DÍA 10 DE SEPTIEMBRE DE 2011

APRENDER A HABLAR,

APRENDER A ESCUHAR

En las conversaciones que mantenemos con nuestros semejantes, escuchar, a veces, es más difícil que hablar. Otras veces no. Conviene, por tanto, ejercitarse en ambas cosas y aprender a hablar y aprender a escuchar. Y cuando haya que hablar hacerlo, sin miedo; y cuando haya que escuchar hacerlo también sin reparo.


De vez en cuando, me sorprendo que cuando hablo con los demás, con frecuencia no sé hablar como debiera; y, sobre todo, no sé escuchar como sería mi obligación.

Por eso, para aprender esta doble lección, para aprender a hablar y para aprende a escuchar, me asomé a internet con el fin de encontrar alguna pauta o lección a seguir. Y encontré esta breve afirmación, que a continuación copio: “La norma general en la conversación es la cortesía”.

Me gustó este pensamiento, pues me advertía que en la conversación ordinaria, tanto con amigos como con desconocidos, lo primero que debemos procurar, como primera providencia, es ser corteses, vivir la cortesía.

 “Cortesía, es un término que procede de cortés, un adjetivo que permite nombrar a las personas atentas, afables y comedidas. Se trata de la demostración de un sujeto que manifiesta afecto, respeto o atención hacia otro individuo".

Para ser, pues, cortés, para vivir la cortesía, hay que ser atentos, afables, comedidos, manifestar afecto al otro, respetar al otro, atender al otro. A conseguir todas estas virtudes hay que aprender. Y como a andar se aprende andando y a hablar hablando, a escuchar se aprende escuchando y a ser cortés se aprende viviendo la cortesía.

En el mismo escrito se ofrecían siete pautas para desarrollar esa habilidad en distintas situaciones, pautas concretas, sencillas, que habrá poner en juego.

Son estas:- Dar siempre a nuestro interlocutor la oportunidad de responder y hacer comentarios acerca del tema tratado; no olvidar que saber escuchar es más importante que saber hablar; al hablar con gente joven o con menos educación o menos experiencia que nosotros, no hacer alarde de excesivo conocimiento; terminar de hablar sobre un tema antes de comenzar otro; no hablar sobre varios asuntos al mismo tiempo; no mirar, mientras se habla con alguien, hacia otro lado, es mejor mirar a sus ojos; no exagerar los gestos aunque estos ayuden a dar énfasis a las palabras y permitan aclarar las ideas; evitar hablar delante de varias personas de asuntos que conciernen a una sola de ellas.

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