tus pecados quedan perdonados. Tu rotunda e inesperada sentencia desvió la atención sobre el desperfecto que habían hecho en la casa. Lo que ahora en realidad les interesaba a los maestros de la Ley era tu atrevida actuación: perdonar los pecados; sólo Dios puede perdonar, se decían unos a otros.

Entonces Tú, Señor, con paciencia y con tranquilidad, aprovechaste la ocasión para decir: ¿qué es más fácil, curar o perdonar? Pues para que comprendieran que tenías poder para perdonar, dijiste al paralítico que se levantase, que tomase la camilla y que saliera por su pie. Y aquel hombre obediente y decidido se levantó y salió hacia su casa y daba gloria a Dios.

¡El hecho había sido extraordinario! Todos quedaron embobados. Y, por las calles se oía una y otra vez lo mismo: Hoy hemos visto cosas increíbles.

sábado, 4 de diciembre de 2010

JUAN EL BAUTISTA
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

DOMINGO (A)
SAN MATEO 3, 1-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=YQilEnyiago

En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo:
—Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos. Éste es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces acudía a Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo:
—Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que ha de venir? Dad, por tanto, un fruto digno de penitencia, y no os justifiquéis interiormente pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no dé buen fruto se corta y se arroja al fuego. Yo os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo; no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Él tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio quemará la paja con fuego que no se apaga.

Tras una larga preparación de ayuno y sacrificio, un día apareció públicamente Juan el Bautista. Y comenzó a predicar. Insistía con fuerza en la necesidad de la conversión. Y anunciaba que el Reino de los Cielos estaba próximo, que él era voz, exigencia, pregonero, ayuda.

A Ti, Señor, te gustaba hablar de Juan. Le habías conocido hace tiempo. Ninguno de los dos habíais nacido. Aunque quizás os encontrasteis algunas veces más, hacía mucho tiempo que no os veíais. Te chocó, Señor, cuando te dijeron cómo era su vestidura y cuál era su alimentación.

Pero lo que más te agradó fue el saber que toda Jerusalén y toda Judea y toda la comarca del Jordán acudían hasta él, para escucharle. Y también al saber que muchos eran bautizados; y que muchos confesaban sus pecados. También supiste lo de la reprimenda que Juan había echado a los fariseos y a los saduceos.

Pero lo que más te agradó del comportamiento de Juan fue conocer que él había dicho que él bautizaba con agua pero que venía otro detrás más poderoso que él y que bautizaría en el Espíritu Santo y en fuego. También te gustó mucho lo de las sandalias y lo del bieldo, lo de la era, lo del trigo y lo de la paja.

Más tarde, Tú dirías de Juan cosas maravillosas, harías de él grandes elogios: dijiste que era grande, valiente, héroe. Y te acordarías cuando aún no nacido saltó de gozo en el vientre de su madre, cuando Tú eras el fruto bendito del vientre de la tuya.

viernes, 3 de diciembre de 2010

LA MIES ES MUCHA
PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

SÁBADO
SAN MATEO 9, 35, 10, 6-8

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=GWlIfEFtlsw
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus Sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
Entonces les dijo a sus discípulos:
—La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y dolencias. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón Cananeo y Ju-das Iscariote, el que le entregó.
A estos doce los envió Jesús, después de darles estas instrucciones:
—No vayáis a tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id y predicad: El Reino de los Cielos está cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, expulsad los demonios. Gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente. No llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando recuerdo tus correrías, Señor, por tierras de Palestina, por las grandes ciudades y o por las pequeñas aldeas, me conmuevo por dentro. El alma se me pone de puntillas y el espíritu borbotea en mi interior acciones de gracias. ¡Dichosas las ciudades y benditas las aldeas que tuvieron la suerte de recibir tus visitas! ¡Y benditas las Sinagogas y los hogares, las calles y los campos por donde predicaste la Buena Noticia, curaste enfermedades y aplacaste las dolencias!

¡Misterio de la gracia y de la libertad! Eras Dios y te sometiste a limitaciones de tiempo y espacio: de no llegar a todo ni a todos; eras hombre y soñabas tocar hasta el último rincón de Palestina y te faltaron horas y días. Podías hablar con cada uno y te dirigías a grupos numerosos, a multitudes ingentes. Eras dueño del tiempo y te faltaban jornadas. Eras fuerte y te viste privado de brazos robustos.

