jueves, 18 de noviembre de 2010

CUEVA DE LADRONES
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN LUCAS 19, 45-48

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=P38YQqnkbUE

Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían, diciéndoles:
—Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones.
Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas intentaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo esta-ba pendiente escuchándole.

Y llegaste hasta el Templo. Y entraste en el Templo. Y comenzaste a expulsar a los que vendían: palomas, ovejas, y otras cosas. Se ve que aquel ambiente no te gustó nada. Tus discípulos quedaron confundidos. Ni entran ni salen en el asunto. No acababan de explicarse aquello. ¡Habían sufrido tanto, con tus llantos, la tarde anterior!

Y para que los vendedores se quedaran tranquilos, citaste un pasaje de la escritura: Mi casa será casa de oración y vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones. ¡Qué cosas! ¡Lo que hace el tiempo! ¡Cómo corrompe lo más santo! De lugar de oración a cueva de traficantes.

Tras este percance, Señor, marchaste a descansar. Aquel día fue duro para todos. Pocas palabras, muchos silencios y esperar que pasara la tormenta y llegaran los días de calma. Por la calle la gente casi ni hablaba, iban a sus cosas. El cielo estaba gris y encapotado.

Y volviste al Templo a enseñar. Ibas todos los días. Y la gente te escuchaba entusiasmada. También tus discípulos. Pero no todos vivían felices. Los escribas y los discípulos de los sacerdotes buscaban acabar contigo. También los jefes del pueblo. No sabían cómo hacerlo. Además, se daban cuenta que todo el pueblo te escuchaba complaciente.

Tú sabías, Señor, que subir a Jerusalén era subir al peligro, a la posible persecución, a la entrega. Pero había que cumplir la voluntad del Padre. Para eso habías venido, para cumplir los mandatos de Dios.

Y ahora, nosotros, después de veinte siglos, temblamos de miedo y sentimos, por dentro, miles de pesares, por nuestras indiferencias, por nuestras cobardías, por haber hecho de nuestras vidas un canto triste.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

DOMINUS FLEVIT
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 19, 41-44

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=XKDBd_Bwvug

Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo:
—¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz! Sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.

Cada vez estaba más cerca Jerusalén. Todos ibais un tanto tristes, cansados. El camino, las cosas oídas, los comentarios, los anteriores rechazos; todo había hecho que caminarais un poco tristes. Y Tú, Señor, “cuando te acercaste, al ver la ciudad, lloraste por ella”. ¡Lágrimas divinas sobre la ciudad santa!

Y, como hablando contigo mismo o con la ciudad entera, comenzaste a decir: ¡Si conocieras Tú en este día lo que te lleva a la paz! Los discípulos te rodearon y te acompañaban. Oían que Tú hablabas, pero nada decían. Estaban asombrados y quizás lloraban contigo.

Y adelantaste, como en una pantalla gigante, los duros acontecimientos futuros. Y viste los enemigos que rodeaban la ciudad, y viste las vallas, y viste cómo estrechaban la ciudad por todas las partes, y cómo era aplastada, y cómo morían sus hijos, y cómo no quedaba piedra sobre piedra: y viste todo, Señor.

Y, aunque nada dice el Evangelio, me imagino que volviste a llorar. Y lloraste lágrimas de pena y de perdón. Y contigo lloraron tus discípulos, y las mujeres que te acompañaban, y lloró tu Madre que se hizo presente en aquel momento, y lloraron las piedras, y las nubes, y el cielo.

¡Misteriosas lágrimas del profeta! ¡Misteriosas horas de realidades trágicas! ¡Misteriosas horas de dolor y tragedia! Y sin embargo, Señor, permanecías sereno, tranquilo, apacible. Yo no quiero decir nada, ni pensar nada, ni imaginar nada. Sólo espero de tu ayuda un hálito de fuerza y de alegría.

martes, 16 de noviembre de 2010

TALENTOS
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS 19, 11-28

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://espanol.video.yahoo.com/watch/7266022/18956164

Mientras estaban oyendo estas cosas, les añadió una parábola, porque él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría enseguida. Dijo pues:
—Un hombre noble marchó a una tierra lejana a recibir la investidura real y volverse. Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: “Negociad hasta mi vuelta”. Sus ciudadanos le odiaban y enviaron una embajada tras él para decir: “No queremos que éste reine sobre nosotros”. Al volver, recibida ya la investidura real, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a quienes había dado el dinero, para saber cuánto habían negociado. Vino el primero y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez”. Y le dijo: “Muy bien, siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco, ten potestad sobre diez ciudades”. Vino el segundo y dijo: “Señor, tu mina ha producido cinco”. Le dijo a éste: “Tu ten también el mando de cinco ciudades”. Vino el otro y dijo: “Señor, aquí está tu mina, que he tenido guardada en un pañuelo; pues tuve miedo de ti porque eres hombre severo, recoges lo que no depositaste y cosechas lo que no sembraste”. Le dice: “Por tus palabras te juzgo, siervo malo; ¿sabías que yo soy hombre severo, que recojo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado? ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, al volver yo lo hubiera retirado con los intereses”. Y les dijo a los presentes: “Quitadle la mina y dádsela al que tiene diez”. Entonces le dijeron: “Señor, ya tiene diez minas”. Os digo que a todo el que tiene se le dará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. En cuanto a esos enemigos míos que no han querido que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia.
Dicho esto, caminaba delante de ellos subiendo a Jerusalén.

Estabas ya cerca de Jerusalén. Tus discípulos, atentos siempre a tus palabras, pensaban que el Reino de Dios estaba a punto de manifestarse. Y de manifestarse, creían, se haría de forma ostentosa, llamativa, pública. Por eso, tal vez, Tú, Señor, seguiste, a la vez que caminabais, clarificando las cosas. Y lo hiciste contando una larga parábola.

