según San Juan 20,19-23.
CON UN SOLO CLIC: http://www.misas.org/
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Cuando Jesús se despidió de sus discípulos, les prometió que el Espíritu vendría para estar siempre con ellos. Una luz de esperanza quedó brillando en el corazón sencillo y temeroso de aquellos hombres. Durante un tiempo, permanecieron escondidos, rezando y esperando, con mucho miedo, las puertas cerradas, atentos a cualquier ataque por sorpresa.
Y un día, en efecto, cerradas las puertas, un fuego vivo llegó como viento fuerte, abriendo violentamente las ventanas. Llegó hasta ellos el Espíritu Santo. Y aquellos hombres, cobardes y huidizos, sacudidos por el Espíritu Santo, enardecidos, se lanzaron a la calle a proclamar las maravillas de Dios, a anunciar la Buena Nueva.
Y, ante toda Jerusalén, proclamaron que Jesús había muerto por la salvación de todos, y también que había resucitado y que había sido glorificado, y que sólo en él estaba la redención del mundo entero.
Fue aquel día, el primer Pentecostés, el arranque de valor, rayano en la osadía, que pronto suscitó una dura persecución que hoy, después de veinte siglos, todavía sigue presente en la Iglesia. Porque hemos de reconocer que las insidias de los enemigos de Cristo y de su Iglesia no han cesado.
Unas veces de forma abierta y frontal, imponiendo el silencio con la violencia. Otras veces el ataque es tangencial, solapado y ladino. La sonrisa maliciosa, la adulación infame, la indiferencia que corroe, la corrupción de la familia, la degradación del sexo, la orquestación a escala internacional de campañas contra el mismo Papa, contra los sacerdotes.
Las fuerzas del mal no descansan, los hijos de las tinieblas continúan con denuedo su afán demoledor de cuanto anunció Jesucristo. Y lo peor de todo –lo recordaba Benedicto XVI en Fátima- es que algunos ataques proceden de quienes están dentro de la misma Iglesia. O de muchos ingenuos que no lo quieren ver, que no saben descubrir detrás de lo que parece inofensivo, la ofensiva feroz del que como león rugiente está a la busca de quien devorar.
Pero hoy, una vez más, fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, es el momento de recordar que Dios puede más; que el Espíritu no deja de latir sobre las aguas del mundo; que la fuerza de su viento sigue empujando la barca de Pedro: la Iglesia.
De una parte, por la efusión y la potencia del Espíritu Santo, los pecados nos son perdonados en el Bautismo y en el Sacramento de la Reconciliación. Por otra parte, el Paráclito nos ilumina, nos consuela, nos transforma, nos lanza como brasas encendidas en el mundo apagado y frío.
Por eso, a pesar de todo, la aventura de amar y redimir, como lo hizo Cristo, sigue siendo una realidad palpitante y gozosa, una llamada urgente a todos los hombres, para que prendamos el fuego de Dios en cada alma, en el mundo entero. Así sea.
“ALSERDELAPALABRA” presenta a sus seguidores, breves reflexiones nacidas de la experiencia de la vida ordinaria. Las escribiré con la frescura de lo sencillo y con la esperanza de lo sublime. Espero que mi pluma sea dócil y vuestra aceptación generosa.
sábado, 22 de mayo de 2010
viernes, 21 de mayo de 2010
SÁBADO
SAN JUAN 21, 20-25 CON UN SOLO CLIC: http://www.mercaba.org/
Se volvió Pedro y vio que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Y Pedro, al verle, le dijo a Jesús:
—Señor, ¿y éste qué?
Jesús le respondió:
—Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?
Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.
Señor, Tú amabas a “los tuyos”, pero amabas con preferencia a Juan. Ocurrió que Juan iba detrás de Ti y de Pedro. Entonces, Pedro, viendo que Juan os seguía, te preguntó: Señor, ¿y éste qué? Y Tú le dijiste: Pedro, si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme. “Junto a la autoridad de Pedro se reconoce también el papel de San Juan” .
Nos enseñabas, Señor, que lo importante es seguirte, sin mirar lo que hacen los demás. Cuando nos fijamos demasiado en los demás y elaboramos juicios comparativos de sus actos, con frecuencia perdemos de vista tu camino, el alma se llena de envidia y no llegamos al final de nuestra meta.
A veces miramos a nuestro alrededor y vemos a gentes que triunfan, que dominan, que realizan acciones eficaces. Alegrémo-nos de sus éxitos, de sus triunfos, de sus apostolados, sin olvidar, que Tú una y otra vez nos dices: “tú, sígueme”.
Y si a veces no te hemos seguido con la suficiente audacia e inmediatez con que nos hubiera gustado o no nos hemos excedido en el cumplimiento de nuestras obligaciones y en la exigencia de los derechos única y exclusivamente por servirte, perdónanos, Señor. Para Ti todo honor y toda gloria.
Tú diriges los acontecimientos a tu modo, a veces con instrumentos ineptos. Dime por dónde tengo que seguirte y ser feliz. Y que Pedro y Juan y los demás te sean fieles: “que cada caminante siga su camino”.
jueves, 20 de mayo de 2010
VIERNES
SAN JUAN 21, 15-19CON UN SOLO CLIC: http://www.germinas.org/
Cuando acabaron de comer, le dijo Jesús a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Le respondió:
—Sí, Señor, tú sabes que te amo.
Le dijo:
—Apacienta mis corderos.
Volvió a preguntarle por segunda vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Le respondió:
—Sí, Señor, tú sabes que te amo.
Le dijo:
—Pastorea mis ovejas.
Le preguntó por tercera vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez: ¿Me quieres? y le respondió:
—Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.
Le dijo Jesús:
—Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde no quieras —esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios.
Y dicho esto, añadió:
—Sígueme.
Señor, te apareciste a tus discípulos y comiste con ellos. Al término de la comida preguntaste a Simón Pedro si te amaba más que los demás; él te dijo que Tú ya sabías que te quería; le dijiste que apacentase tus corderos.
De nuevo volviste a formularle la misma pregunta, y él volvió a ofrecerte la misma respuesta; y Tú le dijiste que pastoreara tus ovejas; una tercera vez le preguntaste a Pedro si te quería, y esta vez Pedro respondió que Tú lo sabías todo, que Tú sabías que te quería, y ahora Tú le dijiste que apacentase tus ovejas. Le nombraste cabeza del grupo.
Hermosa escena evangélica. Relato vivo del cumplimiento de una promesa. Hecho fundamental para los cristianos de entonces y para los cristianos de ahora.
Leo en nota a este texto: “En contraste con las negaciones de Pedro durante la pasión, Jesús como el Buen Pastor que cura a la oveja herida, confiere a Pedro el primado que antes le había prometido. “Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: “A ti te daré las llaves del reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt. 16, 19).
El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, “el Buen Pastor” (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-17).
