viernes, 31 de diciembre de 2010


MARIA, JOSE Y JESUS

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

OCTAVA DE LA NAVIDAD
SAN LUCAS 2, 16-21

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=49DR0CKY5T4

Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Algo extraordinario había ocurrido en Belén o en sus alrededores. Voces de ángeles y luces resplandecientes llegaron a aquel grupo de pastores que vigilaban sus rebaños. La Buena Nueva llegó a sus oídos y hasta el hondón del alma penetró la invitación.

Y como es habitual entre la gente sencilla, les faltó tiempo para averiguar lo que se les había anunciado. Unos y otros salieron de la cabaña. Llevaban la túnica, el bastón y cuatro cosas más. Felices se pusieron en camino. La noche iba avanzando y no había tiempo que perder. Ninguno olvidó de tomar algún pequeño obsequio para llevar al portal.

Al llegar a un determinado lugar se pararon. Parece que allí estaba el sitio anunciado. Entraron temblorosos y encontraron a María, a José y al Niño. La estampa era encantadora: un recién nacido en el trono de un pesebre; una joven madre llena de gracia mirando a su pequeño; y el bueno de José custodiando a aquellas extraordinarias criaturas. ¡Era verdad!, se dijeron mutuamente.

Los pastores, en un primer momento, depositaron los presentes en un rincón del portal. Y acercándose al Niño que sonreía sin cesar, le dieron un beso en la cara. Y a la joven pareja les desearon suerte y gracia, luego entregaron los presentes. Tras aquel rato divino, se fueron a sus campos y comenzaron a publicar lo visto, los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho.

Y tu buena Madre y la mía, Señor, desde el primer momento, comenzó a recoger en su corazón todo lo que iba sucediendo. Luego, hemos sabido, que lo daba vueltas y lo agradecía. Y con el tiempo, sería una fuente inagotable de noticias. Noticias verdaderas, objetivas; de primera mano.

Los pastores —con la normalidad de los sencillos— ya en sus puestos, glorificaban a Dios y alababan sus obras. ¡Todo había sido verdad!

jueves, 30 de diciembre de 2010


EL VERBO SE HIZO CARNE

DÍA SÉPTIMO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

SAN JUAN 1, 1-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=x-as9Yd_FIg&feature=related


En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por él,
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
Pero a cuantos le recibieron
les dio potestad para ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.
Y El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama:
Éste era de quien yo dije:
el que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo.
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que estaba en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

INTEREANTE VIDEO SOBRE BELEN
http://www.primeroscristianos.com/index.php?/santa/view/beleacuten/
Hoy quiero reflexionar sobre tu existencia eterna, Señor. Para ello, me serviré del prólogo que escribió San Juan —tu discípulo amado—, a su Evangelio. Siempre me ha parecido un prólogo elevado, hondo, sublime. Un texto repleto de verdades; un escrito cargado de temas importantes. Según entendidos en San Juan, en este prólogo se incluyen o se anuncian “los grandes temas que se desarrollarán a lo largo de la narración evangélica” .

Se dice, por ejemplo, que Tú, Señor, eres la Palabra eterna de Dios, que existías en el principio, que desde el principio estabas junto a Dios, que todo fue hecho por Ti, que sin Ti nada se hizo de cuanto ha sido hecho. Yo, Señor, en este momento, desde la humildad de ser creado, te adoro con devoción, Dios eterno, Hijo del Padre.

Se dice también que Tú eres luz, luz que brilla en las tinieblas; y que al hablar a los hombres, les comunicas la luz, la verdad y la vida. Luz que ilumina su camino, verdad que arrastra, vida que enriquece, palabra que convence a quien te escucha y te sigue.

Y además, se afirma que viniste a nuestro mundo a convivir con nosotros, a manifestarnos tu gloria divina. Y que a cuantos te recibieron les diste la potestad de ser hijos de Dios. Y que a cuantos hemos visto tu gloria nos has llenado el corazón y el alma, de gracia y de verdad.

“En resumen —concluyen expertos en San Juan—, el evangelista, en este hermoso prólogo nos anuncia quién eres realmente, de dónde procedías, cómo llegaste hasta nosotros y qué obra realizaste en favor de los hombres” .

Permíteme de nuevo adorarte como a mi Dios y Señor. Ayúdame a escuchar tu Palabra “eficaz como espada de doble filo”, a abrir mi alma a tu luz para ver las grandezas de tu Reino, para ser testigo de tu resurrección. Ven hasta mí, y que yo te reciba, ven hasta nosotros y habita en nuestras almas.

miércoles, 29 de diciembre de 2010


ANA LA PROFETISA

DÍA SEXTO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

 SAN LUCAS 2, 36-40

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=d8Acc_RZ2lg

Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada, y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. Y llegando en aquel mismo momento alababa a Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

Las palabras del anciano Simeón se clavaron fuertemente en mi alma. Despuntaba allí mismo una “punta” del misterio. Misterio —que porque lo es— sigue siéndolo a pesar de haber transcurrido veinte siglos. ¡Signo de contradicción! ¡Espada de dolor! ¡Ruina y resurrección! ¡Dios y el hombre! ¡Salvación y muerte!

En éstas, apareció la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Se acercaba con paso lento, era muy anciana. Tenía una larga historia tras de sí: siete años casada, el resto viuda. Ahora tenía ochenta y cuatro años. Y siempre sirviendo en el Templo. Ayunaba mucho y rezaba más. Y le conocían en el Templo hasta las piedras.

Y llegó despacio y tranquila, alabando a Dios. A todos los que encontraba por el camino les hablaba del Mesías y les ayudaba a esperar la redención de Jerusalén. A mí me puso la mano en la cabeza y me dijo: “No seas incrédulo, sino creyente”. A otros les decía: “Sed valientes, tened ánimo, no temáis”.

