viernes, 23 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA
Poco después vi cruzar un jabalí cerca de nosotros. Se trataba de una cría por lo asustado que cruzó y por el tamaño. Los jóvenes quisieron seguirlo pero desistieron de ello, al perder de inmediato la pista. Ni siquiera el perro que nos acompañaba se dignó ladrarle.
Estos imprevistos -que se fueron repitiendo varias veces- ayudaba a mis compañeros a descansar y a tomar de nuevo fuerzas, para seguir el trayecto.
Así las cosas, casi sin darnos cuenta nos encontramos en el claro del camino. Atrás habían quedado las dificultades mayores y los imprevistos. Ahora bastaba seguir la ruta trazada. El camino era de tierra con algunos tramos cubiertos de hierba, lo que hacía que el pisar de los bueyes fuera más suave.

Hasta llegar a la meta restaban cuatro o cinco quilómetros. Como la primera etapa había sido dura, decidieron dar suelta a los animales. Para ello aprovecharon un lugar rodeado de árboles y de hierba. 

Desengancharon los bueyes que de inmediato comenzaron a pastar. Mientras, los cuatro hombres repusieron también sus desgatadas fuerzas de toda aquella jornada, dando buen recado a unos trozos de lomo curado que llevaban en viejas fiambreras de latón. Y como el vino se les iba acabando, decidieron que los tragos fueran más cortos y menos frecuentes. Tras la comida, echaron, a turnos, una soñada que nos le vino nada mal”.
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jueves, 22 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Esto fue, más o menos, lo que le dije: Querida Santa Teresa, ya sé que a ti te importan más los hombres y las mujeres, los niños y las niñas, los jóvenes y los ancianos, que vienen a la iglesia, que el adorno de tu hornacina. 

Pero déjame que te diga dos palabras sobre ese fondo: “Está formado por seis tablas de roble de iguales dimensiones. Están unidas entre sí, aunque el tiempo, el calor o la humedad, han hecho que en algunos puntos aparezcan levemente desunidas. Sobre estas tablas, una mano primorosa de artista y pintor, fue dejando en calles paralelas rosas de formas un tanto rebuscadas pero iguales, rosas que aún pintadas de varios colores, ha conseguido un fondo de una elegancia exquisita, semejante a una tela de rico damasco, o un tapiz de finos contrastes”.

A la mañana siguiente, volví a escuchar a Santa Teresa que me decía: “El trayecto fue largo. Lo más costoso fue salir del centro del bosque y llegar al camino limpio y andadero. Una y otra vez tuvieron que parar la carreta para separar troncos y ramas que dificultaban el paso. Algunas de estas paradas eran aprovechadas para refrescar un poco sus secas gargantas con cortos tragos de vino. Los hombres mayores también para liar sus gordos cigarros que fumaban con pausa mientras seguían a los bueyes monte abajo. Los jóvenes a ratos hablaban de sus cosas, en otros momentos cantaban conocidas canciones populares.
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http://www.nazaret.tv/video/16/pope-francis-general-audience-20150121

miércoles, 21 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA


Aunque la intervención de la Santa había sido larga, no me cansé al escucharla. Tenía ganas de saber a donde había ido a parar aquel tronco recio y fuerte. Pero había que hacer otras cosas. Por eso, me levanté y me dirigí al confesionario a esperar que llegase algún penitente. Y pensé: entiendo que a la gente le cueste pedir perdón de sus pecados -a mí también me cuesta- pero no entiendo que la gente no se acerque al confesionario. En la oración de aquella mañana había leído este punto: “¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! -Por que en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa; y, en el divino, se perdona. ¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!” (Camino, n. 309)
Y en el confesionario seguí pensando en estas cosas. Y rezando para que la gente se acerque a la confesión, al sacramento del perdón y de la misericordia.
Mientras pensaba en esta cosas, mis ojos se dirigían al centro del retablo, donde majestuosa y sublime se yergue la imagen de Santa Teresa. Y aunque estaba un poco lejos de ella le informé del fondo de su estancia. Sabía que Santa Teresa no había podido contemplar esas hermosas tablas que están a su espalda. Y no había podido contemplar esas tablas, porque mientras estuvieron los carpinteros de Tafalla colocando el altar, ella estaba de lado, inmóvil, tersa. y luego cuando la colocaron donde ahora descansa, lo hicieron de espaldas, lo que no le permitió advertir el trazado de las flores, el colorido de cada una y el tramado que resulta de su conjunto.

PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=Nkayrg55Mss

martes, 20 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA




A continuación, uno de los mayores se puso delante de la carroza y con una vara delgada que terminaba en punta golpeaba el morro de los bueyes que, “tisando” hacia atrás, sin dificultad ninguna colocaron la carreta junto a mi cuerpo. El otro mayor y uno de los jóvenes subieron a la carreta con gran agilidad. Los de abajo les lanzaron las puntas de las maromas con las que yo estaba atada. Y con precisión y maestría comenzaron a tirar fuerte. Mientras, los de abajo colocaban pequeños troncos en el suelo formando con ellos una especie de rodillo, por el que con cierta facilidad y arte me fueron subiendo hasta el interior de la carreta. Ya arriba, me volvieron atar con más fuerza que antes, de suerte que casi ni podía moverme. O por mejor decir, ni tan casi, no podía moverme en absoluto. Era imposible girar mi talle a ningún lado.
Realizada esta sencilla operación, los cuatro hombres se felicitaron entre sí. Y para celebrar la labor realizada sacaron una vieja bota de vino de la que echaron a sendos tragos acompañados de sonoras risas y muecas extrañas. Poco después, el que llevaba en la mano la vara que terminaba en punta pinchó en la parte trasera de uno de los bueyes y estos comenzaron a tirar con fuerza y aplomo.
Al principio les costó un poco salir de aquel lugar lleno de forrajes y de malezas. Poco después metidos ya en el camino normal, la carroza avanzaba con un ritmo más acompasado y seguro. Los dos hombres mayores caminaban delante de los bueyes. Los jóvenes detrás de la carreta. Los mayores hablaban de robles y de hayas, de encinas y de avellanos. Los de atrás de las próximas fiestas, ya cercanas, del pueblo vecino y del partido de fútbol del domingo”.
PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY

lunes, 19 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA
Al contrario que en otras ocasiones, esta vez, los que llegaron hasta mi presencia, venían delante de una carreta tirada por dos forzudos bueyes. La carreta era de madera tosca y estaba notablemente sucia. Del piso de la carreta subían dos idénticas taleras y por delante se extendía una larga viga a la que estaban uncidos dos excelentes bueyes. Las ruedas también eran de madera. Estaban formadas por recios cambones y una maza en el medio. Los bueyes eran de color tierra. Gozaban de gruesos cuernos y orejas chicas. El pelo de su piel era lustroso y brillante. Por sus narices respiraban con fuerza y con ritmo. Estaban bien uncidos al yugo del carro con fuertes correas de cuero que se entremezclaban por encima de pequeños trozos de pellejo.
Esta vez, los hombres que llegaron eran cuatro. Dos de ellos eran de edad madura. Vestían recias ropas y sus frentes estaban surcadas por visibles arrugas. Morenos de rostro y un tanto sonrojados de pómulos y de nariz. Parece que estos dos hombres eran los que llevaban las riendas del carro y de los bueyes y también de lo que se iba a realizar. Los otros dos eran jóvenes. Vestían ropas parecidas a los mayores, pero sus caras eran más lustrosas; también sus ojos, los movimientos de sus manos y de todo su cuerpo.
Pude observar que los dos jóvenes iban provistos de una especie de guantes o manoplas de lana. Y uno de ellos, además portaba algunos guantes más que pronto entregó a los dos hombres mayores. Por lo que dijo el joven a entregárselos, aprecié que uno era su padre y el otro su tío. Luego los jóvenes sacaron de la carreta unas gruesas maromas que lanzaron al suelo sin ningún miramiento. Después de un rato, me ví envuelta por aquellas maromas que sin apretarme demasiado me causaban una sensación de estar aprisionada.

PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=merNu7LS-vA

domingo, 18 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLO LA MADERA

Al entrar hoy en el templo, he notado un olor fuerte a barniz. Era el último toque que acababan de dar al retablo. Y aunque habían estado las ventanas abiertas toda la noche, el olor a barniz seguía presente en el ambiente.
Como todos los días inicié mi oración de la mañana. Traté de recoger mi espíritu y me atención, pero una vez más volví a oír en mi interior la voz de Santa Teresa que me hablaba. Abrí los ojos. Y como en otras ocasiones, presté atención a sus palabras. Dijo:

“A los pocos días de la escena que te contaba el día pasado llegaron para trasladarme de aquel lugar donde había nacido, vivido tantos años y descansado la última etapa de mi vida, a otro lugar desconocido, inseguro, lejano, ¡quién sabe dónde!.

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sábado, 17 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Después de escuchar con atención e interés el último relato de la Santa, aproveché para ponerme de rodillas un rato y adorar al Señor oculto en el Sagrario. 

El Sagrario de este templo es dorado por dentro y plateado por fuera. Tiene forma rectangular. Una sencilla cruz en la parte izquierda y la ranura de la llave en el centro.
¡Cuántas veces mis ojos han buscado el Sagrario! ¿Cuántos ratos he pasado a los pies de Jesús oculto en el Sagrario! Esta tarde lo recordaba y le daba gracias a Dios por esta suerte.

Así, se fue pasando el rato. Era de noche. Una luz alumbraba el recinto. Me costaba arrancarme de allí. Al fin hice una comunión espiritual: “Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con la que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. 

Me levanté. Miré de nuevo al Sagrario. Eché una ojeada a la Virgen y otra a Santa Teresa. Y me fui a descansar.
PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=-XelO1S4qGQ

viernes, 16 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Al llegar aquí hice una pausa para coger aire. Descanso que aprovechó la Santa para decirme: “Ya conozco al nuevo párroco. Va siempre muy ligero. Canta bien. Le veo rezar y muchas horas en el Confesionario. Pero algunas de las cosas que me has contado no las sabía. Ya tendremos ocasión de hablar del nuevo párroco y algo también de ti, que te veo mucho más tiempo por el templo. Pero ahora, permíteme que siga con lo que te estaba contando. Tu, más adelante, ya me contarás más cosas”.
Yo, como siempre, obedecí. Y siguió la Santa:
Otro día llegaron hasta el lugar donde yo descansaba dos jóvenes. Montaban sendos caballos. Uno era de color rojo con crines grises. El otro era negro con crines blancas. Como los hombres que me habían visitado días atrás, estos traían en un serón grande una sierra y dos hachas. La sierra parecía nueva y las hachas recién afiladas. Bajaron de sus cabalgaduras con enorme agilidad y con rapidez comenzaron sus trabajos.
Lo primero que hicieron fue cortar con las hachas nuevas, todas y cada una de las ramas que tiempo atrás habían brotado de mi tronco. No tardaron en dejarme pelada. Después recogieron las ramas cortadas y con ellas hicieron un gran montón no muy lejos de allí.

Durante la corta de mis extremidades y la recogida de lo cortado, no dejaron de hablar. Al principio no entendía nada de lo que conversaban aquellos jóvenes. Al final, algo advertí. Hablaban de un proyecto que tenían conmigo. Que si me iban a llevar de allí, que si iban a venderme a un artesano, que si de mi rudo tronco informe y basto podía salir una imagen hermosa y bella de algún santo. ¿Qué significaba todo aquello?”

PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY

INCREIBLE
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jueves, 15 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA
Alcé los ojos y noté que la Santa estaba un tanto agitada. Entonces pensé que convenía que la Santa descansara. Sin hacer demasiado ruido, me levanté del banco donde estaba sentado. Con suavidad me acerqué hasta donde estaba colocado el armonio y con suavidad giré una manivela y abrí una ventana. El ruido que produje al abrir la ventana hizo que la Santa callara. Aproveché entonces para dirigirme a la Santa y contarle yo también alguna cosa. Para empezar hice un pequeño ruido con los dedos. Rompí el silencio y comencé:
Santa Teresa, perdón, aunque sé que eres Doctora de la Iglesia y que sabes muchas cosas, permíteme que te cuente los últimos cambios ocurridos aquí en esta Parroquia y sobre todo en el templo. Te diré que todo comenzó con el cambio de párroco. Al jubilarse Don Ángel Gogorza, el Sr. Obispo -a la sazón Don Fernando Sebastián- nombró a Don Jesús María Arbuniés nuevo párroco de esta feligresía. Don Jesús Mari Arbuniés es un sacerdote joven. Los primeros que cumpla serán cuarenta y uno. Nació en Venezuela pero de pocos meses le trajeron a Pamplona. Y aquí ha tenido su residencia siempre. Durante algunos años estudió en el Seminario de Toledo. Luego en el de Pamplona, donde terminó su carrera y fue ordenado sacerdote.

Ejerció su labor pastoral en Roncal, entre montañas, nieves y buenas gentes. Después trabajó como coadjutor en la Parroquia de San Francisco Javier (Pamplona) y los seis últimos años en la Parroquia de San Miguel, también de coadjutor. Ahora lleno de fuerza y juventud, ha llegado aquí, a nuestra parroquia, con ganas de hacer cosas. Y ha empezado -como suele decir él- por lo más fácil”. 
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miércoles, 14 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA




Dejando a parte estos pensamientos, seguí recitando mis oraciones. 

Al terminar, ya va siendo habitual, de nuevo oí en mi interior las voces de Santa Teresa que me decía: “Así permanecí varios días. Acaso meses. Las lluvias resbalaban por mis espaldas suavemente. Alguna ardilla quiso hacer casa en mi interior, pero no lo consiguió. Estaba yo demasiado dura para aquellas finas uñas pudieran perforar mi naturaleza. Alguna vez también sentí el golpe de alguna piedra que quizá algún pastor lanzó a su perro. Unas y otras cosas fueron sobrellevando con paciencia.

Lo que más molestó fue el calor. Al no tener raíces por donde adquirir vida, mis extremidades se fueron resecando. Las altas temperaturas abrasaba la poca sangre que quedaba en mis venas. Y fui perdiendo la esbeltez, la galanura que tuve a gala en otros tiempos. Y me fui quedando sin vida en las ramas, las hojas se volvieron mustias y me sentía sin fuerzas”.

PARA VER Y ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=j_5oGASRjXs

martes, 13 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Tras esta confesión de Santa Teresa, agobiado y preocupado, me levanté del banco. Me dirigí a la sacristía. Preparé para rezar el Rosario y celebrar la Santa Misa. 

El Rosario -lo aprendí de pequeño- es la mejor oración que podemos dirigir a María. A mí nunca me pareció aburrido. Quizás fue porque aprendí esta devoción del ejemplo de mis padres. En mi casa vi rezar el Rosario, desde pequeño, todos los días. También los días en los que llegaba mi padre y mi madre rendidos del campo.
Antes la Santa Misa. Sí, la Santa Misa es el centro y la raíz de nuestra vida interior. En la Misa adoramos a Dios, le damos gracias, le pedimos perdón y le rogamos nuevos auxilios. Son los fines de la Misa. Cuando estudié teología aprendí que estos fines son: latréutico, impetratorio, etc.
Aquel día, el rezo del Rosario y la celebración de la Santa Misa, me llenaron de paz. Casi me olvidé de lo que la Santa me había contado. Aunque a decir verdad, no lo pude olvidar del todo.

