domingo, 31 de julio de 2011


PROPINA DE JULIO DE 2011




EL VALOR DE LA VIDA ORDINARIA

Anoche dormí, ¡qué suerte!, de un tirón. El silencio externo y la paz interior me ayudaron a descansar más y mejor. Me levanté media hora más tarde de lo habitual, pero lo hice con el mismo deseo de servir al Señor a lo largo de toda la jornada, empezando por el minuto heroico.


El cielo estaba completamente azul. Un suave viento movía las ramas de los árboles y acariciaba el rostro de las personas y de las cosas. Paseando por el patio de mi casa, recé parte del oficio divino. Una y otra vez se clavaron en mi alma mensajes sálmicos. Valga como ejemplo este trozo del Salmo 118: “Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre”.


Mientras el sol se levantaba por detrás de la torre de la iglesia y se asomaba con fuerza en mi habitación, hice un rato de oración, procurando “tratar de amistad con Dios”, que esto es oración según escribió Santa Teresa. Para ayudarme a mantener el hilo con el Señor, estos días me ayudo del libro “Alegres con esperanza”, un comentario hecho por Francisco Varo, a textos de San Pablo meditados por San Josemaría.


En su lectura, serena y suave, me tropecé con esta frase: “A la vuelta de tantos siglos, quiere el Señor servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin, el valor santificador y santificante de la vida ordinaria –del trabajo profesional- y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y la confidencia”. Vida ordinaria, por tanto; buscar la santidad en las circunstancias ordinarias.


A las once celebré la Santa Misa. Sólo pudieron asistir cuatro personas, pero me figuré una iglesia repleta de gente. Allí estaban mis abuelos, mis padres, mi hermana, mis seres queridos, ya difuntos. Allí, alrededor del altar, estaban los ángeles del cielo, la iglesia entera; triunfante, purgante y militante. Y unidos a Jesús, único y eterno sacerdote, ofrecí el Santo Sacrificio.


Y siguió el día de sol y calor, lleno de cosas pequeñas: rezar el ángelus, seguir la marcha del blog, conversar un rato con el alcalde del pueblo, saludar a los primos que paseaban por la plaza del frontón, hacer un rato de lectura espiritual, almorzar en familia, hablar por teléfono, ordenar unas facturas atrasadas, …todo enmarcado en la vida ordinaria.


La tarde está agradable. Aprovecho para “hacer” un paseo. Un paseo más largo que de costumbre. A la vuelta rezo el Rosario con mis hermanas, rezo las Vísperas de mañana, y aún tengo tiempo para leer un capítulo de “Segunda navegación”, memorias 2 de Alejandro Llano. Espero llegue la hora de la cena y el rato de sobremesa con mi familia.


Antes de irme a descansar, me recojo unos momentos, repaso el día en la presencia de Dios, rezó las completas y a descansar de nuevo. Cuando recojo el Breviario, aparece la estampa que arriba he colocado. Y en ella leo: “En la línea del horizonte, hijos míos parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no; donde de verdad se juntan, es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria”. Pido a Dios, que en este día, una y otra vez se hayan juntado en mi corazón el cielo y la tierra. Y lo mismo pido para todos.


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http://www.opusdei.es/art.php?p=28468

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por el regalo extra del mes de julio. MARAVILLOSO

marta dijo...

Vivencias sencillas, pero alma grande. Hoy al leer esta PROPINA, las`propinas saben mejor porque no las esperas, mi alma se ha llenado de emoción y he derramado unas lágrimas. Gracias
Espero propina tambián en Agosto