María, al ver a Ana, se puso muy contenta. Le saludó como de conocerse de antes. María le dejó el Niño un buen rato, la anciana mientras le arrullaba decía: “Yo también sirvo a Dios, yo también soy esclava”. Y María mirando a José, le dijo: “José, esta es la anciana de que tantas veces te hablé”. Y José le dijo a Ana: ¡Enhorabuena, por haber estado aquí!

A José y María —y a todos— nos costaba arrancarnos de aquel lugar. Pero había que realizar lo establecido. Así que, cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea, su ciudad de Nazaret. Muchos fuimos con ellos, siempre detrás, y comprobamos que eran felices. María no hacía más que decirle al Niño: ¡Rey mío, Dios! El Niño reía como un ángel y sembraba paz a su alrededor. Hasta nosotros —los que les seguíamos— lo notábamos. Y José era feliz, dichoso.

Ya en Nazaret, siguió la vida ordinaria. Amanecía y se ponía el sol; se trabajaba y se rezaba; se organizaban reuniones en la cocina de María y en el taller de José. El Niño aprendía, a veces hablaba, otras miraba, daba gusto con Él. Jesús iba creciendo y se iba haciendo fuerte. Cada vez sabía más y cada vez brillaba más en Él la bondad. ¡Dios estaba con Él y Él con Dios. El era Dios!

martes, 28 de diciembre de 2010

ANCIANO SIMEÓN
SANTO TOMÁS MORO, MÁRTIR

FIESTA
SAN LUCAS 2, 22-35

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ytG9AdjEr88

Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.
Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
—Ahora Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria a tu pueblo Israel. Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo, y le dijo a María, su madre:
—Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción —y a tu misma alma la traspasará una espada—, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos co-razones.

Y cumplidos los días, te llevaron a Jerusalén para presentarte al Señor. Así estaba mandado y Tú querías, a eso habías venido, enseñarnos a cumplir la ley. ¡Que bonito, verte en brazos de tu Madre, María, camino del Templo; José iría como siempre, por de-lante. La tarde anterior había comprado con los últimos ahorros dos pichones; y Tú, Señor, Niño mío, como un infante más: indefenso, callado, dejándote llevar.

Yo estaba junto a Simeón. ¡Era tan bueno y tan justo este hombre! Casi nunca decía nada, sólo esperaba. Algunas veces parecía como si temblara, pero sobre todo esperaba la consolación de Israel; y rezaba; era como si el Espíritu Santo estuviera en él. Yo apuesto que estaba lleno del Espíritu Santo. Un día como hablándose solo le oímos decir: He recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriré antes de ver al Cristo del Señor.

Yo no entendía nada, Señor. Él —el anciano Simeón— sí. Por eso al entrar María y José contigo, en el Templo para cumplir lo prescrito en la Ley, Simeón que estaba esperando a la puerta, te tomó en sus brazos y con voz clara, emocionante y gozosa dijo: “Ahora, Señor, puedes llevarme contigo, lo que tenía que ver ya lo he visto. Sé que este Niño es el Salvador de todos los pueblos y luz de las gentes, y que será gloria de Israel y del mundo entero”. Y Simeón calló.

María y José se pusieron rojos de emoción —estaban admirados por las cosas que decían acerca de Ti—; Dios les iba mimando cada día. Yo también me puse contento. Y hasta tiré del manto de José y le pregunté por el nombre del Niño, y a María le dije que me dejara darle un beso.

Pero Simeón volvió a hablar. Le llamó a María aparte y le dijo: Mira, María, este Niño será salvación y será ruina; mira, María, este niño será signo de contradicción. Y en voz un poco más baja —lo oímos todos— prosiguió: y a tu alma la traspasará una espada.

María bajó los ojos, y dando vueltas en su corazón estas palabras, nos dijo: “Yo soy la esclava del Señor, estoy dispuesta a que se cumpla en mí su palabra”. Entonces Tú, Niño mío hiciste una caricia a tu Madre, a José le dirigiste una tierna mirada y a todos los que estábamos allí, nos sonreíste feliz.

lunes, 27 de diciembre de 2010


SANTOS INOCENTES

LOS SANTOS INOCENTES MÁRTIRES

FIESTA
SAN MATEO 2, 13-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KaSP5JfgPXE



Cuando se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
De Egipto llamé a mi hijo.
Entonces Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. Se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
Una voz se oyó en Ramá,
llanto y lamento grande:
es Raquel que llora a sus hijos,
y no admite consuelo, porque ya no existen.

El pueblo de Belén se encuentra alborotado. Se oyen cosas espantosas, Señor: que si has huido, que si los pastores están acobardados; que si los niños infantes están amenazados; que si la persecución ha empezado... ¡Se oyen tantas cosas! Y mientras, Tú, Niño mío, envuelto en el regazo de María, sobre el pollino dócil y mansurrón, caminas hacia otras tierras, hacia el destino divino. ¡Qué misterios, Señor!

Te alcanzaré y se lo preguntaré a tu Madre o al bueno de José, porque Tú, aunque me entiendes, como eres tan pequeñín no me dirás ni palabra, o lo mejor ni me sigues. Luego vengo, ahora voy a dar una vuelta por Belén.

María ya estoy aquí. No hace falta, Madre, que dejéis de caminar, ni que os bajéis del borrico. Caminaré a vuestro lado y al lado de San José, él me da ánimos y confianza. Sé que él vigila. El Niño sonríe y duerme.