Y como muestra de tu libertad, aquel día llamaste a los doce y les otorgaste extraordinarios poderes. Y les llamaste por su nombre. Y les diste precisas instrucciones; y les marcaste un orden: primero predicad, luego curad. Y hacerlo todo gratuitamente, sin esperar nada, porque gratis lo habéis recibido.

Y este ha sido tu proceder a lo largo de la historia. Y así sigues, Señor, contando con nuestros pobres brazos, con nuestra torpe palabra y con nuestras fuerzas débiles. Y sigues llamándonos por nuestro nombre, y sigues confiando en nuestra debilidad.

Nosotros, hoy, como entonces, delicadas criaturas, te vamos ayudando.

jueves, 2 de diciembre de 2010

CIEGOS ANTE JESUS
PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

VIERNES
SAN MATEO 9, 27-31

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=gXy0b4X8p28

Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos:
—Ten piedad de nosotros, Hijo de David.
Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
—¿Creéis que puedo hacer eso?
—Sí, Señor —le respondieron.
Entonces les tocó los ojos diciendo:
—Que se haga en vosotros conforme a vuestra fe.
Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente:
—Mirad que nadie lo sepa.
Ellos, en cambio, en cuanto salieron divulgaron la noticia por toda aquella comarca.

Al marcharte, Señor, te siguieron dos ciegos. Te siguieron a cierta distancia. Quizás porque Tú caminabas ligero o algo adelantado, tuvieron que gritar para que les oyeras. Este fue su grito: ten piedad de nosotros, Hijo de David. Creían en Ti aquellos ciegos, quizás te conocían, en todo caso algo esperaban de Ti. Si gritaban era para darle más fuerza a su petición. Pero Tú, Señor, hacías como que no les oías. Quizás ibas hablando con otros; quizás el griterío dificultaba la audición. Así las cosas, cuando llegaste a casa, se te acercaron de nuevo los ciegos.

Y llenos de esperanza te decían: ten piedad de nosotros. Y Tú: ¿creéis que puedo? Y ellos: ya lo creo que puedes. Y Tú, mientras ponías tus dedos en sus ojos, les dijiste: que se haga en vosotros conforme a vuestra fe.

Y se les abrieron los ojos. ¡Qué maravilla!

Y Tú, Señor, seguiste hablando y dijiste a los ciegos: sed felices, pero no lo digáis a nadie. No interesa pregonar ahora estas cosas. ¡Con esta advertencia, Señor, querías señalar que lo importante no era ver con los ojos de la cara, sino creer con los ojos del alma!

Pero ellos no te obedecieron, sino que salieron y divulgaron la noticia una y otra vez. Se enteró toda la comarca de la fe de aquellos hombres y de tu generosidad.

Te pedimos, Señor, que nos cures la ceguera del alma; que limpies nuestros ojos turbios por la tristeza y ayúdanos a publicar que Tú, Señor, sigues haciendo maravillas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

CASA SOBRE ROCA
PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

JUEVES
SAN MATEO 7, 21.24-27

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=qXLpiy6dIf4&feature=related

»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y hemos expulsado los demonios en tu nombre, y hemos hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo declararé ante ellos: “Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la iniquidad”.
»Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; y cayó la lluvia, llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
»Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena; y cayó la lluvia, llegaron las riadas y soplaron los vientos: se precipitaron contra aquella casa, y se derrumbó y fue tremenda su ruina.

Con frecuencia recordabas, Señor, a tus discípulos que lo único importante es entrar en el Reino de los cielos; que lo demás son cosas accesorias. Y que para entrar, también les habrías repetido: no basta con desearlo, quererlo, sino que hay que hacer la voluntad de tu Padre; es decir, no bastan las palabras, son necesarias las obras.

Tus discípulos que te escuchaban siempre con atención, hoy mostraron una cara de extrañeza y de admiración. Y, aunque no te preguntaron nada, en sus ojos algo se adivinaba. Quizás por eso Tú, Señor, diste una nueva vuelta de tuerca a tu argumento.

Y seguiste hablando. Y como en otras ocasiones ilustraste tu doctrina con acertadas comparaciones. Les contaste lo del hombre prudente y la construcción que realizó sobre roca; les hablaste de la lluvia y las riadas; de los vientos y las dificultades; y, sobre todo, insististe en que aquella casa resistió porque tenía buenos fundamentos; porque estaba construida en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios.

Les hablaste también de que el que gasta las fuerzas en alardear, en presumir, en atusar, es como el que construye la casa sobre arena y que cuando llegan las lluvias, las riadas, los vientos derrumban la casa, la destrozan, la arrasan.

En este tiempo nuestro de tantas palabras, de tantos faroles, de tantos egoísmos y autosuficiencias, enséñanos a cumplir, Señor, tu voluntad; enséñanos a echar buenos cimientos, a tapar rendijas, a quitar goteras. Sólo así, nuestra casa será fuerte, nuestra vida será seria y nuestra entrada en el Reino de los Cielos, segura.

martes, 30 de noviembre de 2010


MULTIPLICACION DE LOS PANES Y LOS PECES

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

MIÉRCOLES
SAN MATEO 15, 29-37

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=HJ6Xyy1Phhk

Y cuando Jesús se marchó de aquel lugar, vino junto al mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí. Acudió a él mucha gente que traía consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies y los curó; de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y restablecerse a los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y dijo:
—Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no vaya a ser que desfallezcan en el camino.
Pero le decían los discípulos:
—¿De dónde vamos a sacar en un desierto panes suficientes para alimentar a tan gran muchedumbre?
Jesús les dijo:
—¿Cuántos panes tenéis?
—Siete y unos pocos pececillos —respondieron ellos.
Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
Y comieron todos y quedaron satisfechos. Con los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

Paseabas, Señor, junto al mar de Galilea. La suave brisa del mar atenuaba tu cansancio. Luego, tras un intervalo de tiempo, subiste al monte, y allí, sentado en el mullido suelo de hierba, descansaste tranquilo un rato.

Mas no fue largo tu descanso; enseguida acudió a Ti mucha gente. Personas sanas, llenas de vitalidad, la mayoría enfermas, necesitadas. Y los curaste a todos. Y la multitud como siempre quedó asombrada. Y glorificaban al Dios de Israel.

Después Tú, Señor, oraste al Padre; le hablarías de aquellos enfermos y también de nosotros. Luego, llamaste a tus discípulos y les dijiste que había que hacer algo por aquellas personas. ¡Que no era justo enviarlas en ayunas a sus casas; podrían desfallecer en el camino!

Los discípulos se vieron desbordados. Les parecía imposible atender tu petición, Señor. Y Tú insististe: ¿cuántos panes tenéis? Y ellos, cabizbajos, dijeron: siete y unos pececillos.

Entonces Tú, Señor, ordenaste a la multitud que se sentara; a continuación bendijiste los panes y los peces y los fuiste dando a los discípulos y estos a la gente. Y comieron todos y quedaron satisfechos: y mandaste recoger lo sobrante. Y aquel día, Señor, hiciste una de las tuyas: un milagro. Y mira que había gente allí: varios miles, entre hombres, mujeres, niños.

Tras aquellas felices horas de alegría, despediste a la gente. Todos se fueron contentos: los unos por dar y los otros por recibir. ¡La jornada había salido completa!

En barca, te fuiste cerca de Magadán, a descansar en la tranquilidad y en el silencio.

lunes, 29 de noviembre de 2010

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO
MARTES
SAN LUCAS 10, 21-24

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=Y_xApW5DqaA

En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo:
—Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte:
—Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.

Tú, Señor, siempre estabas alegre, feliz; despedías gozo a tu alrededor en todo instante. Era el gozo que Tú trasmitías: un gozo humano, natural. Aquel día, Señor, en aquel mismo momento, te llenaste de gozo en el Espíritu Santo. ¡Qué felicidad se respiraría a tu lado! ¡Tú que eres la misma felicidad!

Y comenzaste a hablar. Más que hablar, lo que hiciste fue rezar, era revivir una experiencia: comenzaste a alabar a Dios, tu Padre, —dueño y señor del cielo y de la tierra—, porque había revelado a los pequeños las cosas grandes y a los grandes se las había ocultado. Y además, dijiste que estabas conforme, porque así le había parecido a tu Padre.

A veces, parecía como si se te escaparan las emociones, las verdades, los gozos. Pero no, Tú lo querías; lo decías a ciencia y conciencia, te manifestabas porque querías. Y querías porque Dios Padre te había dado el poder, el conocimiento, el amor. ¡Gracias, Señor, por tus palabras!

Luego te volviste hacia tus discípulos, y quizás les miraste a los ojos y dijiste: Bienaventurados vosotros porque veis. Y bienaventurados los que sin haber visto crean, dirás más tarde. En efecto, Señor, los Apóstoles y nosotros, los creyentes, somos bienaventurados, dichosos, felices.

