lunes, 7 de noviembre de 2011

DÍA 7 DE NOVIEMBRE DE 2011


“Velad porque 
no sabéis ni el día ni la hora"





Estos días de otoño, uno no sabe donde hay más hojas, si en las ramas de los árboles o en el suelo. Lo que si sabemos es que, cuando se pasea por las calles cubiertas de hojas, hay que estar vigilantes, sino se quiere resbalar y darse una buena “trompajada”.

También la Iglesia a lo largo de estas semanas del año litúrgico, advierte de la necesidad de vigilar, de estar preparados, de mantenerse en vela, por que no se conoce ni el día ni la hora.

Los textos litúrgicos de ayer, domingo y, de modo especial, el texto evangélico, conocido como el Evangelio de las diez doncellas, invita a tener una actitud de vigilancia mientras se peregrina en esta vida, para poder llegar felices a la eternidad de Dios.

La vigilancia,es la virtud de los que esperan, de los que viven la esperanza. Y la esperanza, está estrechamente relacionada con otras virtudes. Está relacionada, con el amor. Se espera lo que se ama; se espera lo que se desea poseer total y definitivamente. Está relaciona con la prudencia, virtud que consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia. Está relaciona con la virtud de la fortaleza; virtud que lleva a realizar eficazmente lo que la prudencia dicta como más conforme con la voluntad de Dios.

El premio de la vigilancia, es poder entrar en el banquete de bodas: las doncellas que estaban preparadas, las "sensata" entraron al banquete, las otras, las “necias”, se quedaron fuera. Terminaba el evangelio diciendo: “velad porque no sabéis ni el día ni la hora”.

Dos buenas lecciones: Vigilar para no tropezar en la calle y vigilar para no quedarse fuera del banquete de bodas.

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