Se trataba de un hombre que decidió marchar a un país lejano. Y, antes de emprender el viaje, llamó a varios de sus criados. A todos les ofreció la oportunidad de negociar con dineros por él prestados. Algunos de aquellos siervos se rebelaron. No quisieron admitir el trato. Otros accedieron. Al volver llamó a mandamiento a estos últimos siervos. Y allí, delante del amo, cada uno fue dando razón de su trabajo. El dueño aquel los fue premiando según iban pasando; premió a casi todos, pero, cuando llegó el último, se armó la marimorena.

Entonces Tú, Señor, ofreciste a tus discípulos varias conclusiones: La primera fue esta: A todo el que tiene se la dará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. De esta forma, Señor, corregías la visión humana de los discípulos que pensaban en tu inminente manifestación gloriosa como Mesías, en la instauración del Reino de Dios .

Y la segunda fue estremecedora: “En cuanto a esos enemigos míos que no han querido que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia”.

¡Misterio! Jesús enseña efectivamente que vendrá como Rey y juzgará: sus servidores fieles no deben preocuparse de los enemigos del Reino, sino de hacer fructificar la herencia que les ha entregado.

Mientras contabas estas cosas, Señor, ibas subiendo a Jerusalén. Estabais ya cerca, muy cerca de la ciudad santa.

lunes, 15 de noviembre de 2010


ZAQUEO

TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN LUCAS 19, 1-10

CON SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=3lPUXXhvwUA

Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Y, adelantó corriendo, y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo:
—Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa.
Bajó rápido y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
—Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más.
Jesús le dijo:
—Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Al fin llegaste a Jericó. Atravesaste la ciudad de punta a punta. Un grupo de hombres, tus discípulos, te acompañaban. Acaso más gente se sumó al grupo. El lugar donde esperabas descansar estaba próximo. Pero antes ocurrió un suceso extraño, curioso, llamativo.

Había en Jericó un hombre, jefe de publicanos, rico él, que se llamaba Zaqueo. Había oído hablar de Ti en distintas ocasiones. Tenía ganas de verte. Acaso, incluso tenía ganas de hablar contigo y hasta de invitarte a comer a su casa. Era bajo de estatura. Y ese día, cuando Tú atravesabas Jericó, decidió salir a verte. Y lo hizo.

Pero como era bajo de estatura, a causa de la muchedumbre no acababa de localizarte. Y por lo mismo tampoco Tú podrías fijarte en él. Entonces el buen hombre pensó que, si se subía a un árbol, podría verte y Tú verle también a él. Y así lo hizo.

Y justo, cuando Tú llegabas por allí, frente al árbol, levantaste la vista y le dijiste: Zaqueo, baja, que quiero visitarte en tu casa. Y él bajó. Y te recibió con alegría. Y Tú, Señor, gozaste de la buena intención de aquel hombre y de sus buenos propósitos.

Mas los de siempre murmuraban de tu gesto amable, de que hubieras entrado en la casa de un pecador. Mientras, en aquella casa, se produjo un milagro, una conversión. El bueno de Zaqueo se abrió de par en par a Ti, Señor, y te dijo que estaba dispuesto a todo: a cambiar de vida.

Y Tú, dándole un abrazo, fraterno, y paterno, ante la alegría de tus discípulos, le dijiste: Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Tú, Zaqueo, has encontrado el camino de los hijos de Dios. Y a los que estaban fuera les mandaste este recado: El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Ven, Señor, y danos también a nosotros el abrazo del perdón y reparte alegría en la casa de nuestra alma.

domingo, 14 de noviembre de 2010


CIEGO DE JERICO
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN LUCAS 18, 35-43

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=l1SSbIOYFQY

Cuando se acercaban a Jericó, un ciego estaba sentado al lado del camino mendigando. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello. Le contestaron:
—Es Jesús Nazareno que pasa.
Y gritó diciendo:
—Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi.
Y los que iban delante le reprendían para que estuviera callado. Pero él gritaba mucho más:
—Hijo de David, ten piedad de mí.
Jesús, parándose, mandó que lo trajeran ante él. Y cuando se acercó, le preguntó:
—¿Que quieres que te haga?
—Señor, que vea —respondió él.
Y Jesús le dijo:
—Recobra la vista, tu fe te ha salvado.
Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al presenciarlo, alabó a Dios.

Habías salido hacia Jerusalén. La ciudad santa estaba cerca. Los pasos cada vez más cortos y el latir del corazón cada vez más fuerte. Llegar a Jerusalén era llegar al Templo, lugar donde la presencia de Dios era más clara. ¡Con qué cariño y con que ilusión hablarías Tú, Señor, de Jerusalén! Acaso habías contado a los Apóstoles tu experiencia de adolescente, allí en medio de los doctores, en el Templo, haciéndoles preguntas.

Y lo que más les gustaba a tus Apóstoles era oírte contar el suceso de tu pérdida en el templo, de cómo debieron sufrir tus padres, y luego la cara de extrañeza de María y José cuando les dijiste: no sabías que debía dedicarme a las cosas de mi Padre. La verdad que estos sucesos emocionaban a “los tuyos”.

Acaso conversabas de estas cosas al acercarte a Jericó. Y pudo ser entonces cuando viste a un ciego que estaba sentado al lado del camino, pidiendo limosna.

Luego os enterasteis de que el ciego, al oír que pasaba mucha gente por allí, preguntó que qué jaleo era aquel. Le dijeron que eras Tú, Señor, que cruzabas la calle. Y él: Jesús, ten piedad de mí. Y los que iban contigo le decían que callara; y él: que no. Y gritaba más. Y Tú: que lo traigan. Y, cuando se acercó, le preguntaste: ¿qué quieres que haga? Y él: que vea; y Tú: pues ve. Y recobró la vista. Y le dijiste que la fe le había salvado.

Y él seguía glorificándote a Ti y a Dios. ¡El que sabía! Y los que lo vieron te daban la enhorabuena y te decían: gracias, Maestro.

Y yo y tú que lees estos pensamientos, si quieres, vamos a decirle a Jesús, al Señor, que sigue pasando a nuestro lado, que nos conceda fe; y nos conceda la vista del alma. Y vamos a seguir detrás de Él y alabarle y a alabar también a Dios. ¡Ahora, sí sabemos!

sábado, 13 de noviembre de 2010


NO QUEDARÁ PIEDRA SOBRE PIEDRA

XXXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO C
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21, 5-19


CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=96pgrEqmYOU

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
--Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
--Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó:
--Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "el momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
--Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Este domingo, la Palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre el final de la historia, sobre el final del mundo. No debemos vivir instalados en la vida presente; como si esta vida fuera la única, la definitiva.