Y añadiste: Muchos quisieron ver y no vieron; muchos quisieron oír y no oyeron. Era como decir que para ver y para oír hay que hacerse pequeños; hay que humillarse; hay que aceptarse criatura; hay que hacerse esclavos tuyos; hay que querer ser servidores de los demás.

Aquel día, en aquel momento, Señor, te llenaste de gozo. Llé-nanos a nosotros, en el Espíritu Santo, del gozo transitorio de esta vida; y, sobre todo, concédenos el gozo eterno del Reino de los Cielos.

domingo, 28 de noviembre de 2010


CENTURION

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

LUNES
 SAN MATEO 8, 5-11

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=5Tw6TkJbg84

Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión que le rogó:
—Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes.
Jesús le dijo:
—Yo iré y le curaré.
Pero el centurión le respondió:
—Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Pero basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Pues también yo soy un hombre que se encuentra bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes. Le digo a uno: Vete, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Al oírlo Jesús se admiró, y dijo a los que le seguían:
—En verdad os digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. Y os digo que muchos de oriente y occidente vendrán y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y le dijo Jesús al centurión:
—Vete y que se haga conforme has creído.
Y en aquel momento quedó sano el criado.

Llegaste a Cafarnaún, Señor. Como en otras ocasiones, te acompañaban tus discípulos. Quizás también algunos curiosos. Las gentes del lugar, como ocurría siempre, al enterarse que habías llegado, se acercaron a saludarte, a escucharte y a pedirte favores.

Entre los que se acercaron, se hallaba un centurión. Era éste, un hombre con mando sobre una centuria de soldados romanos. Un personaje extranjero, pagano, que por cuestiones políticas vivía en Cafarnaún. Y, sin mediar palabra alguna, como si te conociera de siempre te rogó con firmeza: Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes.

Manifestó, pues, una petición, clara, concreta, sencilla. Sin demasiados detalles. Los necesarios. Dijo que el enfermo era su criado, que sufría mucho, que estaba en su casa. Lo importante era la petición: su criado necesitaba tu ayuda y él te lo pedía lleno de fe y confianza.

Tú, Señor, le dijiste: Yo iré y le curaré ¡Qué prontitud en responder a la llamada! ¡Qué generosidad para solucionar una necesidad! ¡Qué sencillez en la realización de una acción extraordinaria!

Pero el centurión respondió: Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. ¡Qué precisión tan concreta! ¡Qué confianza en tu poder! ¡Qué fe en tu persona!

Y Tú, Señor, quizás un poco cansado del camino y con ganas de reponer fuerzas, ante petición tan clara, accediste a ir a curar a su criado enfermo. Pero aquel hombre confiesa que no es digno. Entonces Tú, Señor, te llenaste de admiración y dijiste a los que te seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande.

Y al centurión le dijiste: Vete y que se haga conforme has creído. Y en aquel momento quedó sano el criado.

Señor, yo creo; pero aumenta mi fe.

sábado, 27 de noviembre de 2010

CORONA DE ADVIENTO
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
 EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 24, 37-44

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=Y6zYBJeTXw4

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.

La liturgia de este primer domingo de Adviento es una llamada a la purificación y renovación de nuestra vida: “Venid, subamos al monte del Señor, caminemos a la luz del Señor”, leemos en la primera lectura. “Vamos alegres a la casa del Señor”, hemos cantado con palabras del salmo 121. “es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer, nos advierte San Pablo. “Dejemos las actividades de las tinieblas y conduzcámonos como en pleno día, caminemos en la luz”, insiste el Apóstol.

¿Qué significa subir al monte del Señor, ir alegres a la casa del Señor, caminar en la luz?

Para nosotros, subir al monte del Señor, ir alegres a la casa del Señor, caminar en la luz, significa acercarnos al Señor, vivir en gracia de Dios, significa iniciar un camino de conversión, significa estar preparados, significa vigilar, vivir lejos del pecado.

Conseguir todo esto supone esfuerzo, atención, vigilar.

Claramente lo dice el Señor, como lo acabamos de escuchar en el evangelio: “Estad en vela para estar preparados”; para poder escuchar al Señor, para descubrir al Señor que viene.

El Adviento, pues, es un buen momento para volver a descubrir al Señor que viene; para descubrir el “día del Señor” y su momento central que es la Eucaristía.

Cada domingo, cuando venimos a la Iglesia, el Señor se nos hace presente, nos da su palabra y su alimento, nos prepara, con amor de padre, para la fiesta eterna del cielo.