El poder de “atar y desatar” significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los Apóstoles y particularmente por el de Pedro, el único a quien Él confió explícitamente las llaves del Reino” .
miércoles, 19 de mayo de 2010
JUEVES
SAN JUAN 17, 20-26 CON UN SOLO CLIC: http://www.infocatolica.com/
»No ruego sólo por éstos, sino por los que han de creer en mí por su palabra: que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí. Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me enviaste. Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos.
Me agrada, Señor, contemplarte de nuevo en oración, en actitud de súplica confiada hacia tu Padre, pidiendo por “los tuyos”, por aquellos hombres sencillos y generosos a quienes habías llamado a que te siguieran y a quienes habías enseñado tantas cosas a lo largo de casi tres años.
Pero no rezaste sólo por ellos, “sino también por los que creerían en Ti por la palabra de tus apóstoles” que más tarde, llevarían tu mensaje a otros pueblos. Pedías por todos los hombres, porque por todos habías venido a la tierra, a todos amabas y por todos ibas a dar la vida.
En esta parte de tu oración sacerdotal, Señor, pedías por tus discípulos, por la unidad entre todos los que iban a creer en Ti a lo largo de los siglos. Era la petición por tu Iglesia, que debería ser una, como el Padre y Tú, sois uno. La unidad —lo sabías muy bien— iba a ser la garantía de la primera cristiandad, la señal de su doctrina, el rasgo de su testimonio, la nota de tu Iglesia.
“Jesucristo quiere que (...) su pueblo —nos recuerda el Concilio Vaticano II— crezca y lleve a la perfección su comunión en la unidad: en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios (...). El modelo y principio supremo de este misterio (de la unidad de la Iglesia) es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas”. Siguiendo el ejemplo de Cristo, el mismo Concilio ha recomendado insistentemente la oración por la unidad de los cristianos, definiéndola como el “alma de todo movimiento ecuménico” .
martes, 18 de mayo de 2010
MIÉRCOLES
SAN JUAN 17, 11B-19 CON UN SOLO CLIC: http://www.facebook.com/donpaolopadrini
Padre Santo guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba con ellos yo los guardaba en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría completa en sí mismos. »Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que yo no soy del mundo. No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno. No son del mundo lo mismo que yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. Lo mismo que Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo. Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Señor, Tú también orabas. Esta vez, levantando los ojos al cielo, dijiste: “guarda en tu nombre a los que me has dado, que sean uno como nosotros”. Esta era la ambición de tus discípulos, saberse junto a Ti y estar unidos entre sí. Y, a buen seguro, que Tú, Cristo mío, les hablaste de estos dos temas varias veces: “os protegeré”; “permaneced en la unidad”. Y San Juan en este hermoso capítulo lo elabora.
Era como un recuerdo: cuando Tú estabas con ellos, los guardabas, los custodiabas, los protegías. Y ninguno se perdió, solamente el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Sabías que ibas al Padre, y querías dejar a “los tuyos” las cosas claras; deseabas que estuvieran alegres y felices. San Juan insiste una y otra vez en que Tú estabas empeñado en cumplir la voluntad del Padre y que les amabas con locura. Lo necesitaban tus discípulos y también nosotros.
Hablaste del mundo, y que ellos no eran del mundo, y que Tú tampoco lo eras; pediste a tu Padre que no los retirara del mundo, sino que los guardases del mal; y otra vez: que no eran del mundo, y que tú tampoco lo eras. Y rogaste para que tu Padre los santificara en la verdad, en tu palabra.
El Padre te envió al mundo —a la tierra—, y Tú los enviaste a la tierra —al mundo—. Y otra vez les dijiste: por ellos me entrego, por ellos doy la vida. Para que ellos también se entreguen y den la vida.
lunes, 17 de mayo de 2010
MARTES
SAN JUAN 17, 1-11 CON UN SOLO CLIC: http://www.blogger.com/
Jesús, después de pronunciar estas palabras, elevó sus ojos al cielo y dijo:
—Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique; ya que le diste potestad sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien Tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que el mundo existiera.
»He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, tu me los confiaste y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado proviene de Ti, porque las palabras que me diste se las he dado, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos.
»Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros
Llegó la hora. Así nos lo dejaste dicho: Padre ha llegado la hora. Y pediste al Padre que te glorificara y que Tú glorificaras al Padre y que la vida eterna llegara a los que habías elegido. Así, a primera vista, “la hora” era irremediable, aunque era para bien: era la hora de las bendiciones, de la verdad, de la promesa.
Explicarías después qué es la vida eterna: la vida eterna es conocer a Dios Padre, conocerte a Ti, Dios Hijo, conocer a Dios Espíritu Santo. Y para conocer estas cosas necesitamos tu ayuda, “sin Ti nada, Señor”. Una vez más la pregunta: ¿por qué unos te conocen y otros no? ¿no nos ayudas a todos, Señor? Y si es así, ¿por qué no aceptamos tus palabras?, ¿por qué no te aceptamos a Ti?, ¿por qué no queremos conocerte?
Luego dirías: todo está llegando a su fin. “He coronado la obra que me encomendaste”. Ahora, llegará el premio de la gloria. Y he hablado de Ti, Padre, a los que me diste; han guardado tu palabra; han conocido que todo lo que tengo es recibido de Ti; han recibido mis palabras que eran tuyas; han creído que yo salí de Ti. Por eso, ahora te ruego por ellos, no ruego por el mundo, sino por estos.
La emoción era creciente: “Sí, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar aquí, en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, mientras que yo voy a Ti”. Emoción: era la hora de la despedida, de la muerte, de la crucifixión y, a la vez, la hora del conocimiento, de la promesa, de la resurrección.
domingo, 16 de mayo de 2010
LUNES
SAN JUAN 16, 29-33CON UN SOLO CLIC: http://www.pensamientos.org/
Le dicen sus discípulos:
—Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por eso creemos que has salido de Dios.
—¿Ahora creéis? —les dijo Jesús—. Mirad que llega la hora, y ya llegó, en que os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. Os he dicho esto para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo.
Te dijeron tus discípulos: “Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios”. ¡Qué misterio, Señor! Tanto tiempo contigo y hasta ahora no se percataron de que lo sabías todo. Ahora creen que saliste del Padre, porque ven, comprueban, experimentan.
¿Ahora creéis? Y les anunciaste que estaba cerca la hora de la dispersión, del abandono, de la traición, de la infidelidad. Era como decirles, ahora que lo entendéis todo, que os parece que creéis en Mí, que me seguís de verdad, ahora me vais a dejar solo. Pero para eso he venido.
En realidad, “no estoy solo, porque está conmigo el Padre”. Y si está el Padre, está el Espíritu Santo; es decir, Tú, Señor, nunca estás solo, pero sí abandonado; abandonado de “los tuyos” y del Padre: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?
“Os he hablado de esto para que encontréis la paz en Mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo”. He aquí, pues, la lección: la paz está en Ti, Señor, en Ti tendremos que buscarla.
