¡¡¡ATENCIÓN!!!
Hola de nuevo: El pasado día 8 de octubre pensaba finalizar la serie de recuerdos sobre mis últimas vacaciones. No lo pude hacer. Un virus maligno se cebó en mi cuerpo y me ha tenido postrado durante todos estos días. De nuevo estoy aquí, dispuesto a ofreceros "sencillas vivencias", que pueden ser útiles también para vosotros. Hoy te ofrezco este escrito de Juan García Inza (conocí a Juan hace muchos años), que seguro puede ayudarte, como dice el propio título "a interpretar bien al Papa Francisco.
DATOS PARA INTERPRETAR BIEN AL PAPA FRANCISCO
Me he planteado varias veces lo importante que es captar la mentalidad
del Papa Francisco para interpretar bien sus actitudes y sus enseñanzas.
Tiene una personalidad que se sale de los moldes tradicionales de la historia
vaticana. Seguramente muy cercanos a la espontaneidad de Juan XXIII y a la
audacia de Juan Pablo II. Es necesario conocer un poco la historia de la acción
jesuítica en la misión de la Iglesia desde su fundación, especialmente en sus
singulares empresas misioneras en Hispanoamérica.
Algunos pueden ver en Francisco un banderín de enganche para una acción
de izquierdas. Otros lo pueden ver como un revolucionario que “pone en
peligro” la imagen que tenemos, o hemos tenido, de la Iglesia tradicional. No
faltarán quienes se escandalicen por sus frases lapidarias que nos suenan a
novedad, cuando en realidad es el mismo Evangelio…
Sea como fuere, Francisco es un Papa que ha roto moldes, y que considero
que va a realizar, si lo dejan, una labor de restauración a fondo de la
Iglesia. Habían muchas puertas cerradas, incluso literalmente hablando
(templos clausurados en la Europa “cristiana”, realidades eclesiales que
hacen agua, comunidades fuera de camino, etc.). El Papa Francisco ha venido a
abrir la auténtica puerta, que es Cristo.
Me encuentro con un diagnóstico que ofrece Umberto Eco en un artículo que
ofrezco al lector. Es posible que haya criterios opinables, pero en líneas
generales nos ayuda a poder comprender mejor lo que algunos opinan sobre el Papa
Francisco.
Para el ensayista, que no es muy ortodoxo que digamos, Francisco
lleva a sus espaldas desafíos que podrían trascender la historia de la
Iglesia si logra cumplirlos. Uno de ellos es llevar la "libertad
democrática" a la Sede Santa.
Umberto Eco:
"Es probable que su educación religiosa se viera influenciada por el
´sagrado experimento´ de los jesuitas paraguayos", dice Eco.
El papa Francisco es un jesuita que eligió un nombre franciscano y
prefiere hospedarse en hoteles sencillos y no en los de lujo. Sólo le queda
lucir un par de sandalias y hábito de monje, echar del templo a los
cardenales que manejan un Mercedes Benz y regresar a la isla siciliana de
Lampedusa para defender los derechos de los inmigrantes africanos detenidos
allí.
Por momentos, parecería que Francisco fuera la única persona que queda
que dice y hace “cosas de izquierda”. Sin embargo, también se lo ha criticado
por no ser suficientemente de izquierda: por no alzar públicamente la voz
contra la junta militar argentina de los años 70, por no apoyar la teología
de la liberación, que busca ayudar a los pobres y los oprimidos, y por no
realizar pronunciamientos definitivos sobre el aborto o la investigación con
células madre. ¿Cuál es exactamente la postura del Papa Francisco?
En primer lugar, creo que es un error considerarlo un jesuita argentino.
Tal vez deberíamos considerarlo un jesuita paraguayo. Después de todo, es
probable que su educación religiosa se viera influenciada por el “sagrado
experimento” de los jesuitas paraguayos. Hoy día, lo poco que sabe la mayoría
de la gente sobre esos acontecimientos se debe a la película de 1986 La
misión, que protagonizan Robert De Niro y Jeremy Irons y que –tomándose
considerables licencias– condensa 150 años de historia en unas dos horas.
Para resumirla en pocas palabras: de México a Perú, los conquistadores
españoles perpetraron masacres inenarrables con el apoyo de teólogos que
veían a los pueblos indígenas como salvajes y pensaban que tenían
justificación divina para conquistarlos. A comienzos del siglo XVI, el
valiente misionero e historiador español Bartolomé de las Casas cambió de
bando, renunció a sus siervos aborígenes y volvió a España para abogar por
una forma de colonización más pacífica. Criticó la crueldad de conquistadores
como Hernán Cortés y Francisco Pizarro y presentó a los indígenas bajo una
luz totalmente nueva.