Dios nos ha revelado que habrá un final, que llegará un día en el que no quedará nada de cuanto existe. “No quedará (…) ni rama ni raíz” decía Malaquías; “Esto que contempláis (decía Jesús, refiriéndose al templo de Jerusalén), llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra, todo será destruido”. Y mientras llega ese día, ¿qué hacer, cómo vivir, cómo comportarse?

Trabajar, hacer el bien. Así se lo aconsejaba San Pablo a los de Tesalónica: “A esos (que viven sin hacer nada) les digo y les recomiendo, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan”. Y Jesús nos advierte: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

Por lo tanto, vigilar, hacer el bien, trabajar. Esa debe ser nuestra tarea mientras peregrinamos por esta vida. Aunque esto, a veces, nos exigirá ir contra corriente, ir a contrapelo.

A los cristianos no nos debe importar ser diferentes a los demás. Diferentes, porque rezamos, porque acudimos los domingos a Misa, porque confesamos nuestros pecados, porque estamos abiertos a la vida, porque creemos en la dignidad de la persona humana y por tantas otras cosas. Tampoco nos debe llenar de orgullo, porque todo lo que somos y tenemos, lo hemos recibido de Dios a través de la Iglesia.

Hoy, recordamos con gratitud nuestra pertenencia a la Iglesia del Señor; la pertenencia a nuestra Iglesia diocesana que, presidida por el Obispo, peregrina en Navarra. Iglesia, comunidad de fe, esperanza y caridad.

Para sembrar la fe, la diócesis necesita de sacerdotes y agentes de pastoral; para vivir la caridad con los más necesitados, la diócesis ofrece a las parroquias cauces como Cáritas. Y de una fe así creída y vivida, nace la alegría de hacer un camino común iluminado con la esperanza de llegar un día al cielo.

Hoy es un día para rezar por nuestra diócesis y también para colaborar especialmente con el sustento de nuestra Iglesia Diocesana para que se pueda anunciar el Evangelio; para que se construyan y se mantengan los templos; para que puedan ser atendidas las nóminas de los sacerdotes y de otros agentes de la pastoral; para que se mantengan las obras de misericordia, de promoción y de fraternidad a favor de los que menos tienen. Así sea.

viernes, 12 de noviembre de 2010

EL JUEZ INJUSTO
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN LUCAS 18, 1-8

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=MbBII1FGYco

Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, diciendo:
—Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: “Hazme justicia ante mi adversario”. Y durante mucho tiempo no quiso. Sin embargo, al final se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme”.
Concluyó el Señor:
—Prestad atención a lo que dice el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. ¿Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Después del duro sermón de ayer, Señor, hoy llegaste más suave. Volviste a utilizar la parábola como medio pedagógico. Acaso, en un descanso, en un aparte, alguno de tus discípulos te habría sugerido que volvieras a las parábolas. Se entendía mejor, se asimilaba mejor, se recordaba más.

El mensaje esta vez era claro: es necesario orar siempre; siempre, sin cansancio; sin desfallecer. Era necesario y Tú lo hacías. Pero también querías dejarlo dicho, enseñarlo con tu predicación. Y lo hiciste mediante una parábola.

Los personajes eran habitantes de una ciudad: un juez desalmado y una viuda terca. El juez presumía de descreído y de chulo. La viuda, por lo que se ve, era una tozuda de aúpa. Por medio, un adversario de la viuda. Un día se presentó un conflicto. La viuda pide justicia. El juez que se niega. La viuda que insiste. El juez que no quiere. La viuda que vuelve. Y el juez que es vencido, no por el deber, ni la profesionalidad, sino por la tozudez de aquella mujer. Y al fin promete hacerle justicia.

Bonita parábola, Señor. Ahora vienes Tú con la enseñanza, enseñanza que convenía aprendieran “los tuyos”. Por eso, seguiste: “prestad atención”. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? Hay que clamar día y noche, noches y días, con perseverancia, con tozudez, con fe, con esperanza. Y habrá justicia.

Terminaste: ¿Encontrará el Hijo del Hombre, cuando venga, fe sobre la tierra?

jueves, 11 de noviembre de 2010

BUITRE EN VUELO
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN LUCAS 17, 26-37

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=VBqEoWkEitY

Y como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre.
Comían y bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio e hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban; pero el día en que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los hizo perecer a todos. Del mismo modo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. Ese día, quien esté en el terrado y tenga sus cosas en la casa, no baje por ellas; y lo mismo, quien esté en el campo, que no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien pretenda guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará viva. Yo os digo que esa noche estarán dos en el mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado. Estarán dos moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada. (...)
Y a esto le dijeron:
—¿Dónde, Señor?
Él les respondió:
—Dondequiera que esté el cuerpo, allí se reunirán los buitres.

Tus conversaciones y tus enseñanzas guardan, como es lógico, una correcta unidad. Nosotros, a veces, tenemos que partirlas, por necesidad de tiempo, de espacio, o simplemente por conveniencia. Es el caso del texto de hoy. Para entenderlo y seguirlo mejor conviene leer de nuevo el de ayer.

El tema de ayer, tu próxima venida. Hoy hablaste del tiempo de Lot, y del castigo posterior. Y hablaste de los terrados y de la planta baja de la casa.

Y pronunciaste una sentencia al parecer contradictoria: “quien pretenda guardar la vida la perderá; quien la pierda la conservará viva”. No eran juegos de palabras, ni adivinanzas. Era tu programa.

Ante tus sentencias y enseñanzas, nadie abría la boca. Silencio, extrañeza, misterio. Las palabras caían en el corazón y allí enraizaban; las palabras caían en la cabeza, y allí crecían. Y Tú seguías y seguías. Y todos callaban.