Tus discípulos, Señor, te entendieron, te siguieron, dieron la vida por Ti.
sábado, 15 de mayo de 2010
CON UN SOLO CLIC: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
“Ellos volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios... ”Con estas palabras finaliza el pasaje evangélico que conmemora el día de la Ascensión del Señor.
Era cierto que ya no podrían estar con Jesús como antes, oír su voz entrañable, disfrutar de su compañía. Pero no importaba. Jesús había sido glorificado, había subido a los cielos como triunfante vencedor. Por eso, los apóstoles “vivían alegres y bendecían a Dios”.
Los sufrimientos de la Pasión habían sido superados, los horrores de la cruz estaban ya lejos. Todo aquello ahora servía para estímulo y ánimo; para prepararse a sobrellevar los momentos difíciles que también ellos les llegarían y tendrían que superar.
Además, Jesús que les había prometido que volvería otra vez, con todo el esplendor de su majestad divina, rodeado de ángeles sobre las nubes del cielo, les confió la misión de ser sus testigos en todos los rincones de la tierra, durante todo el tiempo que dure la historia de los hombres; tenían que recoger la antorcha de manos de Cristo, alumbrar a los pueblos de su tiempo, y pasar después esa misma antorcha a otros hombres.
Y en efecto, tal como el Señor dispuso, así lo hicieron ellos. Con su palabra, y sobre todo con su vida misma, dieron testimonio de Jesucristo, encendieron el mundo frío de su época y prendieron el fuego que Jesús trajo para incendiar la tierra y el tiempo, la Historia entera.
Misión que sigue abierta para todos nosotros, seguidores de Cristo. También nosotros podemos y debemos, con nuestra vida, con nuestras palabras, anunciar el Evangelio.
Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, este año con el tema: “las nuevas tecnologías al servicio de la Palabra. El sacerdote y el mundo digital”.
Nos pide el Romano Pontífice, Benedicto XVI y nos piden los Obispos de España, en sus respectivos mensajes, de una manera especial a los sacerdotes y también a todos los fieles, que procuremos profundizar en este tema.
En sus mensajes nos advierten que “no bastan consideraciones teóricas sobre los medios de comunicación social”, sino que se requiere, sobre todo, un mayor esfuerzo práctico en proyectos y realizaciones para anunciar el Evangelio; esfuerzo que exigen una adecuada formación en los sacerdotes y la realización de una auténtica evangelización.
Para ello, piden los obispos: aceptación del evangelio, generosa aportación económica y oración constante de por parte de todos los fieles. Así sea.
viernes, 14 de mayo de 2010
SÁBADO
SAN JUAN 16, 23-28 CON UN SOLO CLIC: http://www.losclaustros.com/
Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si algo pedís al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta hora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. »Os he dicho todo esto con comparaciones. Llega la hora en que ya no hablaré por comparaciones, sino que claramente os anunciaré las cosas acerca del Padre. Ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, ya que el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre.
Pedir al Padre en tu nombre, será la oración de tus discípulos. También lo fue de la primitiva cristiandad, será la tarea de los hombres de todos los tiempos. Ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, ya que el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que Yo salí de Dios.
Nos lo habías ofrecido: En verdad, en verdad os digo: si le pedís al Padre algo en mi nombre, os lo concederá. Pedir en tu nombre será garantía de conseguir lo que se pide; pedir en tu nombre es el camino más corto pata llegar al manantial; pedir en tu nombre será aceptar el modo más eficaz de obtener lo deseado.
Hasta ahora no habíamos pedido nada en tu nombre. Ahora si lo hacemos. Pedimos en tu nombre y en tu nombre recibimos; pedimos en tu nombre y en tu nombre nuestra alegría es completa. Y lo haremos siempre porque siempre queremos fiarnos de tus palabras.
“Tras la resurrección el Señor hablará con claridad a los Apóstoles. Y estos penetrarán en el misterio de su pasión y en la inmensidad del amor de Dios al enviar a su Hijo al mundo. La firmeza de la fe de los discípulos se apoya en la convicción de que el Señor conoce todos los corazones y todas las cosas, y en la victoria de Jesucristo” .
Después de veinte siglos, tus palabras conservan su misma validez y su mismo sentido. Después de veinte siglos, tus recomendaciones siguen siendo tan claras y tan directas como cuando las pronunciaste.
Ojalá sepamos aceptarlas y vivirlas siempre.
jueves, 13 de mayo de 2010
VIERNES
SAN JUAN 16, 20-23 CON UN SOLO CLIC: http://www.es.josemariaescriva.info/
En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque ha llegado su hora, pero una vez que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda del sufrimiento por la alegría que ha nacido un hombre en el mundo. Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si le pedís al Padre algo en mi nombre, os lo concederá.
Tus palabras, Señor, en ocasiones eran percibidas por los oídos de tus oyentes con cierto temor y temblor. No porque fueran difíciles para su comprensión sino por los sufrimientos y los sacrificios que se derivarían de ellas.
Hablabas claro. Dijiste que tendríamos que llorar; que tendríamos que lamentarnos, que tendríamos que sufrir. Recordaste que el mundo se alegraría, disfrutaría, lo pasaría bien. Y tus seguidores estarían tristes, viviendo entre dificultades, aunque, también anunciabas que la tristeza se convertiría más tarde en alegría.
Y para que tus oyentes entendieran mejor tu mensaje, acudiste a un hecho de la vida de cada día: El nacimiento de un niño. La ma-dre antes de nacer el hijo sufre, se angustia, lo pasa mal. Pero cuando el pequeño descansa entre sus brazos —lo mira y lo con-templa embobada— se olvida de los sufrimientos pasados, sólo vi-ve para su pequeño.
Así —dijiste— os ocurrirá a vosotros. Ahora —en esta vida, difícil, costosa, embrollada—, os entristeceréis. Pero cuando Yo os vuelva a ver se os alegrará el corazón. Y entonces, nadie os quitará vuestra alegría. Seréis felices, el Padre os concederá todo lo que le pidáis.
Señor, sí te escuchamos cuando nos dijiste: bienaventurados los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed, los perseguidos, los calumniados, también ahora te queremos escuchar. Ayúdanos a ser fieles, a gastar nuestras vidas en tu servicio, a llevar detrás de Ti la cruz de cada día. Y a confiar en Ti, para que cuando Tú, Señor, vuelvas nos concedas la bienaventuranza eterna, la alegría sin fin.
miércoles, 12 de mayo de 2010
JUEVES
SAN JUAN 16, 16-20 CON UN SOLO CLIC: http://www.canaldiocesis.tv/
»Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver. Sus discípulos se decían unos a otros:
-¿Qué es esto que nos dice: “Dentro de un poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” y que “voy al Padre”?
Y decían:
-¿Qué es esto que dice: “Dentro de un poco”? No sabemos a qué se refiere.