A comienzos del siglo XVII, los misioneros jesuitas decidieron reconocer
los derechos de los aborígenes (en especial los guaraníes, que vivían
principalmente en Paraguay en condiciones casi prehistóricas) y los
organizaron en “reducciones” o comunidades autosuficientes. Los jesuitas les
enseñaron a auto administrarse, en total comunión con los bienes que
producían –aunque con la meta de “civilizarlos”, lo que quiere decir
convertirlos–. A algunos indígenas también les enseñaron arquitectura,
agricultura, el alfabeto, música y arte, produciendo en algunos casos
escritores y artistas talentosos.
La estructura socialista de esas aldeas podría hacernos pensar en
la Utopía de Tomás Moro o en La ciudad del sol de
Tommaso Campanella, pero los jesuitas se inspiraban en las comunidades
cristianas primitivas.
Aunque crearon consejos de aborígenes electivos, en última instancia eran
los padres los que controlaban la administración de justicia. “Civilizar” a
los guaraníes también significaba prohibir la promiscuidad, la pereza, la
ebriedad ritual y a veces el canibalismo. En suma, los jesuitas establecieron
un régimen paternalista estricto. Y por eso, como ocurre con todas las
llamadas utopías, puede que desde afuera admiremos la perfección
organizativa, pero de ningún modo querríamos vivir allí.
Más tarde, el conflicto por la esclavitud y la amenaza de los
“bandeirantes” o cazadores de esclavos llevó a la creación de una milicia
popular –respaldada por los jesuitas– que combatió valerosamente contra los
dueños de esclavos y los colonos. Poco a poco, los países católicos de Europa
llegaron a ver a los jesuitas como agitadores peligrosos y, en el siglo XVIII,
siguiendo una directiva del papa Clemente XIV, España, Portugal, Francia y
otros países los expulsaron. Con ello, el “sagrado experimento” llegó a su
fin.
Muchos pensadores de la era del Iluminismo arremetieron contra el
gobierno teocrático de los jesuitas considerándolo el régimen más monstruoso
y tiránico que hubiese visto el mundo, pero otros tenían una visión distinta:
Ludovico Antonio Muratori, por ejemplo, hablaba de comunismo voluntario
inspirado por la religión, y Montesquieu dijo que los jesuitas habían
comenzado a curar el flagelo de la esclavitud.
Ahora bien, si decidimos interpretar las acciones de Francisco desde este
punto de vista, debemos tener en cuenta el hecho de que han pasado cuatro
siglos desde el “sagrado experimento”; que la idea de libertad democrática
hoy tiene amplio reconocimiento, incluso entre los integristas católicos; que
el Papa actual seguramente no tiene intenciones de llevar a cabo experimentos
similares en la isla de Lampedusa; y que sería bueno que lograra desarticular
paulatinamente el Instituto per le Opere di Religione, el llamado Banco
Vaticano.
Sin embargo, de vez en cuando, no es tan malo ver un atisbo de la
historia en los acontecimientos que hoy se desarrollan a nuestro alrededor.
© T he New York Times Traducción: Elisa
Carnelli
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Hasta aquí la opinión, discutible, de Umberto Eco. Pero, ¿con qué nos quedamos? ¿Qué datos son los adecuados para interpretar al Papa Francisco?
En primer lugar hay que evitar todo intento de politización de su programa
pastoral. El Papa no tiene ni "izquierda" ni "derecha".
El Papa es el representante de Jesucristo hoy. Su única inspiración está en
el Evangelio. Pero el Evangelio es exigente, diríamos que radical a la hora
de ofrecer un estilo de vida. El Camino es Jesucristo, y El escandalizaba
porque exigía sinceridad, autenticidad, firmeza, desprendimiento material...
"El que no está con migo está contra mí", "el que con migo no
recoge desparrama"... "No se puede servir a dos señores". Etc.
Y esto es lo que nos está recordando el Papa Francisco. El dato más
importante para interpretar al Papa Francisco es el Evangelio. "El que
cree en mí vivirá"... El que crea al Papa no va por mal camino. Y el
camino del cristiano es la santidad.
Juan García Inza |
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