sábado, 3 de abril de 2010

SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
LUNES
SAN JUAN 3, 1-8    


Había entre los fariseos un hombre que se llamaba Nicodemo, judío influyente. Éste vino a él de noche y le dijo:
—Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los prodigios que tú haces si Dios no está con él.
Contestó Jesús y le dijo:
—En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de lo alto no puede ver el Reino de Dios.
Nicodemo le respondió:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?
Jesús contestó:
—En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es. No te sorprendas de que te haya dicho que debéis nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.

Nicodemo era fariseo. Y jefe judío. En cierta ocasión fue a verte. Era de noche. Te llamó Maestro. Y en tu presencia confesó que habías venido a este mundo de parte de Dios. Y aportó una razón convincente: nadie podía hacer los signos que Tú hacías si Dios no estuviera con Él.

Tú, Señor, le contestaste. “Te lo aseguro, Nicodemo, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nacer de nuevo equivalía a procurar la conversión, a cambiar de vida, aceptar la nueva ley, el nuevo mandamiento. Bienaventurados los que nazcan de nuevo porque ellos verán el Reino de Dios. Importante cuestión la que Tú predicabas: nacer de nuevo.

Nicodemo que lo entendió al pie de la letra, preguntó: ¿cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? Entonces Tú dijiste: el que no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de los cielos. Y no olvides que lo que nace de la carne es carne, pero lo que nace del Espíritu es espíritu.

Por eso, no te extrañes de que te haya dicho: tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.

Nicodemo no habló más.

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