Jesús conoció que se lo querían preguntarle y les dijo:
—Intentáis averiguar entre vosotros acerca de lo que he dicho: “Dentro de un poco no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
Anunciabas, Señor, que te ibas, pero que volverías. “No me veréis pero me volveréis a ver”. Y tus discípulos se preguntaban qué significarían aquellas palabras: “me voy al Padre, pero volveré”. No entendían aquel modo de expresarte.
Al comprender que querían preguntarte, les dijiste: estáis discutiendo el sentido de mis palabras, el significado de lo que va a ocurrir, saber qué hay detrás de todo esto. “Pues mirad: os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros mientras el mundo estará alegre; Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.
“Los Apóstoles no podían entender lo que Jesús anunciaba. Al manifestar que después de las tribulaciones tendrán un gozo cumplido que no perderán jamás, se refiere ante todo a la alegría de la resurrección, pero también al encuentro definitivo con Jesús en el Cielo” .
Mientras caminamos por esta vida existen llamadas que pueden distraernos de lo fundamental; promesas humanas que pueden dificultarnos el camino del cielo; mas con tu ayuda, Señor, ni las dificultades, ni las promesas nos apartarán de tu senda; y si somos fieles conseguiremos la patria definitiva.
Que el Espíritu Santo ayude a todos, a los que caminan a trancas y barrancas, a los que permanecen alegres y dichosos, a los que avanzan tristes y decaídos.
Que Santa María, tu Madre y la nuestra, nos acompañe siempre.
martes, 11 de mayo de 2010
MIÉRCOLES
SAN JUAN 16, 12-15 CON UN SOLO CLIC: http://www.donbosco.es/
»Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esto dije que recibe de lo mío y os lo anunciará.
¡Cuántas cosas hubieras querido explicarnos! Pero sabías que “nuestras espaldas” no eran tan fuertes como para poder cargar con todo. Era necesario robustecer nuestras fuerzas, crecer en santidad, para entender tus exigencias. Y eso, lo haría el Espíritu Santo que Tú, Señor, nos enviarías más tarde.
Y, en efecto, cuando llegó el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, Él “nos guió hasta la verdad plena”. Así estaba previsto desde la eternidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
“El hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará y os irá comunicando lo que de Mí ha recibido. Todo lo que tiene el Padre es mío. Tomará de lo mío y os lo anunciará a vosotros”. Mas los tuyos no se dieron cuenta por dónde ibas; qué querías decirnos con aquellas palabras.
Y los discípulos, aturdidos, nada te preguntaron. Siempre lo he pensado: tus palabras, además de trasmitir mensaje, llevaban fuerza interior, de suerte que hacen inteligible lo arduo, fácil lo difícil, y atractivo lo costoso.
Señor, envía tu Espíritu para que nos enseñe muchas cosas. Cosas de ayer, de hoy y de mañana; cosas de importancia y de menos interés. Cosas de la vida y de la muerte; cosas humanas y cosas divinas. ¡Que tu enviado, Señor, nos lo enseñe todo!
lunes, 10 de mayo de 2010
MARTES
SAN JUAN 16, 5-11CON UN SOLO CLIC: http://www.romereports.com/
Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: “Adónde vas? Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré. Y cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio: de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me veréis; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
Señor, un día, llegaste a nuestra tierra. Fue allí, en Belén, entre cánticos de ángeles y visitas de pastores. En la pobreza más absolu-ta y en la grandeza más sublime. Después, muy pronto, Señor, llegaron para Ti las persecuciones, y llegó la huida a Egipto, y la vuelta a Nazaret. Y se hizo realidad tu vida oculta entre tus paisanos, y se hizo visible tu trabajo y la amable compañía de José y María. Luego empezó la vida pública, llena de actividad y sobresaltos.
Ahora te vas a quien te envió, al Padre, y “ninguno Te pregun-ta”: ¿Adónde vas? Y por el tenor del texto, te muestras extrañado.
“Porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza”. E insististe con una nueva razón, “os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si Yo me voy, os lo enviaré”. Te ibas, pero nos mandarías el Espíri-tu Santo. Y nos dijiste, Señor, que “cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio:
De pecado, porque no creen en Ti; de justicia, porque te vas al Padre y ya no te verán; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
domingo, 9 de mayo de 2010
LUNES
SAN JUAN 15, 26-16, 4CON UN SOLO CLIC: http:// http://www.catolicosregresen.org/
»Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. »Os he dicho todo esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las Sinagogas; aún más, llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí. Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado. No os las dije al principio porque estaba con vosotros.
Cuando lleguen los días en los que parezca que se desdibuja la obra por mi iniciada, no temáis; cuando el andamiaje de mi predicación y mi doctrina parezca que se tambalea, no tengáis miedo. Yo os enviaré el Paráclito y cuando venga, Él dará testimonio de Mí.
Recordad que os lo anuncié antes de que ocurriera; que os avisé con tiempo; que os hablé claro para que cuando sucediera no os escandalizarais. Porque llegarán días difíciles, horas amargas, situaciones penosas. Pero Yo estaré con vosotros.
Os expulsarán de la Sinagogas, os condenarán a muerte por mi nombre, incluso pensando los que lo promueven, que hacen un ser-vicio a Dios. Mas entonces, no tengáis miedo, el Espíritu estará con vosotros.
Todo eso lo realizarán porque no han conocido a mi Padre, ni han conocido al Espíritu Santo, ni me han conocido a Mí. Más vosotros confiad en mi Padre, confiad en el Espíritu Santo, confiad en Mí. Todo será para bien de los que me aman.
Os lo digo ahora, ahora que todavía hay tiempo, para que cuando ocurra os acordéis que os lo había anunciado. Mientras estuve con vosotros, a vuestro lado, no hizo falta advertir estas cosas. Ahora que estoy a punto de ser ajusticiado, condenado y muerto, os lo digo. Pero no temáis, Yo he vencido al mundo”.
Gracias, Señor, por tan hermosas advertencias; gracias por habernos abierto con tal claridad el camino de los hechos futuros; gracias por tus palabras de siempre, por tu predicación, por tu doctrina. Que tu Madre, Señor, nos guíe por la senda de la verdad, hasta llegar a tu Reino “en la hora” fijada por Ti.
sábado, 8 de mayo de 2010
Según San Juan 14,23-29.
CON UN SOLO CLIC: http://www.es.catholic.net/
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
El Señor habla, según se recoge en el Evangelio que acabamos de proclamar, en la noche de la última Cena, del amor a Dios.
El amor de que habla Jesús es algo más, mucho más, que un mero sentimiento, que un deseo ardiente. Está identificado con la fidelidad, con el cumplimiento delicado y constante de la voluntad de la persona amada.
Eso es lo que el Maestro nos enseña, cuando dice:: El que me ama guardará mi palabra. Y por si acaso no lo hemos entendido añade: El que no me ama, no guardará mis palabras.
Examinemos nuestra conducta y veamos si de verdad amamos al Señor. Y en caso contrario, tratemos de rectificar.