En efecto, en la celebración de la eucaristía recordamos los hechos salvadores de nuestra fe: el nacimiento de Cristo, su vida pública, su pasión, su muerte, su resurrección.

Y en la Eucaristía proclamamos la gloria del Señor que nos aguarda; cuando, ante la exclamación del sacerdote: Este es el misterio de nuestra fe, respondemos: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús.

Ojalá aprovechemos el momento!, que el año litúrgico que comenzamos con el Adviento, rompa la monotonía y la rutina del tiempo material y pensemos más en el tiempo de la salvación, en el hoy de Dios que nos espera.

Que vivamos las exigencias de nuestra fe, evangelicemos a nuestro alrededor y contribuyamos con nuestra vida a la transformación del mundo según la justicia, el amor y la paz que son los signos de identidad del reino de Dios.

viernes, 26 de noviembre de 2010

VELAD
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA
DEL T. O. SÁBADO
 SAN LUCAS 21, 34-36

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://all.gloria.tv/?media=112678

»Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, porque caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la tierra. Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Al llegar a casa días después, aún quisiste ofrecer a “los tuyos” algunos consejos. Parece que se terminaba el tiempo y aún tenías cosas que decir. ¡Querrías completar tu obra, terminar el trabajo que años antes habías comenzado! Y señalaste algunos puntos.

Hablaste de vigilancia: Vigilancia del corazón y vigilancia de las malas tendencias; todos estáis —viniste a decir— expuestos a todo. Gula, envidia, avaricia..., los siete pecados capitales. Ante eso, vigilancia, saber estar.

Al tener que dar cuenta de lo recibido, era una razón más para la vigilancia. Como no se sabía cuándo vendría el lazo destructivo, convenía vigilar y orar, evitar los males del mundo y estar de pie para recibir el premio: la presencia del Hijo del Hombre.

Me figuro hablando con unos y con otros. Acaso en particular, en privado. Había también preguntas personales y respuestas concretas. ¡Era tan necesario entender estas cosas!

Y, tras la cena, el descanso. Allí en sosiego del sueño, entre vela y vela, rumiar lo oído y escuchado. Y en el hondón del alma acudir a los cielos, implorando ayuda y fuerza. Se acercaban días difíciles. Se tocaban ya horas de entrega y de correspondencia al amor.

Durante el día, en el Templo. Por la noche, en el huerto de los olivos. En el Templo te oían los hombres, en el huerto quizás estabas solo, pero hablas con Dios. El espíritu debe estar pronto, porque la carne es débil.

jueves, 25 de noviembre de 2010

HIGUERA
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA
DEL T. O. VIERNES
SAN LUCAS 21, 29-33

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://unav.es/

Y les dijo una parábola:
—Observad la higuera y todos los árboles: cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis por ellos que ya está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis que sucede estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


Parábola de la higuera. La contaste para enseñarnos a vivir vigi-lantes, atentos, pisando tierra, enraizados. Nos dices: “observad la higuera y todos los árboles” ¡Cómo te gustaba que nos fijásemos en la naturaleza! ¡Cómo te fijabas Tú, Señor! Los brotes de la higuera y de otros árboles nos indican que el verano está cerca, que la vida crece, que los frutos llegan.

Pues aprended, nos repites, aprended: cuando veáis que “sucede” lo anunciado, “sabed que está cerca el Reino de Dios”.

¡Señor, explícame la parábola! Enséñame a conocerte y a conocerme; enséñame a mirar al cielo y pisar la tierra; enséñame a reconocer mis limitaciones, a admitir mis sombras, a amarte sin verte; a verte sin sentirte; Señor, enséñame la parábola.

Y entonces Tú, Señor, concluiste: En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

La ruina y la destrucción de Jerusalén se cumplió cuarenta años después de tus palabras y lo vieron, por cierto, los que convivieron, Señor, contigo y escucharon tus palabras. Y, a la vez, entendieron que la ruina de Jerusalén era símbolo del fin del mundo; es decir, simbólicamente vieron el fin del mundo.

Entre las ruinas de Jerusalén y las ruinas del mundo entero, ¡cuántas vidas! ¡cuántas ruinas! Te pido que tengas piedad de nosotros; que no te olvides de la obra de tus manos; ni nos castigues como merecen nuestros pecados.

