sábado, 20 de agosto de 2011

DIA 20 DE AGOSTO DE 2011




¿Quién es más libre el pájaro o el hombre?

Ayer, cuando después de la Misa de la tarde, me dirigía a mi casa, me encontré con unos amigos en la plaza. Nos saludamos afablemente y me preguntaron por los días de descanso. Les dije que muy bien, pero que me habían sabido a poco.

Seguimos hablamos durante un buen rato, de muchas cosas. En un momento, salió el tema de las monjas y monjes de clausura.

En el calor de la conversación, uno del grupo dijo: No entiendo cómo pueden vivir estos hombres y estas mujeres, sin libertad para salir del convento; sin libertad para leer la prensa diaria; sin libertad para ver la televisión y enterarse de lo que pasa en el mundo.

Intervine con suavidad y respeto, diciendo: Yo creo que estos hombres y estas mujeres son tan libres como lo somos nosotros o más. Ellos han optado libremente por una forma de vida (una vocación) y son verdaderamente felices.

Y puse un ejemplo: Un pájaro en una jaula es libre para saltar de palo en palo; una mujer en su casa es libre para ir de una habitación a otra: un ciudadano español es libre para desplazarse por las distintas autonomías; un ciudadano del mundo es libre para viajar de una nación a otra, y así podríamos seguir…

Mi pregunta es: ¿Quién es más libre el pájaro o el hombre? Uno de los contertulios dijo: el hombre porque sólo el hombre es capaz de elegir. Me acordé de unas palabras que había leído unos días antes:

“En el hombre hay dos capacidades que provienen del Señor y mediante las cuales se distingue de las bestias. Una de éstas es la capacidad para comprender lo que es verdadero y lo que es bueno; ésta se llama racionalidad, y es una capacidad de su entendimiento. La otra es la capacidad de hacer lo que es (...) bueno; ésta se llama libertad, y es una capacidad de su voluntad. En virtud de estas dos capacidades el hombre es tal y se distingue de las bestias”.

Al final de la conversación, todos agradecimos a estos hombres y mujeres que en el rezo y el trabajo, encerrados en sus conventos, nos enseñen la existencia de otra vida.

Cuando iba caminando hacia casa pensé que también se puede ser contemplativos en medio del mundo. Basta con vivir en la presencia de Dios y ofrecer el trabajo, la amistad y la oración de cada día. "Deste modo -dice San Josemaría- somos contemplativos en medio del mundo, en medio de la calle, en todas partes".

A lo largo de la conversación recibí dos llamadas desde un móvil. Y varias llamadas más, desde el cielo. Y volví a pensar en la libertad de los monjes y monjas de clausura...


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