Y en aquellos momentos de despedida, última Cena, cuando el Señor se da cuenta de cómo la tristeza se va apoderando del corazón de sus discípulos, trata de consolarlos con- la promesa del Espíritu Santo, el Paráclito, el Consolador del alma, que vendrá después de que él se vaya, llenándoles de fuego y de luz, de fuerzas y de coraje para emprender la ingente tarea que les aguardaba.
Él será quien los acompañe entonces en las hondas soledades, que luego vendrían; quien les hablaría en las largas horas de las persecuciones y tormentos.
Y además les dice Jesús: La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo.
La del mundo es una paz hecha de mentiras y connivencias cobardes, de consensos y cesiones mutuas. Es una paz frágil que intranquiliza más que sosiega.
La paz de Cristo, en cambio, es recia y profunda, duradera y gozosa. Por eso, dice a continuación: No tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
No, la cobardía no es posible para quien cree en Dios, para quien está persuadido de su poder y sabiduría. El miedo es propio de quien se sabe perdido, pero no de quien se sabe salvado.
Que tiemblen los que están alejados de Dios, los que no tienen la seguridad de la esperanza, ni la fortaleza de la fe, ni tampoco el gozo del amor. Esos sí tienen razón para temblar y acobardarse, pero un hombre que es hijo de Dios, no.
Caminemos con esta persuasión y avancemos alegres por la vida, desgranando nuestros días en un ambiente de incesante gozo pascual.
Que nada ni nadie nos turbe. Que pase lo que pase, conservemos la calma, vivamos serenos y optimistas, persuadidos de que Jesús, con su muerte y con su gloria, nos ha salvado de una vez para siempre.
viernes, 7 de mayo de 2010
SÁBADO
CON UN SOLO CLIC: http://www.mundonegro.com/
»Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de las palabras que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. Pero os harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
Quizás te encontrabas, Señor, sentado sobre un pequeño tronco de madera. Los bordes de tu túnica, hecha de una pieza, caían cruzados sobre tus rodillas. Tras un largo caminar entre vides y olivos, ahora, pretendías descansar un poco. A tu alrededor, reposaban también tus discípulos. Comenzasteis a hablar. La conversación se fue apagando. Un prolongado silencio anunciaba alguna confidencia. Algo querías decir a “los tuyos”.
Y hablaste: amigos, si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a Mí. Bien lo sabían tus discípulos, Señor, pero les gustó escucharlo de nuevo de tus labios. A nosotros también nos gusta escuchar esta advertencia. Y nos ayuda. Sobre todo cuando nos insultan y nos agreden moral o físicamente por nuestra condición de bautizados.
Tu mirada era penetrante, tus palabras pausadas y fuertes: Y seguiste: si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Tus Apóstoles entendieron tus palabras y vivieron sus consecuencias. Nosotros también queremos vivirlas, aunque a veces, lo olvidemos.
Y porque sabías que nuestra voluntad es floja y nuestra memoria quebradiza, añadiste, acordaos de las palabras que os he dicho y no olvidéis que no es el siervo más que su Señor. Y si me han perseguido a Mí, también a vosotros os perseguirán”. Y añadiste: y si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra.
jueves, 6 de mayo de 2010
VIERNES
SAN JUAN 15, 12-17CON UN SOLO CLIC: http://www.boletin-salesiano.com/
Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando, que os améis los unos a los otros.
Este es mi mandamiento que os améis unos a otros como yo os he amado. Amarnos unos a otros como Tú, Señor, nos has amado. Meta alta, sublime, maravillosa. ¡Pero cuánto nos cuesta cumplir este mandato! ¡Cuánto nos cuesta, Señor!
Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Dar la vida, de una vez, materialmente; o poco a poco en un desgaste continuo. Dar la vida por los amigos y también por los enemigos, es muestra de amor.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que Yo os mando. Ayúdanos, Señor, a hacer lo mandado y ayúdanos luego a poder decir: siervos inútiles somos. Hacer lo mandado. ¡Qué dicha hacer lo mandado! ¡Cuánto nos gustaría hacer más cosas; hacerlas mejor; proyectar nuevas empresas, realizar nuevos proyectos, hacer lo mandado mejor!
Somos amigos tuyos, Señor, que conocen la voluntad del Padre; amigos que conocen los senderos del Reino. Así de hermoso, así de bonito, amigos de Dios; conocedores —en la medida de lo posible— de los secretos de Dios.
Aquella noche en la que tus discípulos estaban unidos, les dijiste: no sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis frutos y vuestro fruto dure. Elección, misión, frutos.
Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dará. A veces, parece que todo está escrito, marcado; que nada puede ocurrir de otra manera, que existe la buena y la mala suerte. De acuerdo. Pero también existe el trabajo constante y la gracia de Dios.
miércoles, 5 de mayo de 2010
JUEVES
SAN JUAN 15, 9-11 CON UN SOLO CLIC: http://www.infocatolica.com/
»Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa.
Nos hablas hoy, Señor, en tu mensaje, del amor que el Padre te profesa y del amor que Tú nos tienes a nosotros. Nos recuerdas también la necesidad de permanecer en tu amor; la necesidad de guardar tus mandamientos, como Tú guardaste los mandamientos del Padre y así, permanecer en su amor.
Nosotros no siempre guardamos tus mandamientos. Pero sabe-mos que Tú eres misericordioso; sabemos que en tus manos descansamos tranquilos; que todos los hombres cabemos en el regazo de tu corazón. Y volvemos a empezar.
Descubrimos también lo diferentes que son nuestras actuaciones de las tuyas; nuestros juicios de los tuyos; nuestras exigencias de tus exigencias; tus premios de los nuestros; tus castigos de nuestros castigos. Tú siempre cumples, siempre permaneces fiel a tu amor.
Quisiste, Señor, compartir con nosotros la alegría que inundaba tu ser. Por eso, nos regalaste tu amistad; nos mostraste el camino del cielo, para que conociendo tus mandamientos, tratando de cumplirlos o pidiendo perdón si nos desviamos, alcanzar el premio.
Por otra parte sabemos que mientras recorremos la vida por este valle de lágrimas, nuestra alegría no será completa. Lo será en el más allá de la muerte, cuando en tu presencia gocemos de Dios pa-ra siempre, para siempre.
martes, 4 de mayo de 2010
MIÉRCOLES
SAN JUAN 15, 1-8 CON UN SOLO CLIC: http://www.jmj2011madrid.com
»Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.
Una nueva comparación: la vid y el labrador. ¡Bien conocían los judíos este símil! ¡Bien lo conocemos muchos de nosotros! Acaso algunos no sepan la naturaleza de este “arbusto” y desconozcan las actividades principales de este “oficio”. La vid es una planta pequeña, retorcida y frágil, que expande sus tentáculos para trepar y no arrastrarse; lo que tiene de débil y feo su constitución, lo tiene de sabroso y bello su fruto. El éxito de las viñas, depende del labrador.