Terminada la Misa, era mi costumbre, inicié mi acción de gracias por la Comunión recibida. Para mi la acción de gracias es una necesidad. A veces cuando contemplo a la gente que finaliza la Misa se apresura a salir a la calle, me causa un temblor especial. Comprendo que pueda haber casos en los que la obligación esté por delante de la devoción, pero en los casos en que los tan raudos para salir del templo, se quedan largos ratos hablando en el pórtico o se dirigen veloces al bar, no lo entiendo. Sólo la falta de formación eucarística me mueven a disculpar estas conductas.

lunes, 12 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA
Descasaron un rato los hombres. Un pajarillo dejó sentir su presencia. También una salamandra se movió en el suelo. El aire movía mis ramas y hasta el sol se hizo más presente aquella mañana. Yo temblaba de miedo y de dolor. Iba sintiendo debilidad en mis ramas y parece que la vida se me iba a borbotones por aquella herida abierta por aquellos forzudos señores.
Pero valiente como yo era, y con la fuerza que dan los años, seguí fiel a mis costumbres y saludé a mis compañeros y vecinos y mandé un mensaje hasta el final de mis raíces por el lugar que aún me unía a ellos. Y, sobre todo, no dije nada. Callé. Aguanté, con naturalidad el dolor, repasé tiempos pasados y soñé con futuros mejores.

Pasado un rato, volvieron los dos hombres. Y volvieron a manejar la sierra. Ahora con más energía y también con más prisas. Quizás con menos rapidez pero con idéntica insistencia. Y poco a poco fueron calando en mi vida. De repente, sentí que aquello se acababa para mí. Quise gritar, pedir auxilio, protestar, llamar la atención, pero no pude. Chasquee como un pequeño palitroque, mi copa dio en el suelo y la altura de la que durante tantos años había presumido, se hizo larga, extensa, fría. Quedé aplastada por un lado, por el otro rechoncha”.
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domingo, 11 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

De nuevo, Santa Teresa comenzó a hablarme. Me senté de nuevo y comencé a escuchar. “Después de un tiempo no muy largo -siguió-, aunque no sería capaz de precisar, llegaron otros hombres. venían andando. Detrás les seguían unas caballerías, una más grande, parecía una vieja yegua, la otra más joven y más pequeña, se trataba de un asno de carga. Sobre el asno colgaban unas viejas alforjas. El más joven de los hombres, desatando la alforja sacó de ella una pequeña sierra y dos hachas. También extrajo, no sin dificultad dos estacones, unas mazas y algunas cuerdas.
Trabados los animales, los dos hombres, con sus herramientas en las manos, se acercaron hasta mí. ¿Qué irían a hacer? Dejaron las herramientas en el suelo y se sentaron sobre la hierba que crecía a mi alrededor. Enseguida comenzaron a comer unos hermosos bocadillos que traían envueltos en viejos periódicos. De vez en cuando, entre mordisco y mordisco, echaban largos tragos de vino estrujando una hermosa bota de pellejo.
Hablaron un rato. Fumaron sendos cigarros. Por fin se acercaron hasta mí. Con las hachas comenzaron a mellar mi tronco. Ahora, mientras trabajaban, apenas hablaban. Tan sólo breves monosílabos y gorjeos ininteligibles. Después de haber asestado certeros golpes sobre mí con el hacha, prepararon la sierra y comenzaron a trocear mi grueso tronco. De sus frentes caían gordas gotas de sudor. Al compás del ruido de la sierra iban perforando mis entrañas. 

¿Qué iba a ocurrir?
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sábado, 10 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS


Y ME HABLÓ LA MADERA 


Por la tarde volví al templo. 

