21 DE JULIO DE 2011
En la calle, en el campo, en el trabajo, en la familia, en todos los sitios podemos encontrar a Dios. Se trata de ofrecer todas las cosas para gloria de Dios. También el paseo, la diversión sana, el descanso. Todo.
UN PASEO MATUTINO
Eran las diez y media a/m, del día 20 de julio. Acompañado de mi hermana Mercedes, iniciamos un paseo que no sabíamos por donde iba a discurrir ni cuando ni adonde iba a terminar. La mañana estaba "fresquecilla" e incluso amenazaba lluvia. Suele decirse, "hombre prevenido vale por dos"; apoyado en este dicho, tomé el paraguas en la mano, por si en elgún momento fuera necesario. Y así, sin otro preparativo, comenzamos este paseo matutino.
A penas salimos a la calle, doblamos la esquina de una farmacia, avanzamos unos metros y, como es normal en la ciudad, nos encontramos con el primer semáforo rojo. Tras dos minutos de espera, lo pudimos cruzar. Enseguida, avanzamos por el lado derecho de la Calle San Cristóbal, a la vez que comenzábamos a "pegar la hebra", actividad que no dejamos en todo el trayecto. El tema de conversación fue monográfico, aunque rodeado de distintos argumentos y algunos paréntesis.
En amena conversación, nos encontrábamos a la vera de la Parroquia de San José de la Chantrea, lugar que nos hizo recordar aquellos tiempos en los que dimos los primeros pasos por estas calles, hace ya más de cuarenta años. Seguimos caminando y nos topamos con dos semáforos más, esta vez en verde, lo que hizo que siguiéramos el ritmo del paseo. El tema de conversación seguía siendo el mismo. Es verdad que salpicado de algunas anécdotas y de algunos dichos ilustrativos.
Así las cosas, tomamos la vereda del río Arga, hasta llegar al Molino, donde tuvimos un breve recuerdo para el capellán, conocido nuestro. Y sin casi darnos cuenta, estábamos frente a otro semáforo, esta vez en rojo. Nos exigió una pequeña parada y nos ofreció la oportunidad de ver a un grupo de romeros a Santiago de Compostela. Abierto el semáforo, cogimos la cuesta de Labrit camino del centro de Pamplona. Y como seguíamos hablando y hablando e íbamos cuesta arriba, notamos cierta fatiga.
Al poco rato, y siempre sin dejar de "pegar la hebra", cruzamos el centro de la ciudad y bordeando el Baluarte, nos situamos cerca de la Ciudadela, que por cierto, están restaurando. Por el paseo de la vuelta del Castillo, piso liso y llano, a paso ligero cruzamos Pío XII y por uno de los atajos del barrio de San Juan, estábamos en la Calle Barañáin. Allí, junto a uno de los pasadizos, nos encontramos con Ester que se dirigía a la Iglesia de la Paz. Desde allí, las dos hermanas fueron juntas a la Iglesia; yo me dispuse a coger el urbano. Tuve suerte. Un cuarto de hora después, estaba en casa.
Hora y media de paseo mañanero, suave y tranquilo. Habíamos movido los pies, la lengua y los ojos. Los pies, bueno para el corazón; la lengua, bueno para el alma, y los ojos, bueno para ver a amigos; como fue el caso de encontrarme Miguel Varona, dos veces. Ahora, cuando termino este escrito, recibo una llamada, es Mercedes que me dice que acaban de llegar de Misa. Antes de colgar el teléfono, aprovecho para poner punto final a este escrito.
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