miércoles, 14 de septiembre de 2011

DÍA 14 DE SEPTIEMBRE DE 2011


"Error corrigitur ubi deprehenditur"

No eran todavía las diez de la mañana, cuando llegó el párroco, cosa inusual, al despacho. Traía algo urgente que decirme, una orden que darme y me la dio enseguida.


“Mira, José María, ayer cuando tiramos la revista correspondiente al mes de septiembre, nos equivocamos en dos pequeñas cosas, que hay que corregir. Una de ellas, que podría pasar, es confundir el día de la semana: jueves en vez de viernes; y la otra, es más de bulto: emplear una cifra por otra: en vez de 1999, hemos escrito 2009. Por lo tanto, hay que hacer nuevas revistas”.

Esta era la misiva. De entrada, me resistí, por lo que suponía de gasto y de trabajo. Habíamos hecho 2000 ejemplares, habíamos plegado más de mil, habíamos empleado un buen número de horas, y total, todo para nada.

Insinué la posibilidad de corregir los errores a mano, tarea que aunque durase un tiempo, iba a ser mucho más barata que hacer nuevas revistas y además ahorraríamos tiempo.

No accedió el párroco. Es más, me dio un argumento que me convenció, aunque a decir verdad, estaba completamente convencido: "las cosas bien hechas, bien están".

En resumen: he vuelto a hacer otras 2000 nuevas revistas, he vuelto a llamar al que nos ayuda a plegarlas y ahora, a esperar que todo vaya bien y no haya nada que corregir.

A propósito de este pequeño percance, me he acordado de la máxima forense romana que aprendí en el Seminario, que dice: error corrigitur ubi deprehenditur (se debe corregir el error dónde y cuándo se lo descubra).

Que este pequeño hecho nos ayude a corregirnos de los fallos en los que habitualmente caemos. Que cuesta corregirse, es verdad. Pero también es verdad, que lo que cuesta vale. Y además, nada hay más positivo que salir del error, si el error se advierte. Aprendamos de nuestros fallos y de los fallos de los demás, no para empecinarnos en ellos, sino para corregirnos.

Hoy he vuelto a experimentar lo hermoso que es rectificar, tomar de nuevo el rumbo. Es la única manera de llegar a puerto.  Escribió San Josemaría: «Hay una sola enfermedad mortal, un solo error funesto: conformarse con la derrota, no saber luchar con espíritu de hijos de Dios. Si falta ese esfuerzo personal, el alma se paraliza y yace sola, incapaz de dar frutos...» (Forja.- 168).

PINCHA AQUÍ 

http://www.youtube.com/watch?v=Lr84q3Po8Cg

1 comentario:

Mercedes dijo...

Que buen comentario el poder ser fiel a lo que le aconseja
Yo le digo que le azmiro su paciencia y entrega a la parroqui
cuanto me comenta de usted y me dicen D Josemaria un santo
yo opino lo mismo cuantos años dia tras dia siempre fiel al Señor y a la parroqui
su feligresameme