Me cuenta María: “Después que se marcharon los Reyes, José tuvo un aviso del cielo y un Ángel del Señor le dijo: José levántate, toma al Niño y a María, y huye a Egipto y estate allí hasta que El os diga. José, ahora, mueve la cabeza, y dice: así fue. ¡Qué bueno es José y qué miserables somos los hombres!

Y que el asunto de esta huida era porque “Herodes iba a buscar al Niño para matarlo”. ¡Aumenta mi fe!

Y José, obediente y bueno, con prontitud se levantó, tomó al Niño y a mi —era de noche— y aquí estamos camino de Egipto. Y José añadió: Y allí permaneceremos “hasta que muera Herodes”. Y así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Yo, por mi parte, querida familia, os diré que Herodes, al verse burlado por los Magos, montó en cólera y dio la orden ¡qué poder! de matar a todos los niños de Belén y comarca, de dos años para abajo, para coger a nuestro Niño. ¡Qué dolor! Pagaron los inocentes el furor de un monarca.

María me miró compasiva; me dijo: hágase la voluntad del Padre; el Niño abrió los ojos y entendí que decía: no ha llegado la hora, pero yo también moriré inocente; y José, con el ronzal en la mano, miraba hacia adelante, obediente y justo, como siempre.

domingo, 26 de diciembre de 2010

PEDRO y JUAN
SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA

FIESTA
SAN JUAN 20, 1-8

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=KpRCrhMr87g

El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y al otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo:
—Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.

Al fin, Señor, llegó la hora de tu muerte. Piadosamente y siguiendo la costumbre de enterrar entre las gentes de Israel, te dieron sepultura. Después todo fueron dificultades, tristezas, llantos. Aquella noche fue muy larga. Ya de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena, sola, fue al sepulcro”. Por el camino iba cavilando cómo quitar la piedra de la entrada. No hizo falta, al llegar, la encontró quitada.

Aquel momento, Señor, debió ser impresionante. ¿Qué había pasado? ¿Habían robado tu cuerpo? ¿Habías resucitado? Pensamientos de alegría y pensamientos de angustia se entrecruzarían por el alma de la Magdalena. La luz del sol se iba colando entre tenues nubes pardas.

¿Qué hacer? María Magdalena echó a correr, llegó hasta donde estaban tus discípulos, y dirigiéndose a Pedro y a Juan, les dijo: se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. Nadie dijo nada. La noticia era preocupante, desconcertante. Por otra parte, no había tiempo que perder.

De inmediato —con alas que da el amor— Pedro y Juan salieron hacia el sepulcro. Los dos al principio corrían al unísono, a la par; después Juan se despegó de Pedro y llegó antes al sepulcro. Y aunque vio los lienzos plegados y el sudario no plegado, no entró. Esperó que llegase Pedro. Poco después llegó Pedro y entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados y el sudario enrollado aparte. Entró también Juan vio y creyó.

Corrieron, llegaron, entraron, vieron y creyeron. Correr: salir de uno mismo; llegar: esforzarse en conseguir algo; entrar es actuar; ver es razón; creer es fe.

Pero aún no entendieron la Escritura, según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.

sábado, 25 de diciembre de 2010

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO 2, 13-15.19.23

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=aoEA2TR_3Os


Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
--Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que no saliera de Egipto”.
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
--Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero al enterarse que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.

Me acerco a Nazaret. El día es apacible. Una suave brisa roza los matorrales del campo. Poca gente por el camino. Algún pastor con sus ovejas. Me encuentro con un joven que me mira sorpendido. Trato de elimnar barreras y acercarme hasta él. Le hablo, pero nada. Al fin me escucha y da solución a mi pregunta: ¿Sabes donde vive la familia de José, el carpintero? Me dice que sí, y juntos nos dirigimos al lugar.

Llegamos muy pronto. La casa era sencilla. Nada que llamara la atención sino es la limpieza de las paderes. Llamo a la puerta y me sale a abrir un joven, hermoso, bien plantado. Le pregunto por José y me dice: aquí vive, es el que hace de padre en este hogar. Y añade: también está mi madre, que es muy buena. A mi me quiere mucho y también quiere mucho a mi padre, quiere a todos.

Y sin casi darme casi cuenta, allí estaban los dos: los padres que aquel joven que con educación había desapareido para dar protagonismo a los mayores. Nos saludamos, deseándonos la paz. Me doy cuenta que mi paz es pobre y que la paz que ellos reflejan es auténtica. Siento por dentro un no sé qué de alegría y gozo y me atrevo a preguntar. ¿Qué pasó después de que se fueran los Magos?

José se extraña de la pregunta y me contesta: "Cuando se marcharon los magos, se me apareció el ángel del Señor, en sueños, y me dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

Y tú, ¿qué hiciste? Pues nada, "me levanté cogí al niño y a su madre de noche; y me fui a Egipto y allí me quedé hasta la muerte de Herodes". Así se cumplió lo que el Señor había dicho por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que no saliera de Egipto”. No te quiero contar lo que pasamos aquellos años.

Y luego, insistí: ¿qué pasó?  Pues nada, luego, es decir más tarde, no hace falta precisar el tiempo, "cuando murió Herodes, el ángel del Señor se me apareció de nuevo en sueños y me dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño." Y aunque sabíamos que la mano de Dios estaba con nosotros, respiramos.¡Fue tan duro!. Pero Dios ¡nos quiere tanto!

Y ante esto, ¿Qué hiciste? Pues nada, "me levanté, tomé al niño y a su madre y me volví a Israel. Pero al enterarme que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuve miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiré a Galilea y me establecí aquí, en este bonito pueblo, que como sabrás se llama Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron otros profetas, que Jesús (el jovenque acabas de ver) se llamaría nazareno. Y así le llaman Jesús Nazareno".

