miércoles, 27 de julio de 2011

DÍA 27 DE JULIO DE 2011


"CON CARIÑO, A MIS CUATRO ABUELOS".


Filiberta Sánchez


Hace tiempo que deseaba escribir algo sobre los abuelos. Pero no sobre los abuelos en general, sino sobre mis abuelos. Si no lo he hecho hasta ahora, ha sido por distintas razones. Hoy, día de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, abuelos de Jesús, lo voy a hacer.


Mis abuelos se llamaban Gaugérico y Filiberta, por parte de padre; y Tomás y Martina, por parte de madre. Tuve la suerte de conocer a los cuatro, aunque de distinto modo y diferentes tiempos. A los abuelos maternos y al abuelo paterno, poco fue el tiempo que pude estar a su lado.

Tengo la imagen del abuelo Tomás, como una persona alta, fuerte, seria, amable, bonachona. Un poco cargado de hombros y de tez morena. Lo recuerdo, sentado en una silla colocada en la pequeña cocina, donde pasaba largas horas. O paseando por la calle, entonces de tierra y polvo, ayudado de una cachaba de madera, osca y fuerte.

A la abuela Martina, la recuerdo: de baja estatura, elegante, serena, de andar lento y pausado, debido, sin duda, a su dificultad en la vista. Y, siempre o casi siempre, acompañada por alguna de sus hijas o nietas. Con los nietos, hacía peores “migas”. Y siempre, recogida, hablando por dentro.

Del abuelo Gaugérico, tocador de acordeón y guitarra, recuerdo algunas cosas más. Era un hombre enjuto, los domingos vestía camisa blanca, sin corbata y caminaba un poco encorbado, tenía voz aguda y recia. Y, a pesar de la edad, era ágil en movimientos. Tanto, que más de una vez, quiso atraparme entre sus manos, subiendo y bajando la trébede de la cocina de su casa.

De la abuela Filiberta, recuerdo muchas más cosas. Y es que con la abuela Filiberta viví varios años. Tantos, que en algún momento, pensé que la casa de la abuela, era mi propia casa. Y mi abuela, mi madre. Fueron aquellos años hermosos y llenos de aventuras.

Podría contar dichos y hechos que oí y viví al lado de la abuela Filiberta. Estuve en su compañía desde los seis años, hasta los once que me fui a estudiar a los Maristas de Carrión de los Condes y después, al Seminario Conciliar de Palencia.

Contaré un detalle. Yo quería a mi abuela y ella me quería a mi. Y tanto se había ilusionado por su nieto, seminarista, futuro sacerdote, que solía decir con satisfacción y orgullo a sus amigas: “Cuando se ordene mi nieto, yo seré la madrina de su primera Misa”. Y según me ha contado, acompañaba sus palabras, con un sencillo gesto, dándose con su mano derecha suaves golpes sobre su pecho.

Leemos en el libro del Levítico: “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano” (Lv 19,32). Eso he querido hacer con este breve y cariñoso recuerdo de mis cuatro abuelos.


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3 comentarios:

Mercedes dijo...

D Josemaria que bonita foto de su abuela cuando la he visto yo me he emocionado
Que bonitas cosas que recuerdos
El pensar de tener unos abuelos tan buenos
De lo que comenta de su abuela Filiberta me suena esas cosas ...
Que estraño que anonimo y Ester no le han puesto nada
su feligresa meme

ester dijo...

Al leer su escrito me viene el recuerdo de la única abuela que conocí.
Pidamos Cuando murió lloré mucho porque no estaba en Madrid y no pude estar en su entierro.
Pidamos por los abuelos de hoy para que inculquen en los nietos valores dignos del ser humano

Anónimo dijo...

Me gustaría saber si por fin su abuela le vio de sacerdote