Sólo al final, después de discurso tan fuerte, como en tropel, unos y otros, todos dijeron: ¿Dónde, Señor? Y Tú: dondequiera que esté el cuerpo, allí se reunirán los buitres. Un nuevo enigma: el cuerpo y los buitres.

Y quizás aquí está la lección: el misterio, la fe, la confianza; el seguirte a Ti: perder la vida, para alcanzar la vida.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 17, 20-25

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

HOY UNO MÁS: http://www.youtube.com/watch?v=bjO2wrjm8js
Interrogado por los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de Dios, él les respondió:
—El Reino de Dios no viene con espectáculo; ni se podrá decir: “Mi-rad, está aquí” o “está allí”; porque daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de vosotros.
Y les dijo a los discípulos:
—Vendrá un tiempo en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Entonces os dirán: “Mirad, está aquí, o mirad, está allí”. No vayáis ni corráis detrás. Pues, como el relámpago fulgurante brilla de un extremo a otro del cielo, así será en su día el Hijo del Hombre.

Señor, estabas en todo. Lo mismo tenías que soportar una pregunta llena de malicia, que procurar salir airoso de una disputa difícil, como aguantar el chaparrón y huir por pies para librarte del barranco, o ser criticado cuando hacías alguna curación o ayudabas a salir de algún apuro. Los fariseos eran los que procuraban ponerte en aprieto, con más frecuencia y fuerza que otros.

Hoy te interrogan sobre cuándo llegaría el Reino de Dios. El reino de Dios que todo buen samaritano estaba esperando, por el que habían rezado tanto y seguían rezando. El tiempo del Mesías, del Salvador, del Redentor. Querían, pues, oír de tu boca la matización adecuada.

Lo primero que les dijiste a aquellos fariseos es que el Reino de Dios no viene con espectáculo, ni se podía decir: aquí o allí está. El Reino de Dios —dijiste— está en medio de vosotros. La respuesta fue desconcertante. Y los fariseos quedaron deshechos. Creo que se marcharon a sus casas un tanto enfadados.

Entonces Tú, Señor, a solas ya con tus discípulos, hablaste de venidas y de llegadas, de relámpagos fulgurantes y de brillos en el cielo. Pero antes tenías que ser rechazado, condenado, morir.

Los Apóstoles, aunque no preguntaron demasiado, sí oyeron muchas veces tus consejos, tus anotaciones y tus sugerencias. No lo entendieron al principio, sólo cuando Tú, Señor, enviaste el Espíritu Santo, con su enseñanza, entendieron algo. Y lo vivieron hasta la muerte.

martes, 9 de noviembre de 2010

Y LOS OTROS NUEVE
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS 17, 11-19

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=WD5tHPS0rW0

Al ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia y le dijeron gritando:
—Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
Al verlos, les dijo:
—Id y presentaos a los sacerdotes.
Y mientras iban quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. Ante lo cual dijo Jesús:
—¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino sólo este extranjero?
Y le dijo:
—Levántate y vete; tu fe te ha salvado.

Habías decidido bajar a Jerusalén. Atravesabas los confines de Samaria y Galilea. Algunas gentes, que trabajaban en los campos, te saludaban al pasar. Los discípulos, en ocasiones, se entretenían a que les explicaras algo. Otros conversaban entre sí o contigo. El paso era lento, pero constante. Cuando ibas a entrar en un pueblo, diez leprosos te salieron al paso. Nadie se había enterado hasta que estuvieron muy cerca.

Los leprosos se detuvieron a cierta distancia. Sabían bien las prescripciones de la Ley. Y querían cumplirlas. Antes de llegar a tu lado comenzaron a gritar. Te pedían que tuvieras piedad de ellos. ¡Daba pena escuchar sus ruegos!

Tú, Señor, sin otro interrogatorio les dijiste que fueran a presentarse a los sacerdotes. Y ellos fueron. Mientras caminaban, se notaron curados. Sólo uno, al verse curado, volvió a darte gracias. Era un samaritano. Los otros siguieron caminando.

Tú, Señor, al ver sólo a uno te quedaste extrañado. Preguntaste por los otros nueve. Quizás tus discípulos —para justificarlos— te dijeron que Tú mismo les habías enviado a presentarse a los sacerdotes. Que quizás luego vendrían. Pero no volvieron. Como tampoco volvemos nosotros muchas veces, después de haber sido perdonados, favorecidos, ayudados.

Al leproso samaritano, recién curado, carne limpia y alma limpia, honrado y agradecido, le dijiste: levántate, y vete; tu fe te ha salvado. Y él seguro, después de darte las gracias de nuevo, se iría al sacerdote y después iría a su casa brincando de alegría.

lunes, 8 de noviembre de 2010


TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.
SIERVOS INÚTILES SOMOS
MARTES
 SAN LUCAS 17, 7-10

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=-0QNwPHTb3E

»Si uno de vosotros tiene un siervo en la labranza o con el ganado y regresa del campo, ¿acaso le dice: “Entra enseguida y siéntate a la mesa? Por el contrario, ¿no le dirá más bien: “Prepárame la cena y disponte a servirme mientras como y bebo, que después comerás y beberás tu?” ¿Es que tiene que agradecerle al siervo el que haya hecho lo que se le había mandado? Pues igual vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos unos siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer”.

Servir cuesta. Tú, Señor, lo sabías. Cuántas veces observaste en las gentes, incluso en tus discípulos, la poca inclinación a servir. Les gustaba más ser servidos. Aunque algunos se esforzaban por progresar en el arte de servir.

Aquella tarde fue una tarde lluviosa y fría. Quizás estabais todos alrededor del calor del hogar. Acaso en la casa de la suegra de Pedro. En un momento de silencio, comenzaste a contar lo del siervo que regresa del campo y cómo su dueño le ordena le sirva la mesa y si tenía que esperar agradecimiento el siervo al cumplir con su deber.

Todos tus discípulos se tornaron serios. Pensaron que estas palabras iban especialmente dirigidas a ellos. Ellos, que estaban deseosos de ser correspondidos con alguna prebenda y, sobre todo, que esperaban un buen premio en el futuro, se quedaron de un aire.