A la viña hay que cuidarla; podarla cada año para que dé más fruto. Tenerla en orden. Y para tenerla en orden, hay que cavar los senderos, tratarla con productos preventivos. Después, madura ya la uva, vendrá su recogida, y finalmente, fermentada, su virtud alegrará el corazón del hombre.
Tú dijiste que eres la vid y nosotros los sarmientos; que hay que estar unidos a la vid para dar fruto; y que al que no está unido a la vid lo tiran fuera, se seca, y luego lo echan al fuego y arde.
Si permanecemos unidos a la vid todo se consigue, todo se logra, todo se alcanza. Y además tu Padre-Dios recibe gloria y nosotros alabaremos al Dios de los cielos. Y una cadena de consecuencias positivas vendrán de esta unión: los frutos, la alegría, la felicidad.
Con esta comparación, Señor, nos enseñaste que es necesario estar unidos a Ti. y que para estarlo a veces hay que arrancar algo; hay que podar. Haz, Señor, que seamos siempre sarmientos vivos, unidos a la vid, que demos gloria a Dios y frutos excelentes.
lunes, 3 de mayo de 2010
MARTES
SAN JUAN 14, 27-31 CON UN SOLO CLIC: http://www.anecdonet.com/
»La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis escuchado que os he di-cho. “Me voy y vuelvo a vosotros” Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada, pero el mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal como me ordenó. ¡Levantaos, vámonos de aquí!
Señor, nos regalaste la paz, la tuya, la buena, esa paz tan distinta de la nuestra. Y con la paz, un buen consejo: “que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Eso, Señor, queremos cumplir: no temblar de miedo y no acobardarnos nunca. Pero nos tienes que ayudar, Señor, con tu gracia y tu fuerza. Y si a pesar de todo, de vez en cuando, nuestro espíritu tiembla y nuestro corazón se acobarda, Tú sigue con nosotros.
Nos dijiste también: “Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que Yo”. ¡Acepto, Señor, el misterio de tu realidad! Misterio que las palabras y los conceptos humanos, por nítidos que sean, no pueden expresarlo con claridad meridiana. “Os lo he dicho” para que estéis preparados, enterados.
“Yo no voy a hablar mucho con vosotros”, pues se acerca el Príncipe de este mundo —él no tiene poder sobre Mí—, “pero es necesario que el mundo comprenda que Yo amo al Padre y que lo que el Padre me manda, Yo lo hago”. La obediencia al Padre. ¡Qué ejemplo para nosotros los hombres, Señor!
De esta retahíla de afirmaciones, brota un doble mensaje: rebelión, desobediencia, por una parte; entrega, obediencia, amor, por otra. Señor, gracias por todo lo bueno que tenemos y poseemos; perdón por tantos despropósitos; y ayúdanos más en este camino que nos conduce al cielo.
domingo, 2 de mayo de 2010
LUNES
SAN JUAN 14, 21-26 CON UN SOLO CLIC http://www.torreciudad.org/
El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él.
Judas, no el Iscariote, le dijo:
—Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?
Jesús le respondió:
—Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado. Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho.
Señor, una nueva lección práctica la de hoy. La necesitaban tus discípulos, los discípulos de todos los tiempos y la necesitamos también nosotros. A veces, no te entendían o no entendemos, no porque tus “explicaciones sean obscuras”, insuficientes, sino porque nuestras “entendederas” son flojas, lentas, cobardes. No por malas explicaderas sino por malas entendederas.
“El que me ama —dijiste— acepta mis mandamientos y los guarda”. Primera lección. Aceptar tus normas, después cumplirlas, y como consecuencia el amor. El refrán lo dice de otra manera: “obras son amores y no buenas razones”. La segunda lección fue igual de clara: “El que me ama será amado por mi Padre y Yo le amaré y Yo mismo me manifestaré a él”. Así, en cadena, sin lugar a vacíos, a imprevistos. A tal causa tal efecto.
Pero a veces, nos entretenemos en otras cosas. Como se entretuvo Judas —no el Iscariote— cuando te dijo: Señor, y ¿qué ha pasado para que Tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? A la pregunta mitad ingenua mitad curiosa, respondiste así: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Luego dijiste lo mismo en negativo. Lo que deseabas era que aprendiéramos la lección.
Y antes de acabar —como para asegurarte que asimilábamos tus lecciones— dijiste: “os he hablado de todo esto estando con vosotros”, no me habéis entendido, pero “el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre os enseñará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho”.
Señor, gracias por tus lecciones; por tus palabras, por tu entrega, y gracias por el Espíritu que habita en nosotros. Y ayúdanos a ser buenos discípulos.
sábado, 1 de mayo de 2010
DOMINGO (C)
SAN JUAN 13, 31-33A. 34-35 CON UN SOLO CLI http://www.ine.es/fapel/FAPEL.INICIO
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: — «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
Cuando Judas abandonó el Cenáculo, comenzaba la hora de la Pasión, se iniciaba la noche más triste de la historia. Y, sin embargo, en ese preciso momento empezaba también la glorificación de Jesucristo. Son las paradojas de la historia de la gracia.
Él mismo Jesús nos lo dice en el pasaje evangélico que acabamos de proclamar: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Comienza la Pasión, el sufrimiento, el dolor, pero comienza también la glorificación, la resurrección, el triunfo, la victoria. Los sufrimientos que a Jesús le hicieron sudar sangre y angustiarse hasta casi morir, eran el camino obligado para llegar al destino inefable de la gloria. Y no sólo para Él, sino también para todos los hombres, para cada uno de nosotros. El Señor fue el guía, el primero que pasó por esa ruta, marcando a golpe de sus pisadas el sendero que nos ha de llevar a nosotros a nuestro propio triunfo.
Por eso, en ese momento que recordamos hoy, les dice Jesús a los suyos, que ya le quedaba poco tiempo de estar con ellos. Sus palabras van a ser, prácticamente, las últimas palabras que les diría a los suyos. Esa es la razón, por la que tienen un relieve peculiar, una fuerza mayor. Hay como un cierto énfasis y solemnidad cuando les dice: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Son estas palabras el testamento espiritual de Jesucristo, la última recomendación que venía a resumir y a culminar todo cuanto les había dicho a lo largo de su vida pública, tres largos años. ¡Que nos amemos unos a otros!. Y además, de la misma forma como Él nos amó, con la misma intensidad, con el mismo desinterés, con la misma constancia, con idéntica abnegación...
A los discípulos, como a nosotros, debió parecerles excesivo los que Jesús les pedía. Pero el Señor no aminora su exigencia. Y para que no les quede la menor duda, añade: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros. No lo olvidemos nunca, el amor es la piedra de toque para un seguidor de Cristo.
viernes, 30 de abril de 2010
CUARTA SEMANA DE PASCUA
SAN JUAN 14, 7-14
CON UN SOLO CLIC: http://www.arguments.es/
Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.
