DÍA 12 DE OCTUBRE DE 2011

DOS REGALOS

DEL CIELO

Ayer, once de octubre, cuando me preparaba para celebrar la Santa Misa, eché una ojeada al librito “evangelio 2011”. En él, además de descubrir la invitación a seguir a Cristo y servir  a los demás, leí la siguiente nota: “Señor, hoy se cumplen 49 años de la apertura del Concilio Vaticano II por el Beato Juan XXIII: Papa y Concilio, dos de los mejores regalos que hiciste a la humanidad en el siglo XX. Dame, Señor, la sabiduría del Concilio y la bondad del “Papa bueno”, que hoy conmemora la liturgia”. Aquí terminaba la nota.

En efecto el Concilio Vaticano II fue convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció en el mes de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. Constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963).

Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965.

Fue el Concilio que contó con más representación de todos, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

Casi cincuenta años han pasado desde aquel anuncio de Juan XXIII. Y casi cincuenta años desde que fui ordenado sacerdote. El Papa nos sorprendía con la noticia de un nuevo Concilio y yo y unos cuantos amigos míos. Fuimos ordenados sacerdotes. ¡Con qué ilusión abrimos nuestras almas a aquel anuncio del Concilio! ¡Qué enormes perspectivas se abrían a nuestros corazones de jóvenes sacerdotes!

Fuimos ordenados en el Pontificado de Pablo VI y con el Concilio encarrilado. Y nos dieron nombramiento. Unos a pequeñas parroquias, otros de coadjutores. Yo tuve la suerte de ser nombrado Capellán de Minas de Barruelo de Santullán, pueblo minero del norte de Palencia. Catorce meses después fui nombrado  Ecónomo de Cillamayor y Matabuena, dos pueblos situados entre Barruelo de Santullán y Aguilar de Campó.

Allí seguí, con emoción y pasión, el desarrollo del Concilio Vaticano II. Cada mañana compraba un periódico desparecido ya que se llama La Gaceta del Norte. En él escribía unas preciosas crónicas sobre el Concilio el entonces famoso periodista, sacerdote, José Luis Martín Descalzo.

No es el momento de recordar los temas. Solo apuntar que el Concilio fue para nosotros, nuevos sacerdotes un mar sin orillas. En aquellos años además, tuve la suerte de conocer el Opus Dei y seguir este camino.

Ambas cosas, han sido como dos gracias de Dios que nunca podré agradecer del todo. Sirvan estos breves recuerdos para darle gracias al altísimo por estos estupendos regalos: el Concilio y la vocación al Opus Dei.

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