Tú, Señor, mirándoles a los ojos, añadiste: “Sí, así tenéis que actuar vosotros. Y cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Somos unos siervos inútiles, no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer”. Pero los discípulos no dijeron nada.

Tampoco Tú, Señor, dijiste nada. Aunque no hubiera sido nada extraño que comenzases a preparar la mesa, a ordenar la habitación, recoger los mantos, invitar a todos a cenar. En otra ocasión, te echaste al suelo, y lavaste los pies a tus discípulos, antes de entregar tu vida, en un servicio de amor y de entrega por todos.

domingo, 7 de noviembre de 2010


CAMPO DE MOSTAZA

TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

LUNES
 SAN LUCAS 17, 1-6


CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=yKyiTIi6QKk

Les dijo a sus discípulos:
—Es imposible que no vengan los escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!. Más le valdría que le ajustaran al cuello una piedra de molino y que le arrojaran al mar, que escandalizar a uno de esos pequeños: andaos con cuidado. »Si tu hermano peca, repréndele; y, si se arrepiente, perdónale. Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, le perdonarás. Los Apóstoles dijeron al Señor:
—Auméntanos la fe.
Respondió el Señor:
—Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta morera: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería.

Los días eran largos. Tenías, Señor, tiempo para muchas cosas. Para orar en el silencio, Tú solo, en la espesura del bosque; para predicar a las multitudes a la orilla del mar o en la ladera suave del monte; para sanar con primor a los enfermos, atender peticiones, escuchar ruegos, oír acusaciones impertinentes. Y, además, tenías tiempo para adoctrinar, con pausa y parsimonia, a tus discípulos.

Esta vez, hablaste de varias cosas, entretejidas todas por un argumento común: “la conducta de tus seguidores, y en especial de quienes ocuparían algún cargo en la futura vida de la Iglesia” . Les hablaste de la gravedad del pecado de escándalo; de la grandeza del corazón para perdonar; de la necesidad de evitar todo engreimiento.

Y para que tus enseñanzas fueran más fáciles de entender y se quedaran gravadas en el corazón y en la cabeza, utilizaste imágenes y comparaciones conocidas por tus discípulos y asequibles a su formación. Así, para hablar de la gravedad del escándalo, usaste la imagen de piedra de molino, dura y maciza, imposible de soportar, atada al cuello, sin hundirse, por quien es arrojado al mar.

Para insistir en la necesidad de perdonar las ofensas recibidas, tomaste, Señor, como cifra de medida el número siete, número que encierra plenitud, saturación, totalidad. Era como decir, siempre.

Y para adoctrinar sobre la necesidad de evitar la vanagloria, el engreimiento, acudiste al grano de mostaza, a una semilla insignificante, pequeñísima, para advertirles que eso poco era suficiente para realizar cosas extraordinarias.

Que sepamos atender tus consejos; que tratemos de ser buen ejemplo para los demás; que sepamos perdonar siempre; y que con tu ayuda, nuestra fe mueva montañas y cumplamos tus mandamientos.

sábado, 6 de noviembre de 2010

CON SUS LÁMPARAS
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 25, 1-13

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=Pa1t9dUQ_PM

»Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!” Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes les respondieron: “Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras”. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” Pero él les respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora.

En esta parábola, Señor, como en todas las parábolas, nos ofreces una enseñanza. La necesidad de la vigilancia. Necesitamos velar “porque no sabemos ni el día ni la hora” en que vendrás a pedirnos cuentas. ¡Lo has querido así!

El cuerpo de la parábola es la espera del esposo. Una realidad cotidiana, un hecho con frecuencia repetido. Nada nos cuesta imaginarnos el hecho. Quizás aquella misma noche había tenido lugar en la aldea donde Tú, Señor, con tus discípulos habíais descansado. Quizás todavía resonaban los cantos y parabienes en vuestros oí-dos.

Sea como fuera, el hecho es que Tú, Señor, aprovechaste para decirles a los que te seguían, que el Reino de los Cielos es como una boda: que el esposo eres Tú, que las diez vírgenes son las personas invitadas al Reino: que no basta tomar las lámparas sino que es necesario llenar las alcuzas con el aceite de las buenas obras.

“No basta con que estemos en la Iglesia, hay que mantener viva la fe y hacer buenas obras; hay que vigilar, permanecer en vela, vivir preparados”.

San Agustín comentó así este pasaje: “Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras (...); prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, aliméntalas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al esposo por el Amor, para que él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinga” .

Dice el texto que aquellas jóvenes, cinco eran necias y cinco prudentes; que las prudentes al llegar el esposo estaban allí, lo recibieron y entraron; que las necias, no estaban presentes y cuando llegaron, la puerta se había cerrado y no pudieron entrar.

Haz, Señor, que vivamos vigilantes, que estemos siempre pre-parados; que Te amemos siempre.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Y LES DIO UN TALENTO
VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
SÁBADO
SAN MATEO 25, 14-30

CON SOLO GOLPE DE CLIK http://www.rtve.es/mediateca/videos/20101102/barcelona-se-preparan-para-visita-del-papa/919143.shtml

»Porque es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno fue, hizo un agujero en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Cuando se presentó el que había recibido los cinco talentos, entregó otros cinco diciendo: “Señor, cinco talentos me entregaste; mira, he ganado otros cinco talentos”. Le respondió su amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor. Se presentó también el que había recibido los dos talentos, dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; mira, he ganado otros dos talentos”. Le respondió su amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor”. Cuando llegó por fin el que había recibido un talento, dijo: “Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo”. Su amo, le respondió: «Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo de donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. »Porque a todo el que tenga se le dará y tendrá en abundancia; pero a quien no tiene, incluso lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes».


Con insistencia volvías, Señor, sobre el mismo tema: el Reino de los Cielos. ¡Es tan rica su realidad! ¡Tan sublime su certeza! Por eso, te servías, para explicarlo, de hermosas parábolas y de originales comparaciones. En cada una mostrabas un matiz distinto, complementario. Hoy nos contaste la parábola de los talentos.