Que de las cenizas de nuestras vidas saques vida; que de la destrucción y del desastre de nuestra existencia, saques la “nueva ciudad” y el “nuevo pueblo”, la Jerusalén celeste.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

RUINAS DEL TEMPLO DE JERUSALEN
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 21, 20-28

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.vatican.va/

»Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed que ya se acerca su desolación. Entonces los que estén en Judea que huyan a los montes, y quienes estén dentro de la ciudad que se marchen, y quienes estén en los campos que no entren en ella: éstos son días de castigo para que se cumpla todo lo escrito. ¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra y habrá ira contra este pueblo. Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. »Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas: y los hombres perderán el aliento a causa del terror y de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las potestades de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre una nube con gran poder y gloria. »Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguios y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención.

Anuncias hoy, Señor, graves noticias. el cerco y la desolación en la ciudad de Jerusalén. Y, a la vez, ofreces importantes consejos: los que estén en Judea no huyan a los montes; los que estén en la ciudad no salgan de ella; los que estén en el campo no retrocedan a la ciudad.

Y para señalar la gravedad del momento, te fijaste en unas personas que por su situación concreta en ese momento tendrían especiales dificultades para huir: las madres que estén esperando a dar a luz y las que se encuentren criando a sus hijos pequeños.

Y dijiste que habría calamidades, ira, desenfreno; que algunos caerían a espada; otros serían hechos cautivos; la propia ciudad santa de Jerusalén sería profanada; habría señales en el sol, la luna y las estrellas; y angustia y terror, ansiedad y conmoción grande.

Pero ante esta situación espantosa y difícil, Tú vendrás sobre una nube con gran poder y gloria, llegarás triunfador, victorioso.

Escribió Pablo VI: “Subió al cielo (el Señor) de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos; los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final, al fuego que nunca cesará”. Credo del pueblo de Dios, n. 12.

Y terminaste el pasaje con estas palabras: Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos, y alzad vuestra cabeza, porque se aproxima vuestra redención.













martes, 23 de noviembre de 2010

MURO DEL TEMPLO
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS 21, 12-19

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=Yrm7To2FUrg

Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las Sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Así pues, convenceos de que no debéis tener preparado de antemano cómo os vais a defender; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Mas poco después —ayer estaba cerca— comenzaste, Señor, a decir que se levantarían los pueblos y los reinos. Y habría terremotos horribles, y hambres furibundas, y peste dolorosa, por aquí y por allá y grandes signos y señales en el cielo.

Y que antes, Señor, ¡qué cosas!, muchos sufrirían persecuciones y cárceles. Y los poderosos del mundo perseguirían, a tus discípulos. “Pero vosotros —dijiste— daréis testimonio de Mí”.

Por eso, Señor, quisiste ponerlos en guardia. Y les animaste para que se convencieran de que iba a suceder, pero que no tuvieran miedo, Tú les prometías estar junto a ellos. Y que les darías fuerzas y ánimo, palabras y sabiduría para defenderse de cualquier enemigo. E insistías: no lo dudéis, seréis entregados, incluso por los más cercanos y también por otros. Algunos moriréis. Y todos seréis odiados por mi nombre.

En todo caso, para apaciguar el ambiente y acallar temores, con la tranquilidad de quien domina la situación, dijiste a “los tuyos”: Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Se había hecho de noche. Las sombras cubrían por completo el Templo y alrededores.

lunes, 22 de noviembre de 2010

PIEDRA SOBRE PIEDRA
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN LUCAS 21, 5-11

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=-cVVyVHNdRc

Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas, dijo:
—Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.
Le preguntaron:
—Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder?
Él dijo:
—Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: “Yo soy”, y “el momento está próximo”. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato.
Entonces les decía:
—Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo.

Es posible, Señor, que aquel día estuvieras también sentado frente al Templo. Junto a Ti, tus discípulos te escuchaban complacidos. Quizás ya te habían escuchado en otras ocasiones, pero les gustaba volver a escucharte. Algunos de los que pasaban por allí se añadieron al grupo y comenzaron por su cuenta a hablarte de los adornos del Templo, de las hermosas piedras que lo componían y de las ofrendas que en él se realizaban. ¡Tú, Señor, callabas y escuchabas!

Pasado un rato, interviniste: Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Todos se quedaron mudos, de piedra. No podían creérselo. Al fin preguntaron: ¿Cuándo ocurrirá? Y Tú les pusiste en guardia; les hablaste de señales, de guerras, revoluciones, pero convenía estar atentos. Sucedería más tarde.

Señor, anuncias destrucción, desgracias, falsos mesías, guerras y revoluciones, pero tu consigna es: serenidad, tranquilidad, paz, sosiego. Seguro que pronto convenciste a “los tuyos”. El resto quizás tardó algo más, pero también se convenció. Tu rostro era tan pacífico, tus palabras eran tan sinceras, que había que recibirlas en serio. Y así lo hicieron.