Tres jóvenes que se cruzaron por el camino me dijeron adiós. Desde el balcón de una casa me saludó su dueño. Un perro flaco pasó junto a mí y me ladró dos veces. Las hierbas de los jardines habían perdido el color verde intenso. Un coche color rojo salió del lugar donde estaba aparcado y me saludó con dos pitidos.

Abrí la puerta de la iglesia. 

 Un olor a barniz fuerte llegó a mis narices. Las luces del presbiterio estaban encendidas. Un tercio del andamio resistía de pié. Al parecer la restauración del retablo estaba llegando a su fin. 

Me arrodillé unos instantes. Saludé al Señor que oculto nos espera en el Sagrario. Para mi el Sagrario es el centro de la iglesia. Una lamparilla eléctrica nos señala que el Jesús, el Hijo de Dios, está allí presenté, sacramentalmente, pero con su Cuerpo, y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad.

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viernes, 9 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Amanecieron nuevas auroras y llegaron nuevas puestas de sol. Y también presencias de lunas y risas de millares de estrellas. Y por dentro, un cosquilleo fino y suave de risas y de flores.
Y a mí alrededor, todo siguió igual. Yo iba sintiendo que el tiempo pasaba, que los horizontes cada vez eran más largos y que los espacios se hacían más hermosos. Y vivía feliz y tranquila”.

La parrafada había sido larga, desconcertante, pero yo la había escuchado entusiasmado. 
Me levanté, salí del templo. Recorrí dos calles dirección norte y me encontré con un anciano que caminaba despacio por la cera de la derecha de su calle. Le saludé con amabilidad y él respondió con parecido saludo. Hablamos de la familia, de los hijos, de los nietos. Me despedí del anciano y me fui a casa. Era la hora de comer.

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jueves, 8 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA


Pero un día, pasó por allí un señor vestido de pana, llevaba calzado alto, gorro en la cabeza y un bastón en la mano. Se acercó hasta mí en ademán de saludo, pero tras apartar una rama que se enroscaba en mi talle, me marcó con un pequeño punzón cortante en mi corteza. 

Sentí un ligero cosquilleo, casi imperceptible. No entendí que era lo que había hecho aquel hombre. 

El, antes de marcharse, volvió a mirarme, pasó las yemas de sus dedos por la pequeña señal y sin otro gesto, se alejó. Nunca más volví a ver a aquel paisano.

Pasaron las horas. Llegó de nuevo la tarde, la noche y las sombras apagaron mis pensamientos. Aquella noche soñé con viajes y aventuras, con gentes y con fiestas, Algo extraordinario adivinaba iba a ocurrir en mi vida. No sabía que iba a suceder conmigo, pero vislumbraba acontecimientos extraordinarios. Quería explicármelo pero acerba a hacerlo.

miércoles, 7 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS


Y me habló la madera

“Quiero contarte la historia de mi vida”. 

Yo abrí los ojos y procuré escuchar con atención. Ella siguió: “Yo nací en un monte navarro -quizás pudo ser en otro monte de España o de cualquier sitio del mundo- hace más de quinientos años. Un día un hombre de manos toscas, de piel curtida y de temple recio, plantó una semilla en un agujero hecho en la tierra.
Con el tiempo, las aguas y el sol, aquella semilla fue creciendo. Y aquella semilla se hizo un pequeño árbol, después más grande. Por debajo de ese árbol pasaron ganados de ovejas con sus pastores; alguna vez también se acercó hasta mi vera algún caballo, zorro y jabalí. Vi llover y nevar, sentí el suave aire de la brisa y el vendaval que amenazaba con arrancarme de cuajo. Pero resistí heladas y heladas, vientos y calores. Y nieblas cerradas. Fueron las nieblas cerradas las que más me atosigaron a la hora de crecer y al respirar.
Pero de todo fui saliendo. Y fui creciendo con fuerza. Me hice robusta y recia. Fui ampliando mi extensión y mis dominios. Cada vez mis ramas se hicieron más fuertes y mis hojas se ampliaron. Me hice fuerte, tan fuerte que a nada ni a nadie tuve miedo. 