Felipe le dijo:
—Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
—Felipe —le contestó Jesús— ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré.
En ocasiones, tus palabras, Señor, sonaban a despedida, a testamento. Eran como diálogos postreros de una amistad fuerte. Eran como deseos ardientes de que tu mensaje caído en tus discípulos, hubiera sido conocido de verdad.
Hoy les mostraste un camino claro y fácil. Les dijiste: Si me habéis conocido a Mí, conoceréis también a mi Padre. Entonces interviene Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¡Benditos Apóstoles! ¡Querían, pero no sabían! ¡Querían, pero no acababan de entender!
Y Tú, Señor, con la paciencia de siempre, dirigiéndote al bueno de Felipe, le dijiste: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me habéis conocido? También a nosotros, Señor, nos dices muchas veces: ¡tantos siglos como estoy con vosotros y aún seguís con dudas!
Y como si fuera la última oportunidad —que no lo sería— le dijiste a Felipe: El que me ha visto a Mí ha visto al Padre (...), el Padre, que está en mí, realiza sus obras. Y dirigiéndote a todos, seguiste: Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, creed por las obras mismas. Este fue tu estilo de vida: enseñar y hacer.
Y como aguinaldo de este diálogo, añadiste: En verdad, en verdad os digo: el que cree en Mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que estas porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo: si me pedís algo en mi nombre, Yo lo haré.
Hoy, Señor, te pido, para mí, para todos los hombres: fe en tus enseñanzas, esperanza en tus promesas, caridad en tus exigencias. Estoy seguro que Tú atenderás mis ruegos y darás fiel curso a mis plegarias.
SAN JUAN 14, 7-14
CON UN SOLO CLIC: http://www.arguments.es/
Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.
Felipe le dijo:
—Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
—Felipe —le contestó Jesús— ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré.
En ocasiones, tus palabras, Señor, sonaban a despedida, a testamento. Eran como diálogos postreros de una amistad fuerte. Eran como deseos ardientes de que tu mensaje caído en tus discípulos, hubiera sido conocido de verdad.
Hoy les mostraste un camino claro y fácil. Les dijiste: Si me habéis conocido a Mí, conoceréis también a mi Padre. Entonces interviene Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¡Benditos Apóstoles! ¡Querían, pero no sabían! ¡Querían, pero no acababan de entender!
Y Tú, Señor, con la paciencia de siempre, dirigiéndote al bueno de Felipe, le dijiste: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me habéis conocido? También a nosotros, Señor, nos dices muchas veces: ¡tantos siglos como estoy con vosotros y aún seguís con dudas!
Y como si fuera la última oportunidad —que no lo sería— le dijiste a Felipe: El que me ha visto a Mí ha visto al Padre (...), el Padre, que está en mí, realiza sus obras. Y dirigiéndote a todos, seguiste: Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, creed por las obras mismas. Este fue tu estilo de vida: enseñar y hacer.
Y como aguinaldo de este diálogo, añadiste: En verdad, en verdad os digo: el que cree en Mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que estas porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo: si me pedís algo en mi nombre, Yo lo haré.
Hoy, Señor, te pido, para mí, para todos los hombres: fe en tus enseñanzas, esperanza en tus promesas, caridad en tus exigencias. Estoy seguro que Tú atenderás mis ruegos y darás fiel curso a mis plegarias.
jueves, 29 de abril de 2010
VIERNES
SAN JUAN 14, 1-6 CON SOLO CLIC http://www.unav.es
»No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, sabéis el camino.
Tomás le dijo:
—Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?
—Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida —les respondió Jesús—; nadie va al Padre si no es a través de mí. Si me habéis conocido a mí, cono-ceréis también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.
Señor, aquel día les dijiste a tus discípulos que no tuvieran miedo; que no se dejasen dominar por el palpitar del corazón. Que creyeran en Dios y que creyeran también en Ti. Lo mismo nos recuerdas hoy a nosotros: que no nos preocupemos por los vientos fuertes que azotan el ambiente y que creamos en Dios y en Ti. Eso basta.
Ante las llamadas al temor y a la duda, procuraremos que nuestros corazones, con tu gracia, no tiemblen. Y seguimos diciéndote que creemos en Ti, Señor, y en el Padre Dios y en el Espíritu Santo. Escuchamos, como dichas ahora y para nosotros, las palabras proferidas por Santa Teresa. “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”.
Luego nos hablaste de distintas estancias; que ibas a prepararnos sitio; que volverías; que nos llevarás contigo; que adonde estás Tú, estaremos también los demás; que ya sabíamos el camino; que te siguiéramos.
La cosa era importante. Había que ir detrás de Ti, pero no sabíamos el camino ni a dónde ibas. Por eso, agradecemos que Tomás dijera: “cómo podemos saber el camino, si no sabemos adónde vas?
Tú respondiste: Tomás, Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por Mí. Ahora sabemos que Tú eres el camino y el término; que Tú eres el esfuerzo y el premio; que Tú eres el deseo y la eternidad.
miércoles, 28 de abril de 2010
CUARTA SEMANA DE PASCUA
JUEVES
SAN JUAN 13, 16-20
CON UN SOLO CLIC: http://www.vatican.va/news_services/orHhome_esp.html
En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados. No lo digo por todos vosotros: yo sé a quienes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.
La expresión “en verdad en verdad os digo”, significaba que lo que se iba a decir encerraba una especial importancia. Y así era recibido por los oyentes. Cuando en el Evangelio se utiliza esta fórmula, lo que pretende es dar una lección para la vida.
Tus discípulos, Señor, habían manifestado en sus conversaciones y en sus hechos, el deseo humano de sobresalir, de conseguir poder, de ocupar los primeros puestos. Tú bien lo sabías y con tu ejemplo tratabas de enseñarles que no era ese el camino que Tú seguías y exigías.
Con el lavatorio de los pies, realizado poco antes, les habías mostrado, de un modo sencillo y simbólico, que no habías venido a ser servido, sino a servir, y que tu servicio era universal: dar la vida por todos.
Pero además quisiste, Señor, enseñar la gran lección del servicio, no sólo con gestos sino también con palabras. Por eso, aprovechando este momento, tenso y difícil, quizás alzando un poco más la voz, dijiste a “los tuyos”: En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió.
Y así, diste a entender a los Apóstoles, y en ellos a todos los que después formaríamos la Iglesia que el servicio humilde a los demás hace al discípulo semejante al Maestro. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados.
La cosa estaba clara: Tú eras el Señor, el Maestro; todos nosotros, tus siervos, tus discípulos. Si ellos querían seguirte, tenían que imitarte; si nosotros queremos seguirte, tendremos que pisar en tus huellas.
“Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente “reinar” sólo “sirviendo”, a la vez, el “servir” exi-ge tal madurez espiritual que es necesario definirla como el “reinar” .
Señor, enséñanos a servir como Tú, para reinar contigo.