Estaba tan contento escuchando estas cosas, que me dí una vuelta en la cama y me desperté. Y me convencí que había sido un sueño con fundamento evangélico. Cerré los ojos y no me salió otra cosa que: Jesús, José y María, cuidad la familia mía y de todas las familias de la tierra. Amén.

viernes, 24 de diciembre de 2010

EL VERBO SE HIZO CARNEa
LA NAVIDAD DEL SEÑOR

(MISA DEL DÍA)
SAN JUAN 1, 1-18

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=a8rwBy0GR8o

En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por él,
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
Pero a cuantos le recibieron
les dio potestad para ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.
Y El Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y clama:
Éste era de quien yo dije:
el que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo.
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que estaba en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

Me he enterado, Señor, de que has venido a la tierra. Y me he puesto en camino; también yo quiero ir a visitarte. No sé cuándo llegaré, pues tengo que recorrer un sendero largo. Lo intentaré, con tu gracia, y de seguro que llegaré hasta donde Tú te encuentras. Me han dicho que estás en los brazos de tu Madre, María, una joven mujer, que dicen es “canela en rama”; que te quiere tanto que deja que te quieran; es más, hasta te ofrece a los visitantes, sin miedo a que te rompan.

Dicen que es tan buena tu Madre, que no le ha preocupado que nacieras en un establo. Has nacido sin comodidades materiales, es verdad, pero rodeado del amor tan grande de tu Madre, que sólo con ese cariño eres el más rico de todos. Cosas de tu doctrina: ¡al que más tiene más se le dará!

Me han contado también que os acompaña un hombre, José, el carpintero de Nazaret. Dicen que se veía venir. ¡Era siempre tan servicial y tan atento! Dicen de él que nunca exigió nada, ¡y mira que a veces tuvo que pasar malos ratos! Ahora a vuestro lado es una bendición. ¡Te felicito, Señor, porque supiste escoger las mejores prendas!

Pero me voy hacia el portal que te quiero ver —bueno, ver es un decir, porque a Dios nadie lo ha visto jamás—; Tú nos lo das a conocer, pero ver, ver... ¡Habrá que esperar a que pase un tiempo para verte cara a cara.

Ya estoy aquí a la puerta. Han llegado tantos antes que yo, que no sé si me tocará saludarte esta tarde. Bueno, me sentaré en una piedra y me pondré a mirar al cielo. También miraré hacia atrás y trataré de que Tú, Señor, borres mis pisadas. Y si me duermo, que me despierten suavemente los ángeles.

Oigo hablar a los que salen de tu casa. Llevan la cara resplande-ciente. Parecen otros. Caminan despacio. A su paso las flores despiden fragancia y hasta parece que les aplauden las ramas de los árboles. ¡No sé qué tienes, Señor, no sé qué tienes!

Al fin, llego a tu lado. Lo primero que te pido es que me dejes besarte. Luego, si te parece, me dices cuatro cosas. Y antes de salir, me dejas que diga a tu Madre: bienaventurada, y a José: dichoso. Y si Tú me dieras un beso, Señor, y me dejases estar contigo un rato, sería feliz. Algún día podré gozar de Ti para siempre en el cielo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

ZACARÍAS
CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

VIERNES (24 DE DICIEMBRE. MISA DE LA MAÑANA)
SAN LUCAS 1, 67-79

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=16Wj07j4bp4

Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
—Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha suscitado para nosotros el poder salvador
en la casa de David su siervo,
como lo había anunciado desde antiguo
por boca de sus santos profetas;
para salvarnos de nuestros enemigos
y de la mano de cuantos nos odian:
ejerciendo su misericordia con nuestros padres,
y acordándose de su santa alianza,
y del juramento que hizo a Abrahán, nuestro padre,
para concedernos
que, libres de la mano de los enemigos,
le sirvamos sin temor,
con santidad y justicia en su presencia
todos los días de nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
enseñando a su pueblo la salvación
para el perdón de sus pecados;
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
el Sol naciente nos visitará desde lo alto,
para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Y mañana Navidad: Dios con nosotros: el Emmanuel. El Verbo de Dios hecho carne y corriendo en nuestra tierra. Misterio que la fe acepta, vive, celebra. Algunos han cambiado esta fiesta en otra cosa: en ruido estruendoso, en luces, en juergas, por pandillas.

Mientras llega la Navidad, meditamos el Cántico de Zacarías; hermosa profecía del hombre que quedó durante un tiempo mudo. ¡Cómo saltaba el corazón del viejo Zacarías, cuando “lleno del Es-píritu Santo” comenzó a proclamar las maravillas de Dios!

En boca de Zacarías yo así lo traduzco: “Creo en Ti, Señor, Dios de Israel; creo que nos has visitado y nos has redimido; creo, Señor, que suscitaste un Salvador para todos los hombres; creo que de la casa de David llega el Mesías, como nos lo habían anunciado los profetas a lo largo de los siglos; creo, Señor, que nos salvará de los enemigos; que nos librará de las manos traidoras y de los corazones que nos odian; creo, Señor, que eres misericordioso, como lo fuiste siempre, y lo serás por los siglos de los siglos.

Creo también, Señor, que eres fiel cumplidor de tu alianza; que has cumplido con Abrahán y con todos los que nos precedieron. A ellos les habías prometido libertad y libertad nos has dado a nosotros; a ellos les prometiste alegría y alegría ha brotado a borbotones para nosotros; a ellos les prometiste tu ayuda, tu presencia, y aquí estás Tú, Señor, a nuestro lado todos los días de nuestra vida.

