lunes, 15 de agosto de 2011

DÍA 15 DE AGOSTO DE 2011

UN DOMINGO DE UN SACERDOTE EN UN PUEBLO DE PALENCIA



“Cada uno cuenta la feria según le va en ella”. Algo parecido ocurre en las
crónicas que se escriben sobre sucesos acaecidos. Cada uno lo cuenta según propia apreciación y según sus determinados puntos de vista. Eso es lo que voy a hacer yo en el siguiente relato de un domingo de un sacerdote en un pueblo de Palencia.

Para empezar diré, aunque muchos de mis lectores ya lo conocen, soy de Villasarracino. En él nací, hace más de setenta años. Eran los años de la post-guerra civil española. Era mayo, mes de las flores y de las esperanzas. La cosecha de aquel año había sido bien recibida.

Pero no quería escribir del pasado, si no del presente, del momento actual. Y más en concreto, de cómo puede pasar un domingo un sacerdote en un pueblo de Palencia. Pero no de un domingo cualquiera, si no concretamente, de este domingo, 7 de agosto de 2011. Vamos allá.

Eran las ocho de la mañana cuando me despertó el reloj. Me levanté de inmediato. Desde la ventana, contemplé ligeras nubes en el cielo y percibí una temperatura agradable.

Una buena ducha, aseo personal y estaba listo para empezar la presente jornada. Lo primero que hice fue rezar el breviario: el invitatorio, el oficio de lecturas, laudes y la hora menor. Todos estos rezos lo realicé, paseando, en el patio de mi casa, en tranquilidad absoluta, solo rota por las campanadas del reloj de la torre, que al estar cerca de mi vivienda, parece que suenan junto a mis oídos.

Tras el oficio divino, hoy quería adelantar alguna norma de mi plan de vida, hice la lectura espiritual y el evangelio. Diez minutos de lectura, del libro “A las afueras de Jericó” de Don Julián Herranz, y cinco de evangelio, en este caso de San Lucas.

(continuará)

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