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https://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY

martes, 6 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y me habló la madera



Sin dejar de atender a la Santa, que me estaba hablando, comencé a hacer un rato de oración. 

Aquel día el texto que había escogido para tratar de amistad con el Señor, era el número 499 de Camino, que dice así: “María Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. - Aprende de Ella a vivir con “naturalidad”.

Con naturalidad quería yo vivir y lo intentaba. Por eso, traté de orillar aquellas voces interiores que Santa Teresa me enviaba. 

Y le pedí a Dios, por medio de María, que me ayudase a ser fiel, sencillo, normal. Pero otra vez, la voz de la Santa llegaba a los oídos de mi alma. Y oí que me decía: (SEGUIRÁ)
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lunes, 5 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y me habló la madera

Era un día frío y seco, puro invierno, cuando llegué al templo y vi que la imagen de Santa Teresa de Jesús, que tantos años había visto colocada en un lateral del presbiterio, estaba puesta sobre una peana dorada, situada en el centro del retablo que se acababa de colocar en este templo. 

Apenas me senté en el banco de madera amarillenta, la Santa comenzó a hablarme. No me hablaba con palabras humanas, sino en el silencio. Era información interior, envuelta en misterio, pero con una claridad exquisita.

Lo primero que me dijo fue que estaba feliz ocupando su nuevo puesto. Que hacía tiempo que estaba esperando este cambio. Que no estaba disgustada con nadie. Ni con quienes la trajeron a esta iglesia, ni con quienes habían decidido que ocupase el último lugar en el rango de preferencias. 

"Al fin de cuentas -siguió diciendo la Santa- Jesús es el Señor y María es su Madre. Y yo -aunque santa- no dejo de ser una criatura, "vanidosilla" a veces, ligera en otras y merecedora del infierno en muchas ocasiones". (SEGUIRÁ)

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domingo, 4 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Boceto histórico de la Parroquia 
de Santa Teresa de Jesús 
(Pamplona)



Antecedentes
Nací el 10 de mayo de 1938, en un pequeño pueblo de Palencia, llamado Villasarracino. Villasarracino está situado en el corazón de Tierra de Campos, “lejos de río caudaloso y de célebre monte”.

Mis padres, Pedro y Mercedes, eran labradores. De los ocho hijos que tuvieron yo soy el segundo. Gracias a las oraciones de mi madre y al trabajo de mi padre, llegué al sacerdocio. Me ordenó de sacerdote Mons. José Souto Vizoso el 29 de junio del año 1963. 


Mi primer nombramiento fue: Capellán de Minas de Barruelo de Santullán, pueblo minero al norte de Palencia, coadjutor de la Parroquia de Santo Tomás Apóstol y Capellán del Hospital de las Hijas de la Caridad de la misma población. 
Catorce meses después fui nombrado Ecónomo de Cillamayor y Matabuena, dos parroquias muy cercanas a Barruelo. Zona montañosa y también minera.

En septiembre del año 1967, con el permiso del Obispo de Palencia, salí de estos pueblos y me trasladé a Pamplona para estudiar Teología, en el entonces recién creado Instituto Teológico, instalado en los Claustros de la Catedral de Pamplona. Habían pasado cuatro años de mi ordenación. Todavía era un joven sacerdote.

Para estudiar, escogí la Universidad de Navarra. Para ejercer el ministerio sacerdotal, fui acogido en la Parroquia de San José por D. Mariano Elarre, D. Manuel Elvira, D. Alfonso Acona (los tres fallecidos) y D. Urbano Larrea. A todos estoy profundamente agradecido.

Y para poder vivir (el Obispo me había enviado con las manos vacías), durante el primer curso de licenciatura, comencé a trabajar, como profesor de Religión, en el Colegio El Redín. Allí conocí a los primeros niños navarros, hoy ya profesores y algunos ilustres abuelos.