Es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A todos confió algo. Pero en cantidades distintas. A uno le entregó cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo. Luego el amo se marchó.

Pasó el tiempo, la vida, las oportunidades para aquellos servidores. Los dos primeros trabajaron afanosamente, de sol a sol; ambos pusieron a rendir sus cualidades y sus fuerzas; ambos reflexionaron concienzudamente, buscaron soluciones a sus problemas, tomaron las cosas en serio. Resultado: ganancias, éxitos, beneficios.

En cambio, el que había recibido un solo denario, se dedicó a manosearlo, a pensar en si mismo, a mirarse al ombligo, a enterrar sus facultades y potencias por miedo a que se pudieran desgastar. Resultado: un agujero en el campo lleno de egoísmo, de fracaso.

Después de mucho tiempo, llegó el amo. Y habló con cada uno de sus criados. Trató de sus trabajos, de sus empresas, de sus quehaceres, de sus resultados. Al final, aquel amo pronunció el veredicto: felicidad a raudales para los que trabajaron con sus talentos; y tristeza inmensa para el agostero miedoso y cobarde.

Como colofón, añadiste: a todo el que tenga se le dará y tendrá en abundancia; pero a quien no tiene, incluso lo que tiene se le quitará. Al que tenga ganas de trabajar se le dará; al que no tengas ganas de trabajar se quedará sin nada.

Señor, que aprenda a trabajar; a querer esforzarme, a cooperar con tu gracia, con tus muchos o pocos talentos. Y luego, si respondo, a disfrutar de la alegría del cielo.
...CON SUS LÁMPARAS
VIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
VIERNES
SAN MATEO 25, 1-13

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.youtube.com/watch?v=QkMKC9XBygQ
»Entonces el Reino de los Cielos será como a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Ya está aquí el esposo”! ¡Salid a su encuentro! Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: «Dadnos de vuestro aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan». Pero las prudentes les respondieron: “Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y para nosotras”. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos! Pero él les respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por eso, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Una y otra vez, insistes, Señor, sobre el Reino de los cielos. Y lo haces a través del género parábola. Esta vez, la parábola la tomaste de una costumbre social de tu tiempo: la espera del esposo que hacen las amigas de la novia.

En ella, desde un principio nos hablas de la necesidad de la prudencia, de emplear el sentido común, de ser precavidos; de poner los medios para alcanzar los fines. ¡Nos jugamos tanto en estas cosas!

Y sin embargo, unas veces, nos olvidamos de preparar lo necesario; otras, el cansancio, la espera, el desaliento minan nuestras fuerzas; desgastan nuestras energías, y caemos en el sueño, en la modorra, en el sopor, en la pereza; en ocasiones, aún habiendo sido diligentes y previsto ciertas dificultades, incluso hasta pequeños detalles, las limitaciones, propias de nuestra naturaleza, nos hacen caer en el sueño.

Y cuando lleguen, más tarde o más temprano, las voces y los gritos, el jolgorio y la bullanga, es el momento de actuar, de saltar a la arena, de tomar posiciones. Y de nuevo, la prudencia tomará protagonismo, la preparación será más necesaria y el orden más imperioso.

Al contrario, si no ha habido precaución, ni prudencia, ni orden, tras el sueño modorro y atolondrado, llegará el despertar ineficaz; y cuando se nos pidan soluciones rápidas y precisas, nos encontraremos con respuestas desordenadas e inútiles. Habrá, entonces, que desandar lo andado, y revolver emociones y curar entuertos; y hasta pedir milagros. Pero ya no habrá tiempo: las puertas estarán cerradas, los cerrojos bien echados.

Y llegará el esposo. Y felices, entrarán las prudentes, las sensatas; y dentro habrá gozo y alegría; y fuera, quedará la angustia, la aflicción y la congoja. Y en medio una puerta. Y los nudos de las manos que golpean de nuevo y las voces que llegan de dentro y que dicen: no os conozco. Y otra vez desde fuera dirán: ¡eh! que sí, que somos nosotras. Y desde dentro nuevo: ¡eh! que no os conozco.

Y terminaste con un breve mensaje: Por eso, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA OVEJA PERDIDA
TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA
DEL T. O. JUEVES
SAN LUCAS 15, 1-10

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=riWVcGE6D98

Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
—Éste recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces les propuso esta parábola:
—¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozosos, y, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.
»O ¿qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me perdió”. Así, os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

Era un espectáculo. Apenas, Señor, salías de casa, enseguida la gente se colocaba a tu alrededor. Eran personas sencillas: desocupados, pobres, enfermos, mendigos.

También acudían fariseos y escribas, aunque éstos más que aprovecharse de tus enseñanzas, les gustaba criticar, murmurar, tratar de cogerte en alguna contradicción. Les sacaba de quicio que Tú, Señor, recibieras, incluso comieras con publicanos y pecadores.

Un día, Señor, propusiste una parábola. Comenzaste a contar que un pastor tenía cien ovejas y que perdió una; y que dedicó tiempo y tiempo a buscarla; y que al fin la halló, y que la trató con cariño; y que la trajo sobre sus hombros al redil, y que había sentido alegría por el hallazgo y que hizo una fiesta con sus amigos.

Los fariseos se hacían de cruces. Jamás habían oído hablar de un pastor tan excelente. Al contrario, sabían de pastores que abandonaban a las ovejas descarriadas, que trataban a palos a las lentas, que se aprovechaban de las gordas.

Mientras, los publicanos y pecadores se alegraban al escuchar tus palabras llenas de misericordia y de compasión. Aunque ni unos ni otros intervinieron en esta ocasión.

Sí interviniste Tú, Señor, con estas hermosas palabras: del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.

Y luego, contaste lo de la mujer y la dracma perdida, de cómo había barrido la casa; de cómo la había hallado; de cómo se había alegrado con sus amigas.