En un momento Zacarías cogió al niño en sus manos y comenzó a decir: tú eres un profeta, un privilegiado, un precursor; esto y más cosas eres, niño mío. También te digo que Tú, hijo mío, realizarás hechos importantes; tú eres el mayor de los hombres nacidos.

Cantemos siguió Zacarías, porque el sol naciente está cerca de nosotros; porque Dios ha venido a visitarnos. ¡Fuera el miedo! ¡Fuera las tinieblas! ¡Que la muerte dé paso a la vida! ¡Que la paz reine entre nosotros! Caminemos juntos, hombres, mujeres y niños, ancianos, por el camino del Mesías; por el camino del Redentor”.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

ZACARIAS E ISABEL
CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

JUEVES (FERIA DÍA 23 DE DICIEMBRE)
SAN LUCAS 1, 57-66

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.facebook.com/video/video.php?v=172701172982

Entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su ma-dre dijo:
—De ninguna manera, sino que se llamará Juan.
Y le dijeron:
—No hay nadie en tu familia que tenga este nombre.
Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo unatablilla, escribió: “Juan es su nom-bre”. Lo cual llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo:
—¿Qué va a ser, entonces, este niño?
Porque la mano del Señor estaba con él.
Entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto y dio a luz un hijo.

Allí estaban —sigo imaginando la escena— vecinos y parientes, y gentes llegadas de fuera. Allí estaba yo, a la vera del misterio, junto a la casa de Zacarías, degustando todavía las melodías del canto de tu Madre, Señor, y esperando el nacimiento de quien iba a ser tu Precursor. E Isabel dio a luz un hijo.

Todos felicitamos a Isabel y a Zacarías. Algunos comenzaron a cantar las misericordias de Dios. Otros permanecimos aturdidos. Aquel día hubo en aquel pequeño pueblo, más luz que nunca, más alegría que nunca. Sólo cuando tu naciste, Señor, brilló la alegría con mayor esplendor.

El pequeño era un niño hermoso. Sus primeros suspiros sonaban a promesa, a pregón, a anuncio. Y aunque el recién nacido llamaba la atención como cualquier niño, parecía que no le gustaba demasiado que los demás nos fijáramos en él. Con su naturalidad parece como si quisiera decirnos: ¡Que no soy yo el que esperáis; que el que viene es Él!

A los ocho días, sus padres lo llevaron al templo. Había que cumplir el rito de la ceremonia de la circuncisión y de la imposición del nombre. Y se inició una discusión. Realmente fue bonita la porfía que mantuvo Isabel con Zacarías y sus familiares. Ella decía que no se llamará Zacarías, que su nombre será Juan. Y preguntaban al Padre. Y éste, mudo que mudo, no decía ni palabra. Al fin, acudieron a la tablilla. Y Zacarías escribió: Juan es su nombre. Isabel añadió: lo esperaba.

Algo grandioso comenzaba a vivirse allí, en aquella sencilla familia. Y Zacarías comenzó a hablar; y a bendecir a Dios. Y todos, vecinos y parientes y cuantos por allí estábamos, quedamos emocionamos, deslumbrados, contentos.

Con celeridad se corrió la noticia por toda la montaña de Judea, y se percibió que Dios andaba por medio. Allí había ocurrido algo extraordinario. ¡Aquel niño iba a ser algo grande! Señor, enséñanos la lección. ¡Es tan bonita la escena! ¡Es tan hermosa la vida de Juan! Auméntanos la fe a todos.

martes, 21 de diciembre de 2010

MAGNIFICAT
CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

MIÉRCOLES (FERIA DÍA 22 DE DICIEMBRE)
 SAN LUCAS 1, 46-56

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=l7nvwAbKArk

María exclamó:
—Glorifica mi alma al Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador:
porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava;
por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.
Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso,
cuyo nombre es Santo;
su misericordia se derrama de generación en generación
sobre los que le temen.
Manifestó el poder de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y ensalzó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y a los ricos los despidió vacíos.
Protegió a Israel su siervo,
recordando su misericordia,
como había prometido a nuestros padres,
Abrahán y su descendencia para siempre.
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Tu Madre, Señor, después de escuchar las alabanzas y parabienes de parte de su prima Isabel, agradecida y satisfecha, comenzó a alabar a Dios Padre Todopoderoso. Con el nombre del Magnificat conocemos ahora la alabanza que entonó tu Madre. Tú, Señor, escuchabas en silencio.

Como un personaje más de aquel momento y usando cierta licencia literaria, sitúo aquella escena evangélica en el siguiente contexto. Totalmente personal y propio.

“Aquel día, Señor, había llegado yo, a media tarde, a la plaza donde estaba situada la casa de Zacarías e Isabel. Había sido un día duro. Llevaba los pies doloridos de subir montes y atravesar valles. Me encontraba cansado. Aprovechando el silencio del atardecer, me había colocado en el hueco de una casa vecina a la de Isabel. Acostado sobre una vieja manta, cuando casi me había quedado dormido, oí muy cerca la letra y la música de un bello canto. Presté atención y mi alma quedó ensimismada. Así —escuchando— pasé un buen rato. Luego me dormí feliz y contento.

Al día siguiente supe que quien cantaba era una jovencita de Nazaret, que había llegado a cuidar a Isabel, su prima, que pronto iba a ser madre. Me contaron que aquella joven, tu Madre, siempre había sido sencilla, humilde. Pero que aquel día cuando comenzó a cantar lo parecía aún más. Así me pareció a mi también cuando tuve la suerte de verla camino de la Sinagoga. ¡Qué bien cantaba tu Madre, Señor! ¡Qué bien cantaba!

