Y ME HABLÓ LA MADERA
Descasaron
un rato los hombres. Un pajarillo dejó sentir su presencia. También una
salamandra se movió en el suelo. El aire movía mis ramas y hasta el sol se hizo
más presente aquella mañana. Yo temblaba de miedo y de dolor. Iba sintiendo
debilidad en mis ramas y parece que la vida se me iba a borbotones por aquella
herida abierta por aquellos forzudos señores.
Pero
valiente como yo era, y con la fuerza que dan los años, seguí fiel a mis
costumbres y saludé a mis compañeros y vecinos y mandé un mensaje hasta el
final de mis raíces por el lugar que aún me unía a ellos. Y, sobre todo, no
dije nada. Callé. Aguanté, con naturalidad el dolor, repasé tiempos pasados y
soñé con futuros mejores.
Pasado
un rato, volvieron los dos hombres. Y volvieron a manejar la sierra. Ahora con
más energía y también con más prisas. Quizás con menos rapidez pero con
idéntica insistencia. Y poco a poco fueron calando en mi vida. De repente,
sentí que aquello se acababa para mí. Quise gritar, pedir auxilio, protestar,
llamar la atención, pero no pude. Chasquee como un pequeño palitroque, mi copa
dio en el suelo y la altura de la que durante tantos años había presumido, se
hizo larga, extensa, fría. Quedé aplastada por un lado, por el otro rechoncha”.
PARA ESCUCHAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario