PERMANECED EN MI AMOR
Permaneced en mi amor
significa, pues, una invitación a permanecer en esa privilegiada dicha del que
se siente amado, para enseñarnos a no apoyar nuestra vida espiritual sobre la
base deleznable del amor que pretendemos tenerle a Él (véase como ejemplo 13,
36 - 38), sino sobre la roca eterna de ese amor con que somos amados por Él.
Cf. I Juan 4, 16 y nota: "En cuanto a nosotros, hemos conocido el amor que
Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor; y el que permanece en
el amor, en Dios permanece y Dios permanece en él". Permanecer en el amor
no significa (como muchos pensarán), permanecer amando, sino sintiéndose amado,
según vemos al principio de este v.: hemos creído en ese amor. S. Juan que
acaba de revelarnos que Dios nos amó primero (v. 10), nos confirma ahora esa
verdad con las propias palabras de Jesús que el mismo Juan nos conservó en su
Evangelio. "Permaneced en mi amor" (Juan 15, 9).
También allí nos
muestra el Salvador este sentido inequívoco de su palabras, admitido por todos
los intérpretes: no quiere El decir: permaneced amándome, sino que dice: Yo os
amo como Mi Padre me ama a Mí; permaneced en mi amor, es decir, en este amor
que os tengo y que ahora os declaro. Lo que aquí descubrimos es, sin duda
alguna, la más grande y eficaz de todas las luces que puede tener un hombre
para la vida espiritual, como lo expresa muy bien S. Tomás diciendo: "Nada
es más adecuado para mover al amor, que la conciencia que se tiene de ser
amado" (cf. Os. 2, 23 y nota). No se me pide, pues, que yo ame
directamente, sino que yo crea que soy amado. ¿Y qué puede haber más agradable
que ser amado? ¿No es eso lo que más busca y necesita el corazón del hombre? Lo
asombroso es que el creer, el creerse que Dios nos ama, no sea una insolencia,
un audacia pecaminosa y soberbia, sino que Dios nos pida esa creencia tan
audaz, y aun nos la indique como la más alta virtud. Feliz el que recoja esta
incomparable perla espiritual que el divino Espíritu nos ofrece por boca del
discípulo amado; donde hay alguien que secree amado por Dios, El, pues que El
es ese mismo amor. La liturgia del Jueves Santo (lavatorio de los pies) aplica
acertadamente este concepto a la caridad fraterna, diciendo: "Donde hay
caridad y amor, allí está Dios", lo cual también es exacto porque ambos
amores son inseparables (v. 23), y Jesús dijo también que El está en medio de
los que se reúnen en su Nombre (Mat. 18, 20).
Fácil es por lo demás explicarse
la indivisibilidad de ambos amores si se piensa que yo no puedo dejar de tener
sentimientos de caridad y misericordia en mi corazón mientras estoy creyendo
que Dios me ama hasta perdonarme toda mi vida y dar por mí su Hijo para que yo
pueda ser tan glorioso como El. Por eso es que no podría decirse "peca
fuerte y cree más fuerte", según la célebre fórmula, pues cuando pecamos
lo primero que falla es la fe (cf. 5, 4; I Pedro 5, 9). 11. Porque no puede
existir para el hombre mayor gozo que el de saberse amado así. En 16, 24; 17,
13; I Juan 1, 4, etc., vemos que todo el Evangelio es un mensaje de gozo
fundado en el amor.
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