Y fiados en tu palabra, no insistieron en pedirte de nuevo la señal de que esto iba a suceder, porque la señal eras Tú mismo. Tus palabras convencían, no sólo por lo que decían sino por cómo eran dichas. ¡Se notaba en Ti seguridad, verdad!

Y todos, Tú, tus discípulos, los curiosos que se juntaron al grupo, seguisteis contemplando aquellas piedras hermosas, rozadas por el sol poniente y acariciadas por el viento de la tarde. Y todos, seguro, en el interior de vuestra alma, oísteis el golpeteo de caballos, el vocerío de soldados romanos, los destrozos de la guerra.

domingo, 21 de noviembre de 2010

VIUDA POBRE VIUDA
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN LUCAS 21, 1-4

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.viddler.com/explore/rosagil/videos/2/

Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos monedas pequeñas, y dijo:
—En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; pues todos éstos han echado como ofrenda algo de lo que les sobra, ella, en cambio, en su necesidad ha echado todo lo que tenía para su sustento.

Al levantar la vista, Señor, te fijaste en “unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio”. ¡Cómo resonaban las monedas al caer en el depósito! ¡Qué aplausos de la gente humilde a aquellos hombres ricos y poderosos!

Y te fijaste, de una manera especial, quizás emocionado, en “una viuda pobre”, que también echó en el cepillo dos pequeñas monedas. Iba aquella mujer pobremente vestida. Quizás con algún roto en su vestido. Nadie la aplaudió, en un primer momento. Había pasado desapercibida, para todos. Pero no para Ti. Sólo después cuando escucharon tus palabras, dichas con la solemnidad de lo importante: “en verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos”, se enteraron tus discípulos y quienes te acompañaban. Pero no acababan de entenderlo.

Lo comprendieron cuando lo explicaste más, al decir: “Todos estos han entregado como ofenda, “parte” de los que les sobraba, ésta en cambio, ha dado de lo que “necesita”, “todo” lo que tenía para vivir.

Fue entonces, cuando los que te acompañaban comenzaron a aplaudir y a admirarse por el gesto de aquella mujer. Ella se había alejado, ni siquiera —en su humildad— oyó tus alabanzas ni nuestros aplausos. Había desaparecido, como la sal. Se había dado toda. No sólo sus cosas, a ella misma.

Y ahora Señor, ¿qué? Ahora, Señor, sigue hablándonos... también nosotros somos pobres... también nosotros queremos echar todo lo que tenemos..., también nosotros queremos ser humildes, desaparecer.

Ayúdanos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

CRISTO REY
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 25, 31-46

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=42T2F_engZ8

»Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Re-ino preparado para vosotros desde la creación del mundo: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». Entonces le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey, en respuesta, les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis». Entonces le replicarán también ellos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?” Entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y estos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna”.

La vida del hombre sobre la tierra es corta. El que llega a los cien años es excepción. El resto de los humanos nos quedamos por debajo. La media de edad ha ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad. Quizás ahora, estamos en la cresta de la ola. No obstante, la vida del hombre es importante desde el principio hasta el fin. Y quizás lo más importante sea el fin, el momento del juicio, de la sentencia.

Tú, Señor, lo sabías, Por eso, en un momento de tu predicación nos presentaste “con toda grandiosidad” el Juicio Final de la humanidad. Y lo hiciste con una parábola. Después de tres bellas parábolas que hablaban de vigilancia y rendimiento, nos ofreciste esta parábola que nos habla de sentencias.

“Entonces —dice el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678— se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino”.

Todo un espectáculo: Conductas generosas enterradas en el anonimato del tiempo, saldrán a la luz y serán premiadas; acciones insignificantes y orilladas por las medidas humanas, serán magnificadas por la vara de Dios; y a la contra vidas rodeadas de aplausos y de boato, que serán colocadas en su puesto justo; escritos premiados que serán aniquilados; torres gigantes que caerán por los suelos. ¡Todo un espectáculo de luminosidad y justicia!

La parábola revela también las dimensiones de amor de Dios en la vida eterna. “Acá —dice Santa Teresa— solas estas dos que nos pide el Señor; amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar. Guardándola con perfección, hacemos su voluntad (...). La más cierta señal que —a mi parecer— hay de si guar-damos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que le amamos), más el amor del prójimo, sí”.