Tanto me gustó su voz, que nunca más pude olvidar aquella melodía. No pude entonces, entender el texto completo de aquella canción. Por eso, ahora cuando releo el texto, disfruto de nuevo con la letra y escucho su voz en mi interior. Si recuerdo que tu Madre glorificaba a Dios con toda el alma; que se notaba llena de gozo en su espíritu; que era feliz por las grandezas recibidas, y que Ella era una esclava; que Ella era una favorecida; que la obra era de Dios y que su brazo era fuerte y su poder infinito. Ella, eso: la esclava del Señor.

domingo, 19 de diciembre de 2010

CUARTA SEMANA DE ADVIENTO
MARTES (FERIA, DÍA 21 DE DICIEMBRE)
SAN LUCAS 1, 39-45

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=7Qv02XKEpoU

Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo:
—Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.
Tu Madre, Señor, dijo “sí”. Dijo “sí” a la voluntad divina. Agradeció al Altísimo que se hubiera fijado en Ella. Ser Madre de Dios y a la vez Virgen le parecía una grandiosidad. Y dijo “Sí”. Ella era la esclava del cielo y estaba dispuesta a servir, a ayudar, a obedecer.

Por aquellos días, se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá. ¡Cuánta historia se encerraba en aquel levantarse; en aquel caminar deprisa; en aquel cruzar la montaña; en aquel llegar a una ciudad de Judá y entrar en la casa de Zacarías; en aquel saludar a Isabel!

¡Cuántas veces escucharías Tú, Señor, este relato de labios de tu Madre!

Te diría —así me lo imagino—, “Mira, Jesús, tan pronto como supe que mi prima Isabel necesitaba de mis cuidados, sin dar respiro a la pereza, me puso en camino. Después de un duro caminar, llegué hasta la casa de Isabel. Con suavidad llamé a la puerta. En cuanto Isabel oyó mi llamada, salió gozosa a recibirme. Yo le saludé con piedad; y ella al escuchar mi saludo, se emocionó sobremanera. Luego me dijo que hasta el niño que llevaba en su seno había saltado de gozo a mi llegada. Yo también noté un gozo extraordinario en mi interior”.

“Cuando Isabel, movida por el Espíritu Santo, comenzó a hablar sobre mí y decirme que yo era la mujer más dichosa de toda la tierra, que era bienaventurada por que había creído lo que se me había dicho de parte de Dios, quedé sobrecogida. Y comencé a dar vueltas aquellas cosas en mi corazón. Yo sabía que el Niño que nacería de mí, era el Mesías, el Emmanuel, eras Tú, Dios con nosotros”.

Y te diría además, lo que Ella después de oír tanta alabanza, le dijo Isabel: “Mira, prima, sé que todo es gracia; que todo es don; que yo no soy más que una esclava; aunque sé que me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Por todo, ahora y siempre, Dios sea alabado. Él es único santo y poderoso”. Hágase su voluntad así en la tierra, como en el cielo.


sábado, 18 de diciembre de 2010

LA ANUNCIACIÓN
CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

DOMINGO (A)
 SAN MATEO 1, 18-24

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=9KC5oy00hk0

La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
—José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.
Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.

Adviento. Cada día es más corta la espera; cada día está más cerca la celebración de tu nacimiento, Señor. Viniste hace más de dos mil años, vienes cada día y vendrás glorioso al final de los tiempos. Ahora me preparo para celebrar tu primera venida: tu nacimiento en Belén hecho Niño, envuelto en pañales, acariciado por tu Madre y cuidado con primor por tu padre adoptivo.

Hoy, al considerar el texto evangélico de tu generación, me fijo en tres expresiones utilizadas por el escritor sagrado. “Fue así”. Con esta sencilla frase nos informa el evangelista a sus lectores sobre el modo como ocurrió el hecho de tu encarnación. “Fue así”: María, tu madre, estaba desposada con José...Y así lo ha creído la Iglesia: desde los primeros tiempos de la cristiandad hasta nuestros días. “Fue así”, y así lo creo yo, también.

“Se encontró que había concebido”, según dice el texto arriba indicado. La traducción oficial litúrgica es similar: “resultó que ella esperaba un hijo”. Una tercera traducción consultada dice “se encontró encinta”. Las tres traducciones dicen lo mismo: que un día fue conocido, lo que María sabía anteriormente.

“José, que era justo”, pensó repudiar a tu Madre en secreto. Pero entonces llegó la intervención divina: un Ángel del Señor le dijo a José: No temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo.

Tal vez el mismo Ángel —pudo suceder— tranquilizó también a Joaquín y a Ana, los padres de María; a sus familiares cercanos; a los vecinos más próximos. Y así Tú, Señor, en silencio, sin llamar la atención, milagrosamente, fuiste tomando cuerpo, igual que el nuestro, en el seno virginal de tu Madre, María.

Ayúdame, Señor, a vivir junto a Ti. Que María y José sean mis guías y valedores.

viernes, 17 de diciembre de 2010

MARÍA y JOSÉ
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

SÁBADO (FERIA 18 DE DICIEMBRE)
SAN MATEO 1, 18-24

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

http://www.youtube.com/watch?v=FUm_ZrLqEcE&feature=related

La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
—José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios connosotros.
Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.

Sólo una pluma inspirada por Dios, pudo escribir una página tan bella. Sólo un artista ayudado por la gracia divina pudo pintar un lienzo tan lleno de luz y enmarcado con ribetes de oro con tanta destreza.

Cada vez que leo estas palabras de tu concepción virginal y tu nacimiento, Señor, me lleno de gozo y desbordo de alegría. Y desde el fondo de mi corazón me brota con espontaneidad esta sencilla plegaria: Gracias, Señor, porque quisiste hacerte hombre.