Y añadiste: Así hay alegría entre los ángeles de Dios, por un pecador que se arrepiente.

martes, 2 de noviembre de 2010

TRIGÉSIMA PRIMERA
SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN LUCAS14, 25-33

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=bt21eEL9EyY

Iba con él mucha gente, y se volvió hacia ellos y les dijo:
—Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los hijos y a los hermanos y a las hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga con su cruz y viene detrás de mi, no puede ser mi discípulo.
»Porque, ¿quién de vosotros, al querer edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos a ver si tiene para acabarla?. No sea que, después de poner los cimientos y no poder acabar, todos los que lo vean empiecen a burlarse de él, y digan: Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar”. O ¿qué rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando todavía está lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.

Habías, Señor, terminado el descanso del trajín de la jornada, saliste de nuevo a calle, a los caminos. Volviste a recorrer los campos de Palestina. Te seguía mucha gente. Unos hablaban a voces, otros susurraban bajito, los niños chillaban, corrían; las mujeres llevaban a sus hijos de la mano o en brazos. Y, a la vez, caminabais.

En esto, diste la vuelta, Señor, y comenzaste a hablar. Los que te seguían comenzaron a tomar asiento. Hubo silencio. Entonces Tú dijiste: os voy a hablar de cosas importantes. Todos abrieron bien sus oídos para oír mejor y sus ojos para seguir mejor los gestos de tus manos.

Mirad, dijiste: si queréis ser discípulos míos, nada de estar atados a padres, a hermanos, a mujer o a hijos, ni a la vida; tenéis que seguirme a Mí. Esto puede parecer una cruz y lo es de verdad, pero el que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mí discípulo. ¡La cosa iba en serio!

Conviene, pues, pensar. Pensar y calcular, igual que el que construye una torre: que si los cimientos, que si los gastos, que si puedo, que si no puedo seguir. Y luego decidir. O como el que se decide a presentar batalla, primero calcula a ver si tiene armamento, si tiene soldados, etc., de lo contrario pedirá condiciones de paz.

Para ser tu discípulo hay que renunciar a todos los bienes. Y después, seguirte. Muchos de los presentes te siguieron; otros te siguieron más tarde, hasta el fin, como Tú querías.

lunes, 1 de noviembre de 2010

TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
PROBANDO LA YUNTA DE  BUEYES
MARTES
SAN LUCAS 14, 15-24

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.youtube.com/watch?v=VJEpN4QwRk0

Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo:
—Bienaventurado el que coma el pan en el Reino de Dios.
Pero él le dijo:
—Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. Y envió a su siervo a la hora de la cena para decir a los invitados: “Venid, que ya está todo preparado”. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y tengo necesidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado”. Y otro dijo: “Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por excusado”. Otro dijo: “Acabo de casarme, y por eso no puedo ir”. Regresó el siervo y contó esto a su señor. Entonces, irritado el amo de la casa, le dijo a su siervo: “Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los ciegos y a los cojos”. Y el siervo dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio”. Entonces dijo el señor a su siervo: “Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi casa. Porque os aseguro que ninguno de aquellos hombres invitados gustará mi cena”.

Cuando Tú, Señor, hablabas, uno de los comensales oyó la advertencia que le habías hecho a aquel “amigo anónimo”, al amigo que te había invitado a comer; y le pareció atinada y justa tu respuesta; incluso sentenció, por su cuenta, que “bienaventurado el que coma el pan en tu Reino”. Y aunque a este espontáneo, Señor, no le contestaste, sí pronunciaste a propósito de esta intervención una parábola hermosísima y llena de mensaje.

“La imagen del banquete adquiere ahora una significación peculiar pues sirve a Jesús para describir el Reino de Dios”. Tu Reino, Señor, que comenzaría en la tierra con el nacimiento de tu Iglesia.

“Con esta parábola explica la formación de la Iglesia como llamada universal a la salvación. Dios había elegido a Israel para que fuera mediador de esa salvación (cfr. Is 45); pero cuando estaba ya todo preparado (“venid, que ya está todo preparado”) y envió a su Hijo, los primeros invitados —el Israel más digno— lo rechazaron”.

“Por eso Dios ahora fundará su Iglesia con los despreciados de Israel (pobre y tullidos, ciegos y cojos) y con los paganos (los que están en los caminos y cercados)” .

Tú, Señor, terminaste con estas duras palabras: “Ninguno de aquellos hombres invitados (ricos, ambiciosos, creídos) gustará mi cena”. Y ahí se terminó el discurso, la parábola. El evangelista no añade nada más. Parece que todos callaron: amigos, comensales, discípulos, todos. Nadie habló.

Señor, acepto tu invitación y deseo ayudarte a llenar la sala de pobres, tullidos, ciegos, cojos, enfermos, perezosos, derrumbados.

domingo, 31 de octubre de 2010

SALA DE BANQUETES
TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
LUNES
SAN LUCAS 14, 12-14

CON SOLO GOLPE DE CLIK  http://www.quierosersanto.com/qss/

Decía también al que le había invitado:
—Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte. Se te recompensará en la resurrección de los justos.

La invitación a comer que se hacen mutuamente las personas es una muestra clara de la amistad entre ellas. Compartir mesa y mantel da pie a confidencias mutuas y afianzar lazos de amistad. A Ti, Señor, con frecuencia te invitaban tus amigos. Una veces, la invitación venía exigida por el agradecimiento de algún favor o deseo de iniciar una amistad; otras, eras Tú mismo el que planeabas el encuentro. Tal es el caso de Zaqueo.

En todos los encuentros, procurabas Tú, Señor, extraer alguna lección importante. Eran la ocasión propicia para enseñar modos de comportamiento; para enseñar maneras de vivir las exigencias de la Ley Antigua y, sobre todo, era el momento para anunciar el estilo de vida de quienes iban a ser tus discípulos o seguidores. Esta vez también aprovechaste la ocasión. Fue al final.

El banquete había terminado. Tus discípulos, que quizás también habían asistido a aquella comida, se habían retirado. Los criados de tu anfitrión habían terminado de recoger las cosas. En la sala estabais sólo los dos: Tú y tu anónimo amigo. Después del jolgorio de la comida, ahora cuando reinaba en la sala un tranquilo silencio, mirando a los ojos de tu amigo, con franqueza y claridad, le dijiste:

Querido amigo: cuando programes un banquete —cosa estu-penda— llama “a pobres, a tullidos, a cojos, a ciegos”, a gentes que no te puedan pagar. Si así lo haces serás bienaventurado; Dios te premiará aquí en la tierra en la vida futura con el banquete del Reino. No olvides, amigo, que esa es una excelente recompensa.

