sábado, 16 de julio de 2011


DESDE MI VENTANA

Caminamos con frecuencia por la calle y pasamos de largo, sin a penas saludarnos, por que no sabemos que decirnos. Siempre podemos decirnos, al menos, buenos días, buenas tardes.



DÍA 16 DE JULIO DE 2011
Venía de meter el coche en el garaje. Eran las seis de la tarde. Un viento suave movía las ramas de los árboles y hacía que el día estuviera apto para pasear. Por la ancha acera que bordea la Parroquia, avanzaban dos buenas amigas. Las dos entradas en años. Para mantenerse más seguras en pie, la una y la otra se apoyaban en sendos bastones de madera. Caminaban lentamente, se paraban cada dos por tres. Estas buenas amigas necesitan contarse sus cosas y, sobre todo, descansar.
Desde cierta distancia las venía observando. Cuando llegué a su vera, les saludé con un “buenas tardes”, a cuyo saludo me contestaron al unísono, con otro “buenas tardes” respetuoso. Les pregunté si iniciaban en ese momento el paseo de costumbre. Me dijeron que sí; que se dirigían al club de jubilados; que lo hacían todas las tardes. Que allí, en paz y armonía, tomaban un café y hablaban un poco; y que antes de cayera el sol, se volvían cada una a su casa. Les deseé suerte y que pasaran una buena tarde. Volvieron a contestarme con afectuoso y simpático “gracias”. Y sin más, siguieron, a paso lento, caminando hacia el Club de Jubilados. Yo enseguida, entré en la Iglesia, hice la visita al Santísimo Sacramento, abrí las puertas grandes, encendí varias luces del templo y poco después, aquí, sentando frente al ordenador comencé a escribir lo que acabas de leer pacientemente. Y mientras escribía, me iban viniendo a la cabeza multitud de pensamientos. De entre ellos, escojo el siguiente: ¡Qué pena, qué pena, que estas y otras mujeres, buenas cristianas, no tengan la costumbre de visitar al Señor, presente en el Sagrario! Y en el fondo de mi alma, se levantaron estas preguntas: ¿Hemos enseñado a nuestras gentes  a hacer la visita? ¿Hemos perdido esta bella costumbre, vivida durante años por muchas personas? ¿Qué podemos hacer? ¿En realidad, se puede hacer algo? Estas y otras preguntas me saltaban por encima de las teclas del ordenador, se enroscaban entre los cables por encima de la mesa, y golpeaban fuertemente sobre mi conciencia. Al llegar aquí, me detuve un instante, me levanté de la mesa, dejé el ordenador tranquilo y me fui a la iglesia. Y allí, delante de Jesús, oculto en el Sagrario, musité esta breve oración: “Gracias, perdón, ayúdame más”.  Y aquí, como sucedió, lo he escrito.

1 comentario:

Mercedes dijo...

Que bonito comentario lo de las dos ancianas segun pasa el comentario yo pensaba en mi interior lo mismo que usted ha puesto
Yo le pudo decir que yo tengo esa buena costumbre de hacer oracion...
espero si alguna persona lo lee se anime a ello
su feligresa meme