Así comienza el texto: la generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. Así de sublime y así de sencillo, así de humano y así de divino.

Luego el Evangelio habla de José. Dice el texto que José era justo, que no quería difamar a María, su esposa; que pensó repudiarla en secreto; que un Ángel, en sueños, le avisó y le dijo que acogiera sin miedo a María; que lo que en ella había sido concebido, era cosa del Espíritu Santo; que ella daría a luz un hijo; que le pondrían por nombre Jesús; que iba a salvar a todos los hombres de sus pecados; que así se cumplirían las escrituras; que todo estaba escrito.

José al despertarse, feliz y contento, hizo todo lo que Dios le había mandado: recibió a María en su casa y pocos meses después viajó con María a Belén y allí naciste Tú, Señor, en la pobreza de un portal.

“San José es realmente padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre. Tratándole se descubre que el San Patriarca es, además, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con Él, a sabernos parte de la familia de Dios” .

jueves, 16 de diciembre de 2010

CAMINO DE BELEN
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

VIERNES (FERIA 17 DE DICIEMBRE)
 SAN MATEO 1, 1-17

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=0BxgVTtYb4M

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró a Farés y a Zara de Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo. Por tanto son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.

En el relato de esta página aparecen nombres de distintas personas ilustres; largos años de sus vidas perfectamente agrumados; con sus inviernos cuajados de fríos y veranos llenos de calores; con días de guerras y jornadas de paz; con la historia de prósperas victorias y derrotas amargas; con salidas de sol y negros atardeceres.

Y al comienzo de esa historia Abrahán. Abrahán recibe una promesa. Y cree que su descendencia se multiplicará como las estrellas del cielo, como las arenas del mar. Y la Historia de la Salvación que llegará a su plenitud con el nacimiento, del Mesías.

Los estudiosos al leer este texto hablarán de la estructura de tu genealogía: de los grupos de que consta; de los eslabones de cada grupo; del desarrollo progresivo de su historia; de la importancia entre los judíos del árbol genealógico; del significado religioso; de los derechos y de las obligaciones; de las mujeres que se nombran; de sus vidas; de sus obras y de sus pecados... ¡Hablarán de tantas cosas!

Permíteme, Señor, que en la tranquilidad de esta mañana, cercana ya al aniversario de tu Nacimiento, te pregunte por José, tu padre adoptivo, el carpintero de Nazaret, el esposo de tu madre, María. Tú lo conociste bien. Dime: ¿cómo era José?

Oigo en mi interior que me dices: lee y escribe. Y eso he hecho, releer de nuevo el texto sagrado (tu Palabra). Y a continuación he copiado esta frase: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.

¡Cuántas cosas en pocas palabras! José, hombre escogido, ser privilegiado, criatura preparada por Dios; de la tribu de Jacob, esposo de María; Tú padre adoptivo; el hombre más cercano a Ti; el que mejor te sirvió; el más justo, el más santo.

Ayúdame a querer a José y a quererte a Ti y a María como él os quiso a los dos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

ARBOL DE JESÉ
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

JUEVES (FERIA 17 DE DICIEMBRE)
SAN MATEO 1, 1-17 (feria 17 de diciembre)

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=u3mQBZLSC7o

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró a Farés y a Zara de Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.
David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo. Por tanto son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.

En el relato de esta página aparecen nombres de distintas personas ilustres; largos años de sus vidas perfectamente agrumados; con sus inviernos cuajados de fríos y veranos llenos de calores; con días de guerras y jornadas de paz; con la historia de prósperas victorias y derrotas amargas; con salidas de sol y negros atardeceres.

Y al comienzo de esa historia Abrahán. Abrahán recibe una promesa. Y cree que su descendencia se multiplicará como las estrellas del cielo, como las arenas del mar. Y la Historia de la Salvación que llegará a su plenitud con el nacimiento, del Mesías.

Los estudiosos al leer este texto hablarán de la estructura de tu genealogía: de los grupos de que consta; de los eslabones de cada grupo; del desarrollo progresivo de su historia; de la importancia entre los judíos del árbol genealógico; del significado religioso; de los derechos y de las obligaciones; de las mujeres que se nombran; de sus vidas; de sus obras y de sus pecados... ¡Hablarán de tantas cosas!

Permíteme, Señor, que en la tranquilidad de esta mañana, cercana ya al aniversario de tu Nacimiento, te pregunte por José, tu padre adoptivo, el carpintero de Nazaret, el esposo de tu madre, María. Tú lo conociste bien. Dime: ¿cómo era José?

Oigo en mi interior que me dices: lee y escribe. Y eso he hecho, releer de nuevo el texto sagrado (tu Palabra). Y a continuación he copiado esta frase: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.

¡Cuántas cosas en pocas palabras! José, hombre escogido, ser privilegiado, criatura preparada por Dios; de la tribu de Jacob, esposo de María; Tú padre adoptivo; el hombre más cercano a Ti; el que mejor te sirvió; el más justo, el más santo.

Ayúdame a querer a José y a quererte a Ti y a María como él os quiso a los dos.

martes, 14 de diciembre de 2010

ERES TU... O ESPERAMOS A OTRO
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

MIÉRCOLES.
SAN LUCAS 7, 19-23

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://video.google.com/videoplay?docid=5161006355654736668#docid=1286383962743771277


Y Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle:
—¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?
Cuando aquellos hombres se presentaron ante él le dijeron:
—Juan el Bautista nos ha enviado a ti a preguntarte: “¿Eres tú el que va a venir o esperamos a otro?.
En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. Y les respondió:
—Id y anunciadle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. Y bienaventurado quien no se escandalice de mí.

