martes, 27 de septiembre de 2011


DÍA 27 DE SEPTIEMBRE DE 2011


NORMAS DE SIEMPRE

Ayer, como muchos lunes, subí andando hasta Pamplona. La mañana estaba buena, hacía un sol radiante, se movía un poco el aire, el ambiente era agradable, sereno. Apto para caminar, a buen paso, pero sin hacer demasiados esfuerzos.

Salí de la Calle Villafranca, a eso de las doce y media de la mañana; crucé el semáforo de la venida Villava, y tomé la calle de San Cristóbal que seguí hasta desembocar en la Magdalena.

Bastante gente caminando por el camino, pero todos me resultaron desconocidos. Por eso, con nadie pude echar un parlado, y ni siquiera dirigir un sencillo saludo.

Pasado el puente del río Arga, al que lancé con el pie una piedra pequeña que se cruzó en mi camino, a seis metros, junto a un semáforo en rojo, estaban tres peregrinos llegados de Roncesvalles, con sus mochilas al hombro, cara de cansados y en actitud de espera.

Al llegar a su altura, uno de ellos me dirigió un escueto: “Buenos días”, al que respondí con otro no menos escueto: “Buenos días”. El peregrino no volvió la cara y yo seguí caminando por el paseo que sube hasta el frontón Labrit. El peregrino no sé lo que seguiría pensado después, yo puedo decir, que durante un buen rato fui encomendándole a él y a sus acompañantes y a todos los peregrinos que durante este día han caminado hacia Santiago.

Luego seguí caminando. Me tropecé con varios negros que bajaban hacia el barrio de la Chantrea. Y sin darme casi cuenta, estaba junto a la Plaza de toros. Subí por las escaleras, anchas y espaciosos, que llevan hasta los solares del posible Museo Sanferminero. Varias camionetas de La Cruz Roja estaban aparcadas a un lado de la calle. Unos chicos salían de las clases, otros comían en los comedores del Colegio de Escolapios.

Crucé varias calles, y seguí sin conocer a nadie. En esto estaba a la puerta del piso de la Calle Carlos III a donde me dirigía. Fue allí donde me encontré con un compañero y luego con otro y más tarde con otro. Los tres entramos en el piso, uno de detrás de otro.

Por fin había llegado. Un poco cansado, pero contento por que había cumplido un día más la recomendación del médico. Pero un poco triste, porque apenas me había comunicado con nadie y sobre todo porque había rezado muy poco por los desconocidos.

Al terminar me propuse aprovechar más los paseos: haciendo comuniones espirituales, diciendo jaculatorias, y encomendando a Ángel de la Guarda, a los que pasan a mi lado. Pero esto será otro día.

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http://vodpod.com/watch/1084127-opus-dei-videos-breves-del-fundador-v

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por recordarnos una norma de siempre

Mercedes dijo...

MUY INTERESANTE LO REZAR POR LAS PERSONAS QUE ENCUENTRAN LEPUEDO DECIR QUE ME HA DADO UNA LECCION MUY BUENA QUE DESDE AHORA YO VOY HACER LO MISMO REZAR POR LOS PERSONAS QUE SE ENCUEN Y REZAR ANGEL CUSTODIO
ME HA DESCUBIERTO UNA COSA MUY INTERESANTE
COMENTAR A MIS AMIGAS QUE HAGAN LO MISMOME MERECE LA PENA PEDIR UNOS POR OTROS
SU FELIGRESA MEME