Y continúa: “Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar” .

Haz, Señor, que aquel día sea luz y alegría, felicidad y bienaventuranza para todos. Y que la Vida después de la vida, sea una Vida eterna.

viernes, 19 de noviembre de 2010

TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN LUCAS 20, 27-40

CON SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=PrECZxizD54&p=CF649CBE9D1960F7

Se le acercaron algunos de los saduceos -que niegan la resurrección— y le preguntaron:
—Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muere el hermano de alguien dejando mujer, sin haber tenido hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. Pues bien, eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin hijos. Lo mismo el segundo. También el tercero la tomó por mujer. Los siete, de igual manera, murieron y no dejaron hijos. Entonces, en la resurrección, la mujer ¿de cuál de ellos será esposa? porque los siete la tuvieron como esposa.
Jesús les dijo:
—Los hijos de este mundo, ellas y ellos, se casan; sin embargo los que son dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no se casan, ni ellas ni ellos. Porque ya no pueden morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Que los muertos resucitarán lo mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. Pero no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para Él. Tomando la palabra, algunos escribas dijeron:
— Maestro, has respondido muy bien.
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

“Los saduceos se atenían a una interpretación literal de la “ley escrita” (el Pentateuco) y no creían en la resurrección de la carne” . Y Tú, Señor, lo sabías. Sin embargo, no rehusabas dialogar con ellos. Un día se te acercaron y te propusieron un caso concreto sobre una enseñanza de Moisés.

Y Tú, Señor, tras escuchar con paciencia —yo así me lo imagi-no— todo el relato, les expusiste algunos aspectos sobre la resurrección. Les dijiste que entonces no será necesario el matrimonio, “porque ya no podrán morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección”; el principio de aquella vida será el mismo Dios.

Les recordaste que Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para Él”. Entonces, algunos fariseos que te escuchaban atentamente —hay que recordar que los fariseos aceptaban la resu-rrección de la carne tal como venía expuesta en algunos textos de la Escritura— dijeron: “Maestro, has respondido muy bien”.

A lo que Tú, Señor, no dijiste nada, callaste. Quizás, desde el fondo de tu corazón les miraste a unos y a otros y rezaste por ellos. En cualquier caso, anota el evangelista, “ya no se atrevían a hacerte más preguntas”.

Permíteme a mí, Señor, ahora, hacer una pregunta: ¿Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano querida por Dios desde la creación? Sí, responde el Catecismo de la Iglesia y añade: “la visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua” .

jueves, 18 de noviembre de 2010

CUEVA DE LADRONES
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN LUCAS 19, 45-48

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=P38YQqnkbUE

Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían, diciéndoles:
—Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones.
Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas intentaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo esta-ba pendiente escuchándole.

Y llegaste hasta el Templo. Y entraste en el Templo. Y comenzaste a expulsar a los que vendían: palomas, ovejas, y otras cosas. Se ve que aquel ambiente no te gustó nada. Tus discípulos quedaron confundidos. Ni entran ni salen en el asunto. No acababan de explicarse aquello. ¡Habían sufrido tanto, con tus llantos, la tarde anterior!

Y para que los vendedores se quedaran tranquilos, citaste un pasaje de la escritura: Mi casa será casa de oración y vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. ¡Qué cosas! ¡Lo que hace el tiempo! ¡Cómo corrompe lo más santo! De lugar de oración a cueva de traficantes.

Tras este percance, Señor, marchaste a descansar. Aquel día fue duro para todos. Pocas palabras, muchos silencios y esperar que pasara la tormenta y llegaran los días de calma. Por la calle la gente casi ni hablaba, iban a sus cosas. El cielo estaba gris y encapotado.

Y volviste al Templo a enseñar. Ibas todos los días. Y la gente te escuchaba entusiasmada. También tus discípulos. Pero no todos vivían felices. Los escribas y los discípulos de los sacerdotes buscaban acabar contigo. También los jefes del pueblo. No sabían cómo hacerlo. Además, se daban cuenta que todo el pueblo te escuchaba complaciente.

Tú sabías, Señor, que subir a Jerusalén era subir al peligro, a la posible persecución, a la entrega. Pero había que cumplir la voluntad del Padre. Para eso habías venido, para cumplir los mandatos de Dios.

Y ahora, nosotros, después de veinte siglos, temblamos de miedo y sentimos, por dentro, miles de pesares, por nuestras indiferencias, por nuestras cobardías, por haber hecho de nuestras vidas un canto triste.