miércoles, 4 de enero de 2012

DÍA 4 DE ENERO DE 2012

"UNA MADRE SIEMPRE SALE AL QUITE" (IV)

Hoy, si segues leyendo, te enterarás de la faena que tuve la suerte o desgracia de realizar, a pesar de mi corta edad. No te lo pierdas, sigue leyendo. Mañana termina este relato de uno de los hechos de mi infancia en el que se destaca que la madre siempre sale al quite de sus hijos.


"Pero yo, ágil como estaba, no le di opción de realizar el salto. Con rapidez, sin hacer ruido, me agaché al suelo, cogí una pequeña piedra, medí las distancias, asenté mis pies, miré...apunté... y lancé con fuerza la piedra al animal. Tal fue la puntería –le pegué en la mismísima cabeza- que la atrevida gallina cayó redonda. No al corral de su amo, sino al huerto de mis padres donde yo me encontraba.

En ese instante, algo debió pasar por el interior de mi alma. Impaciente, me acerqué al lugar del percance. Cogí con mis suaves manos a la atrevida gallina por las alas y traté de ponerla de pie. Pero el animal no se mantenía enhiesto. Por más que lo intenté, todo fue inútil. La osada gallina había caído fulminada de muerte.

Y sin embargo, yo la quería viva. ¡Yo nunca había querido matarla, tan sólo pretendía espantarla! Volví a ponerla de pie de nuevo. Le di ligeros golpecitos en su cuerpo. Le animé con mi voz temblorosa, le empujé con mi débil aliento. Pero todo fue inútil. Más todo no, porque de repente, salió mi madre por la puerta del hornillo. Se acercó hasta donde yo estaba, me cogió entre sus brazos y me dio un fuerte apretón contra su pecho. Luego me dio un par de besos, a la vez que me decía: “Hijo, estate tranquilo, que yo lo arreglaré todo. Ahora deja la gallina aquí y ven conmigo a desayunar”.

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