lunes, 26 de septiembre de 2011


DÍA 26 DE SEPTIEMBRE DE 2011

A IMAGEN Y SEMEJANZA
DE DIOS 

Desde hace unos años a esta parte, es frecuente ver por las calles de nuestra ciudad, hombres y mujeres de color. La falta de trabajo en sus países de origen y la oferta realizada desde aquí, ha hecho que muchos hombres y mujeres procedentes de otros lugares, se hayan aventurado a venir a países europeos.


Un caso concreto y que conozco y contemplo es España; y dentro de España, Pamplona, en la que hasta ahora al parecer se ofrecían posibilidades de trabajo.

Por eso, digo, que es frecuente encontrar por nuestras calles, además de americanos, rumanos, etc, gentes de raza negra, hombres y mujeres de color. Algunos ya han conseguido trabajo, otros tratan de encontrarlo.

Por esto, quizás, no es infrecuente ver a negros y negras en nuestras iglesias. Muchos de ellos, al menos externamente, fervorosos, rezadores. De vez en cuando, se nos acercan a los sacerdotes a pedirnos libros de oraciones, rosarios, algo que les ayude a mantener la fe. A fuer de sincero, debo decir, que en muchas ocasiones, estos negros y negras nos dan ejemplo de piedad, de respeto, de admiración a lo sagrado.

Pero no quería escribir de esta realidad, sino de un sencillo hecho que percibí ayer desde mi despacho parroquial. Tenía la puerta abierta. Un hombre alto, fornido, de color, se acercaba hasta mi. Detrás, le seguía una niña de unos diez años, también negra, vivaracha. La niña entró primero y se sentó en una silla junto a mi mesa, el joven permanenciendo de pié me pidió un rosario, a poder ser blanco y luminoso. Le orienté hasta otro sacerdote que sabía tenía un rosario de esas características. Se fue el hombre, detrás se fue también la niña. Me quedé solo.

A los diez minutos, más o menos, veo que se dirige de nuevo a mi despacho la niña de color. Y me pregunta: ¿Ha visto pasar a una mujer negra? Le dije que sí, que había ido a hablar con el otro sacerdote, pero que ya se había marchado. La niña, sin más, también se fue.

El hecho que quería significar es que, la niña en vez de preguntame por una señora de color, me preguntó por una mujer negra. Detalle que a mi modo de ver, nos enseña que el color puede ser un distintivo para conocernos.

Sirva esta pequeña anécdota para salir en defensa de la igual de las personas. Todos somos iguales, hermanos, hijos de un mismo Padre, Dios. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios”. El color es un mero accidente. Entiendo a la niña que me preguntaba por una mujer negra.

PINCHA AQUÍ
http://www.youtube.com/watch?v=2j0d0vUdDe8

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo: lo importante la persona, todos iguales a los ojos de Dios como decía la canción.Bonita anécdota

ester dijo...

Ahora recuerdo al negro que vendía en un rastrillo y al llegar a comprar a su puesto le dije: ¿mucho trabajo? sí, me contestó, "estoy trabajando como un negro". Suceso ocurrido en Carrión de los Condes, en el rastrillo que se pone pone todos los jueves.

Mercedes dijo...

Muy bien lo de todos somos iguales a los ojos de Dios
yo tambien he visto a los negros rezar
su feligresa