martes, 20 de julio de 2010

DÉCIMA SEXTA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN MATEO 13, 1-9

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK  http://www.diocesisdeteruel.org/

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno a él una multitud tan grande, que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la playa. Y se puso a hablarles muchas cosas con parábolas:
—Salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte cayó jun-to al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la ahogaron. Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. El que tenga oídos, que oiga.

Un día más saliste de casa. Tras un recorrido, corto o más largo, llegaste a la orilla del mar. Y allí, tomaste asiento. Un olor a agua retenida y a pescado viejo llenaba el ambiente. Muy pronto, una gran multitud se reunió junto a Ti. El gentío, Señor, fue tan grande que tuviste que subir a una barca y desde allí hablar a las gentes que permanecían en la playa.

Y les hablaste de muchas cosas. Y lo hiciste en parábolas. Con gran maestría y con gran acierto presentaste la parábola del sembrador. Acaso estabas viendo, desde la barca, a uno de los sembradores que trabajaban en la ladera del monte. Si no ahora, seguro que los habías visto muchas veces y te habías fijado en sus movimientos acompasados y rítmicos.

No era de extrañar que supieses muchas cosas sobre la labor de la siembra: la fuerza de la semilla, de los granos que caen en el camino y de los pájaros hambrientos; del terreno pedregoso y el agostamiento por la falta de raíz; de los espinos y las dificultades que tiene el trigo para crecer entre ellos; de la tierra buena y las distintas cosechas. Lo sabías todo.

Terminada la narración, la frase de costumbre: el que tenga oídos, que oiga. Todos tenían oídos y todos habían prestado atención. Se trataba de querer llevarlo a la práctica, vivirlo, amarlo.

Han pasado muchos años. Los sembradores de trigo han cambiado de táctica. Todo se ha modernizado: máquinas, semillas, abonos. Hoy apenas si las simientes caen en el camino; hay menos piedras por los senderos y existen sustancias para matar las malas hierbas. Pero todo es aplicable. La tierra buena sigue dando distintas cosechas. Depende de los oídos y de la voluntad en querer oír.

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