El segundo año, por suerte, fui nombrado Capellán de Irabia, Colegio que entonces estrenaba edificios en la antigua Morea, entre la Chantrea y Burlada. ¡Cuántos niños de aquellos son ahora hombres maduros! Era el año 1968. 

Y en Irabia estuve, mientras terminé la Licenciatura y parte del Doctorado, hasta el año 1980, que pasé al Colegio Miravalles (entonces en Huarte, hoy en Echavacoiz), donde estuve cinco años, también como Capellán y Profesor de Religión. Ese año defendí la tesis sobre Episcopurm stimulus…. Y comencé la Licenciatura en periodismo, hice un programa en Radio Requeté: “En todo momento” y colaboré en el Diario Palentino y en el Diario Navarra, con artículos breves que después fueron el material de dos de mis libros: Villasarracino y Al Trasluz.

Durante todos estos años, los domingos celebraba Misa y confesaba en la Parroquia de San José, donde fui siempre tan bien acogido, atendí a sordomudos en Canosianas los jueves, y algunos fines de semana di algunos cursos de retiro en Burgos, San Sebastián, Pamplona, etc.

El 19
86, terminada la carrera en la Facultad de Ciencias de Información, comencé a trabajar en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra, donde además de fundar y sacar el Boletín Informativo de las Facultades, colaboré en distintos medios y atendí a diversas revistas y televiones españolas. Publique dos libros más: Hojas sueltas y Recuerdos del Campo.

El año 1973, después de cinco años en los que había vivido en Travesía Espronceda, y Miravalles, me trasladé a la II Agrupación Orvina, n. 2, 3º C, ahora C/ Villafranca, ubicada a dos pasos de la Parroquia de Santa Teresa de Jesús. Y es entonces, cuando empecé a conocer a esta Parroquia, a sus gentes y a sus párrocos.

Y también cuando comencé a trabajar en ella. Al principio celebrando la Misa de la 7,30, de los días laborables, que se añadió para mi, antes atendía confesiones; y la del las 10 de la mañana, los domingo, también con confesiones antes. Más tarde pasé a formar parte del Consejo Pastoral Parroquial, como miembro primero y después como secretario. 

Y desde hace seis años, al jubilarme en la Universdiad, soy Vicario Parroquial por nombramiento de Don Fernando Sebastián Aguilar, a la sazón, entonces, Arzobispo de Pamplona.

Párrocos de esta Parroquia han sido Don Conrado Cruchaga, Don Javier Vesperinas, Don Angel Gogorza, y ahora Don Jesús María Arbuniés.

Pues al hilo de conversaciones tenidas o inventadas con estos párrocos iré construyendo un primer boceto de la Parroquia de Santa Teresa. Digo inventadas porque la primera de ellas tiene que ser con Don Conrado y don Conrado ya ha muerto. Pero hablaré con los datos que él dejó, muy interesantes y que no son pocos.

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sábado, 3 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

CHARLA SOBRE EL MISAL ROMANO

 POR JOSÉ MARIA CALVO DE LAS FUENTES

I.- INTRODUCCIÓN

Tengo entre mis manos la Ordenación General del Misal Romano, “la publicación de la traducción en lengua española o castellana de la Institutio generalis Missalis Romani, que forma parte de la tercera edición típica latina del Missale Romanum ex Decreto Sacrosancti Concilii Vaticani II instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Ioannis Pauli PP. II cura recognitum, ordenación que tiene como finalidad permitir a los sacerdotes y, en general, a todos los fieles interesados, el acceso al texto autorizado de uno de los más importantes documentos que encabezan el libro litúrgico que es preciso usar en la celebración de la Eucaristía”, el Misal.


II.- Hagamos un poco de historia.

Casi durante cuatrocientos años, para la celebración de la Eucaristía o Misa (estamos hablando en el rito latino), se siguieron las Rúbricas generales y Ritus servandus del Misal Romano publicado por San Pío V, después del Concilio de Trento, el año 1570