Señor, habías curado a ciegos, a cojos, a sordos, a toda clase de enfermos, habías resucitado a muertos. Los discípulos de Juan estaban asombrados. Entonces éste envió a dos de ellos a preguntar-te: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?

Tú, Señor, en aquella misma hora, curaste a muchos de sus enfermedades, de sus dolencias, de sus malos espíritus, y diste la vista a muchos ciegos.

Luego comenzaste a hablar. Era un mensaje para Juan. Dijiste: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído. Y ellos fueron, atolondrados y felices y le contaron: Hemos visto cómo Jesús curaba a los ciegos, sanaba a los cojos, restablecía la salud a los leprosos, los sordos comenzaban a oír; y, lo que es más grande, hasta ha resucitado a muertos; y, además, los pobres llegaban hasta Él y eran evangelizados.

Y dijo también que bienaventurado quien no se escandaliza de Él.

Sana también, Señor, ahora nuestras enfermedades; nuestras desviaciones, nuestros egoísmos, nuestras soberbias; nuestra ceguera y nuestra autosuficiencia. ¡Señor, que vea! ¡Señor, que vean! ¡Señor que veamos! ¡Señor, que venga a nosotros tu reino!

lunes, 13 de diciembre de 2010

DOS HERMANOS ...
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

MARTES
 SAN MATEO 21, 28-32

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=tBOhZDvQs3o&feature=related

¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Pero él le contestó: “No quiero”. Sin embargo se arrepintió después y fue. Se dirigió entonces al segundo, le dijo lo mismo. Éste le respondió: “Voy, señor”; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?:
—El primero, dijeron ellos.
Jesús prosiguió:
—En verdad os digo que los publicanos y las meretrices van a estar por delante de vosotros en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros con un camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto os arrepentisteis después para poder creerle.

Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo —tras haber sido puestos en evidencia por Ti, Señor— trataron de ocultarse. Allí sólo permanecisteis Tú y tus discípulos. Y quizás algún curioso llegado más tarde.

¿Qué os parece?, dijiste. A tus palabras, todos abrieron los ojos, los oídos, el alma. Algo importante ibas a decir. En efecto, con la maestría que te caracterizaba, dibujaste con cuatro pinceladas, la actitud de aquellos dos hijos, requeridos por su progenitor para que fueran a trabajar en su viña.

Dos respuestas y dos actitudes distintas. Uno dijo que no iría y si fue; el otro dijo que sí iría y no fue. Luego formulaste la verdadera pregunta: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? La pregunta parecía un acertijo, pero en el fondo era una pregunta que exigía una respuesta, Señor, llena de mensaje.

Este era el mensaje: las gentes de mala vida, los pecadores, el deshecho de la sociedad entrarán en el Reino de los Cielos, si de verdad se arrepienten. Al contrario, los que externamente prometen y a todo dicen que sí, pero luego no cumplen, se quedarán sin recompensa.

En realidad nos estabas hablando, Señor, de la necesidad de aceptar tu mensaje y de cumplirlo. No basta decir sí, sí, sino que hay que actuar, con ganas o sin ellas.

Tus discípulos, Señor, ante esta salida, se quedaron extrañados. Hubo silencio. Tú, Señor, recogido, callaste también.

Yo, ahora, te pido ayuda para que sepa conjugar el sí y el no, para que me acuerde que tengo que esforzarme.

domingo, 12 de diciembre de 2010


JESUS Y LOS FARISEOS

TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

LUNES
SAN MATEO 21, 23-27

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=1zcITVnZYa4

Llegó al Templo, y mientras estaba enseñando se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron:
—¿Con qué potestad haces estas cosas? y ¿quién te ha dado tal potestad?
Jesús les respondió:
—También yo os voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, entonces yo os diré con qué potestad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?
Ellos deliberaban entre sí: Si decimos que del cielo, nos replicará: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Si decimos que de los hombres, tememos a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta. Y respondieron a Jesús:
—No lo sabemos.
Entonces él les dijo:
—Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

Llegaste al Templo de Jerusalén. Quizás era de madrugada. Como en otras ocasiones, te acompañarían tus discípulos. Desde que recibieron tu llamada te seguían siempre. Les gustaba escucharte y, además, necesitaban tus palabras.

Me imagino la escena. Tú, Señor, sentado en un lugar elevado. El manto, colocado sobre tus hombros, cae desplegado hasta el suelo. Tus cabellos sueltos descienden sobre el manto. Tu mirada tierna y compasiva se dirige hacia todos los que te rodean. De un momento a otro, vas a comenzar tu enseñanza.

De pronto, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron hasta donde tu estabas. Iban con intención de preguntar algo. Y muy pronto lanzaron sus dardos.

La pregunta fue directa, o mejor, la doble pregunta: ¿con qué potestad haces estas cosas? ¿quién te ha dado tal potestad? No podían negar la evidencia. Admitían el hecho, pero querían saber de dónde procedía tal poder.

Tú, Señor, sin inmutarte, con cierta rapidez les dijiste que también querías hacerles una pregunta. Y que si te contestaba responderías: El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?

A primera vista, la respuesta parecía sencilla. Pero aquellos sabios y ancianos comenzaron a deliberar. Después de examinar un rato la pregunta y sopesando los “pros” y los “contras”, optaron por dar una respuesta imprecisa, indefinida, vaporosa. No lo sabemos. Era como decir: “no queremos comprometernos”.

Entonces Tú, Señor, con aplomo y con firmeza respondiste: Ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos buscaban perderte; por eso te pedían cuentas de tu acción en el Templo; pero Tú, Señor, les situaste ante la verdadera cuestión: la necesidad de aceptar o no el ministerio de Juan el Bautista, o lo que era lo mismo, reconocer tu ministerio.