DÍA 12 DE SEPTIEMBRE DE 2011

EL VALOR DE UN SALUDO

Un simple saludo, puede a veces, iniciar o mantener una auténtica amistad. Lo sabemos todos, pero en ocasiones, por las prisas de la vida, por estar centrados en nosotros mismos, por otras mil razones, cuando nos cruzamos con alguien por el camino, pasamos de largo, sin dignarnos, siquiera, a dar los habituales “buenos días” o “buenas tardes”.


Aunque a decir verdad, no siempre es fácil saludar de esta manera, sobre todo hacerlo en la ciudad, donde muchos de los que pasan a nuestro lado, nos son desconocidos. En estos casos, nos preguntamos si es prudente saludar o no hacerlo; si decir un "buenos días" o pasar de largo.

A este respecto, recuerdo de un caso que me sucedió hace unos años. Iba yo de casa a la Iglesia. A cierta distancia, ví que en un banco de madera situado en la plaza, estaba sentado un hombre. Tenía en su mano una cuerda, que sujetaba un pequeño perro que jugueteaba junto a él.

Y me pregunté: ¿le aludo o no le saludo? He de decir que no conocíá aquel hombre de nada. Incluso había advertido que él miraba hacia otro lado, como no queriendo dar la cara. Total, que al llegar a su altura, pasé de largo y no le saludé.

Apenas había andado cuatro pasos, cuando el hombre sentado en el banco de madera empezó a insultarme, a echarme en cara de que no le hubiera saludado, a meterse con mi condición de sacerdote. Hice como que no oía. 

Este hecho, me supuso un pequeño disgusto. Y pensé, si no hubiera sido mejor saludarle, aunque de él no hubiera recibido respuesta alguna. Pero como no lo había hecho, lo que se me ocurrió fue rezar por aquel hombre, como suelo hacer con los que se cruzan en mi camino.

Y cosas de la vida: Algunos días después, me volví a cruzar con él, le saludé amablemente y él amablemente correpondió al saludo. Iniciamos una amistad, y desde aquel día nos saludábamos siempre que nos veíamos.

Por cierto, hace tiempo que no veo aquel hombre ¡qué habrá sido de é!

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