JUEVES
SAN JUAN 13, 16-20
CON UN SOLO CLIC: http://www.vatican.va/news_services/orHhome_esp.html
En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados. No lo digo por todos vosotros: yo sé a quienes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.
La expresión “en verdad en verdad os digo”, significaba que lo que se iba a decir encerraba una especial importancia. Y así era recibido por los oyentes. Cuando en el Evangelio se utiliza esta fórmula, lo que pretende es dar una lección para la vida.
Tus discípulos, Señor, habían manifestado en sus conversaciones y en sus hechos, el deseo humano de sobresalir, de conseguir poder, de ocupar los primeros puestos. Tú bien lo sabías y con tu ejemplo tratabas de enseñarles que no era ese el camino que Tú seguías y exigías.
Con el lavatorio de los pies, realizado poco antes, les habías mostrado, de un modo sencillo y simbólico, que no habías venido a ser servido, sino a servir, y que tu servicio era universal: dar la vida por todos.
Pero además quisiste, Señor, enseñar la gran lección del servicio, no sólo con gestos sino también con palabras. Por eso, aprovechando este momento, tenso y difícil, quizás alzando un poco más la voz, dijiste a “los tuyos”: En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió.
Y así, diste a entender a los Apóstoles, y en ellos a todos los que después formaríamos la Iglesia que el servicio humilde a los demás hace al discípulo semejante al Maestro. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados.
La cosa estaba clara: Tú eras el Señor, el Maestro; todos nosotros, tus siervos, tus discípulos. Si ellos querían seguirte, tenían que imitarte; si nosotros queremos seguirte, tendremos que pisar en tus huellas.
“Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente “reinar” sólo “sirviendo”, a la vez, el “servir” exi-ge tal madurez espiritual que es necesario definirla como el “reinar” .
Señor, enséñanos a servir como Tú, para reinar contigo.
martes, 27 de abril de 2010
CUARTA SEMANA DE PASCUA
SAN JUAN 12, 44-50
CON UN SOLO CLIC: http://www.facebook.com
Jesús clamó y dijo:
—El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que he de decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.
Y seguiste hablando. Ahora decías: el que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me ha enviado. Aunque parece un juego de palabras, se trata de una importante afirmación en la que se encierra una profunda enseñanza trinitaria. Y añadiste: el que me ve a Mí, ve al que me ha enviado, que era como decir que Tú, Señor, eres el rostro de Dios, el camino hacia el Padre.
Decías también que Tú habías venido al mundo como luz; que el que cree en Ti no anda en tinieblas. Ayúdanos, Señor, a aceptar esa luz que eres Tú; ayúdanos a caminar en la claridad de tu doctrina, en la seguridad de tu presencia.
Hablabas de juzgar y de salvar; de que Tú no habías venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Sálvanos, Señor, a todos, danos tu gracia y tu amistad; ahora, en la tierra y por toda la eternidad en el cielo. Y ayúdanos a recibir tus palabras, a cumplir tus mandamientos.
Insistías de nuevo que Tú venías enviado de Dios; que estabas cumpliendo la voluntad del Padre; que hablabas y enseñabas de lo que se te había mandado. Y que estabas convencido que así, obrando de este modo, cumplías la voluntad del cielo.
Y añadiste que todo lo que Tú hablaste y dijiste, era encargo del Padre. Y todo lo que los apóstoles hablarían después era encargo tuyo: “como el Padre me ha enviado, así os envío yo”.
SAN JUAN 12, 44-50
CON UN SOLO CLIC: http://www.facebook.com
Jesús clamó y dijo:
—El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que he de decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.
Y seguiste hablando. Ahora decías: el que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me ha enviado. Aunque parece un juego de palabras, se trata de una importante afirmación en la que se encierra una profunda enseñanza trinitaria. Y añadiste: el que me ve a Mí, ve al que me ha enviado, que era como decir que Tú, Señor, eres el rostro de Dios, el camino hacia el Padre.
Decías también que Tú habías venido al mundo como luz; que el que cree en Ti no anda en tinieblas. Ayúdanos, Señor, a aceptar esa luz que eres Tú; ayúdanos a caminar en la claridad de tu doctrina, en la seguridad de tu presencia.
Hablabas de juzgar y de salvar; de que Tú no habías venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Sálvanos, Señor, a todos, danos tu gracia y tu amistad; ahora, en la tierra y por toda la eternidad en el cielo. Y ayúdanos a recibir tus palabras, a cumplir tus mandamientos.
Insistías de nuevo que Tú venías enviado de Dios; que estabas cumpliendo la voluntad del Padre; que hablabas y enseñabas de lo que se te había mandado. Y que estabas convencido que así, obrando de este modo, cumplías la voluntad del cielo.
Y añadiste que todo lo que Tú hablaste y dijiste, era encargo del Padre. Y todo lo que los apóstoles hablarían después era encargo tuyo: “como el Padre me ha enviado, así os envío yo”.
lunes, 26 de abril de 2010
MARTES
SAN JUAN 10, 22-30 CON UN SOLO CLIC: http://www.radiomaria.es
Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon los judíos y comenzaron a decirle:
—¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.
Les respondió Jesús:
—Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.
Se celebraba una fiesta en Jerusalén, la Dedicación del Templo. Era invierno. Frío, viento, lluvia. Tú, Señor, paseabas por el pórtico de Salomón, lugar perteneciente al Templo. Y mientras paseabas, te fijabas en algo o acaso rezabas. En esto, un grupo de judíos te rodearon. Y sin más, te preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a te-ner en suspenso? Si eres el Mesías, dínoslo claramente”.
Entonces Tú, Señor, tranquilo, sereno, dijiste; os lo he dicho mil veces y no me creéis. Además, las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de Mí. Pero, ni por esas, vosotros no creéis. Y no creéis, —os lo digo claramente—, porque no sois ove-jas mías. Si fuerais ovejas mías, escucharíais mi voz.
Yo conozco a mis ovejas y ellas me siguen. A éstas, les daré la vida eterna y no perecerán, nadie las arrebatará de mi mano, ni de la mano de mi Padre, porque el Padre y Yo somos uno en el Espíritu Santo.
Señor, hablaste claro; y dijiste quién eras. Lo dijiste con palabras y con hechos. Yo creo tus palabras y creo en tus hechos. Per-míteme, Señor, que subraye dos cosas: la realidad pastoril y la vida eterna.
Hablas de ovejas mías y ovejas no mías. Aunque yo sé que Tú has venido a llamar a todas las gentes; unos ya te han oído, otros todavía no. Al final, habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
En la otra, prometes a tus ovejas la vida eterna, el premio defi-nitivo. Tus ovejas no perecerán jamás, nadie las arrebatará de tu mano, ni de la mano de tu Padre, con otras manos por muy fuertes que éstas parezcan.
Gracias, Señor, por tus palabras y por tus hechos. Te pido que al final de mi vida pueda cantar y gozar contigo del Padre y del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)