PASEO OTOÑAL ALREDEDOR
DE MI CASA
Después de comer, he salido a dar un breve
paseo. Eran las cuatro y media, lucía el sol y el cielo estaba adornado de
nubes gruesas. Antes de comenzar a pasear, entré en la iglesia a hacer la
visita a Jesús Sacramentado, a agradecer el regalo que esta mañana recibí en mi
alma: el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
El templo estaba frío. Los bancos mudos y
serios. En el Sagrario esperándonos el Señor. Me acordé de dos números de
Camino: … el n. 537 que dice: “Cuando te acercas al Sagrario piensa que ¡El!...
te espera desde hace veinte siglos”. Y del número 538 que dice: “Ahí lo tienes:
es Rey de Reyes y Señor de Señores. -Está escondido en el Pan. Se humilló has
extremos por amor a ti”-
Viva Jesús Sacramentado, Padrenuestro (tres veces). Hice una comunión
espiritual. Recé las Preces. En total cinco minutos dedicados a Dios, al Amor
de los amores. Me levanté, adoré al Señor, mediante una genuflexión bien hecha.
Y salí de la Iglesia. Allí se quedaba el “Amigo que nunca falla”.
Desde un balcón me saludó una feligresa.
Crucé la carretera y comencé el paseo. Un “buenas tardes” a tres personas que
también estaban paseando. No los reconocí. Seguí caminando. A la vuelta me paré
a hablar con ellos: era un matrimonio, habituales a Misa de doce, y uno de sus
hijos. La mujer ya no conoce.
Seguí caminando un poco más. Poca gente por
el paseo. Me fui entreteniendo con las hierbas y las hojas de los árboles. El
otoño está haciendo ya de las suyas. Volví a casa por otro camino. No encontré
a nadie con quien pudiera conversar. Aproveché para rezar a Don Álvaro.
Cuando entré en casa todavía estaba una de
mis hermanas. Una pequeña gracia que le había pedido al Señor por medio de Don
Álvaro, me fue concedida. Termino este breve relato de un paseo corto, después
de varios días sin casi pisar la calle.
PARA VER Y ESCUCHAR
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