Poco antes le habías dicho: “si invitas a amigos, a hermanos, a parientes, a vecinos —cosa buena— ellos te devolverán la invitación y quedarás pagado. Al dar algo, al invitar a alguien, al preparar un banquete, hay que mirar primero la intención, hay que mirar primero al cielo de Dios, después al suelo de los hombres.

Señor, que procure tener rectitud de intención: que recuerde el consejo que diste a tu amigo, si actúas con desprendimiento y con generosidad, sin esperar nada en cambio, “serás bienaventurado”.















sábado, 30 de octubre de 2010

UNA REFLEXION SENCILLA

Jesús y Zaqueo
XXXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS 19, 1-10


CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=WCAEZwqsaNI

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quien era Jesús, pero la gente se lo impedía porque era de bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
--Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
--Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor.
--Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús contestó: --Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Celebrábamos el domingo pasado el día del Domund. Domingo Mundial de la Propagación de la fe. Este año con el lema: “Queremos ver a Jesús”. El mismo deseo, que en su tiempo, manifestaron a Felipe, unos griegos llegados a Jerusalén para la celebración de la Pascua.

Hoy la liturgia de la Iglesia nos propone un episodio que tuvo lugar en Jericó mientras Jesús atravesaba la ciudad. Recordemos, brevemente, algunos de sus elementos.

En primer lugar, nos fijamos en Zaqueo, jefe de publicanos, hombre muy rico, pero pequeño de estatura. Este hombre, muestra deseos de ver a Jesús, y aprovecha la ocasión para poder verle, cuando Jesús pasa cerca de su casa. Pero como es pequeño de estatura –dice el texto-, se sube a un árbol (un sicómoro, una higuera) “para poder verle”.

Y el Señor, que conoce el interior del hombre, y antes de que Zaqueo le diga nada, levantando los ojos se dirige a él y le dice: Zaqueo, baja enseguida que quiero “hospedarme en tu casa”.

Y Zaqueo, feliz, entusiasmado, a pesar de las murmuraciones de quienes no acogían al Señor, y sin dejarse confundir ni turbar, bajando enseguida de la higuera le acogió en su casa.

Y allí, en un clima de amistad y de sinceridad, de confianza, Zaqueo le dice a Jesús: “Señor doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo”.

Y Jesús, que no se deja ganar en generosidad, corresponde con creces al gesto generoso de Zaqueo, y le dice: “Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

“Nosotros –se preguntaba Juan Pablo II, comentando este evangelio-, ¿queremos ver a Jesús?. Más concretamente: Yo, ¿quiero ver a Jesús? ¿Hago todo por verle? ¿o evito el encuentro con El? ¿Prefiero verle o prefiero que El no me vea?. Y si ya lo veo de algún modo, ¿prefiero entonces verle de lejos, no acercándome ante sus ojos para no llamar la atención demasiado… para no tener que aceptar todo la verdad que hay en El, que proviene de El?

Son preguntas que la liturgia de hoy nos hace a cada uno de nosotros. Ojalá respondamos como Zaqueo: enseguida y con generosidad; con decisión y valentía; venciendo las dificultades interiores, nuestra pequeñez de espíritu; y venciendo las dificultades exteriores, de aversión y rechazo a las cosas de Dios, que hoy también se dan.

“No nos dejémonos fácilmente confundir y turbar, decía Juan Pablo II, por supuestas inspiraciones, ¿Por qué inspiraciones? Sencillamente por las “inspiraciones de este mundo”. Digámoslo con lenguaje de hoy: por una oleada de secularización e indiferencia respecto a los mayores valores divinos y humanos.

Renovemos la fe en Jesús, tengamos deseos de verle, de tratarle, de seguirle, de amarle. Esperemos en Él. Y no olvidemos sus palabras: que “el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Así sea.

viernes, 29 de octubre de 2010

UNA REFLEXION SENCILLA

LOS ULTIMOS ERÁN LOS PRIMEROS
TRIGÉSIMA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN LUCAS 14, 7-11

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.opusdei.es/art.php?p=41088

Les proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos, diciéndoles:
—Cuando alguien te invite a una boda, no vayas a sentarte en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: “Cédele el sitio a éste”, y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a ocupar el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.

Invitado a comer en casa de uno de los principales fariseos. Tú, Señor, aceptaste. Luego te acusarían de que comías con fariseos y pecadores, pero tu intención era otra, habías venido a salvar no a los justos, sino a los pecadores. Y una comida era un buen momento para hacer amistad, para dialogar, para deshacer dificultades, para contestar preguntas o plantear interrogantes.

Y, cuando todavía no habían llegado todos, aprovechaste para proponer una sencilla parábola a los que junto a Ti estaban sentados. Quizás sólo tus Apóstoles. El motivo te lo proporcionaron los invitados que al llegar, elegían los primeros puestos, es decir, los lugares más preferentes, mejores.

Es probable que hablaras en voz baja, que sólo te oyeran los más cercanos. En todo caso, les decías que no escogieran los primeros puestos, que quizás habría invitados con más motivos para estar en ellos; que sería vergonzoso tener que descender; que, al contrario, escogieran los últimos y, si era el caso, ya ascenderían y entonces quedaría muy bien ante los comensales.

Era toda una lección, Señor. Una lección transmitida de palabra, a través de una parábola. Una lección creíble y posible, porque Tú, Señor, la habías vivido antes y la seguías viviendo ahora, con tus obras. Eras el mayor y te ponías en último lugar; eras el más poderoso y servías; eras Dios y te habías abajado a ser hombre.

En aquella comida, Señor, terminaste con una sentencia hermosa: Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Ojalá aprendamos a humillarnos en cosas pequeñas y, si se tercia, en las grandes, para que podamos ser enaltecidos por Ti, Señor, en el banquete del Reino de los Cielos.